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Cuba


Por una unidad concreta. Insistiendo sobre la transición PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Domingo, 18 de Agosto de 2013 13:15

Por Alexis Jardines.-

Del panorama castrista:

A diferencia de etapas anteriores en la historia revolucionaria, ya hoy no se puede obviar el malestar y el desinterés de la gente por el proyecto castrista. La gran ilusión se estrelló contra la realidad y nadie mejor que los dirigentes cubanos para constatarlo, de manera que estos se preparan para el cambio en las condiciones de gobernabilidad, para una sucesión y no propiamente para una transición real a la democracia. Repárese, a modo de ejemplo, en estos nada sutiles pasos de Raúl Castro:

Primero, se lleva a cabo la campaña pro Mariela Castro Espín con el propósito de atraer la opinión pública mundial y convertir a la directora del CENESEX en figura mediática, capaz de seducir a las democracias capitalistas; segundo, Mariela es catapultada sin más a la Asamblea Nacional del Poder Popular; tercero, se inicia la costosa restauración del Capitolio Nacional de La Habana como sede del órgano de poder antes mencionado; cuarto, es removido del cargo de Presidente de la Asamblea Nacional el veterano Ricardo Alarcón de Quesada. La conclusión de esta suerte de silogismo es obvia: Raúl ha puesto los ojos en su propia hija para dirigir el Parlamento cubano.

La misma lógica, aplicada retroactivamente, nos convence que nunca se pensó en el gris anciano de Machado Ventura para un cargo que lo excedía con creces como el de Vicepresidente de la nación. “Machadito” solo le hizo un favor a su entrañable amigo Raúl, a saber: ocupar el lugar hasta que Miguel Díaz-Canel Bermúdez estuviese preparado. Semejante movimiento estratégico incluía, entre otros tantos detalles, el lavado de la desacreditada imagen de dirigente partidista y su sustitución por el venerable, inocuo e ilustrado puesto de Ministro de Educación Superior. Con estas dos fichas (Mariela y Díaz-Canel) posicionadas en tales cargos, Alejandro Castro Espín ―probablemente, el hombre más poderoso de la Cuba actual― tendría grandes posibilidades de concretar sus aspiraciones políticas, aun en el caso de encontrar resistencia en el cuerpo de generales. Por este camino, el más probable de los escenarios, Cuba no iría hacia una democracia, sino hacia una dinastía nepotista. Entre lo que más le preocupa en estos momentos a Raúl Castro, a juzgar por sus intervenciones públicas, está el necesario cambio de mentalidad ―a lo Gorbachóv― que demandan sus virtuales reformas. Sin ese cambio, al parecer, sus herederos no podrían gobernar ni tampoco la Cuba revolucionaria tendría posibilidades de transformarse en el socialismo empresarial con el que sueña el actual presidente y donde sus familiares y allegados se convertirían en los “legítimos” dueños de los monopolios estatales ya en condiciones de hibridación postcomunista. Es claro que en Cuba, a diferencia de la antigua URSS, no habrá un Yeltsin, antes bien tendremos una réplica de la dinámica de poder Putin-Medvéiev, encarnada en la dupla criolla Mariela-Alejandro. Díaz-Canel podrá llegar a ser presidente, pero su tiempo de mandato ya está planificado. No obstante, como no todo se puede controlar, queda abierta la posibilidad de un pacto tras bambalinas con el enemigo por parte de algunos altos dirigentes y/o Generales que, entre otras cosas, no admitan subordinarse al benjamín.

¿Para qué se hace necesario un cambio de mentalidad a lo raulista? «…Para erradicar conceptos erróneos entre la población y los cuadros o dirigentes», ha dicho el propio Raúl. Ahora bien, para nosotros el problema surge porque los conceptos que se pretenden erradicar son, justamente, los que pudieran apostar por un proceso realmente renovador. Se trata de una operación de enmascaramiento dentro del panorama general que vengo llamando desde un inicio “maniobras”, en lugar de “reformas”. El sector inmovilista (los burócratas) según algunos ideólogos del raulismo, funciona como una nueva oposición, aunque con intereses contrarios a la disidencia política. Rafael Hernández es algo más explícito: «Se trata de burócratas que resisten la política de cambios sin enfrentárseles, pero manteniendo cortapisas y huelgas de brazos caídos, defienden sus espacios amenazados». Esteban Morales también se ha pronunciado en contra de aquellos que atentan contra las reformas, calificándolos de contrarrevolucionarios y opositores. En el sector inmovilista, según interpretación de Carlos Alzugaray, «…pueden militar burócratas junto a nuevos ricos corruptos que se beneficiaron de la incapacidad de control del anterior modelo centralizador […] También los que no están de acuerdo por razones ideológicas, que están en la sociedad civil».

De modo que en el saco de la burocracia y del sector inmovilista en general descubrimos a la parte de la sociedad cubana que justamente exige transformaciones a nivel de fundamento, reformas estructurales en lo económico y en lo político. Es sorprendente notar cómo se atreven a caracterizar de inmovilista al único sector dinámico de la sociedad: no se trata de burócratas, sino de gente emprendedora, de activistas y opositores políticos que arriesgan sus vidas por cambios reales.

En este contexto de enmascaramiento hay que entender el novísimo concepto de oposición leal (al régimen, se entiende) enarbolado no solo por los ideólogos del raulismo, sino por los grupos de apoyo como CAFE y Espacio Laical. Arturo López-Levy se pronuncia por una oposición semejante, cuyo rasgo característico sería no solo la lealtad, sino el estar dentro del sistema. Rafael Hernández, por su parte, considera que esta oposición ya existe. Sin embargo, ni la inventada oposición leal, ni la retórica antinorteamericana, patriotera y nacionalista de Espacio Laical, López-Levy, Chaguaceda et. al., tienen la más mínima posibilidad de prender en un pueblo que no le interesa la soberanía del [jefe de] Estado en una época transnacional, mucho menos el socialismo en cualquiera de sus variantes, sino el sagrado concepto de libertades individuales, único capaz de hacer culto a la dignidad plena del hombre real y concreto.

Del panorama opositor

Guillermo Fariñas ha sorprendido con unas extravagantes declaraciones en el exterior según las cuales dos facciones pugnarían por el poder dentro del generalato cubano. La primera encabezada por el General de cuerpo de ejército Álvaro López Miera; la segunda, por el General de división Antonio Enrique Lussón. Supuestamente, los seguidores de Lussón tendrían las manos manchadas de sangre, según el dato descalificador de Coco Fariñas. Es difícil dar crédito a semejante escenario, aunque sea por el solo hecho que corre parejamente la leyenda acerca de las FAR como la inmaculada institución que ha permanecido ajena a los hechos sangrientos, de los cuales se culpa exclusivamente al MININT. Por otra parte, hay que decir que la sangre está igualmente repartida entre las manos de todos los altos mandos del Ejército y del Ministerio del Interior. Sin órdenes que provengan de la cúpula no hay ejecuciones de ningún tipo. Y esa cúpula militar está compuesta, ante todo, por los Generales de Cuerpo de Ejército y los más sobresalientes Generales de División, entre los cuales ―dicho sea de paso― no está el octogenario Antonio Enrique Lussón Battle. No siendo Lussón de los pesos pesados del generalato cubano, no parece creíble que pueda encabezar una facción capaz de hacerle oposición a Álvaro López Miera.

Fariñas también ha declarado ―al recoger el Premio Sájarov― y refiriéndose ya a la oposición, lo siguiente:

«Nosotros somos el cambio».

Esta afirmación proviene de la convicción de la oposición interna de representar «el poder de un pueblo que no se resigna a vivir sin libertad». Pero la realidad es bien distinta de los anhelos del emblemático disidente. En la Isla sigue latente un vacío entre el cubano de a pie y la oposición. Tampoco logra conectar esta última con el importante sector profesional, particularmente con el gremio de los académicos e intelectuales. La carencia de ideas es crónica entre los opositores y el bajo nivel cultural parece ser predominante en su membresía, lo cual la hace prescindible ante un sector tan necesario para la transición hacia la democracia. Los intelectuales cubanos no por ser oficialistas están con el régimen y, al propio tiempo, no creen que la oposición interna les pueda dar lecciones en ningún sentido.

La misma situación podría extenderse a círculos más amplios. El verdadero factor de cambio en Cuba ―o, si se prefiere, el verdadero potencial pro transición― no está en la oposición, sino en la floreciente clase media y en el todavía incipiente entramado de la sociedad civil. Hay que reconocer que la clase media cubana, a la que han escalado recientemente parte de los llamados cuentapropistas, no ha conectado con la oposición no solo por temor a la represión, sino porque no lo ha creído necesario para entender la realidad política del país, tampoco para trazarse una estrategia de supervivencia. Desde esta perspectiva, se siente intelectualmente superior y políticamente más enfocada que los “defensores de los derechos humanos”. Esta realidad podría modificarse a medida que se vaya acercando el inevitable fin del régimen, pero la tendencia sería en todo caso a cambiar el sistema desde dentro, no solo con la pretensión de conservar el estatus sino también de palear las consecuencias que acarrearía tan dilatado compromiso con la dictadura. Así, pues, sin tejido social y una masa crítica verdaderamente influyente, no se adelantará un paso por la vía de la transición. Es justamente la clase media la que inclinará la balanza a favor del gobierno o de la  oposición. Así, pues, quien atraiga su atención sacará la mejor parte de esta puja política.

Una de las grandes carencias de la actividad opositora en Cuba, se sabe,  es la unidad. Sin embargo, se ha tratado este asunto de una manera ingenua, casi escolar. Es una obviedad pedirle unidad a uno o varios grupos que luchan por un interés común y la sola unidad, se puede estar seguro, no resolverá el problema. De hecho puede empeorarlo, toda vez que una oposición unida resulta más vulnerable a los mecanismos de control y represión. La unidad de objetivo es necesaria a los efectos de un programa de gobierno y para la gobernabilidad misma. Pero no debe confundirse con las fusiones, que suelen ser peligrosas cuando no hay las garantías democráticas mínimas. En condiciones de totalitarismo, la oposición debe antes bien diversificarse hasta el punto de resultar incontrolable. Así, pues, el problema es más bien hegeliano: ante una unidad monolítica y la falta de objetivo lo que se necesita es la unidad en la diversidad, es decir, una unidad concreta. Es a través de la diversidad de proyectos opositores que se puede llegar a la unidad de acción y no a la inversa.

El otro problema grave es el del liderazgo. A todos se nos hace claro que no necesitamos caudillos, pero queremos verdaderos líderes. En mi opinión, la idea de trabajar en equipo parece ser la más recomendable en estos casos. Un equipo de trabajo es siempre un terreno fértil del que pudiera brotar un líder, pero nunca un caudillo (que se alimenta de las carencias de la “masa”, generalmente un conglomerado amorfo intelectual y materialmente ruinoso). En cualquier caso, ante la alternativa caudillo/líder, me inclino por un equipo de trabajo verdaderamente competente.

Del panorama exiliado

El mayor reto de la oposición en la actualidad es, paradójicamente, arreglárselas con una eventual flexibilización de las medidas raulistas. A la pregunta de si la oposición puede, o no, capitalizar los viajes al extranjero que permiten las reformas de las leyes migratorias cubanas hay que contestar afirmativamente. Y no solo puede, sino que tiene que hacerlo. Pero todo ello no es suficiente, la jugada de Raúl al permitir la libertad de movimiento en el país ha puesto la pelota del otro lado de la cancha. ¿Está realmente preparada la oposición interna para asumir cambios de tal magnitud? Es obvio que la lucha ya no es ni será de barricada y que los días épicos de la resistencia interna han quedado atrás. Necesitamos una oposición capaz de tomar las riendas del Estado y liderar el país. ¿Tenemos ese capital humano? ¿Contamos con una estructura de gobernabilidad, un programa, un entramado político y jurídico capaz de llenar el vacío que eventualmente dejaría la nomenklatura unipartidista o necesitamos, a pesar de todo, que el propio Raúl fertilice el terreno de la transición con el empresariado socialista? ¿Puede la oposición en el poder controlar el narcotráfico, las fronteras, la corrupción? Por último,  aunque no menos importante: ¿hay dinero para enfrentar las campañas de los castristas y comunistas en unas eventuales elecciones libres y en una futura revitalización de la economía del país? El futuro de Cuba a mediano plazo ―tanto desde la perspectiva del actual gobierno como de la oposición― está, en muy buena medida, en manos de su exilio. En eso el cubano de a pie no se equivoca. En el imaginario del cubano la solución de todos los problemas vendrá de Miami (como genéricamente caracteriza a la diáspora).

Y este es, a mi modo de ver, el punto de inflexión de la actividad opositora, a saber: cómo se imbrican en lo adelante el exilio y la oposición interna de tal modo que el cambio de mentalidad signifique, ante todo, el fin de la lógica binaria de lo interno y lo externo, de las figuras del “cubano de adentro” y del “cubano de afuera”, para lo cual no es suficiente con reconocer, en un plano discursivo (como también lo hacen los castristas) que no hay diferencias entre nosotros; que somos iguales, etc. Es algo más: somos un solo e indivisible cubano y ese único cubano debe exigir su derecho a ejercer el voto y a influir en el presente y el futuro político de su país no importa en qué lugar del planeta se encuentre o resida. En el propio exilio se oye hablar de los cubanos de la Isla y de los cubanos de Miami, como si el cubano ―aun viviendo en Alaska― no fuera de Cuba. Se trata, para la oposición y el propio exilio, no solo de un problema político, sino conceptual. Antonio Rodiles ha promovido la idea de una sociedad civil transnacional. No decimos que la patria es de todos, lo cual es una declaración de jure; decimos que todos, juntos, hacemos la nación cubana, lo cual es ya una declaración de facto. Las condiciones están dadas. El exilio y la diáspora toda deben entrar al ruedo a discutir los problemas del país; deben exigir su participación no solo por una cuestión de derecho, sino porque su dinero cuenta y porque tienen dentro de la Isla la fuerza moral que una oposición y una disidencia pálidas, pero persistentes, «les ganaron de pie».

Así, pues, el problema de la oposición interna es hoy el problema de la transición a la democracia, pero de una transición que solo es posible si involucra a todos los cubanos (es decir, al cubano a secas, viva donde viva). Y en este sentido es bueno ir deshaciendo un prejuicio que viene dominando las mentes de los cubanos anticastristas de todas las épocas: la anhelada unidad de la oposición es una pobre estrategia, quien debe unirse ―en torno a un objetivo común y no ya fundiéndose al estilo corporativo― es el exilio en tanto la oposición se diversifica porque, al fin y al cabo, quien protagonizará los cambios será la clase media de la Isla, mientras exilio y oposición ―articulados transnacionalmente― deben pujar por capitalizar ese sector y porque su representatividad, en unas eventuales elecciones libres, sea reconocida. De vital importancia es, por consiguiente, que los opositores se preocupen por conectar los sectores críticos y contestatarios de los profesionales (científicos, médicos, profesores universitarios, intelectuales, artistas) con el cubano de a pie y con la propia disidencia. Este será el escenario más probable en términos de expansión de la sociedad civil y del correlativo constreñimiento del Estado totalitario. Estemos, pues, alertas para no confundir sucesión con transición; aprendamos a vernos a nosotros mismos como cubanos a secas y exijamos los plenos derechos políticos más allá del “dentro” y del “fuera”; admitamos que para la transición es tan necesario el capital humano disperso por las instituciones del Estado como el dinero, las habilidades y el conocimiento de aquellos que han tenido que crecer lejos ―aunque no fuera― de su patria.

14 de agosto de 2013

 
¡QUE BIEN SE NADA FUERA DEL AGUA, RAJOY! PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Domingo, 18 de Agosto de 2013 12:16

Por Robert A. Solera, Miami, Cubaenelmundo.com.-

Nadar es un gran deporte. Nadar fuera del agua es una sinverguencería. A esa conclusión llego al leer que el presidente de España y máximo representante del Partido Popular en el poder Mariano Rajoy contesta, displicentemente, al diputado de la UPyD Carlos Martínez Gorriarán ante su indagación sobre los problemas de subsistencia  que los “ex prisioneros [cubanos] que hallaron refugio en España” sabían y aceptaron conscientemente donde se metían. Que la ayuda económica era provisional y por tanto tenía fecha límite.

Y ‘Colorín colorado, este cuento se ha acabado’ o como dirían en Cuba “chirrín, chirrán”.

Poncio Pilatos estaría hoy de juerga ante la respuesta de Rajoy pues sin duda eso le pudiera servir de desayuno, almuerzo y comida y albergue a los  restantes cubanos de los 760 miembros y familiares originales que fueron a la península que el Cardenal Jaime Ortega y Alamino embarcó [como dicen aqui ‘no pun intended’] a España, muchos directamente de la prisión al Aeropuerto de nuestro maltratado “José Martí”, bautizado originalmente en 1930 como “General Peraza” – en honor al General de Brigada del Ejército Libertador Francisco Peraza Delgado, héroe de las tres guerras de independencia.

Por el lugar donde se construyó el aeropuerto pasaba el Camino Real de La Habana a Batabanó y a Vuelta Abajo y estando en una vía carretonera una familia construyó un rancho de guano y tablas de palma donde ofrecía comidas a los boyeros que traían productos a la capital. El lugar era conocido como el Rancho de los Boyeros y el nombre se hizo popular.

Por otra parte nos relata Cubaencuentro en su titular, Cardenal viaja a Madrid para reunirse con Jiménez “http://www.cubaencuentro.com/cuba/noticias/cardenal-viaja-a-madrid-para-reunirse-con-jimenez-249605

“El arzobispo de La Habana, Jaime Ortega, mediador ante el régimen castrista en la excarcelación de presos políticos cubanos, llegará este miércoles a España en una visita durante la que se reunirá con la ministra española de Exteriores, Trinidad Jiménez, informaron fuentes de ese departamento.

“Ortega también se verá con el ex titular de dicho Ministerio Miguel Ángel Moratinos, a quien le une una estrecha amistad.

“Ortega y Moratinos han sido actores fundamentales en el diálogo entablado con el régimen castrista para la excarcelación de opositores. Desde el pasado mes de julio, tras la reunión que ambos mantuvieron en La Habana con Raúl Castro, un total de 51 presos políticos han sido deportados a España. De este grupo, 40 son de los 52 que quedaban en prisión del llamado Grupo de 75, encarcelados en 2003 durante la ola represiva conocida como Primavera Negra”.

El Partido Popular actualmente en el poder en España es heredero y responsable de los hechos del anterior gobierno de Rodríguez Zapatero y aunque pueda ser verdad –no lo dudamos—el hecho que nuestros compatriotas aceptaron “voluntariamente” los documentos que se les presentaron que establecían la provisionalidad de la ayuda gubernamental española, me preguntaría yo, como testigo involuntario de los desmanes del régimen castrista, ¿qué opción tenían…seguir en la ‘cárcel chica’ dentro de la ‘cárcel grande’, que es la Cuba castrista?

No hay duda que cuando llegue el invierno español esas palabras y los documentos firmados les servirán de cobija y consuelo.

¡Que bien se nada fuera del agua, Rajoy!

Y tal vez nuestro querido Cardenal les envíe una ”ayudita” hermanado con Moratinos y los demás que bien bailan en esta tragedia.

Pueden tal vez, recordar –como menciona Europa Press -- el trágico suicidio --"meses después"  de la decisión oficial de cancelar el programa-- de Alberto Santiago du Bouchet, antiguo director de la agencia independiente de noticias Habana Press.

 
Historia de Cuba segun Fidel PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Viernes, 16 de Agosto de 2013 22:27

ARTÍCULO DE FIDEL: Las verdades objetivas y los sueños

14 AGOSTO 2013 78 COMENTARIOS

fidel-castro-y-jose-martiLa especie humana reafirma con frustrante fuerza que existe desde hace aproximadamente 230 mil años. No recuerdo afirmación alguna que alcance más edad. Sí existieron otros tipos de humanos, como los Neandertales de origen europeo; o un tercero, el homínido de Denisova al norte de Asia pero, en ningún caso, existen fósiles más antiguos que los del Homo Sapiens de Etiopía.

Tales restos, en cambio, existen de numerosas especies entonces vivas, como los dinosaurios, cuyos fósiles datan de hace más de 200 millones de años. Muchos científicos hablan de su existencia antes del meteorito que impactó en el Istmo de Tehuantepec provocando la muerte de aquellos, algunos de los cuales medían hasta 60 metros de largo.

Es conocida igualmente la prehistoria del planeta que hoy habitamos, desprendido de la nebulosa solar y su enfriamiento como masa compacta casi llana, constituida por un número creciente de materias bien definidas que poco a poco adquirirían rasgos visibles. Tampoco se sabe todavía cuántas faltan por descubrir, y los insólitos usos que la tecnología moderna puede aportar a los seres humanos.

Se conoce que las semillas de algunas plantas comestibles fueron descubiertas y comenzaron a utilizarse hace alrededor de 40 mil años. Existe también constancia de lo que fue un calendario de siembra grabado en piedra hace aproximadamente 10 mil años.

Las ciencias deben enseñarnos a todos a ser sobre todo humildes, dada nuestra autosuficiencia congénita. Estaríamos así más preparados para enfrentar e incluso disfrutar el raro privilegio de existir.

En el mundo explotado y saqueado viven incontables personas generosas y sacrificadas, especialmente las madres, a las que la propia naturaleza dotó de especial espíritu de sacrificio.

El concepto de padre, que no existe en la naturaleza, es, en cambio, fruto de la educación social en los seres humanos y se observa como norma en cualquier rincón, desde el ártico, donde se encuentran los esquimales, hasta las selvas más tórridas de África en las que las mujeres no solo cuidan de la familia, sino también laboran la tierra para producir alimentos.

Quien lee las noticias que todos los días llegan sobre viejos y nuevos comportamientos de la naturaleza y los descubrimientos de los métodos para enfrentar lo de ayer, hoy y mañana, comprendería las exigencias de nuestro tiempo.

Los virus se transforman de forma inesperada y golpean las plantas más productivas o los animales que hacen posible la alimentación humana, lo que torna más insegura y costosa la salud de nuestra especie, genera y agrava las enfermedades, sobre todo, en los mayores o los más pequeños.

¿Cómo enfrentar con honor el número creciente de obstáculos que los habitantes del planeta sufren?

Pensemos que más de doscientos grupos humanos se disputan los recursos de la Tierra. El patriotismo es simplemente el sentimiento solidario más amplio alcanzado. Nunca digamos que fue poco. Con seguridad se inició por las actividades familiares de grupos reducidos de personas que los escritores de la historia calificaron de clan familiar, para recorrer el camino de la cooperación entre grupos de familias que colaboraban entre sí para cumplimentar las tareas a su alcance. Hubo lucha entre grupos de familias en otras etapas, hasta alcanzar niveles superiores de organización como sin duda fue la tribu. Transcurrieron más de cien mil años. Los recuerdos escritos en sofisticados pergaminos datan, sin embargo, de no más de 4 mil años.

La capacidad humana para pensar y elaborar ideas era ya notable, y no creo sinceramente que los griegos eran menos inteligentes que el hombre actual. Sus poemas, sus textos filosóficos, sus esculturas, sus conocimientos médicos, sus juegos olímpicos; sus espejos, con los que incendiaban naves adversarias concentrando los rayos solares; las obras de Sócrates, Platón, Aristóteles, Galeno, Arquímedes y otros llenaron de luz el mundo antiguo. Eran hombres de inusual talento.

Arribamos, tras un largo camino, a la etapa contemporánea de la historia del hombre.

Días críticos no tardaron en presentarse para nuestra Patria, a 90 millas del territorio continental de Estados Unidos, después que una profunda crisis golpeó a la URSS.

Desde el 1ro de enero de 1959 nuestro país asumió el mando de su propio destino tras 402 años de coloniaje español y 59 como neocolonia. Ya no existíamos como indígenas que no hablaban siquiera el mismo idioma; éramos una mezcla de blancos, negros e indios que integrábamos una nación nueva con sus virtudes y sus defectos como todas las demás. Huelga decir que imperaban en la isla la tragedia del desempleo, el subdesarrollo y un pobrísimo nivel de educación. Poseían conocimientos inculcados por la prensa y la literatura dominante en Estados Unidos, que desconocía, si es que no despreciaba, los sentimientos de una nación que combatió con las armas durante décadas por la independencia del país, y al final incluso contra cientos de miles de soldados al servicio de la metrópolis española. Es preciso no olvidar la historia de la “Fruta Madura”, imperante en la mentalidad colonialista de la poderosa nación vecina que hizo prevalecer su fuerza y negaba al país no solo el derecho a ser libre hoy, mañana y siempre, sino que pretendía anexar nuestra isla al territorio de ese poderoso país.

Cuando en el puerto de La Habana estalla el acorazado norteamericano Maine, el ejército español, integrado por cientos de miles de hombres, estaba ya derrotado, como un día los vietnamitas derrotaron a base de heroísmo el poderoso ejército dotado de sofisticado armamento, incluido el “Agente Naranja” que a tantos vietnamitas afectó para toda su vida, y Nixon, más de una vez, estuvo tentado al uso de las armas nucleares contra aquel pueblo heroico. No en balde luchó por ablandar a los soviéticos con sus discusiones sobre la producción de alimentos en aquel país.

Dejaría de ser diáfano si no señalo un momento amargo de nuestras relaciones con la URSS. Eso derivó de la reacción que tuvimos al conocer la decisión de Nikita Jruschov a raíz de la Crisis de Octubre de 1962, de la que el próximo mes de octubre se cumplirán 51 años.

Cuando supimos que Jruschov había acordado con John F. Kennedy la retirada de los proyectiles nucleares del país, publiqué una nota con los 5 Puntos que consideré indispensables para un acuerdo. El jefe soviético conocía que inicialmente nosotros advertimos al Mariscal jefe de la cohetería soviética que a Cuba no le interesaba aparecer como emplazamiento de cohetes de la URSS, dada su aspiración a ser ejemplo para los demás países de América latina en la lucha por la independencia de nuestros pueblos. Pero a pesar de eso el Mariscal jefe de tales armas, una persona excelente, insistía en la necesidad de contar con algún arma que persuadiera a los agresores. Al insistir él en el tema, le expresé que si a ellos les parecía una necesidad imprescindible para la defensa del socialismo, se trataba ya de otra cosa, porque éramos por encima de todo revolucionarios. Le pedí dos horas para que la Dirección de nuestra Revolución tomara una decisión.

Jruschov se había portado con Cuba a gran altura. Cuando Estados Unidos suspendió totalmente la cuota azucarera y bloqueó nuestro comercio, él decidió comprar lo que dejara de adquirir ese país, y a los mismos precios; cuando meses después aquel país nos suspendió las cuotas de petróleo, la URSS nos suministró las necesidades de ese vital producto sin lo cual nuestra economía sufriría un gran colapso: una lucha a muerte se habría impuesto, ya que Cuba jamás se rendiría. Los combates habrían sido muy sangrientos, tanto para los agresores como para nosotros. Habíamos acumulado más de 300 mil armas, incluyendo las 100 mil que le ocupamos a la tiranía batistiana.

El líder soviético había acumulado gran prestigio. A raíz de la ocupación del Canal de Suez por Francia e Inglaterra, las dos potencias que eran propietarias del canal, con el apoyo de fuerzas israelitas, atacaron y ocuparon aquella vía. Jruschov advirtió que usaría sus armas nucleares contra los agresores franceses y británicos que ocuparon ese punto. Estados Unidos, bajo la dirección de Eisenhower, no estaba dispuesto en ese momento a involucrarse en una guerra. Recuerdo una frase de Jruschov por aquellos días: “nuestros cohetes pueden darle a una mosca en el aire”.

No mucho tiempo después, el mundo se vio envuelto en un gravísimo peligro de guerra. Desgraciadamente fue el más grave que se ha conocido. Jruschov no era un líder cualquiera, durante la Gran Guerra Patria se había destacado como Comisario Jefe de la defensa de Stalingrado, actual Volgogrado, en la batalla más dura que se ha librado en el mundo con la participación de 4 millones de hombres. Los nazis perdieron más de medio millón de soldados. La Crisis de Octubre en Cuba le costó el cargo. En 1964, fue sustituido por Leonid Brezhnev.

Se suponía que, aunque a un precio alto, Estados Unidos cumpliría su compromiso de no invadir Cuba. Brezhnev desarrolló excelentes relaciones con nuestro país, nos visitó el 28 de enero de 1974, desarrolló el poderío militar de la Unión Soviética, entrenó en la escuela militar de su gran país a muchos oficiales de nuestras Fuerzas Armadas, continuó el suministro gratuito de armamento militar a nuestro país, promovió la construcción de una central electronuclear de enfriamiento por agua, en la que se aplicaban las máximas medidas de seguridad y le dio apoyo a los objetivos económicos de nuestro país.

A su muerte, el 10 de noviembre de 1982, le sucedió Yuri Andrópov, director de la KGB, quien presidió los funerales de Brezhnev y tomó posesión como Presidente de la URSS. Este era un hombre serio, así lo aprecio, y también muy franco.

Nos dijo que si éramos atacados por Estados Unidos deberíamos luchar solos. Le preguntamos si podían suministrarnos las armas gratuitamente como hasta ese momento. Respondió que sí. Le comunicamos entonces: “no se preocupe, envíenos las armas que de los invasores nos ocupamos nosotros”.

Sobre este tema solo un mínimo de compañeros estuvimos informados ya que era muy peligroso que el enemigo dispusiera de esta información.

Decidimos solicitar a otros amigos las armas suficientes para contar con un millón de combatientes cubanos. El compañero Kim II Sung, un veterano e intachable combatiente, nos envió 100 mil fusiles AK y su correspondiente parque sin cobrar un centavo.

¿Qué contribuyó a desatar la crisis? Jruschov había percibido la clara intención de Kennedy de invadir a Cuba tan pronto estuvieran preparadas las condiciones políticas y diplomáticas, especialmente después de la aplastante derrota de la invasión mercenaria de Bahía de Cochinos, escoltada por buques de asalto de la Infantería de Marina y un portaaviones yankis. Los mercenarios controlaban el espacio aéreo con más de 40 aviones entre bombarderos B-26, aviones de transporte aéreo y otros de apoyo. Un ataque sorpresivo previo, a la principal base aérea, no encontró nuestros aviones alineados, sino desperdigados en diversos puntos, los que podían moverse y los que carecían de piezas. Apenas afectaron algunos. El día de la invasión traicionera nuestras naves estaban en el aire antes del amanecer en dirección a Playa Girón. Digamos solo que un honesto escritor norteamericano describió aquello como un desastre. Baste decir que al final de aquella aventura solo dos o tres de los expedicionarios pudieron regresar a Miami.

La invasión programada por las fuerzas armadas de Estados Unidos contra la isla habría sufrido grandes bajas, muy superiores a los 50 mil soldados que perdieron en Vietnam. No tenían entonces las experiencias que adquirieron más tarde.

Se recordará que el 28 de octubre de 1962 yo declaré que no estaba de acuerdo con la decisión inconsulta e ignorada por Cuba de que la URSS retiraría sus proyectiles estratégicos, para los cuales se estaban preparando las rampas de lanzamiento que serían un total de 42. Al líder soviético le expliqué que ese paso no había sido consultado con nosotros, requisito esencial de nuestros acuerdos. En una frase está la idea: “Usted puede convencerme de que estoy equivocado, pero no puede decirme que estoy equivocado sin convencerme”, y enumeré 5 Puntos que se mantenían intocables: Cese del Bloqueo económico y de todas las medidas de presión comercial y económica que ejercen los Estados Unidos en todas partes del mundo contra nuestro país; cese de todas las actividades subversivas, lanzamiento y desembarco de armas y explosivos por aire y por mar, organización de invasiones mercenarias, filtración de espías y saboteadores, acciones todas que se llevan a cabo desde el territorio de los Estados Unidos y de algunos países cómplices; cese de los ataques piratas que se llevan a cabo desde las bases existentes en Estados Unidos y Puerto Rico; cese de todas las violaciones de nuestro espacio aéreo y naval por aviones y navíos de guerra norteamericanos; y la retirada de la Base Naval de Guantánamo y devolución del territorio cubano ocupado por los Estados Unidos.

Es harto conocido igualmente que el periodista francés Jean Daniel había entrevistado al presidente Kennedy después de la Crisis de Octubre; este le contó la experiencia muy dura que había vivido, y le había preguntado si yo realmente conocía el peligro de aquel momento. Le pidió al reportero francés que viajase a La Habana, hablara conmigo y esclareciese esa interrogante.

Este viajó a La Habana y pidió la entrevista. Lo cité esa noche y le transmití que deseaba verlo y conversar con él sobre el tema, y le sugerí conversar en Varadero. Llegamos al lugar y lo invité a almorzar. Era el mediodía. Puse un radio y en ese instante un despacho glacial informa que el Presidente había sido asesinado en Dallas.

Prácticamente ya no había de qué hablar. Yo, desde luego, le pedí que me hablara de su conversación con Kennedy; él estaba realmente impresionado con su contacto. Me dijo que Kennedy era una máquina de pensar, estaba realmente traumatizado. No volví a verlo. Por mi parte investigué lo que pude, o más bien supuse lo que pasó ese día. Fue rara la conducta de Lee Harvey Oswald. Supe que este había tratado de visitar Cuba no mucho tiempo antes del asesinato de Kennedy, y se supone que disparó con un rifle semiautomático de mira telescópica contra un blanco en movimiento. De sobra conozco el empleo de esa arma. La mirilla, cuando se hace un disparo, se mueve y el blanco se pierde un instante; lo que no ocurre con otro tipo de sistema de puntería de cualquier fusil. La telescópica, de varios poderes, es muy precisa si el arma se apoya, pero estorba cuando se hace con un objetivo en movimiento. Se dice que fueron dos los disparos mortales consecutivos en fracción de segundos. La presencia de un lumpen conocido por su oficio, que mata a Oswald nada menos que en una estación de policía, conmovido por el dolor que estaría sufriendo la esposa de Kennedy, parece una cínica broma.

Johnson, un buen magnate petrolero, no perdió un minuto en tomar el avión en dirección a Washington. No quiero hacer imputaciones; es asunto de ellos, pero se trata de que en los planes estaba involucrar a Cuba en el asesinato de Kennedy. Más tarde, transcurridos los años, me visitó el hijo del Presidente asesinado y cenó conmigo. Era un joven lleno de vida que le gustaba escribir. Poco tiempo después, viajando en noche tempestuosa hacia una isla vacacional en un sencillo avión, al parecer no encontraron la meta y se habían estrellado. También conocí en Caracas a la esposa y los hijos pequeños de Robert Kennedy, quien fue fiscal, y negociador con el enviado de Jruschov y había sido asesinado. Así marchaba desde entonces el mundo.

Muy próximo ya a terminar este relato, que coincide con el 13 de agosto, 87 aniversario de su autor, ruego se me excuse de cualquier imprecisión. No he tenido tiempo de consultar documentos.

Los despachos cablegráficos casi diariamente hablan de preocupantes temas que se acumulan en el horizonte mundial.

Noam Chomsky, según el sitio Web del canal de televisión Rusia Today, expresó: “La política de Estados Unidos está diseñada para que aumente el terror”.

“Según el prestigioso filósofo, la política de EE.UU. está diseñada de manera que aumenta el terror entre la población. ‘EE.UU. está llevando a cabo la campaña terrorista internacional más impresionante jamás vista [¼ ], la de los drones y la campaña de las fuerzas especiales’¼ ”

“La campaña de drones está creando potenciales terroristas.”

“A su juicio, es absolutamente asombroso que el país norteamericano lleve a cabo por un lado una campaña de terror masivo, que pueda generar potenciales terroristas en contra de uno mismo, y por otro proclame que es absolutamente necesario contar con vigilancia masiva para proteger contra el terrorismo.”

“Según Chomsky, existen numerosos casos similares. Uno de los más llamativos, en su opinión, es el de Luis Posada Carriles, acusado por Venezuela de la participación en un atentado contra un avión en el que murieron 73 personas.”

Hoy guardo un especial recuerdo del mejor amigo que tuve en mis años de político activo —quien muy humilde y pobre se fraguó en el Ejército Bolivariano de Venezuela—, Hugo Chávez Frías.

Entre los muchos libros que he leído, impregnados de su lenguaje poético y descriptivo, hay uno que destila su rica cultura y su capacidad de expresar en términos rigurosos su inteligencia y sus simpatías a través de las más de dos mil preguntas formuladas por el periodista, también francés, Ignacio Ramonet.

El 26 de Julio de este año, cuando visitó a Santiago de Cuba con motivo del 60 aniversario del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos M. de Céspedes, me dedicó su último libro: Hugo Chávez Mi primera vida.

Experimenté el sano orgullo de haber contribuido a la elaboración de esa obra, porque Ramonet me sometió a ese cuestionario implacable, que pese a todo sirvió para entrenar al autor en esa materia.

Lo peor es que no había concluido mi tarea como dirigente cuando le prometí revisarlo.

El 26 de julio de 2006 enfermé gravemente. Apenas comprendí que sería definitivo no vacilé un segundo en proclamar el día 31 que cesaba en mis cargos como Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, y propuse que el compañero designado para ejercer esa tarea procediera de inmediato a ocuparlo.

Me restaba concluir la revisión prometida de Cien horas con Fidel. Estaba acostado, temía perder el conocimiento mientras dictaba y a veces me quedaba dormido. No obstante, día por día respondía a las endiabladas preguntas que me parecían interminablemente largas; pero persistí hasta que terminé.

Estaba lejos de imaginar que mi vida se prolongaría otros siete años más. Solo así tuve el privilegio de leer y estudiar muchas cosas que debí aprender antes. Pienso que los nuevos descubrimientos nos han sorprendido a todos.

De Hugo Chávez faltaron muchas preguntas por responder, desde el momento más importante de su existencia, cuando tomó posesión de su cargo como Presidente de la República de Venezuela. No existe una sola pregunta que responder en los más brillantes momentos de su vida. Los que lo conocieron bien saben la prioridad que daba a esos desafíos ideológicos. Hombre de acción e ideas, lo sorprendió un tipo de enfermedad sumamente agresiva que le hizo sufrir bastante, pero enfrentó con gran dignidad y con profundo dolor para familiares y amigos cercanos que tanto amó. Bolívar fue su maestro y el guía que orientó sus pasos en la vida. Ambos reunieron la grandeza suficiente para ocupar un lugar de honor en la historia humana.

Todos esperamos ahora Hugo Chávez Mi segunda Vida. Sin él, la más auténtica de las historias nadie podría escribirla mejor.

 
Por una unidad concreta. Insistiendo sobre la transición PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Viernes, 16 de Agosto de 2013 12:48

Por Alexis Jardines.-

Del panorama castrista:

A diferencia de etapas anteriores en la historia revolucionaria, ya hoy no se puede obviar el malestar y el desinterés de la gente por el proyecto castrista. La gran ilusión se estrelló contra la realidad y nadie mejor que los dirigentes cubanos para constatarlo, de manera que estos se preparan para el cambio en las condiciones de gobernabilidad, para una sucesión y no propiamente para una transición real a la democracia. Repárese, a modo de ejemplo, en estos nada sutiles pasos de Raúl Castro:

SAN JUAN, Puerto Rico, agosto de 2013, www.cubanet.org.- Primero, se lleva a cabo la campaña pro Mariela Castro Espín con el propósito de atraer la opinión pública mundial y convertir a la directora del CENESEX en figura mediática, capaz de seducir a las democracias capitalistas; segundo, Mariela es catapultada sin más a la Asamblea Nacional del Poder Popular; tercero, se inicia la costosa restauración del Capitolio Nacional de La Habana como sede del órgano de poder antes mencionado; cuarto, es removido del cargo de Presidente de la Asamblea Nacional el veterano Ricardo Alarcón de Quesada. La conclusión de esta suerte de silogismo es obvia: Raúl ha puesto los ojos en su propia hija para dirigir el Parlamento cubano.

La misma lógica, aplicada retroactivamente, nos convence que nunca se pensó en el gris anciano de Machado Ventura para un cargo que lo excedía con creces como el de Vicepresidente de la nación. “Machadito” solo le hizo un favor a su entrañable amigo Raúl, a saber: ocupar el lugar hasta que Miguel Díaz-Canel Bermúdez estuviese preparado. Semejante movimiento estratégico incluía, entre otros tantos detalles, el lavado de la desacreditada imagen de dirigente partidista y su sustitución por el venerable, inocuo e ilustrado puesto de Ministro de Educación Superior. Con estas dos fichas (Mariela y Díaz-Canel) posicionadas en tales cargos, Alejandro Castro Espín ―probablemente, el hombre más poderoso de la Cuba actual― tendría grandes posibilidades de concretar sus aspiraciones políticas, aun en el caso de encontrar resistencia en el cuerpo de generales. Por este camino, el más probable de los escenarios, Cuba no iría hacia una democracia, sino hacia una dinastía nepotista. Entre lo que más le preocupa en estos momentos a Raúl Castro, a juzgar por sus intervenciones públicas, está el necesario cambio de mentalidad ―a lo Gorbachóv― que demandan sus virtuales reformas. Sin ese cambio, al parecer, sus herederos no podrían gobernar ni tampoco la Cuba revolucionaria tendría posibilidades de transformarse en el socialismo empresarial con el que sueña el actual presidente y donde sus familiares y allegados se convertirían en los “legítimos” dueños de los monopolios estatales ya en condiciones de hibridación postcomunista. Es claro que en Cuba, a diferencia de la antigua URSS, no habrá un Yeltsin, antes bien tendremos una réplica de la dinámica de poder Putin-Medvéiev, encarnada en la dupla criolla Mariela-Alejandro. Díaz-Canel podrá llegar a ser presidente, pero su tiempo de mandato ya está planificado. No obstante, como no todo se puede controlar, queda abierta la posibilidad de un pacto tras bambalinas con el enemigo por parte de algunos altos dirigentes y/o Generales que, entre otras cosas, no admitan subordinarse al benjamín.

¿Para qué se hace necesario un cambio de mentalidad a lo raulista? «…Para erradicar conceptos erróneos entre la población y los cuadros o dirigentes», ha dicho el propio Raúl. Ahora bien, para nosotros el problema surge porque los conceptos que se pretenden erradicar son, justamente, los que pudieran apostar por un proceso realmente renovador. Se trata de una operación de enmascaramiento dentro del panorama general que vengo llamando desde un inicio “maniobras”, en lugar de “reformas”. El sector inmovilista (los burócratas) según algunos ideólogos del raulismo, funciona como una nueva oposición, aunque con intereses contrarios a la disidencia política. Rafael Hernández es algo más explícito: «Se trata de burócratas que resisten la política de cambios sin enfrentárseles, pero manteniendo cortapisas y huelgas de brazos caídos, defienden sus espacios amenazados». Esteban Morales también se ha pronunciado en contra de aquellos que atentan contra las reformas, calificándolos de contrarrevolucionarios y opositores. En el sector inmovilista, según interpretación de Carlos Alzugaray, «…pueden militar burócratas junto a nuevos ricos corruptos que se beneficiaron de la incapacidad de control del anterior modelo centralizador […] También los que no están de acuerdo por razones ideológicas, que están en la sociedad civil».

De modo que en el saco de la burocracia y del sector inmovilista en general descubrimos a la parte de la sociedad cubana que justamente exige transformaciones a nivel de fundamento, reformas estructurales en lo económico y en lo político. Es sorprendente notar cómo se atreven a caracterizar de inmovilista al único sector dinámico de la sociedad: no se trata de burócratas, sino de gente emprendedora, de activistas y opositores políticos que arriesgan sus vidas por cambios reales.

En este contexto de enmascaramiento hay que entender el novísimo concepto de oposición leal (al régimen, se entiende) enarbolado no solo por los ideólogos del raulismo, sino por los grupos de apoyo como CAFE y Espacio Laical. Arturo López-Levy se pronuncia por una oposición semejante, cuyo rasgo característico sería no solo la lealtad, sino el estar dentro del sistema. Rafael Hernández, por su parte, considera que esta oposición ya existe. Sin embargo, ni la inventada oposición leal, ni la retórica antinorteamericana, patriotera y nacionalista de Espacio Laical, López-Levy, Chaguaceda et. al., tienen la más mínima posibilidad de prender en un pueblo que no le interesa la soberanía del [jefe de] Estado en una época transnacional, mucho menos el socialismo en cualquiera de sus variantes, sino el sagrado concepto de libertades individuales, único capaz de hacer culto a la dignidad plena del hombre real y concreto.

Del panorama opositor

Guillermo Fariñas ha sorprendido con unas extravagantes declaraciones en el exterior según las cuales dos facciones pugnarían por el poder dentro del generalato cubano. La primera encabezada por el General de cuerpo de ejército Álvaro López Miera; la segunda, por el General de división Antonio Enrique Lussón. Supuestamente, los seguidores de Lussón tendrían las manos manchadas de sangre, según el dato descalificador de Coco Fariñas. Es difícil dar crédito a semejante escenario, aunque sea por el solo hecho que corre parejamente la leyenda acerca de las FAR como la inmaculada institución que ha permanecido ajena a los hechos sangrientos, de los cuales se culpa exclusivamente al MININT. Por otra parte, hay que decir que la sangre está igualmente repartida entre las manos de todos los altos mandos del Ejército y del Ministerio del Interior. Sin órdenes que provengan de la cúpula no hay ejecuciones de ningún tipo. Y esa cúpula militar está compuesta, ante todo, por los Generales de Cuerpo de Ejército y los más sobresalientes Generales de División, entre los cuales ―dicho sea de paso― no está el octogenario Antonio Enrique Lussón Battle. No siendo Lussón de los pesos pesados del generalato cubano, no parece creíble que pueda encabezar una facción capaz de hacerle oposición a Álvaro López Miera.

Fariñas también ha declarado ―al recoger el Premio Sájarov― y refiriéndose ya a la oposición, lo siguiente:

«Nosotros somos el cambio».

Esta afirmación proviene de la convicción de la oposición interna de representar «el poder de un pueblo que no se resigna a vivir sin libertad». Pero la realidad es bien distinta de los anhelos del emblemático disidente. En la Isla sigue latente un vacío entre el cubano de a pie y la oposición. Tampoco logra conectar esta última con el importante sector profesional, particularmente con el gremio de los académicos e intelectuales. La carencia de ideas es crónica entre los opositores y el bajo nivel cultural parece ser predominante en su membresía, lo cual la hace prescindible ante un sector tan necesario para la transición hacia la democracia. Los intelectuales cubanos no por ser oficialistas están con el régimen y, al propio tiempo, no creen que la oposición interna les pueda dar lecciones en ningún sentido.

La misma situación podría extenderse a círculos más amplios. El verdadero factor de cambio en Cuba ―o, si se prefiere, el verdadero potencial pro transición― no está en la oposición, sino en la floreciente clase media y en el todavía incipiente entramado de la sociedad civil. Hay que reconocer que la clase media cubana, a la que han escalado recientemente parte de los llamados cuentapropistas, no ha conectado con la oposición no solo por temor a la represión, sino porque no lo ha creído necesario para entender la realidad política del país, tampoco para trazarse una estrategia de supervivencia. Desde esta perspectiva, se siente intelectualmente superior y políticamente más enfocada que los “defensores de los derechos humanos”. Esta realidad podría modificarse a medida que se vaya acercando el inevitable fin del régimen, pero la tendencia sería en todo caso a cambiar el sistema desde dentro, no solo con la pretensión de conservar el estatus sino también de palear las consecuencias que acarrearía tan dilatado compromiso con la dictadura. Así, pues, sin tejido social y una masa crítica verdaderamente influyente, no se adelantará un paso por la vía de la transición. Es justamente la clase media la que inclinará la balanza a favor del gobierno o de la  oposición. Así, pues, quien atraiga su atención sacará la mejor parte de esta puja política.

Una de las grandes carencias de la actividad opositora en Cuba, se sabe,  es la unidad. Sin embargo, se ha tratado este asunto de una manera ingenua, casi escolar. Es una obviedad pedirle unidad a uno o varios grupos que luchan por un interés común y la sola unidad, se puede estar seguro, no resolverá el problema. De hecho puede empeorarlo, toda vez que una oposición unida resulta más vulnerable a los mecanismos de control y represión. La unidad de objetivo es necesaria a los efectos de un programa de gobierno y para la gobernabilidad misma. Pero no debe confundirse con las fusiones, que suelen ser peligrosas cuando no hay las garantías democráticas mínimas. En condiciones de totalitarismo, la oposición debe antes bien diversificarse hasta el punto de resultar incontrolable. Así, pues, el problema es más bien hegeliano: ante una unidad monolítica y la falta de objetivo lo que se necesita es la unidad en la diversidad, es decir, una unidad concreta. Es a través de la diversidad de proyectos opositores que se puede llegar a la unidad de acción y no a la inversa.

El otro problema grave es el del liderazgo. A todos se nos hace claro que no necesitamos caudillos, pero queremos verdaderos líderes. En mi opinión, la idea de trabajar en equipo parece ser la más recomendable en estos casos. Un equipo de trabajo es siempre un terreno fértil del que pudiera brotar un líder, pero nunca un caudillo (que se alimenta de las carencias de la “masa”, generalmente un conglomerado amorfo intelectual y materialmente ruinoso). En cualquier caso, ante la alternativa caudillo/líder, me inclino por un equipo de trabajo verdaderamente competente.

Del panorama exiliado

El mayor reto de la oposición en la actualidad es, paradójicamente, arreglárselas con una eventual flexibilización de las medidas raulistas. A la pregunta de si la oposición puede, o no, capitalizar los viajes al extranjero que permiten las reformas de las leyes migratorias cubanas hay que contestar afirmativamente. Y no solo puede, sino que tiene que hacerlo. Pero todo ello no es suficiente, la jugada de Raúl al permitir la libertad de movimiento en el país ha puesto la pelota del otro lado de la cancha. ¿Está realmente preparada la oposición interna para asumir cambios de tal magnitud? Es obvio que la lucha ya no es ni será de barricada y que los días épicos de la resistencia interna han quedado atrás. Necesitamos una oposición capaz de tomar las riendas del Estado y liderar el país. ¿Tenemos ese capital humano? ¿Contamos con una estructura de gobernabilidad, un programa, un entramado político y jurídico capaz de llenar el vacío que eventualmente dejaría la nomenklatura unipartidista o necesitamos, a pesar de todo, que el propio Raúl fertilice el terreno de la transición con el empresariado socialista? ¿Puede la oposición en el poder controlar el narcotráfico, las fronteras, la corrupción? Por último,  aunque no menos importante: ¿hay dinero para enfrentar las campañas de los castristas y comunistas en unas eventuales elecciones libres y en una futura revitalización de la economía del país? El futuro de Cuba a mediano plazo ―tanto desde la perspectiva del actual gobierno como de la oposición― está, en muy buena medida, en manos de su exilio. En eso el cubano de a pie no se equivoca. En el imaginario del cubano la solución de todos los problemas vendrá de Miami (como genéricamente caracteriza a la diáspora).

Y este es, a mi modo de ver, el punto de inflexión de la actividad opositora, a saber: cómo se imbrican en lo adelante el exilio y la oposición interna de tal modo que el cambio de mentalidad signifique, ante todo, el fin de la lógica binaria de lo interno y lo externo, de las figuras del “cubano de adentro” y del “cubano de afuera”, para lo cual no es suficiente con reconocer, en un plano discursivo (como también lo hacen los castristas) que no hay diferencias entre nosotros; que somos iguales, etc. Es algo más: somos un solo e indivisible cubano y ese único cubano debe exigir su derecho a ejercer el voto y a influir en el presente y el futuro político de su país no importa en qué lugar del planeta se encuentre o resida. En el propio exilio se oye hablar de los cubanos de la Isla y de los cubanos de Miami, como si el cubano ―aun viviendo en Alaska― no fuera de Cuba. Se trata, para la oposición y el propio exilio, no solo de un problema político, sino conceptual. Antonio Rodiles ha promovido la idea de una sociedad civil transnacional. No decimos que la patria es de todos, lo cual es una declaración de jure; decimos que todos, juntos, hacemos la nación cubana, lo cual es ya una declaración de facto. Las condiciones están dadas. El exilio y la diáspora toda deben entrar al ruedo a discutir los problemas del país; deben exigir su participación no solo por una cuestión de derecho, sino porque su dinero cuenta y porque tienen dentro de la Isla la fuerza moral que una oposición y una disidencia pálidas, pero persistentes, «les ganaron de pie».

Así, pues, el problema de la oposición interna es hoy el problema de la transición a la democracia, pero de una transición que solo es posible si involucra a todos los cubanos (es decir, al cubano a secas, viva donde viva). Y en este sentido es bueno ir deshaciendo un prejuicio que viene dominando las mentes de los cubanos anticastristas de todas las épocas: la anhelada unidad de la oposición es una pobre estrategia, quien debe unirse ―en torno a un objetivo común y no ya fundiéndose al estilo corporativo― es el exilio en tanto la oposición se diversifica porque, al fin y al cabo, quien protagonizará los cambios será la clase media de la Isla, mientras exilio y oposición ―articulados transnacionalmente― deben pujar por capitalizar ese sector y porque su representatividad, en unas eventuales elecciones libres, sea reconocida. De vital importancia es, por consiguiente, que los opositores se preocupen por conectar los sectores críticos y contestatarios de los profesionales (científicos, médicos, profesores universitarios, intelectuales, artistas) con el cubano de a pie y con la propia disidencia. Este será el escenario más probable en términos de expansión de la sociedad civil y del correlativo constreñimiento del Estado totalitario. Estemos, pues, alertas para no confundir sucesión con transición; aprendamos a vernos a nosotros mismos como cubanos a secas y exijamos los plenos derechos políticos más allá del “dentro” y del “fuera”; admitamos que para la transición es tan necesario el capital humano disperso por las instituciones del Estado como el dinero, las habilidades y el conocimiento de aquellos que han tenido que crecer lejos ―aunque no fuera― de su patria.

Tomado de CUBANET

Última actualización el Viernes, 16 de Agosto de 2013 12:51
 
El diálogo constructivo y los peligros de la injusticia PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Miércoles, 14 de Agosto de 2013 18:14

Por Marlene Azor Henández.-

En las elementales tácticas de negociación, se suele utilizar tres tipos de posturas: la persuasión, la cooptación y el alejamiento y/o ruptura. Es valioso colocarse en la postura de ganar-ganar como condición del éxito de la negociación, y estas técnicas facilitan los intercambios y pueden obtener resultados positivos para las partes incluidas. Si alguna de las partes insiste en llevarse todo el resultado positivo, y condenar al otro a la derrota, la negociación es un fracaso al corto y mediano plazo, es decir es condenada a la derrota definitivamente.

La postura negociadora de proponer un diálogo constructivo es muy valiosa y facilita la comprensión de los diversos intereses en juego. Sin embargo, puede ser grave como postura si no tiene en cuenta a los excluidos de la negociación.

Conozco a muchos intelectuales y activistas cubanos que mantienen esta postura frente al gobierno como la manera más adecuada para lograr respuestas positivas a sus demandas y coincidiría con ellos plenamente si no excluyeran los derechos de los demás y sobre todo si no hicieran silencio frente a los mecanismos represivos contra ellos mismos y contra los demás.

El silencio sobre los mecanismos de represión cotidiana del gobierno cubano es verdaderamente alarmante[1]. Los mecanismos de control represivo sólo son denunciados por los “demonizados” por el discurso oficial, y los “demonizados” resulta, que sí son solidarios entre ellos. En las revistas y periódicos que consulto sobre la realidad nacional, y producidas dentro del país, el tema de las formas de violencia del Estado contra sus ciudadanos no aparece, como tampoco el tema de la indefensión ciudadana.

Ni los desmanes del sindicato oficial y los funcionarios contra los trabajadores, ni los desmanes de la policía, ni los desmanes de la policía política. Por eso la vulnerabilidad de todos los ciudadanos frente al Estado. Por eso también la existencia y proliferación de los actos de repudio que siguen siendo cotidianos y silenciados, pero también la arbitrariedad de despidos, exclusiones, discriminaciones, mal trato, humillaciones y prepotencia de funcionarios y policías. Los mecanismos para defenderse de todas estas arbitrariedades están tan burocratizados y son tan desgastantes que las víctimas de los atropellos prefieren seguir su vida en otra parte, porque sencillamente no existen ni mecanismos jurídicos ni políticos ni civiles viables para intentar la demanda de justicia. En Cuba, las víctimas de violencias cotidianas de policías secretos o públicos o de los funcionarios no tienen la posibilidad de ser resarcidas en sus derechos o son los casos tan excepcionales que no permiten remitirse a ninguna regla. La dirección política del país no quiere hacer la conexión de todas sus formas de violencia contra la población y las indisciplinas sociales, la pérdida de valores, la precariedad de la vivienda y los salarios miserables.

Situación alarmante, repito, cuando los órganos de la seguridad del estado se han hecho tan visibles y casi rectores de la vida cotidiana de la ciudadanía a partir de los años 90s. Están en el despido de algún trabajador porque se les busca implicaciones políticas, están en los tribunales por asuntos de pareja por lo mismo, están cuando un intelectual ligado a las instituciones, publica algo en el exterior que no coincide con el discurso oficial, están cuando un delegado municipal, pintor de renombre internacional, menciona la posibilidad de pensar en el pluripartidismo. Están detrás de un permiso para salir a una beca, para lograr un trabajo que de acceso a la divisa, y están detrás de cualquier puesto de delegado del Poder Popular o persiguiendo alguna pancarta que pide más socialismo y abajo la burocracia. El partido “dirige” pero su brazo ejecutor en la vida cotidiana y civil, son los órganos de la seguridad del Estado.

Esta aberración de la vida civil cotidiana no aparece en ningún análisis publicado, en ningún panel de ninguna revista y por supuesto invisible en una presa desinformadora de la realidad cubana, salvo por los intelectuales y activistas disidentes y algún pronunciamiento puntual frente a un hecho, no existen análisis de estos mecanismos múltiples de violencia y de indefensión ciudadana.

Hacer silencio sobre las violencias contra otros ciudadanos es quedarse también sin solidaridad cuando somos perseguidos y víctimas de la represión del gobierno. El silencio y la falta de solidaridad con los que son víctimas de las violencias estatales podrían ser por un desconocimiento de los hechos precisos, pero eso no justifica el silencio. La acumulación de las diversas acciones represivas y sus mecanismos de funcionamiento son de conocimiento público, notorio y popular porque no han cesado de producirse a lo largo del último medio siglo en el país.

La exigencia al gobierno de una prensa que refleje las realidades del país es un paso importante para luchar contra las violaciones y la impunidad de los funcionarios, de la policía y de los órganos de la seguridad del Estado. Los resultados del reciente Congreso de la UPEC, son un golpe demoledor contra la ciudadanía y no veo análisis ni exigencia de los intelectuales públicos sobre tan inmovilista resultado. Tan masiva y recurrente es la indefensión ciudadana frente al Estado que pareciera una situación que ya está “naturalizada” en el imaginario social.

No sólo las Damas de Blanco y los activistas de la UNPACU y todos los demás disidentes han sido los objetivos preferidos de la violencia estatal. La violencia y la represión tienen larga data en la Revolución cubana y sólo los afectados, y cuando pueden, logran narrar los desmanes, y hacer oír su voz.

Esta falta de solidaridad ciudadana es una de las razones que ha creado la impunidad de funcionarios y policías contra la ciudadanía. Creo que no se hubiera producido el cierre de la revista Pensamiento Crítico, ni el caso Padilla, ni los parametrados, ni el caso CEA, ni los centenares y miles de violencias cotidianas que se producen por parte de las autoridades si los ciudadanos hubieran sido entre sí solidarios, o en el caso de los intelectuales si hubieran cerrado filas frente a los atropellos que han sufrido y siguen sufriendo los propios colegas. Creo que los execrables actos de repudio hubieran desaparecido de la escena nacional si toda la ciudadanía hubiera cerrado filas solidarias contra esos atropellos.

Las solidaridades han sido dignas pero muy pocas y eso habla de una postura de “sálvese quien pueda” de un individualismo insolidario y vergonzoso que no tiene que esperar por el desarrollo de las relaciones de mercado para entronizarse como una postura común y automática. La mentalidad de “sálvese quien pueda” existe hace rato en Cuba y no tiene que ver necesariamente con las carencias y la monetarización de las relaciones sociales y mucho menos con las relaciones de mercado que son ínfimas y están aún secuestradas.

Proponer una postura de diálogo constructivo no puede silenciar los mecanismos represivos cotidianos e intactos, no puede eludir el tema, so pena de convocar a un diálogo con importantes y definitivos déficits éticos. Entonces, una postura cívica positiva y loable tiene el peligro de convertirse en su contrario.


[1] Sólo conozco estudios sobre los mecanismos de control y represión en Cuba, hechos por intelectuales extranjeros o cubanos de distintas generaciones residentes en el exterior. Además de los valiosos testimonios de los reprimidos.

Tomado de CUBAENCUENTRO

 
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