El tercer y último debate que sostuvieron Barack Obama y el candidato republicano, Mitt Romney, en Boca Raton (Florida), estuvo dedicado a asuntos de política exterior pero se concentró casi exclusivamente en Oriente Próximo, Pakistán, Irán y el terrorismo. En el último cuarto de hora apareció brevemente China.
(Por Luis Esteban González Manrique)

Ni el presidente ni Romney parecieron realmente interesados en hablar de esos temas: cada vez que tenían un pretexto, desviaban la discusión a la educación, la economía, los impuestos y otros asuntos internos. No es extraño. En la última encuesta del New York Times/CBS News Poll, solo el 4% consideraba la política exterior como su principal preocupación.

Europa no mereció ni una palabra de ninguno de los dos, aunque Romney sí dedicó una frase a América Latina, subrayando que la región es una “gran oportunidad” para EEUU debido a que hoy su economía es tan grande como la de China. En efecto, el PIB regional es ya de 4,5 billones de dólares, casi el 85% del de China. Pero con solo el 40% de la población china, la renta per capita latinoamericana duplica a la del gigante asiático.

Sin embargo, dado que ambos candidatos parecen compartir la idea de que al no representar problemas serios para su seguridad nacional, probablemente creen que hablar de la región tiene una escasa rentabilidad electoral. Pero los hechos son obstinados.

Más temprano que tarde, América Latina y el Caribe (AL-C) ocuparán un lugar central en la agenda exterior de la superpotencia. EEUU no puede permitirse perder terreno ante la creciente competencia de China, que ya es el primer socio comercial de países como Brasil, Chile y Perú. En 2010 el China Development Bank concedió créditos por valor de 35.000 millones de dólares a Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador y Venezuela, tres veces más de los que concedió el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

El año pasado, EEUU exportó bienes y servicios a AL-C por valor de 210.000 millones de dólares, tres veces más que a China. México es hoy el segundo mayor mercado para sus exportaciones, Brasil es el séptimo y Colombia el 20. Las exportaciones estadounidenses a Brasil están creciendo a una tasa que duplica a las que dirige al resto del mundo. Desde 2002, su volumen se han triplicado, de los 12.400 a los 35.400 millones de dólares en 2010.

EEUU, por otra parte, importa más petróleo de la región que de Oriente Próximo. Arabia Saudí, Irak, Kuwait juntos suponen solo el 20% de sus importaciones de crudo, mientras que las de Venezuela, México, Ecuador, Colombia y Trinidad y Tobago suman alrededor del 30%.

Para Washington asegurarse un suministro energético estable de sus vecinos hemisféricos es al menos tan importante como preservar la estabilidad de los provenientes del golfo Pérsico. Con la explotación a pleno rendimiento de sus yacimientos off-shore, Brasil se convertirá hacia 2020 en el quinto productor mundial de petróleo. Y cuando se concluya la ampliación del canal de Panamá en 2014, la vía interoceánica permitirá el acceso al Caribe de los “megabarcos” asiáticos que multiplicarán el tráfico comercial de los puertos del golfo de México.

Socios cada vez más atractivos

Las relaciones económicas interamericanas irán creciendo en importancia a medida que se consolide la cada vez más amplia clase media latinoamericana. Un reciente informe de la Brookings Institution estima que en 2015 el 25% de los latinoamericanos tendrá un poder adquisitivo similar al de la clase media global, equiparando los niveles de renta de 60 millones de sus habitantes a los de la clase media italiana o española.

En la mayoría de los países de la región, el coeficiente Gini, que mide los niveles de  desigualdad, era en 2010 más bajo que en 2000. Hoy la media es del 0,5, frente al 0,54 de hace una década y la más baja de los últimos 30 años, aunque sigue siendo alta en relación a otras zonas del mundo.

Pese a que la región solo registró la mitad del crecimiento de los países emergentes  asiáticos en la última década, sus tasas de pobreza se redujeron un 30%. Una tercera parte de esa caída se debe a las mejoras en la distribución del ingreso, que se ha  producido tanto en países exportadores de materias primas, como Perú o Bolivia, como en los que los productos manufacturados tienen mayor importancia, como México.

Según un reciente estudio del Banco Mundial, los gobiernos latinoamericanos gastan hoy, en promedio, una mayor parte de su PIB en la educación del 20% de su población infantil más pobre que EEUU. Ello que se ha traducido en un 20% de aumento en el número de estudiantes que terminan su educación secundaria.

Otros indicadores son igualmente alentadores. El salario mínimo real ha aumentado en casi todas partes. En Brasil lo ha hecho un 50% desde 2003. En la última década, solo en Brasil salieron de la pobreza unas 30 millones de personas y 56 millones en el conjunto de la región. En Argentina la pobreza cayó del 45% en 2002 al 11,3% en 2010.

Con 160.000 millones de dólares en bonos del Tesoro de EEUU en sus manos, Brasil es hoy uno de los principales acreedores internacionales de la superpotencia. Además, con una inflación media de un dígito –con la solitaria excepción de Argentina y Venezuela-, y déficit fiscales reducidos, las variables macroeconómicas de la región son la envidia de muchos países desarrollados. El Perú, por ejemplo, con un PIB de 130.000 millones de dólares, tiene reservas de divisas por valor de 66.000 millones de dólares.

No es menos importante el hecho de que los mayores éxitos los hayan logrado gobiernos moderados de izquierda o derecha, mientras que los más radicales han perdido terreno por su inseguridad jurídica y deficiente desempeño económico. De hecho, la caída de la desigualdad ha sido más pronunciada en países de economía abierta como Chile y Colombia que en Venezuela o Argentina.

Al mismo tiempo, la popularidad de Obama se ha mantenido alta a pesar de la escasa atención que ha dedicado a América Latina. Según Latinobarómetro, la opinión favorable a EEUU aumentó en la región del 57% en 2008 al 73% en 2011. Hoy un 72% de los brasileños prefiere la reelección de Obama.

Tomado de INFOLATAM

El Banco Central brasileño pretende mantener los tipos de interés en el 7,25 por ciento, el mínimo registrado en el país, durante un tiempo “suficientemente prolongado”, según el acta de su última reunión.

El acta señala que los riesgos del alza de la inflación, la recuperación de la actividad económica interna y la complejidad de la crisis internacional justifican la estabilidad de la estrategia de la política monetaria.

El organismo emisor tiene como meta que la inflación se sitúe en el 4,5 por ciento anual, aunque admite un margen de tolerancia de dos puntos porcentuales.

La inflación acumuló entre enero y septiembre un alza del 3,77 por ciento y el Producto Interior Bruto (PIB) se expandió un 0,6 por ciento en el primer semestre.

El Banco Central ha bajado paulatinamente los tipos de interés desde comienzos de 2011, cuando la tasa estaba en el 11,25 por ciento, debido al enfriamiento de la economía y a la moderación del alza de los precios.

La próxima reunión del organismo para decidir el rumbo de los tipos tendrá lugar los próximos 27 y 28 de noviembre.

Tomado de INFOLATM

El instructor del llamado “juicio del siglo” en Brasil afirmó que las corruptelas denunciadas en 2005, durante el primer mandato de Luiz Inácio Lula da Silva, fueron obra de un “banda” estructurada para ese fin y dirigida por el exministro José Dirceu.

Apoyado en pruebas y testimonios recogidos en la acusación que presentó la Fiscalía, el instructor Joaquim Barbosa pidió condenar por asociación ilícita a Dirceu, entonces “mano derecha” de Lula, al expresidente del Partido de los Trabajadores (PT) José Genoino y al antiguo tesorero de esa formación Delubio Soares.

Asimismo, consideró culpables del mismo delito al publicista Marcos Valerio Fernandes, a sus dos socios, a su abogado y a una directora de sus empresas, así como a tres antiguos directivos del Banco Rural (privado).

Todos ellos, según Barbosa, “se asociaron de manera estable e ilícita para cometer crímenes contra el Estado” y cada uno de ellos tenía “un papel determinado en la pandilla”.

Barbosa desmenuzó lo que, en su opinión, era el funcionamiento de un grupo que, según afirmó, se estructuró para recaudar recursos que luego fueron puestos al servicio de un “proyecto de poder”, diseñado por el PT una vez que Lula asumió la presidencia en enero de 2003.

El grupo, según el juez, estaba compuesto por un núcleo político, otro publicitario y un tercero financiero, que operaban en conjunto y dependían directamente de José Dirceu, a quien consideró el “jefe de toda la estructura”.

El núcleo político, además de Dirceu, operaba desde el corazón del PT y lo formaban Genoino y Soares, sostuvo Barbosa.

Identificó como miembros del núcleo publicitario a Fernandes y sus socios, en cuyas empresas se blanqueaba el dinero obtenido con contratos amañados con organismos públicos y se distribuían los recursos entre diputados sobornados y otros políticos vinculados, a los que la acusación calificó de “pandilla”.

Lo que el instructor consideró como núcleo financiero tenía como centro operacional el Banco Rural, cuyos directivos otorgaron préstamos ficticios o sin las debidas garantías tanto a Fernandes como al propio PT.

Todos los reos considerados culpables hoy por Barbosa ya han sido condenados por otros delitos en este mismo juicio, por lo que si los diez magistrados del Supremo respaldan la opinión del instructor las penas, que se dictarán al final del proceso, serán considerablemente más altas.

El capítulo que juzga ahora la corte, centrado en cargos de asociación ilícita, es el último del llamado “juicio del siglo”, que según las previsiones del Supremo concluirá la semana próxima y ya ha declarado culpables a 25 de los 37 acusados.

Tomado de INFOLATAM