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Artigos: Cuba
Nombramientos y capilla ardiente PDF Imprimir E-mail
Escrito por Fuente indicada en la materia   
Viernes, 25 de Diciembre de 2009 12:39

Por Luis Tornés Aguililla.

 

Quizá, con el nombramiento de Ramiro Valdés como vicepresidente del Consejo de Estado, al fin brote en Cuba ese momento en que ya no será posible que sigamos arropados en la  monstruosa conformidad del autoengaño porque mientras más pasa el tiempo, resulta más evidente la certeza de que ninguno de esos señores ( nombrados a dedo ) habrá tenido jamás la intención de encaminar el país hacia un contexto democrático; por una razón simple : ellos saben que no sobrevivirían en Cuba una vez que los oficiales superiores empiecen a hablar y que los archivos y memorias se empiecen a publicar por internet en un alud sin plazos ni remilgos editoriales que terminará tragándoselos como el sapo a la mosca.

 

Los pontífices del régimen cubano no liberan a sus rehenes políticos porque intuyen – creo que con mucha razón -  que en la primera señal interpretada por la gente como un gesto de debilidad, el pueblo les caerá encima como la sarna al perro al mismo tiempo que la fragilidad económica en que se encuentra el país, les prohibirá cualquier intento de contrariar la dialéctica de la miseria creada por ellos mismos . En una palabra : están perdidos.

 

Cuba ha llegado a un punto de « masa crítica » en que los militares y miembros intermedios del sistema entienden la inutilidad de dar crédito a una banda de viejos cuyos únicos objetivos son  salvar sus pellejos y, de ser posible, sus fortunas.

 

No sólo se trata de la deuda exterior cubana o del robo a los empresarios extranjeros que invirtieron en Cuba sino de la total parálisis del aparato productivo de un país que vivió, primeramente a merced de la URSS y ahora aguantado como un náufrago al petróleo del bufón de Miraflores cuyas bondades hacia Cuba no están grabadas en el mármol si miramos bien la situación política en Venezuela.

 

La represión que organice el vicepresidente Valdés agregada a la indigencia general no auguran nada bueno para los próximos meses.

 

¿ Qué informaciones tiene Raúl Castro sobre lo que podría ocurrir en Venezuela y Colombia como para que, prudentemente, haya nombrado vicepresidente al represor por excelencia que, a la vez, es  uno de los hombres que más ha odiado en su vida ? .

 

¡ Fo !, hay hedor a capilla ardiente y vaya usted a saber quién pondrá el muerto.

Últimos días del año 2009.

 
ESPEJO DE IMPACIENCIA PDF Imprimir E-mail
Escrito por Fuente indicada en la materia   
Jueves, 24 de Diciembre de 2009 23:36

Por VICENTE ECHERRI

La Navidad nos trae este año el regocijo añadido del vigésimo aniversario del fin del régimen comunista en Rumanía y, en particular, de la ejecución sumaria, ejemplar e indigna (como merece todo déspota) de Nicolae Ceausescu, tirano por casi un cuarto de siglo, y de Elena, su mujer y cómplice principal de sus desmanes. Sólo cuatro días antes, cuando convocara a una inmensa manifestación en la plaza frente al monstruoso palacio estalinista que había hecho levantar como monumento a su soberbia, Ceausescu se creía invulnerable, inmune al virus de la libertad que había barrido, en pocos meses, al podrido orden totalitario en Europa oriental. Pero esa tarde del 21 de diciembre de 1989, en cuestión de minutos, la muchedumbre dejó de aplaudir y empezó a chiflarle y él se acobardó. Los oprimidos vieron su miedo y fueron por su sangre. El tirano pudo escapar al linchamiento, sólo para ser fusilado sin decoro cuatro días después, en la Navidad que inauguraba un nuevo tiempo.

Varios historiadores y cronistas han recogido los últimos momentos de la insolente pareja que avasalló sin medida a sus compatriotas, que les impuso horrendas privaciones para satisfacer sus planes absurdos y megalomaníacos y que no vaciló nunca en asesinar o encarcelar a sus opositores. Arrestados en una escuela militar, Ceausescu y su mujer eran de pronto un par de ancianos ateridos que no podían entender que sus vidas hubieran dado un vuelco tan dramático, ni aceptar la realidad que se había plantado ante ellos ni que, de la cumbre del poder absoluto, se hubieran convertido, súbitamente, en unos nadies a quienes despachaba un tribunal improvisado.

El final fue expedito, como siempre debe ser en estos casos (no el dilatado, costoso y, por momentos ridículo, proceso de Saddam Hussein), de la manera en que Winston Churchill había recomendado que debía ser la ejecución de Hitler en caso de encontrarlo con vida: mera formalidad para comunicarles, a quienes ya se habían puesto al margen del derecho, que la sociedad los eliminaba echándoles encima, además, todos los crímenes de una era, que eso de bueno tiene la tiranía: concentra tanto el poder como la culpa.

Confieso que me gustan el ritmo y las escenas de este proceso: el líder depuesto de un régimen espurio que se niega a reconocer, por ilegal, al tribunal que lo juzga y lo condena; la humillación de que les aten las manos con unas toscas cuerdas; la sorpresa --otra más, al salir al patio y ver el pelotón formado-- de que la muerte es inminente. El viejo comunista, queriendo conservar alguna dignidad, ha empezado a cantar las primeras frases de La internacional y su mujer, más atenta a lo que está a punto de ocurrir, le advierte: ``cállate, Nicu. Mira, nos van a matar como perros''. Los paracaidistas que integran el pelotón tienen instrucciones de no disparar a la cabeza del dictador para que pueda ser reconocido en las fotos. Ni siquiera les conceden la ceremonia del fusilamiento tradicional. Luego de alinearlos contra la pared, los soldados retroceden seis pasos y abren fuego. Algunas fuentes dicen que los reos intentaron huir y que fueron cazados como patos.

No hay que ser rumano para sentirse gratificado por este final, con el que concluye una época atroz y empieza el renacer --no obstante vacilante y precario-- de una nación. En el ajusticiamiento de un tirano está siempre en ciernes --como prefiguración, conjuro o anticipo-- la muerte violenta de todos los demás, de todos los que aún quedan vivos y en el poder. Aunque termine por morir en su cama, el tirano debe ser visto siempre como un candidato a la ejecución o al asesinato político; alguien a quien no hace falta juzgar porque su propia ejecutoria lo condena; en consecuencia, no necesita de jueces, sólo precisa de un verdugo.

n Cuba, donde la tiranía personal pasa del medio siglo, el único cambio reciente que ésta revela es el haberse hecho bicéfala: un mandante al que los males del cuerpo han obligado a la reclusión y otro que presta su cara y su voz (bastante repulsivas, por demás) para seguir repitiendo lo que el primero le dicta en la sombra. Las ilusiones que, ingenuamente, algunos se llegaron a hacer con la presidencia de Raúl Castro han quedado sobradamente desmentidas, tanto por sus discursos como por todas las acciones y medidas de un régimen que no renuncia a su carácter represivo, pese a que se hunde día a día en la ineficacia y en la ruina. Los que vayan a hacer justicia, sólo tendrían, al igual que en Rumanía, que duplicar la ejecución. Entre los hermanos Castro no hay distinción alguna, si exceptuamos que Raúl tiene un solo ano, y Fidel tiene dos.

Echerri 2009

Tomado de www.elherald.com
www.cubalibredigital.com
 

Última actualización el Viernes, 25 de Diciembre de 2009 12:44
 
La resistencia pasiva PDF Imprimir E-mail
Escrito por Fuente indicada en la materia   
Jueves, 24 de Diciembre de 2009 00:48

Por Fernando Ravsberg BBC Mundo

Esta navidad trajo a los cubanos un cambio que transformará sus vidas.

El gobierno acaba de descentralizar las finanzas, con lo que muchas de las empresas ineficientes podrían desaparecer si no son capaces de autofinanciarse.
Hasta ahora el país funcionaba con la política del "gran saco", en el que todos metían sus utilidades y pedían luego de acuerdo a sus necesidades. El Estado, como gran administrador, repartía según una lista de prioridades, políticas, sociales e incluso económicas.

Este mecanismo adolece de muchos inconvenientes pero el peor de todos es que apuntala a las empresas ineficientes con los dividendos que aportan los sectores verdaderamente rentables. A pesar de esto la llaman "economía planificada".

El Parlamento aprobó por unanimidad (lo cual no sorprendió a nadie) una reorganización en la que los sectores que producen más divisas -níquel, turismo, tabaco, biotecnología, etc- podrán reinvertir los beneficios en el desarrollo su actividad.
Aunque el excedente será entregado al Estado, el nuevo mecanismo les permitirá operar sin tantos sustos. Es que en ocasiones, después de meter cientos de millones en el "gran saco", no encuentran los miles que necesitan para pagar a sus proveedores.

El dinero desaparece subvencionando empresas no rentables para evitar su quiebra. Estas viven como parásitos, son las que aportan poco y nada al presupuesto y después retiran todo el dinero que les hace falta para seguir produciendo...pérdidas.

Un empleado de una gran fábrica, totalmente ineficiente, me contó que además "inflan" sus gastos para poder extraer más dinero. De todas formas, en estas "economías planificadas" los costos no parecen ser demasiado importantes.

Nadie me supo decir el valor de la Operación Milagro, que le devolvió la vista a casi 2 millones de personas en América Latina y la dirección de la Escuela Latinoamericana de Medicina tampoco sabe cuánto le cuesta al país sus 10 mil alumnos extranjeros.

Podríamos pensar que el humanismo no les permite sacar cuentas de los gastos en Salud Pública pero el problema es más general. Recién llegado a Cuba aluciné en una fábrica de plásticos donde invertían $ 1,15 para producir $1.

El pasado año visitamos otra empresa que produce techos livianos de cemento y poliespuma para los damnificados de los ciclones. La jefa económica no sabe cuál es el costo del metro cuadrado pero dice que "por lógica" tiene que ser más barato que el concreto.

Otro directivo me explica que lo importante es resolver la necesidad del pueblo. Le respondo que podrían existir techos más baratos pero no me hace mucho caso. Se sienten "cruzados" levantando casas a los que las perdieron, ¡qué importa el costo!.


Claro que a veces si importa, sobre todo para no pasarlo mal por gusto. Durante décadas los cubanos bebieron café mezclado con chícharos para ahorrar. Hasta que un día alguien consultó los costos y descubrió que ese grano es más caro que el café.

En el nuevo sistema financiero las empresas que no dispongan de suficiente capital para operar tendrán que pedir préstamos bancarios y devolver después el dinero. "Las que no puedan pagar se fusionarán", me dijo un diputado muy ligado al tema.

Estas "fusiones" implican una reducción de puestos de trabajo y por ende mayor desocupación. Sin embargo, un economista me aseguró que resulta más barato pagar seguros de desempleo indefinidos que mantener abiertas empresas improductivas.

No dudo que la cuenta sea exacta pero eso no soluciona el problema social derivado. Es que un trabajador cubano no vive solo de su salario, sus ingresos se completan con lo que se lleva de la empresa para vender en el mercado negro.

Si los mandan para sus casas, incluso recibiendo el salario, les será imposible subsistir. Para evitar que estas personas deriven en el delito será imprescindible flexibilizar el modelo, abriendo nuevas espacios y posibilidades laborales.

Raúl Castro dijo en el Parlamento que "la actualización" del modelo económico debía realizarse sin "apresuramiento" y "con un enfoque integral". Muchos cubanos coinciden con él en que los cambios van lentos pero dudan de que se desarrollen de forma "integral".

Mientras desaparecen subvenciones y gratuidades, el 75% de los trabajadores continúan sufriendo los Topes Salariales, las licencias para trabajo por cuenta propia se dan con cuentagotas y las cooperativas obreras no salen del cajón de los proyectos.

El propio Presidente reconoció que uno de los problemas más difíciles que enfrenta es "la resistencia pasiva de los cuadros intermedios". Seguramente es cierto, pero es difícil que pueda restarle poder a esa burocracia sin transformar el modelo que la creó y la alimenta desde hace décadas.

Última actualización el Jueves, 24 de Diciembre de 2009 17:32
 
Reflexiones sobre los Dictadores PDF Imprimir E-mail
Escrito por Fuente indicada en la materia   
Martes, 22 de Diciembre de 2009 19:38

Por Pedro Corzo

 

Es posible que muchos se pregunten,  que es un dictador, que factores definen a un gobernante con un calificativo que deshonra y por qué hay pueblos que soportan dictaduras cuando otros nunca las han padecidos.

 

También es razonable indagar por que un dictador disfruta de apoyo popular y lo que es mas alarmante todavía; por que causas un mandatario que accedió al poder violentando la institucionalidad puede conquistar de nuevo el gobierno con el apoyo electoral de una mayoría ciudadana.

 

Sin duda son preguntas complejas que probablemente no tengan respuestas precisas, pero si es evidente que hay culturas que tienen una fuerte propensión al gobierno fuerte, el liderazgo indiscutido, a la aceptación de una autoridad que asuma responsabilidades que aparentemente la mayoría ciudadana prefiere evadir.

 

Por supuesto que no todos los dictadores son iguales en propósitos y métodos y aunque entre ellos hay diferencias existen factores comunes que les identifican sin que importe la época, cultura, geografía, educación, ciudadana e ideología, si es que el dictador en cuestión se considera abanderado de alguna.

 

Dictador, puede ser quien asume por decisión propia o por delegación una autoridad ilimitada que no esta sujeta a cuestionamiento. El poder que detenta no esta en discusión ni es sujeto de debate. El dictador es figura y genio de un propósito de gobierno cualquiera que este sea.

 

Los dictadores no admiten retos a su autoridad pero no todos responden a los desafíos con igual brutalidad ni soportan con igual entereza las presiones de que son objetos por parte de la oposición.

 

El dictador se identifica más por su carácter que por el hecho de ocupar un poder político, religioso o económico. El dictador demuestra un profundo desprecio por la opinión ajena. Ignora el derecho que asiste a los que les rivalizan. El dictador es intolerante, sectario, y hasta paternalista en sus abusos.

 

El dictador gusta del elogio, de la adulación, de la sumisión a su voluntad. Disfruta de la historia y por lo regular esta convencido que con sus acciones esta escribiendo los capítulos más gloriosos de la misma.

 

Para el dictador envilecer a los que le apoyan, a los que se le oponen y hasta a los indiferentes es un mandato que garantiza su perpetuidad. El envilecimiento ciudadano es su carta de triunfo y eso lo logra con los premios y castigos que dispensa al capricho de su voluntad.

 

Los dictadores son taimados, inescrupulosos, vendedores de promesas y hacedores de castillos en el ai5re pero muy en particular, desconfiados, porque para ellos la lealtad es proporcional a los privilegios que otorgan.

 

Creen en los comentarios sin fundamentos y en ocasiones ellos mismos los promueven. El dictador es un mentiroso con talento, un hombre que conoce la gente que gobierna, que sabe de debilidades y grandezas. Cuenta  con un aguzado sentido del que hacer en los momentos de crisis porque conoce mejor que ningún otro conductor, que su poder se asienta  tanto en  su capacidad de  evaluar el entorno, como en lo oportuno de sus decisiones y en las contradicciones de quienes se le oponen.

 

El dictador no es un cobarde por naturaleza como algunos gustan calificar. Puede ser un miserable pero su valor personal puede estar por encima del promedio del de sus conciudadanos. No es atinado confundir en un dictador la cobardía con su sentido de la prudencia o la perdida de la motivación para gobernar. Los dictadores son victimarios por naturaleza, pero eso no implica que sean pusilánimes ni cobardes.

 

El valor personal de muchos dictadores es incuestionable porque la mayoría de ellos acceden al gobierno gracias a su disposición a correr riesgos, por su audacia y temeridad.

Las motivaciones que sostienen e impulsan a los dictadores pueden ser múltiples y complejas y responden a varios patrones por lo que a pesar de posibles semejanzas en la forma de dispensar su autoridad y ejercer el liderazgo, las diferencias entre ellos son fácilmente apreciables por un observador aplicado.

 

Hay dictadores sumamente carismáticos, verdaderos seductores de masas e individuos. Personajes que poseen una capacidad excepcional en atribuirse los éxitos y distribuir las culpas. Son individuos agradables, obsequiosos y comprensivos cuando las circunstancias lo requieren. Con tales habilidades para intimar que su interlocutor puede llegar a creer que el dictador esta bajo la influencia de su ingenio.

 

Este tipo de dictador es extremadamente peligroso por que su mesianismo es contagioso, y su afán de redención afecta la roca más insignificante de su reino. Ellos pueden dividir la sociedad y llevarlas a puntos de confrontación tan agudos que la comunidad puede llegar a resentir sus valores más trascendentes y abarcadores.

 

Bajo estos líderes los pueblos sufren metamorfosis alienantes. El rebaño es objeto de la voluntad de su conductor pero se cree sujeto en la personalidad de este. El individuo se hace infinitesimal ante el ardor de quien maneja sus miedos, frustraciones, aberraciones y sueños. Estos líderes son como los agujeros negros del cosmos, tienen tal capacidad de atracción que consumen  todas las luces e individualidades que le rodean.

 

Dichos líderes pueden estar inspirados por una especie de religiosidad. Se consideran elegidos e infalibles y cuando tienen el sostén de una ideología su capacidad de contaminación y destrucción se acrecientan. Crean una mística en su entorno y tienen la capacidad de generar sentimientos transcendentes en sus propuestas y hacer creer a sus seguidores en la constitución de un nuevo mundo y de un hombre diferente. Estos personajes por lo regular acceden al poder por medio de un proceso insurreccional, o a través de gestas populares que favorecen una especie de sacralización laica.

 

Pero también hay dictadores de naturaleza burocrática y aunque estos pueden responder a una casta u oligarquía y disfrutar de un poder omnímodo, rara vez llegan a disfrutar de la simpatía y el apoyo popular.

 

Estos dictadores son eficientes en controlar la maquinaria del poder y son tan trabajadores y crueles como requieran las circunstancias. Detentan  el poder por su indiscutible capacidad para intimar y privilegiar al mismo tiempo.

 

En ocasiones este tipo de hombre fuerte hereda el mando ya sea por designación o por vencer en  luchas internas  por el poder; y no pocas veces su autoridad  es balanceada con la existencia de una contraparte que es quien en realidad designa a quien ostenta el liderazgo.

 

Por supuesto que hay dictadores de opereta. Individuos que han llegado al máximo liderazgo prácticamente sin proponérselo. Estos pueden ser tan crueles como el más iluminado de los líderes, pero son fácilmente influenciables, y sus propósitos pueden ser modificados sustancial y regularmente.

 

Hay dictadores que a través de las instituciones del estado instauran  un férreo control sobre las actividades públicas. Ellos controlan las Asambleas Legislativas  y los Poderes Judiciales a través de sinecuras,  y violencias de terceros si las condiciones lo demandan.

 

Este tipo de dictador gusta de elecciones y hasta permite ciertas libertades de expresión, aunque no cesa de amenazar ese derecho y conculcarlo cuando lo estima pertinente.  Su afán por el poder, a pesar de que lo renueve con el voto popular, le permite ver su cola de cercenador de libertades. Algunos ejemplares de estos dictadores tienen una fuerte propensión a obras materiales faraónicas a través de las cuales espera n perpetuarse.

 

También, y es posible que olvidemos alguna especie de estos vertebrados que causan tanto daño a la humanidad,  existe el dictador capaz de sintetizar todos los atributos antes mencionados, y son los que no solo hacen historia para sus pueblos si no que como Supernovas aberradas irradian oscuridad durante siglos en la historia Universal.

 

Pedro Corzo

Diciembre 2009

Última actualización el Martes, 22 de Diciembre de 2009 20:21
 
¿Ejército de los Castro o de la República?, PDF Imprimir E-mail
Escrito por Fuente indicada en la materia   
Lunes, 21 de Diciembre de 2009 01:53

por Pedro Corzo

Sin lugar a dudas el régimen cubano se ha sostenido más en el aparato militar y en la policía política que en cualquier otro organismo del estado, incluyendo al inefable Partido Comunista.

Más del 65% de la alta dirigencia isleña es de extracción castrense y un número considerable de miembros del Comité Central del Partido también lo son. Los Castro, son más evocado como militares (comandantes) que como líderes político y en las purgas que se produjeron en el gobierno en el verano y otoño de 1989 la estructura que salió más favorecida fue la militar y sorpresivamente el equipo que se suponía leal y ortodoxo, el ministerio del interior, fue el gran perdedor.

Todo el cuerpo de dirección del Ministerio del Interior fue removido y la mayoría sancionado a fuertes condenas de cárcel, incluyendo al último ministro del ramo antes de la purga, José Abrahantes, quien murió en el marco de una gran interrogante en una celda castrista.

En los albores de la Revolución fue la policía política con su tenebroso G-2; los sangrientos L.C.B. y sus crueles Guardafronteras los mejores cancerberos del sátrapa. Las milicias parecía que iban a sustituir al ejército, ya que las dictaduras con pretensiones faraónicas, en Castro se veían esas inclinaciones, habían utilizado fuerzas paramilitares (Adolfo Hitler los Camisas Pardas y las S.S.; Benito Mussolini, Las Camisas Negras; Mao Tse Tung, los Guardias Rojos, etc.) no solo para la toma del poder político y su conservación, sino también como agentes de penetración y desestabilización en las fuerzas regulares del estado para  lograr su total control.

En 1959 se apreciaba que el rumbo que conducía a la dictadura política había sido asumido con plena conciencia por la nomenclatura. El ejército como institución del estado, no participó en el conflicto interno que padeció el país, a excepción de las grandes operaciones militares contra los alzados en armas.

La represión, el trabajo sucio de todos los días se lo dejaron a la Seguridad del Estado, pero no nos engañemos, esos represores también habían formado parte del ejército rebelde. Era una nueva versión del policía bueno y el policía malo.

Pocos se dieron cuenta de la militarización de la sociedad. Los comandantes se convertían en ministros, la sociedad cada día parecía más un cuartel y  en cada crisis el militar se vestía de civil y ocupaba el puesto del funcionario que había sido defenestrado.

En 50 años de dictadura, el ejército ha tenido una línea de mando sin quebrantos visibles (posible excepción caso Ochoa) lo que expresa una estabilidad y fidelidad no igualada en otros organismos, incluyendo el ministerio del Interior.

Los apetitos imperiales de los Castro siempre fueron satisfechos por los militares que de manera encubierta o actuando como gendarmes internacionales intervinieron en tres continentes sin que se produjeran cuestionamientos a los dictados del tirano. Siempre han mostrado disciplina, deseo de servir, una mística de gloria, u otro sentir que cohesionaba e impedía trágicas fracturas.

Las fuerzas armadas del régimen de los Castro aparentan una inquebrantable lealtad. En ellas habrá quienes lo hagan por devoción al “máximo líder”; otros por la pasión que les embargó cuando cumplían funciones pretorianas a miles de millas de las costas de Cuba, y por supuesto debe haber quienes lo hacen por convicciones políticas.

Pero el tiempo ha pasado, las medallas han perdido brillo y los vientres se han extendido junto a las artritis físicas, pero también morales que debe causar el haber construido un edificio que se derrumba y cada día se parece menos a lo que muchos de sus constructores, particularmente los militares, proyectaron.

Es de suponer, que en Cuba, solo por el conocimiento de lo que ha sucedido en otros cuerpos militares que se identificaron con dictaduras y que en un momento determinado fueron factores fundamentales en su democratización o que por lo menos intentaron  remover la jerarquía, haya un grupo de militares con sentido común que se percate que de no impulsar cambios  el país se hundirá mas en el tremedal en que se encuentra y en consecuencia ellos perderán sus privilegios.

No obstante no debemos perder de vista que los ejércitos formados en los desaparecidos países socialistas no intervinieron en la caída de los gobiernos del bloque, si exceptuamos el fugaz episodio del golpe de estado contra Mijail Gorvachov. Hay que tener en consideración que el actual aparato militar fue creado en 1959, por los Castro, a diferencia de los ejércitos ya constituidos que encontraron Hitler, Mussolini, Khomeyni, etc., es lógico creer en la galvanización de las fuerzas militares alrededor de sus lideres,  gracias a lo cual en la isla se ha establecido un régimen político-militar sin antecedentes en el hemisferio.

Sin embargo, los fracasos subvierten valores y fidelidades al igual que se producen “fatigas” en los metales, y en Cuba, indudablemente los fiascos han hipotecado el presente y futuro del individuo y la sociedad.

En otros ejércitos, caudillistas o profesionales, situaciones como la de la isla han originado crisis terminales en las dictaduras. Ejemplo como el derrocamiento del portugués Marcelo Caetano en abril de 1974, después de servir al gobierno de Oliveira Salazar por más de 30 años; en Egipto fue el ejercito el que derrocó al rey Faruk I, Mussolini tuvo serios problemas con las Fuerzas Armadas en los últimos años de su gobierno, pero sin dudas la expresión más genuina de que la totalidad de una fuerza armada no es absolutamente leal a su comandante en Jefe aunque aparenten lo contrario, fue el sector de los militares germanos que aunque servían al Tercer Reich, según pasaba el tiempo tenían mas reservas sobre la obediencia que debían rendirle a Adolfo Hitler, lo que se mostró a plenitud el 20 de agosto de 1944 cuando altos oficiales de la Wehsmarcht en la persona del conde Staumferberg, protagonizaron un atentado contra el jerarca nazi.

Ejemplos hay de obediencia y rebeldía a través de la historia, por lo que cabe preguntarse, enfrentaran los Castro una operación Walkiria, que haga temblar la dictadura hasta destruirla, o los militares cubanos continuaran actuando  en contra de sus propios intereses al persistir en apoyar un régimen que no cuenta con el respaldo de su pueblo.

 

Pedro Corzo

Diciembre 2009

Fonte: PenhadeCuba

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