¡José Martí Nunca Fue Socialista! |
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Jueves, 27 de Mayo de 2010 19:42 |
Por ULISES LARRAMENDI Las dictaduras totalitarias como la comunista, fascista, nazista o cualquier otro tipo de extremismo radical usan la mentira para obtener y luego mantenerse en el poder, proyectando una imagen falsa de sus intenciones y promesas. El actual gobierno de Cuba dice ser martiano y seguir las ideas de ese gran hombre llamado José Martí, que dio su vida por la causa de la independencia de Cuba. El gobierno castrense dice que Martí fue socialista y el no seguir esa ideología es traicionar a Martí y a Cuba. Los ejemplos que ellos dan son, que a raíz de la Muerte de Carlos Marx, Martí escribió un pequeño artículo hablando de su muerte, de un hombre que estaba a favor de los pobres y la clase obrera. Si embargo no dicen que Martí respaldaba la idea de defender los pobres y los trabajadores, pero no los métodos y las ideas que Marx predicaba, advirtiendo del error y espanto de la incitación a la lucha de clase. Hay que darse cuenta que el marxismo no era tan conocido y ningún país había sido gobernado por ellos en ese entonce. Otras de las cosas citadas fue que el líder comunista Julio Antonio Mella, declaro que al señor Carlos Baliño, uno de los tantos colaboradores de José Martí, que Martí le había confesado ser socialista. De esto no hay ninguna prueba física, pero si la hay de lo contrario. Ninguno de los más allegados colaboradores o amigos de Marti oyeron estas declaraciones o defensa del socialismo. También hablan de las críticas de Martí a los Estados Unidos por algunos de su expansionismo en el siglo XIX y la discriminación racial que había en el país. Para los comunistas el fin justifica los medios y no importan cuales sean ellos. La verdad sufre antes ellos y es que en Cuba se ha falsificado la historia, tanto la del país como la internacional. La mentira se usa constantemente por el actual régimen como medio de engañar y confundir al pueblo. El castrismo piensa que un pueblo que no conozca su historia o no sepa de donde viene, puede ser manipulado. El pueblo se convierte en rebaño y es dirigible a donde ellos quieran. Un pueblo sin pasado no tiene futuro. La verdad es que Martí nunca fue socialista, al contrario fue antisocialista y lo declaraba abiertamente. Es más que hablaba de su respaldo por el sistema de economía de mercado y la protección a la empresa y propiedad privada. Uno de los libros que mas influencio a Martí y que fue parte de su biblioteca privada, fue el del escocés John Rae llamado Contemporary Socialism (Socialismo Contemporáneo), el cual es totalmente antisocialista. En abril del 1884 Marti escribió un análisis de un artículo del ingles Herbert Spencer sobre el socialismo. En el artículo, llamado como el escrito por Spencer “Esa Futura Esclavitud”, Martí explicaba que ocurriría en un estado socialista, en esa futura esclavitud. Martí hablo contra el control del estado sobre la economía y sobre el pueblo, el cual perdería su soberanía. Martí dijo,”De ser siervo de si mismo, pasaría el hombre a ser siervo del estado. De ser esclavo de los capitalistas, como se llaman ahora, a ser esclavo de los funcionarios. Esclavo es todo aquel que trabaja para otro que tiene dominio sobre el y en ese sistema socialista dominaría la comunidad del hombre, que a la comunidad entregaría todo su trabajo”. También hablo mucho de los abusos que esta sociedad socialista traería a una nación. Por eso muchos comunistas detestaban a Martí, pero en silencio e inclusive casi ni lo mencionaban antes de 1959. Juan Marinello en 1935 escribió en el Repertorio Americano de Costa Rica, que Martí había sido un fracasado, abogado de los ricos y poderosos por lo que convenía dar de una vez la espalda a su doctrina. Los comunistas dicen que Martí creó un solo partido, no dos o tres. Eso les justifica en no permitir otro partido u oposición y así respaldar la actual dictadura socialista. En realidad Marti fue un amante de la verdadera democracia y era una de las cosas que el admiraba de los Estados Unidos, la cual quería llevar a Cuba. Quería una republica democrática que no se opusiese al multipartidismo. Fue amante de la prensa independiente y de la libre expresión del ciudadano. Fue enemigos de los caudillos pues decía que ellos tratarían de hacerse dictadores. Había visto los ejemplos de muchos países en America Latina después de sus independencias y no quería eso para Cuba. Ulises Larramendi Los Angeles California EEUU |
Última actualización el Jueves, 27 de Mayo de 2010 20:30 |
Las Damas de Blanco y el exilio cubano |
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Jueves, 27 de Mayo de 2010 15:51 |
Por HUBER MATOS ARALUCE
Cuando viajo a las llanuras costarricenses de Guanacaste y paso por el pueblo de Cañas me detengo a saludar a Ángela. Su educación y sus canas me recuerdan a las abuelas del Manzanillo de mi niñez. La parada siempre implicaba escuchar el escepticismo de su hijo Oscar sobre el futuro de Cuba. El nació en la isla, diez años después de la llegada de Fidel Castro al poder. En la penúltima visita y cuando disfrutaba de un café, Oscar salió del taller donde fabrica muebles de teca y me dijo: - “Matos, usted sabe que yo siempre soy muy franco”. Lo admito, el hijo de Ángela siempre dice lo que piensa. Me preparaba para otra andanada de pesimismo cuando me sorprendió: - “Yo no puedo seguir fabricando muebles, ver cómo luchan las Damas de Blanco y no hacer nada”. Su decisión no se quedó en palabras; con otro cubano más del mismo pueblo decidieron patrocinar la delegación de CID en Florida, Camagüey. Hace unos días llamó para decirme: - “Tenemos que hacer una manifestación en apoyo a las Damas de Blanco, y mi mujer se responsabiliza con el trabajo. Dime con quién hacemos contacto en San José”. La respuesta fue fácil: Oscar, ya no hay tiempo para organizarla, pero llama a Inés Revuelta y a Lola Barrientos. A ambas les sobra energía y patriotismo. El sábado 22, muy temprano en la mañana, llamé a Laura Pollán, la dirigente de las Damas de Blanco, para pedirle que nos hablara por teléfono desde La Habana cuando estuviéramos reunidos. - “Huber, dales las gracias a todos. Ese respaldo nos conmueve y nos ayuda. Ahora vamos a reunirnos con el Cardenal, llama al celular de Bertha y espero, haber terminado, o yo trato de salir un momento y con gusto lo haré”. - “Laura, ustedes han despertado al exilio de un largo sueño de frustración e inactividad, algún día la historia les dará el mérito que merecen”. Respondió con humildad y determinación. - “Huber, nuestra lucha es por nuestros presos y por la libertad de Cuba”. Unas horas después, Laura Pollán habló a los presentes en el evento. Todos, cubanos, costarricenses y venezolanos, quedaron muy impresionados con su mensaje. En el acto habló con Julián Osante, un respetado pionero del exilio en Costa Rica. También Inés Sánchez, la cubana más querida de los costarricenses. La venezolana María Fernanda Chacón apoyó la solidaridad entre cubanos y venezolanos y Mario Jacas, un compatriota de la nueva generación, cerró sus palabras con firmeza: “Por eso estamos aquí, reunidos alrededor de la estatua de León Cortés Castro, ex presidente de Costa Rica y benemérito de esta patria, para que el mundo sepa que la lucha por la libertad de Cuba es la lucha por su democracia, por un país como Costa Rica, a quien tanto queremos y tanto debemos, para que en la Cuba de mañana, después que termine la pesadilla castrista, también bajo su cielo azul, en nuestros campos y en nuestras ciudades, en las montañas y en las llanuras, en sus costas y en sus ríos, vivan siempre el trabajo y la paz”. Discretamente Oscar y su esposa Yuli recogieron los gladiolos, símbolo de las Damas de Blanco, caminaron hacia el consulado cubano y frente a él los dejaron. Era un claro mensaje: desistan de la represión. Ha llegado la hora de la democracia y la reconciliación.
San José, Costa Rica |
Última actualización el Jueves, 27 de Mayo de 2010 15:56 |
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Miércoles, 26 de Mayo de 2010 10:37 |
Por ALFREDO M. CEPERO
“Ver en calma un crimen es cometerlo”. José Martí
La noticia que ha acaparado los titulares internacionales en los últimos días ha sido el encuentro en La Habana entre Raúl Castro y Jaime Ortega, ostensiblemente con el objeto de mejorar las brutales condiciones en que el régimen comunista mantiene encarcelados a centenares de presos políticos cubanos. Estos dos sujetos—desprestigiados por su conducta inmoral y despreciados por la inmensa mayoría del pueblo cubano—unen fuerzas para preservar sus poderes y privilegios. Sin dudas se les podría aplicar la frase sarcástica de Napoleón de: “El vicio apoyándose en la maldad”, al contemplar a Talleyrand siendo ayudado a caminar por José Fouché. Raúl sabe que la revolución está muerta pero no se atreve a enterrarla sin permiso del ogro mayor. Jaime se apresura a ocupar el papel protagónico que tanto le agrada y se ofrece a realizar el milagro de una resurrección en la que solo creen las mentes obsesas por preservar el poder. El problema para ambos es que ni la revolución es Lázaro ni Jaime es el santo e iluminado rabino de Judea.
Aunque el espacio de un artículo nos obliga a la síntesis, consideramos de suma importancia pasar revista a las relaciones Iglesia-gobierno en estos cincuenta y un años de tiranía. Tan temprano como 1959 el régimen promulgó la llamada Ley 11 contra los estudiantes de planteles católicos. Pero la arremetida del apostata contra la iglesia en la que fue educado se produjo a raíz de la invasión de Girón en abril de 1961. En ese momento las iglesias fueron saqueadas, el Cardenal Manuel Arteaga se vio obligado a buscar asilo en la Embajada Argentina y centenares de sacerdotes y religiosos fueron vejados, encarcelados y hasta amenazados con el fusilamiento.
En septiembre de ese año, el venerable obispo Eduardo Boza Masvidal fue expulsado de Cuba junto a otros 131 sacerdotes con destino a España. Cuatro meses antes, el 25 de mayo, 110 Hermanos de la Salle habían sido despojados de los colegios que habían fundado en mas de medio siglo y expulsados con destino a Miami. Al día siguiente, en el curso de una misa en su honor celebrada en la Iglesia de Gesu, el sacerdote oficiante les dijo: “Hermanos, habéis sido perseguidos por los enemigos de Cristo, sois, pues los elegidos del Señor”. El saldo trágico y doloroso al concluir 1961 fue de 350 escuelas católicas expropiadas y 3,400 sacerdotes y monjas, en su mayoría cubanos, expulsados de nuestra patria.
En tiempos tan recientes como abril del 2007, las presiones del gobierno y la debilidad de la jerarquía católica condujeron al cierre de la Revista Vitral, una voz de orientación y esperanza dirigida con valentía y sabiduría por Dagoberto Valdés. En diciembre del mismo año la jauría castrista derribó a patadas las puertas de la Iglesia de Santa Teresita de Jesús en Santiago de Cuba para agredir salvajemente a 20 opositores que habían buscado refugio en el recinto religioso. Asimismo, en las últimas semanas hemos visto golpear y arrastrar a mujeres indefensas que armadas de gladiolos pedían libertad para sus familiares encarcelados.
Pero el hecho más repulsivo—según nos cuenta en su libro el Embajador Armando Valladares—fue el desalojo en diciembre de 1980 de los hermanos Ciprian, Ventura y Eugenio García Marín, quienes se habían refugiado en la Nunciatura del Vaticano en La Habana. Los tres fueron extraídos de la Nunciatura con engaño y fusilados no solo ante la indiferencia sino con la complicidad de un Vaticano que optaba por defender intereses materiales antes que proteger a sus ovejas más vulnerables.
Por su parte, la jerarquía católica cubana, definitivamente siguiendo instrucciones de la curia romana, optó no solo por poner la otra mejilla sino por hincarse de rodillas ante los diabólicos hermanos Castro. Así fue como durante la década de 1970 los miembros de la Juventud Católica Cubana fueron estimulados a participar en labores agrícolas del gobierno. Como en 1998, Juan Pablo Segundo hizo una visita a La Habana donde obtuvo mínimas concesiones por parte del régimen y el gran ganador fue el desprestigiado Fidel Castro. Como en Agosto del 2006, con motivo de la enfermedad del dinosaurio en jefe, la conferencia de Obispos Católicos de Cuba pedía oraciones para que “Dios acompañe en su enfermedad al Presidente Fidel Castro.”
Dentro de la misma bochornosa adulación, Monseñor Carlos Manuel de Céspedes, indigno descendiente del Padre de la Patria, manifestaba: “Para Fidel Castro, sus principios cristianos siempre han sido una inspiración en su lucha por la justicia social”. Y como para que no quede duda alguna de la mano de la Santa Sede en todo este tenebroso andamiaje, el Secretario de Estado del Vaticano, Tarsicio Bertone, visitó La Habana en febrero del 2008. El ostentoso Cardenal no se reunió con la oposición pero tuvo tiempo para comparecer ante una conferencia de prensa con Felipe Pérez Roque para pedir el levantamiento del “bloqueo”, palabra clave de la tiranía para referirse al embargo a Cuba.
Sin embargo, dentro de toda ignominia se levanta con frecuencia alguna voz redentora. En este caso, una especie de moderno Juan el Bautista que levantó su voz en el desierto de hipocresía y corrupción que ha predominado por años en ambos bandos del debate. Fue la voz del digno Arzobispo de Santiago de Cuba, Pedro Meurice, cuya palabra elocuente y valiente saludó al papa Juan Pablo Segundo durante su visita a Cuba en 1998. Y quién en el curso del Encuentro Nacional Eclesial Cubano, en 1985, mostró su frustración diciendo: “Nos consideraban una iglesia de mártires y ahora algunos dicen que somos una iglesia de traidores”.
Esa es la misma jerarquía católica que ahora responde solícita al llamado de urgencia de Raúl, neutraliza y desvirtúa la labor de la vibrante oposición interna, apuntala al régimen tambaleante y prolonga la agonía del pueblo de Cuba. Jaime está listo para el servicio y convoca una conferencia de prensa donde califica la reunión de “distinta y novedosa, en el sentido muy positivo” y agregó que se habló de resolver “viejos agravios”. ¡Qué descarado es este loro oportunista y parlanchín! ¿Se atrevería Jaime a pedirle a Margarita Marín, a Clara Abrahante o a Reina Tamayo que le perdonaran a Raúl los “agravios” de haberles asesinado a sus hijos los hermanos García Marín, Pedro Luís Boitel u Orlando Zapata?
No en balde la oposición interna desconfía de la sinceridad de Raúl, de la honradez de Jaime y de la eficacia de esta gestión. Con moderación pero con firmeza numerosos opositores han manifestado sus dudas. Laura Pollán me dijo ayer por teléfono: “Contemplo estas conversaciones con una dosis considerable de escepticismo y, como Santo Tomás, tendré que ver para creer”. Elizardo Sánchez declaró a un periodista del Miami Herald: “No oculto mi escepticismo ante las acciones de un gobierno que lleva décadas emitiendo falsas señales”. Pero, como era de esperar, la mas contundente declaración fue la Guillermo Fariñas, quién declaró al ABC de Madrid: “La Iglesia está siendo utilizada por el gobierno cubano”.
Pasada revista a nuestro pasado tenebroso y a un nuestro presente precario nos compete ahora prepararnos para el futuro. Un futuro de paz perdurable y prosperidad sostenida que solo será realidad en una Cuba donde predomine la justicia en la mas amplia acepción del vocablo. Una justicia que tiene que ser aplicada tanto a culpables por acción como Raúl Castro como a culpables por complicidad, o al menos por omisión, como Jaime Ortega. La Iglesia Cubana tiene que aceptar responsabilidades, purgar sus pecados y hacer reparaciones. Tal como hizo la Iglesia Polaca con los 39 sacerdotes que colaboraron con los cuerpos represivos del régimen comunista.
Para concluir, a quienes intenten rebatir mis argumentos impugnando mi integridad de carácter o la comodidad de mi exilio les voy a contestar por adelantado. Les digo que ese “perro” ya me mordió en 1959 cuando los opositores al nuevo régimen fueron amedrentados y amordazados con el argumento de que carecían de méritos revolucionarios ganados como “tira tiros” y “pone bombas”. Estoy convencido de que ese silencio forzado fue el caldo de cultivo que facilitó el crecimiento del cáncer castro-comunista. Y eso no puede repetirse jamás.
Por lo tanto, después de medio siglo de silencio cobarde y suicida los cubanos de todos los credos, de todos los géneros, de todos los colores y de todas las ubicaciones geográficas tenemos no solo el derecho sino el deber de opinar sobre nuestros asuntos nacionales. El derecho y el deber de exigirle cuentas a nuestros gobernantes y de sustituirlos cuando no respondan a nuestras necesidades y aspiraciones. El derecho y el deber de ser guardianes de nuestra soberanía nacional. Una soberanía que no pertenece a ninguna iglesia, a ninguna institución, a ningún partido, ni a ningún gobierno sino al pueblo de Cuba.
Miami, Florida, 5-26-10.
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Última actualización el Miércoles, 26 de Mayo de 2010 10:40 |
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Escrito por Fuente indicada en la materia
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Domingo, 23 de Mayo de 2010 13:20 |
Por JORGE HERNÁNDEZ FONSECA
No me está gustando ná el curso que están tomando lo’jacontecimientos. Si Ud. no manda a parar ahora lo que Raúl está queriendo hacer, máj’tarde ya no va a haber remedio. ¿De’onde sacó Raúl que debe mandar lo’jpresos enfermos pa’hospitales y lo’jotros reubicarlos cerca de sus lugares de residencia? ¿Ej’que acaso Raúl no sabe que esa gente e’jenemiga del aguerrido y sacrificado pueblo trabajador, obrero y campesino?
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Última actualización el Domingo, 23 de Mayo de 2010 14:35 |
Raúl Castro y el dilema de Gorbachov |
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Escrito por Fuente indicada en la materia
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Domingo, 23 de Mayo de 2010 14:58 |
Por CARLOS ALBERTO MONTANER
En la segunda mitad de la década de los ochenta, Raúl Castro ya sabía que el sistema comunista era tremendamente improductivo. La isla, pese al enorme subsidio soviético, se hundía progresivamente en la miseria. Entonces le dio por pensar que la clave del desastre económico cubano se debía a la pobre gerencia de la burocracia gubernamental, se volvió un defensor de la tecnocracia y creyó que arreglaría el sistema comunista con las herramientas del capitalismo. En consecuencia, mandó varias docenas de oficiales del Ejército a formarse en buenas instituciones educativas del mundo capitalista dedicadas a difundir estudios empresariales.
Cuando Gorbachov, por aquellos años, asumió la jefatura del Kremlin, Raúl se enamoró de los cambios iniciados por el soviético y completó su receta: una buena gerencia, unida a una profunda reforma del Estado, con especial énfasis en la descentralización, servirían para salvar el comunismo. Hizo traducir el libro Perestroika y lo repartió entre muchos de sus oficiales. El iba a rescatar el sistema y a resolver un enigma que lo dejaba perplejo: por qué unas sociedades con tanto capital humano --abundaban las personas bien educadas y saludables-- eran tan improductivas.
Raúl Castro, al fin y al cabo, tenía razones para sentirse optimista y confiado: bajo su dirección las Fuerzas Armadas cubanas se habían convertido en el noveno ejército del planeta y habían triunfado en Angola y Etiopía. Desde su perspectiva de ministro de Defensa (entonces ya llevaba un cuarto de siglo en el cargo), de la mano de Moscú aquella pobre islita, que generaba tan poca riqueza, se había transformado en una potencia militar de rango mundial. Quien había llevado a cabo esa proeza muy bien podía realizar la otra: desarrollar a Cuba en el terreno económico. Raúl no entendía que destruir un puente a cañonazos era infinitamente más fácil que construirlo.
Gorbachov padecía el mismo error de Raúl: era un apparatchik inteligente, experto en cuestiones agrícolas, y conocía las deficiencias del Estado comunista. Sabía lo que funcionaba mal y creía que podría corregirlo con una mezcla de reformas y gerencia sofisticada. Le molestaba escuchar que su enorme país, con más del doble del tamaño de Estados Unidos e ingentes riquezas naturales, era despectivamente calificado como ``Bangladesh con cohetes atómicos''.
Poco antes del derribo del Muro de Berlín en 1989 y de la disolución de la URSS en 1991, ya Gorbachov, no sin cierta melancolía, había descubierto su error fundamental: el sistema no era reformable. Sencillamente, el colectivismo estatista, dirigido y planificado por los burócratas del Partido, conducía al empobrecimiento creciente y no lo podían salvar los tecnócratas, aunque estuvieran muy bien intencionados. Si lo que se buscaba era desarrollo, competitividad y prosperidad para las masas, había que olvidar la utopía comunista e imitar a las naciones situadas a la cabeza del planeta.
Raúl Castro está hoy exactamente en el mismo punto en el que se encontraba Gorbachov a fines de los ochenta. La producción de azúcar ha caído a niveles de hace más de cien años y el país, en plena degradación material, ni siquiera puede alimentarse. ¿Por qué? Por seis razones que no puede resolver con el modo comunista de producción:
1. Sin una moneda fuerte que mantenga su valor y poder adquisitivo las transacciones económicas son como arar en el mar.
2. Sin propiedad privada, los individuos no conservan la riqueza material creada ni se esfuerzan en crear más. El ``bien público'' es una risueña fantasía. Sin empresa privada no hay desarrollo.
3. Sin un sistema de precios regidos por la oferta y la demanda es imposible asignar eficazmente los recursos disponibles. Los precios fijados por el mercado son el lenguaje con que espontáneamente se expresa la economía. Esto no es un caprichoso dogma ideológico sino una observación mil veces confirmada en el mundo real.
4. Sin libertad económica y sin reglas claras que faciliten la creación de empresas, obstaculicen la corrupción y premien el ahorro y la inversión local y extranjera, jamás se dará la generación de riquezas de forma sistemática.
5. Sin un ordenamiento jurídico y un poder judicial eficaz, equitativo e independiente que resuelva los inevitables conflictos, castigue a los culpables, proteja los derechos de las personas y dé seguridades, no es posible el sostenimiento de una sociedad próspera.
6. Sin transparencia y rendición de cuenta de los actos de gobierno, y sin funcionarios colocados bajo la autoridad de la ley, guiados por la meritocracia y legitimados en elecciones periódicas, tampoco se consigue alcanzar unas cotas decentes de desarrollo.
¿Está listo Raúl Castro para admitir estas amargas verdades o prefiere seguir poniendo parches inútiles que no evitan el hundimiento de la nave? En su momento, Raúl dijo que no lo habían ``elegido'' para enterrar a la Revolución, sino para mejorarla. A estas alturas ya sabe que eso es imposible. Es el mismo dilema que Gorbachov debió enfrentar: o renuncia al disparatado modelo comunista o se empeña en mantenerlo y destroza a Cuba aún más. Hasta ahora todo indica que Raúl prefiere morir en el error aunque les deje a los cubanos un país en ruinas. Eso se llama ensañamiento.
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Última actualización el Domingo, 23 de Mayo de 2010 15:00 |
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