Martha Beatriz Roque Cabello
Algunos de los que siguen el problema cubano, son del pensamiento de poner diferencias entre transición y cambio, pero es que para poder llegar a obtener un cambio en esta sociedad que ha perdido tanto en valores y ética, se necesita al menos pasar por una nueva generación, que pueda ser educada en los principios y conceptos que los padres educaban a sus hijos, antes de sufrir de todas las privaciones a las que ha sido sometido el pueblo de Cuba; no solo de tipo material, también espiritual. Es por eso que es necesaria la transición.
Aunque todas estas situaciones han sido creadas por el sistema, también el gobierno le teme en estos momentos. Está consciente del daño que se le ha hecho a la sociedad y que puede revertirse y volvérseles un bumerán. En la televisión se exhiben cortos relativos a los malos hábitos de las personas, que incluye a los niños, en un intento por revertir lo que ha degenerado en una especie de salvajismo, en la forma de actuar el ciudadano común.
Incluso, en las escuelas, en particular las de estudios secundarios y tecnológicos, se han establecido toda una serie de reglas, para solucionar el relajamiento de la disciplina, que golpeaba fuertemente a los educandos; pero conociendo las graves dificultades por las que atraviesa la educación, no será algo que dure más de unos meses.
Ahora se les exige a las muchachitas bajar un poco el dobladillo a las sayas, no llevar adornos en el pelo y en el cuello, usar medias largas, y una lista de etcéteras, algunas veces imposibles de cumplir, por las escaseces que tiene el país.
Pararse a la salida de una de estas instituciones, a ver pasar a los alumnos y oír sus conversaciones, llama a espantarse. El sexo, las drogas, el hurto, y cualquier otro tema no apropiado de esa edad juvenil, es la charla; como de modas, peluquería, películas, etc., se hablaba generaciones atrás.
También el idioma español ha sido muy modificado, cosa que no sería inútil, para que la lengua materna no muera, si no fuera tan chabacana. A las personas no se les dice señor, señora; mucho menos el extravagante compañero y camarada de los primeros años, (estas palabras con raras excepciones, están borradas del trato diario) ahora es tío/a, abuelo/a, mi cielo, mi vida, mamacita…, y una gran cantidad de etcéteras. Si por alguna casualidad, usted no acepta esta confianza y protesta por ello, será objeto de todo tipo de vilipendios.
¿Qué se podría decir entonces de las malas formas? La palabra “disculpe”, que hace algunos años atrás seguía a cualquier clase de situación que se presentase sin querer entre dos personas, por ejemplo: un tropiezo, un pisotón, un codazo, etc., está borrada totalmente del diccionario. La persona que la usa, es mirada como un extraterrestre y como es natural no recibirá respuesta alguna.
En algunos lugares en que el servicio al público es el objetivo fundamental, usted puede llegar y encontrar conversando a los dependientes, sin que ni siquiera se percaten de su presencia, y si por casualidad se le ocurre decirles algo, vaya preparado con una jaba para guardar los insultos e incluso hasta palabras indecorosas.
De este tipo de palabras obscenas, podrá oír también en su casa, si vive en un edificio de apartamentos o en lugares de hacinamiento, gritadas sin ningún enrojecimiento en el rostro, a la par que la música se ha hecho en estos sitios de residencia algo competitivo, para ver quien la oye más alta.
No se puede dejar de señalar la violencia. La mayoría de las personas tienen estado de alteración por una cosa u otra, en particular las amas de casa, responsables de llevar diariamente el alimento a la mesa de su familia. El nivel de hechos de sangre es incontable, claro está el gobierno no hace ninguna mención de ellos. El pueblo se entera de estas situaciones de boca en boca, de la misma forma que Pedro construyó la Iglesia. Solo toman lugar en la prensa, aquellas que son imposibles de esconder, que son muy pocas, verbigracia: el asesinato de los dos sacerdotes católicos.
Pero en ese sentido, la juventud, es la que tiene un lugar prominente, hay mucha violencia en el trato de los jóvenes, porque tienen un alto nivel de obstinación en medio de su desarrollo social. Este tedio, acompañado de la falta de futuro, es precisamente lo que hace que muchos quieran abandonar el país.
Sin lugar a dudas se ha presentado un problema generacional, que puede ser precisamente el que conlleve al cambio. No se puede olvidar que algunos hijos de “papá” y pudiéramos decir hasta “nietos”, no comulgan en ideas con los que tienen el mando, por muy alto que sea su cargo. Cada día se concentra más en los viejos el poder total y aumentan las contradicciones.
Es por eso que no se puede esperar un cambio, sin que transcurra algún tiempo para poder resolver problemas sociales de este tipo, independientemente de los obstáculos económicos y políticos que habrá que solventar.
Ciudad de La Habana, 21 de setiembre de 2009. |