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Cuba


De Gandhi a Fariñas PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Domingo, 19 de Febrero de 2012 13:00

Por Pedro Corzo.-

"Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala, es el silencio de la gente buena"

Mahatma Gandhi

La India y Cuba tienen muy poco en común. Sin embargo, la humanidad en alguna medida es una sola, porque las individualidades que con su gesta son capaces de marcar una época, hacen posible que su experiencia y dedicación sean reproducidas en otros tiempos y lugares.

Ese es el caso de Mahatma Gandhi y Guillermo Fariñas, quien ha tenido la voluntad, inteligencia y coraje para desarrollar en Cuba la forma de lucha del líder indio. Hasta la apariencia de Fariñas se asemeja a la de Gandhi. La manera de sentarse, el hablar pausado, su sencillez en el vestir y hasta la ocasional semidesnudez y las constantes huelgas de hambre, le dan el aire de un hombre de gran espiritualidad que ha asumido el compromiso de conquistar la meta o morir en el empeño.

Otra semejanza entre Fariñas y Gandhi es que el isleño no es un visionario, sino un idealista práctico, como se autocalificara Mahatma. Predicar con el ejemplo parece ser una de las máximas de Fariñas. Su sentimiento de solidaridad es muy fuerte. Está comprometido a no abandonar a sus compañeros cuando son encarcelados o perseguidos. En numerosas ocasiones ha sido golpeado y arrestado por demandar la excarcelación de sus camaradas, o el cese de las golpizas que propinan los esbirros.

Mahatma Gandhi en numerosas ocasiones provocó los arrestos de que fue objeto. Por su parte, Guillermo Fariñas tampoco rehúye la cárcel a pesar de su delicada condición de salud. Aparentemente tanto Gandhi como Fariñas consideran que estar en prisión les fortalece, a la vez que la causa es también favorecida.

Fariñas recurre a la huelga de hambre como la herramienta más importante del arsenal de su cuerpo. Cuando está arrestado no ingiere alimentos ni líquidos.

En el año 2010, dejó de ingerir alimentos por 135 días y abandonó la gesta cuando las autoridades, después de un diálogo con sectores de la jerarquía de la Iglesia Católica, iniciaron un proceso de liberación de prisioneros políticos.

La muerte del activista Juan Soto, unos días después que la policía le propinara una brutal golpiza, le llevó a iniciar un nuevo ayuno para demandar una investigación.

Otro aspecto en el activismo de Fariñas es no restarle importancia a un derecho cuando su disfrute es negado.

Recientemente fue detenido y excarcelado en varias ocasiones, porque demandaba ante una dependencia policial una investigación contra un agente que le había amenazado de muerte. La petición le fue rechazada repetidas veces, pero Fariñas no desistió de su empeño hasta que las autoridades le dijeron que iniciarían una investigación contra el funcionario.

Varios sectores de la oposición cubana, dentro y fuera de la isla, se han esforzado por implementar en su quehacer las fórmulas gandhianas porque las consideran afines a su forma de enfrentar la dictadura, pero ha sido Fariñas la persona que con más éxito ha podido implementar ese estilo de lucha.

Fariñas conoce la verdadera naturaleza del régimen. No se hace ilusiones. Sabe que sus reclamos son apreciados positivamente por la mayoría ciudadana, pero que para que esta asuma un compromiso firme y definitivo por el cambio, se precisa un liderazgo listo para el sacrificio que demanden las circunstancias.

Guillermo Fariñas parece tener una visión de conjunto de la realidad cubana, incluidas las debilidades del régimen de Raúl Castro, que le permiten comprender e implementar las estrategias que cada momento demanda su peculiar forma de luchar.

Al igual que Gandhi, cree en la negociación, pero también en la acción directa. Confía en la agitación y en la desobediencia civil. No espera que las cosas ocurran por generación espontánea, trabaja arduamente para que se concreten.

El liderazgo de Fariñas contra un régimen que practica la violencia indiscriminada se sustenta en la audacia, pero también en su coraje, y en la capacidad de correr los riesgos que sean necesarios hasta que los cubanos estén dispuestos a exigir sus derechos.

Periodista de Radio Martí.


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¿Será la Nación Cubana del futuro, una Cuba castrista? PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Sábado, 18 de Febrero de 2012 13:37

Por Jorge Hernández Fonseca.-

Países como Brasil y España se equivocan con Cuba al pensar que el camino de aprovechar la debilidad de la dictadura actual les permitirá eternamente explotar a los cubanos cual si fueran colonias de ultramar.

 

¿Será la Nación Cubana del futuro, una Cuba castrista?

Jorge Hernández Fonseca

14 de Febrero de 2012

 

Es una verdad demostrable que con la llamada “revolución cubana” la República de Cuba ha perdido más de medio siglo en la lucha que las naciones libres llevan adelante por un futuro mejor para todos sus hijos. Esta verdad es aplicable tanto al desarrollo económico, como al social, el político y el moral. Cuba y los cubanos han sufrido el haber sido dirigidos por un equipo políticamente dictatorial, incompetente económicamente, elitista socialmente y anti-cristiano moralmente, a pesar de la posición oportunista de la Iglesia Católica Cubana actualmente.

 

Sin embargo, la proyección internacional de la Cuba castrista no es esa. La propaganda de los medios cubanos, aunada a la adoración por parte de la izquierda mundial --y su prensa “comprometida”-- han apagado parcialmente las realidades dentro e la isla, de manera que existe un sentimiento generalizado de que “los cubanos somos ‘‘gentes’’ gracias a Fidel Castro”.

 

En esto desde luego hay una crasa equivocación, patente en países cercanos geográficamente como Latinoamérica, así como en países que forman parte de nuestras raíces, como España.

 

La realidad cubana ha provocado una situación de calamidad pública en el área económica, una atmósfera irrespirable con su férrea dictadura política, un deterioro social de los padrones de vida civilizado --llegando hasta la haitianización del país-- y una decadencia ética y moral que resquebraja la sociedad cubana de manera probablemente irreversible, a pesar del apoyo inexplicable de parte de la alta jerarquía católica cubana, vendida en este postrer momento.

 

Países como Brasil y España se equivocan con Cuba al pensar que el camino de aprovechar la debilidad de la dictadura actual les permitirá eternamente explotar a los cubanos cual si fueran colonias de ultramar. Se equivocan también al pensar que el dictador cubano los protegerá para siempre en su empeño de aprovecharse de las penurias actuales del sufrido pueblo cubano y se equivocan al creer que una figura como Fidel Castro nació en Cuba “por pura casualidad”.

 

Fidel Castro --no cabe dudas-- es un hombre con cualidades excepcionales, pero que las ha dedicado a una lucha psicótica contra los Estados Unidos. En ello arrastró --con su tozudez-- al inerme pueblo cubano, tras haber salido victorioso --gracias al apoyo soviético-- de la guerra civil cubana de los años 60 y 70 del siglo pasado: casi 10 mil fusilados y centenas de miles de jóvenes cubanos presos largos años, fue el pedestal en que se erigió su hegemonía actual.

 

Cuba era, en 1959 --al triunfo de Fidel Castro-- uno de los países latinoamericanos más desarrollados económicamente, más adelantados socialmente, con una ética social y familiar a la par de las mejores prácticas de entonces. Había una dictadura política (otra) que la Nación cubana combatió confiando en un líder carismático, que posteriormente reconoció haberle mentido al país (escrito en un libro de memorias) engañándolo para implantar el comunismo.

 

Económicamente Cuba estaba, sino en el primer lugar, muy cerca del mismo en Latinoamérica en lo que a PIB per cápita respecta, por encima de gigantes como Brasil México y Argentina y por delante de países hoy desarrollados como España, Francia Alemania e Inglaterra. Socialmente, los indicadores cubanos no sólo superaban al resto de Latinoamérica, sino por encima de los índices actuales, como carros, casas, periódicos, salas de cine y aparatos de TV por 1000 habitantes, así como en índices de alimentación, contrastando con el hambre actual.

 

De manera que los cubanos no “somos gente” por causa de Fidel Castro. Cuba ya era un país por encima de los países de la enorme mayoría de la izquierda regional, que vive en naciones en las que --en la década del 50 del siglo pasado-- ni siquiera aspiraban a acercarse a los estándares del nivel de vida cubano de entonces. Eso tiene un significado y es que una personalidad como Fidel Castro (personalidad para el mal, pero personalidad al fin) sólo podría haber surgido en un país con las excepcionales condiciones políticas, económicas y sociales de la Cuba de antes y no lo contrario, como la propaganda de la izquierda quiere hacernos creer.

 

Pero la equivocación de Brasil y España no impedirá, igual como hizo Fidel Castro antes --que expropió sin compensaciones empresas extranjeras (básicamente de EUA, pero no sólo de ese país)-- surja futuramente otro cubano similar (en este caso un hombre “de bien”) que confisque las empresas españolas y brasileñas que se empeñan hoy en aprovecharse del dolor y el sufrimiento de los cubanos, adueñándose ilegal y arbitrariamente del patrimonio nacional.

 

La dictadura cubana está en una coyuntura muy complicada. Ha fracasado económicamente y abraza el peor capitalismo posible: aquel que discrimina a los cubanos y que vende el país a precio de subasta al capital extranjero. El régimen político dictatorial es insustentable, basado en el unipartidismo (ya refrendado oficialmente) dejando en manos de los dirigentes del mismo partido único que llevó Cuba a la bancarrota económica, social y moral, la dirección del país.

 

No se ve una luz al final de este largo túnel al que nos ha llevado la terquedad de la familia Castro. Sin embargo, lo que no cabe dudas es que la situación actual es insostenible. La dictadura no es posible defenderla más, en base a la existencia de EUA. La economía no va a levantare sin el concurso de todos los cubanos y no solo de los capitales extranjeros; la moral no va a re-erigirse solamente negociando con una Iglesia Católica cómplice de la dictadura, que no sólo la respalda oficialmente, como que ha propiciado la visita del Papa a la isla para apoyar el régimen, pero que podría constituirse en una oportunidad providencial de clamar por libertad.

 

No es predecible el final, pero es evidente que se acerca a pasos agigantados. No ha habido en la historia de la humanidad un país que como Cuba, consiga sostenerse de la manera como Raúl y sus generales quieren: abrazando un capitalismo discriminador hacia su propio pueblo. China es el modelo esgrimido, pero tanto en Cuba como en China, “ese mal no durará cien años”. Sin democracia, sin libertad, sin que cada hijo del pueblo cubano se sienta responsable por su futuro y el de su país, no habrá nación sobre la tierra que estabilice su sociedad con vistas a construir un país de oportunidades para todos sus hijos, dentro y fuera de la isla.

 

Para los católicos cubanos nos resulta insoportable, en este poster momento, ver como nuestra Iglesia --igual como lo hizo erróneamente durante las guerras de independencia-- se cambia de lado abandonando su pueblo y vendiéndose a la dictadura que nos oprime por un “plato de lentejas”. El mejor homenaje que podría auto-hacerse el propio pueblo de Cuba que sufre, durante la visita programada del Papa a Cuba, sería, en medio de las misas masivas que va a celebrar en la isla, gritar a todo pulmón y sin descanso ¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad!

 

 

Artículos de este autor pueden ser consultados en http://www.cubalibredigital.com

 
En ascuas el estatismo en las economías de libre mercado PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Sábado, 18 de Febrero de 2012 13:10

Por Darsi Ferrer.-

En la Cumbre de Lisboa del 2000, los miembros de la Unión Europea se comprometieron a lograr la zona económica más competitiva del mundo antes del 2010. Esos anuncios parecen haberse transformado en polvo ante la profunda crisis que sacude buena parte de las economías de Occidente.

Acaso, ¿comenzó el fin del capitalismo, sacudido en estertores de una contradicción insalvable, como en tantas ocasiones anunciaran los agoreros y enemigos de la economía de libre mercado? O, ¿se trata del advenimiento de un orden económico más justo, con la riqueza distribuida de manera equitativa, según piden a gritos Indignados del mundo desarrollado? Al final, ¿tenía razón el apocalíptico Carlos Marx?

Nada más lejos de esos sueños feroces de la izquierda internacional. De hecho, lo que está en crisis no es la economía de mercado sino la distorsión de la misma, sustituida por el Estado Benefactor. En los sonados quiebres económicos desatados recientemente en Grecia, Portugal, Irlanda, España, Italia y hasta en EEUU, se repite el mismo factor desencadenante; el agotamiento de la insostenible práctica del intervencionismo estatal. Se trata pues de la inviabilidad del Estado al asumir funciones para las que no fue diseñado, como las de creador desmandado de empleo estatal y burocracia, garante de “conquistas sociales”, proveedor de subvenciones, aventurado empresario con dinero público, y caprichoso interventor de la propiedad privada a nombre del bien social.

El modelo político europeo nació en su patrón actual del parlamentarismo socialdemócrata alemán establecido en el Imperio del Káiser Guillermo I y el canciller Bismark, donde el Estado empezó a concebirse como el principal protagonista en la búsqueda de soluciones a las miserias provocadas por los desajustes sociales de la época. Hasta entonces, la sociedad civil, acompañada de la caridad de las organizaciones religiosas, se organizaba por si misma, recabando recursos del mecenazgo privado y la buena voluntad de los que se apiadaban de aquellos que sufrían pobreza y falta de cuidados. La enorme capacidad del aparato estatal para recaudar fondos a través del mecanismo de los impuestos superó pronto las posibilidades económicas con las que contaba la sociedad civil y paulatinamente fue ocupando un mayor espacio en estos menesteres.

Pero no fue hasta la solución keynesiana del New Deal, propuesto por la administración Roosevelt en Estados Unidos, que el Estado asumió en grandes proporciones la función de empleador en un país occidental. Se emprendieron grandes obras sociales como carreteras, puentes y presas que dieron trabajo a cientos de miles de parados por la larga crisis que provocara el crack del año 1929. Esto hizo aumentar en pocos años la plantilla de trabajadores directos del gobierno norteamericano de un 4% del total de la fuerza laboral hasta alcanzar el 10-11%. El intervencionismo gubernamental a gran escala en la economía de mercado, según criterio de muchos analistas de la denominada Escuela Austríaca, trajo como consecuencia que la crisis, que pudo haberse solucionado con los mecanismos naturales surgidos de la propia sociedad mediante el uso flexible y dinámico de compensaciones y ajustes, se prolongara por más de doce años, hasta el estallido de la 2da Guerra Mundial.

Tras la victoria de los Aliados, el área oriental de Europa quedó bajo la bota soviética y de inmediato en esos países se estableció el modelo totalitario del Estado absoluto, tan único generador de empleo y subsidios como dueño de cualquier manifestación de simple individualismo. El espectacular derrumbe de ese engendro inhumano llegó con la Perestroika promovida por Gorbachov y la garantía de que el Ejército Rojo no intervendría más en los asuntos internos de las naciones que integraban su Bloque de ideología marxista-leninista.

Veinte años después, al desvanecerse la terrible sombra del modelo totalitario que conformara el llamado Campo Socialista, fueron quedando al descubierto las limitaciones y fallas del componente estatista que se abrió paso en el esquema democrático de las naciones respetuosas del Estado de Derecho y el libre mercado, alineadas en el mundo Occidental de Europa, Norteamérica, Japón... En sus inicios esa práctica fue promovida indirectamente por la influencia bienhechora del Plan Marshall, mecanismo liderado por los EEUU para sacar a Europa Occidental de la miseria y devastación que provocó la guerra.

El acomodo de este procedimiento en las sociedades democráticas colaboró en gran medida a que los partidos políticos evolucionaran hacia una especie de populismo pausado, donde en sus plataformas programáticas calaron las crecientes propuestas de avances sociales, sustentadas en los caudales públicos salidos de los impuestos. Una vez en el poder, los partidos han llevado a efecto dichos planes, lo que genera el aumento del empleo estatal para administrar y controlar los nuevos servicios de bienestar. Todo ello a costa de dos fenómenos que se fueron consolidando indirectamente con sus propios intereses: la burocracia y el clientelismo popular. Los pueblos europeos y del resto de Occidente se han acostumbrado a recibir beneficios cada vez mayores de los gobiernos de turno.

La alarmante crisis de insolvencia de Grecia es un buen ejemplo. Demuestra como los sucesivos gobiernos griegos y los partidos en el poder han promovido el empleo estatal y la burocracia, las subvenciones económicas, el clientelismo como promotor de votos, el aventurerismo en proyectos de supuesta utilidad social que han sido seleccionados desde las élites que conforman la partidocracia y el funcionariado corrupto. La irresponsabilidad que esto generó se fue acumulando por años de mentiras sobre el verdadero estado de las finanzas públicas y, al final, no se ha podido mentir más. El país ha vivido en una ilusión de falsa prosperidad,  por encima de lo que verdaderamente produce. Y es el pueblo acostumbrado a la tutela estatal el que mayormente sufre las consecuencias y no quiere aceptar disminuir su nivel de vida a bases más reales. El hecho de que su moneda fuese el euro contribuyó a promover y asentar la crisis en otros países que parecían estables, pero que en su estructura interna tienen, en mayor o menor medida, los mismos defectos estructurados por las malas costumbres de la injerencia estatal.

El desatino económico en estos países industrializados parece imparable, por lo menos a corto plazo. Buena parte del pecado original, más que la crisis inmobiliaria y financiera, se debe a la resistencia a los cambios que impone la nueva época que vive la Humanidad. La Globalización y sus fuerzas renovadoras convierten en obsoletos muchos de los esquemas que fueron efectivos durante la época industrial, y que ya no se ajustan a las dinámicas de las redes sociales, el Internet, la TV por cable, los teléfonos celulares, los satélites y la fibra óptica. Así lo demuestra la falta de curación de los males económicos, a pesar de los reiterados paquetes de medidas que incluyen la inyección de grandes sumas de dinero, el incremento de la subvención social por los Estados, y el rescate financiero de grandes Bancos y de los mastodontes quebrados de las industrias tradicionales.

Es un buen momento para aceptar las reglas de juego del nuevo contexto mundial, y cambiar de rumbo desmontando el estatismo y su andamiaje burocrático en los asuntos económicos. Y buscar soluciones desde la perspectiva de garantizar más democracia con énfasis en los derechos individuales libertarios, entre los que ocupa un lugar preponderante el respeto a la propiedad privada, y facilitar mayor participación y protagonismo de la sociedad civil.

La Habana, Cuba. 9 febrero de 2012.

 
EL PARTIDO SE QUEDA: DENG XIOAPING (I) PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Domingo, 12 de Febrero de 2012 22:17

Por Huber Matos Araluce.-

 

Mientras la economía China bajo Mao estuvo dirigida por Chen Yun no hubo estancamiento.  Por el contrario, con la ayuda de la URSS China creció hasta 1958.  Entonces a Mao se le ocurrió el “Gran Salto Hacia Adelante”.  Un crecimiento forzado que resultó en un desastre económico total y las muertes de millones de personas.  Algo así como el fracaso de la zafra de los diez millones de toneladas de azúcar de Fidel en 1970, pero en serio y en grande.

 

Como si esto no fuera suficiente, en 1966 Mao dio inicio a “La Revolución Cultural”.  Una purga gigantesca del Partido Comunista y toda la sociedad China con el propósito de eliminar a los que él y sus fanáticos seguidores consideraban enemigos personales y opositores al maoísmo. Entre ellos Deng Xiaoping, quien en 1968 fue despojado de todos sus cargos y enviado a cumplir un castigo  en una fábrica de tractores. Mao muere en 1976 y dos años después el hábil Deng Xiaoping ha arrinconado al sucesor oficial, Hua Guofeng, y  ya tiene las riendas del poder.

 

En esos momentos la situación de China es crítica.  El rompimiento con Moscú en 1960, por razones ideológicas y geopolíticas, había dejado a China sin su benefactor.  Xiaoping estaba consciente de que la URSS y Vietnam tenían ambiciones que afectarían seriamente los intereses de  China.

 

Aunque Vietnam tenía menos de un seis porciento de la población de China, después de la derrota de los Estados Unidos en 1975 contaba con un ejército poderoso y con experiencia. Xiaoping estaba convencido de que la URSS planeaba usar a Vietnam para arrinconar a China como antes había usado a Cuba contra los Estados Unidos; de hecho describía a Vietnam como la Cuba del Este. China no tiene como defenderse, sus fuerzas armadas estaban sobredimensionadas, con equipamiento obsoleto y faltas de entrenamiento.

 

El Partido Comunista Chino y la sociedad están dividido entre los que apoyaron la Revolución Cultural y sus víctimas.  El culto a Mao subsiste en un porcentaje de la población. Miles de los más capaces comunistas que habían sido  purgados durante este proceso todavía están en régimen de castigo y su rehabilitación no era inmediata.  Deng los necesitaba. Mao había dejado un caos: China tenía 900 millones de habitantes que escasamente podían alimentarse.

 

Xiaoping era un pragmático. Había sobrevivido tres purgas. Incluso después de que su hijo mayor quedó paralitico por agresión de los “guardias rojos” de Mao, Deng, desde su lugar de castigo planeó su regreso al poder e insistió en su lealtad a Mao, al Partido y en su posible utilidad.

 

Una vez rehabilitado cultivó el aparato militar, del que era uno de sus más destacados viejos combatientes, y fue clave en la eliminación de los elementos más radicales del fanatismo maoísta: la banda de los cuatro.

 

Xiaoping sabía que necesitaba consolidar al Partido Comunista Chino y buscar el apoyo de Occidente para llevar a cabo su agenda:

 

a)    Con urgencia había que alimentar a los chinos y empezar modernizar a un país pobre y atrasado. El sabia que sin los países capitalistas no podía lograrlo, especialmente Japón y los Estados Unidos.

 

b)    Tenía que evitar que la URSS intentara de nuevo agredir a China y que utilizara a Vietnam para debilitar su zona de influencia. Para esto necesitaba la amistad y la influencia de los Estados Unidos.

 

Con esa meta Deng Xiaoping les plantea a los miembros del Partido Comunista una estrategia:

 

Continuará…

 

 

Última actualización el Lunes, 13 de Febrero de 2012 14:20
 
SIETE LECCIONES QUE LOS CUBANOS PUEDEN APRENDER DE LOS TAIWANESES PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Domingo, 12 de Febrero de 2012 15:35

Por Carlos Alberto Montaner.-
En memoria de Antonio Jorge.
Es un honor compartir esta mesa con un grupo de distinguidos taiwaneses y con prestigiosos académicos cubanos que son, además, buenos amigos. El tema que se me ha propuesto es fascinante:  si el modelo taiwanés de desarrollo puede ser útil para los cubanos.
Comencemos por hacer un par de salvedades:
Primero, hay que tener cuidado cuando se habla de modelos de desarrollo. Tenemos la tendencia a creer que hay algo así como una fórmula matemática que, si la aplicamos, obtenemos siempre los mismos resultados. Ojalá eso fuera cierto.De serlo, resultaría relativamente sencillo convertir a Haití en Holanda.
Segundo, es conveniente aclarar que en las economías de mercado, caracterizadas por la libre toma de decisiones de millones de personas, el rasgo principal es el cambio constante, lo que hace casi imposible aplicar un modelo rígido.
En realidad, más que “modelos” lo que existen son medidas de gobierno que, en determinadas culturas y en determinadas circunstancias, tienen éxito o fracasan. Esas medidas, utilizadas por otros pueblos, pueden o no lograr resultados parecidos.
Por otra parte, las diferencias evidentes entre Taiwán y Cuba no deben desalentarnos. Al fin y al cabo, se trata de dos islas relativamente pequeñas, situadas en encrucijadas geográficas intrincadas y peligrosas, con historias violentas, que en las últimas décadas se han movido en direcciones opuestas.
Los cubanos, en efecto, pueden aprender ciertas lecciones de la experiencia taiwanesas.
Los taiwaneses, pacíficamente, han ido conquistando parcelas mayores de prosperidad y libertades civiles hasta convertirse en uno de los mayores éxitos del planeta, aún cuando han vivido permanentemente amenazados y bloqueados por una gran potencia nuclear, China continental, que los obliga a gastar grandes cantidades de dinero en defenderse.
Los cubanos, por la otra punta, casi en ese mismo periodo --dado que la historia contemporánea de Taiwán comienza en 1949--, se han empobrecido progresivamentebajo la dirección de un gobierno totalitario incapaz de cambiar de rumbo que intenta esconder el fracaso del régimen tras la coartada del embargo norteamericano y unos supuestos riesgos de agresión militar que no existen desde hace medio siglo, cuando, en 1962, Kennedy y Kruschev le pusieron fin a la Crisis de los Misiles.
¿Qué tienen, pues, que aprender los cubanos de esos otros isleños situados en las antípodas del planeta?
Creo que hay siete lecciones generales que pueden sernos muy útiles a los cubanos a la hora de tratar de avizorar nuestro futuro.
Primera lección. No hay destinos inmutables. En cuatro décadas, Taiwán logró superar la tradicional pobreza y despotismo que sufría el país desde hacía siglos hasta convertirse en una nación del primer mundo con un purchasingpowerparityo PPP per cápita de $37,900 dólares anuales. Este milagro económico se llevó a cabo en sólo dos generaciones. Millones de taiwaneses que eran jóvenes muy pobres en 1949, medio siglo más tarde murieron disfrutando el tipo de vida de las clases medias. La pobreza o la prosperidad son electivas en nuestra época.
Segunda. La teoría de la dependencia es totalmente falsa. Las naciones ricas del planeta –el llamado centro— no les han asignado a los países de la periferia económica el papel de suministradores o abastecedores de materias primas para perpetuar la relación de vasallaje. Ningún país (salvo China continental) ha intentado perjudicar a Taiwán. Esas visión paranoica de las relaciones internacionales no se compadece con la verdad. No vivimos en un mundo de países verdugos y países víctimas.
Tercera. El desarrollo puede y debe ser para beneficio de todos, no de unos pocos. Pero el reparto equitativo de la riqueza no se decreta redistribuyendo lo creado, sino se logra agregándole valor paulatinamente a la producción. Los taiwaneses no sólo pasaron de tener una economía agrícola a una industrial, sino lo hicieron mediante la incorporación de avances tecnológicos aplicados a la industria. El obrero de una fábrica de chips gana mucho más que un campesino dedicado a cosechar azúcar porque lo que él produce tiene un valor mucho mayor en el mercado. Esto explica que el IndiceGini de Taiwán sea 32.6, mucho mejor que toda América Latina. Sólo el 1.16% de los habitantes de ese país cae por debajo del umbral de la pobreza extrema.
Cuarta. La riqueza en Taiwán es fundamentalmente creada por la empresa privada. El Estado, que fue muy fuerte e intervencionista en el pasado, se ha ido retirando de la actividad productiva. El Estado no puede producir eficientemente porque no está orientado a satisfacer la demanda y con ello a generar beneficios, sino se suele dedicar a retribuir favores a los gerentes, que son sus propios cuadros, y a fomentar la clientela política.
Quinto. En el muy citado comienzo de Ana Karenina, Tolstoy asegura que todas las familias felices se parecen unas a otras y las desdichadas lo son de formas distintas. La observación se puede aplicar a los cuatro dragones o tigres asiáticos: Taiwán, Singapur, Corea del Sur y Hong-Kong. Aunque lo cuatro han tomado caminos parcialmente distintos hacia el grupo de la familia feliz del planeta, se parecen en estos cinco rasgos:
•         Han creado sistemas económicos abiertos basados en el mercado y en la existencia de la propiedad privada.
•         Los gobiernos mantienenla estabilidad cuidando las variables macroeconómicas básicas: inflación, gasto público, equilibrio fiscal y, en consecuencia, el valor de la moneda. Con ello, potencian el ahorro, la inversión y el crecimiento.
•         Han mejorado gradualmente el Estado de Derecho. Los inversionistas y los agentes económicos cuentan con reglas claras y tribunales confiables que les permiten hacer inversiones a largo plazo y desarrollar proyectos complejos.
•         Se han abierto a la colaboración internacional, jugando fuertemente la carta de la globalización, apostando por la producción y exportación de bienes y servicios en los que son competitivos, en lugar del nacionalismo económico que postula la sustitución de importaciones.
•         Han puesto el acento en la educación, en la incorporación de la mujer al sector laboral y en la planificación familiar voluntaria.
Sexto. El caso de Taiwán demuestra que un país gobernado por un partido único de mano fuerte, como era el caso delKuomintang, puede evolucionar pacíficamente hacia la democracia y el multipartidismo sin que la pérdida del poder les traiga persecuciones o desgracias a quienes hasta ese momento lo detentaron. La esencia de la democracia es ésa: la alternabilidad y la existencia de vigorosos partidos de oposición que auditan, revisan y critican la labor del gobierno.
Séptimo. En esencia, el caso taiwanés les prueba a los cubanos el superior valor de la libertad como atmósfera en que se desarrolla la convivencia.La libertad consiste en poder tomar decisiones individuales en todos los ámbitos de la vida: el destino personal, la economía, la existencia cívica, la familia. No hay contradicción alguna entre la libertad y el desarrollo. Mientras más libre es una sociedad más prosperidad será capaz de alcanzar, siempre que la inmensa mayoría de las personas se sometan voluntaria y responsablemente al imperio de la ley.
Los taiwaneses, de manera creciente, han ido adquiriendo el control de sus vidas mediante el ejercicio de la libertad y eso ha repercutido muy favorablemente en la calidad de la convivencia nacional.
En definitiva, ésa es la gran lección taiwanesa para los cubanos. La libertad es posible. La libertad es conveniente. La libertad no es un lujo. Algo que acaso intuyeron los mambises en el siglo XIX cuando adoptaron como grito de batalla un bello deseo: ¡Viva Cuba Libre!

Intituto de Estudios Cubanos y Cubanoamericanos
TaiwanFoundationforDemocracy
Universityof Miami, Coral Gables
11 de febrero de 2012

Última actualización el Domingo, 12 de Febrero de 2012 15:37
 
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