¿Es posible otra guerra civil en Estados Unidos? |
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Escrito por Indicado en la materia
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Lunes, 21 de Agosto de 2017 15:54 |
Por CARLOS ALBERTO MONTANER.-
Un sociólogo amigo, Jorge Riopedre, con buen juicio político y gran experiencia en el análisis de los conflictos (se les llama polemólogos), teme que sí, que ocurrirá. Incluso, en un arriesgado juego literario aporta una fecha para el inicio de las hostilidades: 2052.
Y una fecha para el final: 2055. Apenas tres años. El pleito sería el resultado de un desencuentro étnico entre algunas minorías resentidas y la desdeñosa mayoría relativa que hoy es el mainstream o corriente central de la sociedad norteamericana.
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Última actualización el Sábado, 02 de Septiembre de 2017 13:34 |
Escrito por Indicado en la materia
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Jueves, 13 de Abril de 2017 12:10 |
Por ANTONIO NAVALÓN.-
El lenguaje corporal es el más revelador en la comunicación humana. Antes del ataque a Siria, tras los ojos entornados del presidente estadounidense, Donald Trump, y los genéticamente rasgados del líder chino, Xi Jinping, se libra la batalla más importante del momento. El enfrentamiento ya no es ideológico. Ya no es racial. Ya no son las armas. Ahora consiste en el dominio tecnológico y en las reglas del juego que se impongan.
La reciente reunión de ambos líderes en Mar-a-Lago, la lujosa propiedad de Trump en Florida con sus campos de golf y con los enormes gastos que implica trasladar la Casa Blanca hasta Palm Beach, no ha disfrazado ni ocultado la verdad del diálogo profundo entre los dos mandatarios, que abarcó desde el déficit comercial y la futura relación entre Washington y Pekín hasta el programa nuclear norcoreano.
No hace falta ser un genio para comprender que Trump, experto en el arte de la componenda, quiere hacer con China lo mismo que hizo con los bancos que cometieron el error de prestarle dinero: devolver lo menos posible. Pekín es el mayor acreedor de la deuda pública de Estados Unidos. Por lo tanto, si el imperio del Norte quiebra, el gigante asiático también.
El enfrentamiento ya no es ideológico. Ya no es racial. Ya no son las armas. Ahora consiste en el dominio tecnológico
En ese contexto, Trump, que es un hombre antiguo que tiene instinto pero no conocimiento, no ha comprendido todavía que el poder moderno no solo se basa en la fuerza y en el dinero, sino que se sustenta en el control del software. China ya dio su gran salto hacia adelante, ya no es un país de esclavos, ha dejado de ser un país de manufacturas para convertirse en un país de inteligencia. Y ha usado el dinero que ganó para comprar Occidente por las buenas, creándole unas grandes necesidades de consumo, y por las malas, imitando su enorme capacidad de corrupción para ayudarle a corromperse más y mejor.
Deng Xiaoping escapó de la gran matanza de la Revolución Cultural cuando desarrolló un plan maestro para hacer de la República Popular china la primera potencia que sacudiese al mundo. Tuvo el cuidado de estudiar las mejores prácticas de Occidente y, además, le tocó presenciar cómo se prostituía y la manera en la que la lujuria y la codicia sin límite usaban a los auditores para robar a los incautos accionistas. Aprendió lo bueno y lo malo del capitalismo. China tiene una debilidad estructural, no es una democracia, pero se ha convertido en el principal talón de Aquiles del imperio del Norte.
Trump quiere hacer con China lo mismo que hizo con los bancos que le prestaron dinero: devolver lo menos posible
El tercero en discordia, Vladímir Putin, consiguió a través del “hackeo” y la tecnología poner en apuros la maquinaria política estadounidense. En ese sentido, hay un gran defecto y una gran ventaja. Y es que el poderío tecnológico chino no está en manos de representantes del mundo libre porque está al servicio de Pekín.
Mientras que, en EE UU, los que de verdad hoy controlan el mundo moderno, como los Zuckerberg o los Gates, solo son responsables ante sí mismos, y el hecho de no haberse quitado las Nike y no haber tenido necesidad de aprender el oficio del poder, ha provocado que existan grandes fortunas sin un proyecto social ni político, dando origen a un mercado que se puede “hackear” y destruir no sólo imponiendo al presidente de Estados Unidos, sino controlando todo su software.
Seguramente en los siglos XVIII, XIX y XX la democracia era el mejor sistema y el más estable. Pero ahora en el siglo XXI, en el que la guerra de las galaxias empieza a parecerse a un cuento de los hermanos Grimm, el control del Estado mediante el poder tecnológico es la única garantía de la estabilidad del sistema. En este momento, Occidente tiene una desventaja frente a Oriente porque tanto China con su estructura, como Rusia con su ambición, dominan todos y cada uno de los centros del poder tecnológico, mientras que Estados Unidos sólo domina la competencia y puede ser anulado, prostituido y vencido desde las deficiencias del Estado.
La balanza comercial no es lo importante entre Xi Jinping y Donald Trump, lo importante es comprender y aceptar que el siglo XX vino por el Atlántico y el siglo XXI se está yendo por el Pacífico. |
Atentado en Londres: ni ansias de justicia ni reparación moral |
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Escrito por Indicado en la materia
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Viernes, 31 de Marzo de 2017 13:59 |
Por Martin Guevara.-
Al Qaeda consolidó su presencia en Estados Unidos y Europa durante el comienzo del siglo XXI a través no sólo de atentados sanguinarios, sino de una preocupante llamada casi obsesiva a todos sus efectivos a atacar en suelo apóstata, pagano o "zindiq". Osama Bin Laden, el jerarca y autor intelectual de la organización terrorista, pertenecía a una familia acaudalada saudí con estrechos lazos comerciales petrolíferos con el mundo occidental.
Al Qaeda no llegó a dominar territorios, no tuvo "patria" o Califato, ello contribuyó a que hiciese hincapié de manera permanente en los ataques en Occidente allí donde se presentase la mínima posibilidad de causar daño. En cambio, el Estado Islámico sí llegó a consolidar un territorio donde ha practicado las peores aberraciones con sus habitantes, y los ataques a Occidente en la sustancia y la estrategia continuaron siendo igual de importantes que para Al Qaeda. Pero en los hechos el llamado a derramar la sangre exclusivamente en Occidente disminuyó al tener que repartirse en los terrenos de su propio califato. Sin embargo, nunca han abandonado la vía del terror en Europa y Estados Unidos; de hecho, se ha recrudecido la amenaza en los últimos meses.
Por otro lado, con la desaparición de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y el escaso nivel de amenaza que significaban el narcotráfico y los militares díscolos como el panameño Noriega, la industria armamentista necesitaba "como agua de mayo" un chivo expiatorio lo suficientemente creíble como para producir la cantidad de armamento que sostiene gran parte de la economía occidental. Ello coincidiendo con la gran frustración de las sucesivas guerras en Afganistán, primero, contra fuerzas soviéticas y el apoyo norteamericano en armamento a los muyahidines y los estudiantes del Talibán, y luego, contra las fuerzas norteamericanas y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), así como las ingentes matanzas en la segunda campaña bélica en territorio iraquí. Estos ingredientes dieron como resultado un cóctel de alta peligrosidad y de gran efecto en ambos extremos para dotar de una explicación presentable a las bajezas surgidas en el umbrío confín de las mazmorras de lo más ruin del espíritu humano.
Estos actos abominables, el terrorismo en suelo occidental, las acciones bélicas y los daños colaterales en tierra "hereje" no se explican por ningún ansia de justicia ni de reparación moral. Son movidos por la bajeza de la especie, son pergeñados en el vertedero de los desperdicios de lo peor de la especie humana.
Los terroristas saben dónde dirigen el ataque, como en las Torres Gemelas de Nueva York, en el maratón de Boston, en Atocha, en Madrid, en París varias veces, en Londres, en Berlín, así como en los numerosos atentados en sus propias tierras, en mercados, plazas, congregaciones públicas. Dan en la diana de lo que consideran su enemigo a muerte: la gente trabajadora, libre, en paz, a los que su familia espera en casa. Los anónimos constructores cotidianos de la vida.
Nos toca a nosotros defender con nuestra actitud el corazón de las libertades y la civilización. De ahí lo oportuno de manifestar rotundamente: "Este es nuestro modo de vida, es el que todos preferimos, es la esperanza del mundo, seguiremos construyéndolo, no nos llevarán a su redil, viviremos como hemos elegido vivir".
Y a quienes quieran usar nuestro dolor o nuestra indignación para sus beneficios les decimos que cualquier desmedida escalada de locura sólo se sana de una manera: con una gran espiral de cordura.
INFOLATAM |
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Trump no entiende lo que significa Estados Unidos para el mundo |
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Escrito por Indicado en la materia
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Jueves, 09 de Febrero de 2017 11:12 |
Por CARLOS ALBERTO MONTANER.-
(Infolatam).- ¡Madre mía! El señor Donald Trump no lleva dos semanas en la Casa Blanca y ya se ha peleado severamente con Enrique Peña Nieto,presidente de México, y ha reñido con el Primer Ministro de Canadá, Justin Trudeau, por el asunto del TLC, y con el de Australia, Malcom Turnbull, debido al compromiso previamente firmado con Obama para trasladar a USA a varios cientos de refugiados sirios.
¿No sabe Donald Trump que los países directamente desovados por Inglaterra (USA, Canadá, Australia y Nueva Zelanda y, claro, la madre patria británica) tienen una valiosa alianza secreta de intercambio de inteligencia (UKUSA Agreement) que peligra con esas tensiones inútiles?
No ha quedado títere o aliado con cabeza. Muchos han reaccionado con incomodidad. La canciller alemana Ángela Merkel y el premier francés François Hollande; la mitad del Reino Unido que votó (y perdió) contra el Brexit; y hasta la Unión Europea, que advirtió que le negaría el placet a Ted Malloch, embajador elegido por el presidente de Estados Unidos (aún sin confirmar), por su desprecio por la UE y su menosprecio por el euro.
Las consecuencias de estos desencuentros son múltiples y todas muy costosas. Las 27 naciones de la Unión Europea (UE) –ya descontado el autoexcluido Reino Unido— se separarán más de Estados Unidos en todos los terrenos, pese a las docenas de bases e instalaciones militares creadas por Washington en Europa, fundamentalmente en Alemania y, en menor grado, en Italia.
Para el presidente Trump, que viene del mundillo empresarial de los bienes raíces, donde todo se mide por el bottom line o pérdidas y beneficios, esos países han vivido de la protección americana sin aportar lo que les corresponde, acaso porque no entiende que USA estaba pagando por un escudo protector internacional para no tener que pelear en territorio americano, mientras multiplicaba y repartía los blancos potenciales a los que debía hacerle frente la URSS.
Esa era la estrategia de rodear al enemigo. Por una punta, se amenazaba al peligroso adversario, por la otra, se protegía a Estados Unidos.
Pasé los últimos 20 años de la Guerra Fría (1970-1990) en Madrid. Sabíamos que, si se desataba un conflicto bélico entre Moscú y Washington, la capital de España sería arrasada por los misiles soviéticos dirigidos contra la base aérea de Torrejón de Ardoz, de la misma manera que la base naval de Rota, en Cádiz, Andalucía, también sería pulverizada. En esos años la URSS contaba con más de 5 000 ojivas nucleares. Muchos más que los blancos militares, de manera que numerosas ciudades europeas y norteamericanas hubieran sido borradas de los mapas.
El problema de fondo es que Trump cree que Estados Unidos es una nación como cualquier otra y, en tal condición, supone, debe velar por sus intereses económicos. No se da cuenta de que Estados Unidos es una entidad diferente, modelo y motor del resto de una buena parte del planeta, como en el pasado remoto lo fueron Persia, Grecia y Roma, hasta que se desplazó el eje fundamental de Occidente al Norte de Europa y, posteriormente, en el medievo tardío, a las puertas del Renacimiento, comenzó a gestarse el mundo actual con la aparición de naciones-estados.
A España le tocó ese papel rector en el siglo XVI, antes de la Ilustración, y luego fueron Francia e Inglaterra, hasta que Estados Unidos se convirtiera en la fuerza dominante y “cabeza del mundo libre” desde el fin de la Segunda Guerra mundial.
Es verdad que Estados Unidos carga con un peso desproporcionado de los costos de esa responsabilidad, pero eso fue lo que determinaron Roosevelt en Bretton Woods y Truman cuando creó el Plan Marshall, la OTAN, la CIA, la OEA y el resto de los mecanismos de defensa frente al espasmo imperial soviético.
Fue ese análisis el que llevó al país a la Guerra de Corea o a “Ike” Einsehower a heredar a regañadientes el rol francés en Indochina con la desastrosa guerra vietnamita que luego afrontarían Kennedy y, sobre todo, Johnson.
Con sus luces y sombras, con marchas y contramarchas, Estados Unidos ha llevado razonablemente bien “el peso de la púrpura”, como les dicen los españoles a los costos tremendos de asumir el poder.
Lógicamente, ese papel de primus inter pares llegará un día al final y el país será sustituido por otra entidad líder, pero los síntomas vitales de Estados Unidos hoy siguen siendo los mejores del mundo en los terrenos militar, científico y financiero. Lo que está fallando, debido a Donald Trump, es la comprensión histórica del fenómeno del liderazgo de su país. Y eso es gravísimo.
*Periodista y escritor. Su último libro es la novela Tiempo de Canallas
INFOLATAM |
¿Por quién doblan las campanas en Alepo? |
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Escrito por Indicado en la materia
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Martes, 03 de Enero de 2017 11:46 |
Por Emilio Campmany.-
España sólo nos acordamos de las guerras cuando la televisión muestra sus desastres. De ahí que sea noticia la caída de Alepo, por los horrores que la tele enseña a la hora de cenar. El País se hace cruces ante la indiferencia de la comunidad internacional. Y El Mundo denuncia que Europa se llame andana. Para ambos, Rusia es culpable. A Irán lo mencionan, pero por alguna razón no lo consideran igual de responsable. Y eso a pesar de que El País admite que los causantes de las mayores atrocidades son los terroristas de Hezbolá, organización que todo el mundo sabe que depende de Teherán. El Mundo acierta a poner el dedo en la llaga al recordar la inactividad de Washington durante estos últimos meses, aunque lo explica por el síndrome de pato cojo de Obama y la incertidumbre provocada por la elección de Trump. No obstante, el mismo editorialista reconoce que el giro se produjo 2015, cuando Obama todavía no cojeaba y nadie esperaba que Trump ganara. Ninguno de los dos periódicos se pregunta qué pasó en 2015 que hizo que los vientos rolaran y soplaran desde entonces a favor del régimen de Bashar al Asad.
Si se repasa la agenda internacional, lo relevante de aquel año fue el acuerdo nuclear con Irán, firmado en julio. Existe la vehemente sospecha de que Obama no sólo concedió el levantamiento de las sanciones a cambio de la supuesta renuncia al programa atómico iraní. Cada vez está más claro que, entre las condiciones inconfesas, firmadas pero secretas, o simplemente tácitas, estuvo dejar las manos libres a Irán en Siria. Por eso, a partir de la firma del acuerdo, Putin incrementó la presencia de sus tropas allí. Por eso, Asad está ganando la guerra.
No sé hasta qué punto un realista podría considerar ventajoso este acuerdo, en virtud del cual Irán renuncia a su programa nuclear a cambio de que le esté permitido masacrar a los sirios. Lo que es insufrible, fastidioso y estomagante es ver cómo la izquierda llora las ruinas de Alepo, clama por las constantes violaciones de los derechos humanos y denuncia que no se acoge a los refugiados que el conflicto genera a la vez que se niega a ver lo que tiene delante de los ojos. Que no sólo es que el principal responsable de todo es Irán, el régimen que financia a Podemos. Sino que encima el culpable de que pueda hacerlo impunemente es Obama, que se lo consiente porque a ello le obliga un tratado que no tenía otra finalidad que la de demostrar que posee aquello de lo que sus antecesores carecieron, la capacidad de suscribir pactos con el régimen de los ayatolás. Claro que, a base de ceder, bien fácil es alcanzar acuerdos.
Cuando la izquierda oye doblar las campanas en Alepo, no debería preguntarse por quién doblan. Doblan por ella. Por ella y por su adalid, Barack Obama.
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