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Artigos: Cuba
Padura: indolente, mirando para abajo PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Martes, 03 de Julio de 2012 13:55

Por Haroldo Dilla Alfonso.-

Casi no conozco personalmente a Leonardo Padura. Nuestro único contacto personal fue un saludo de iniciación en el antiguo Cuartel de Ballajá en el Viejo San Juan. Pero soy un lector regular de su obra, que siempre admiro. Toda ella anuncia a una persona trabajadora, talentosa, sencilla y sincera.

Son cualidades envidiables. Pero al parecer no son suficientes para decir cosas políticamente equilibradas, aunque confieso que esta es una cualidad difícil en nuestro escenario polarizado de políticas pasionales. Y Padura nos lo acaba de demostrar hace unas semanas con su artículo sobre el cardenal Ortega que ha sido publicado en dos de los órganos de prensa que el proyecto de la llamada “transición ordenada(mucho orden y muy poca transición) tiene a su disposición para la difusión de sus argumentos políticos: Espacio Laical y Progreso Semanal.

Huelga anotar que coincido con Padura en el reconocimiento del derecho que tiene la Iglesia a impulsar un proyecto político propio, en que hay datos positivos de su gestión social y política reciente y en el repudio a los ataques personales y difamatorios contra el Cardenal. Y si no abundo en ello, es porque ya expliqué mis puntos de vista al respecto en un artículo varias semanas atrás en este mismo diario, y probablemente a los mismos lectores que ahora leen esto. Por eso me detengo con más esmero en la parte en que creo que Padura se ha sumado a una línea argumental parcializada y trillada y donde se ha colocado por debajo de su propia leyenda intelectual.

Padura es unilateral en su juicio. Si somos absolutamente fieles a los hechos, habría que reconocer que el Cardenal no ha sido una víctima inocente del “fuego cruzado de los extremistas”, sino uno de los fusileros. No olvidemos que esta historia se inflama cuando el Cardenal hizo una “devaluación ofensiva” de las personas que ocuparon una iglesia en los umbrales de la visita de Ratzinger, y que lo hizo en un lugar tan céntrico como la Universidad de Harvard. Y aunque el siempre dinámico Orlando Márquez hizo todo lo posible por demostrar que no dijo lo que dijo, en realidad solo pudo confirmar que lo dijo. Y hasta el momento el Cardenal no se ha excusado, lo que en realidad hubiera sido algo superior. Y hubiera desinflado toda esta campaña en su contra.

Pero todo esto sería intrascendente —parte de ese pasado que ya está pasando, diría Lichi— si no fuera porque el propio Padura también se ha convertido en fusilero. Si leemos su texto, encontramos que todo lo que resulta fundamentalmente crítico (no de detalles críticos como se autoproclama el novelista, sino fundamentalmente crítico) queda encerrado en el mismo dilema binario que arropa a los detractores del Cardenal. Así, habla con insistencia de “extremistas de afuera y de adentro” alimentados de “odios enconados”, seres sumergidos en “la confrontación y el odio”, “ingratitud y posturas extremistas” que “solo sirven para exhibir protagonismos personales o, en el peor de los casos, para que nada cambie”.

Otra vez volvemos a lo mismo, a buenos y malos, a virtuosos y pecadores, a amorosos y odiosos. A toda la dicotomía maniquea que efectivamente nos llevará a ese futuro de “odio y resentimiento” que Padura quiere evitar ensalzando unilateralmente al Cardenal.

Otra cuestión que me parece muy poco edificante es la indolencia del escritor. Padura sabe escudriñar la realidad social, y por eso escribe cosas memorables. Y por eso sabe que, como decía Boff, todo punto de vista es la vista desde un punto.

Y el punto desde el que mira Padura a la realidad cubana es muy diferente al que disponen los “odiosos extremistas. Y por eso no es extraño que vea cosas diferentes. Padura es —con méritos sobrados— un miembro de la élite cultural cubana. No tengo nada en contra de esa élite, a la que yo, desde el modesto balcón de las ciencias sociales, pertenecí. Y esa élite se beneficia de una serie de derechos delegados —yo me beneficié— que los “ingratos” no tienen. No es culpa de la élite, sino del sistema, y de esa selectividad de la memoria que siempre retoza con el olvido y llega a relegar hasta “…los momentos que no pueden ser olvidados”. Y que creo que Padura, indolente, y mirando para abajo, llega a olvidar.

Recordemos algunas cosas para entender porqué hay tantos “odiosos y extremistas” y por qué los integrantes de la élite cultural no tienen necesidad de serlo. Así, en virtud del pacto castrante de la UNEAC con el PCC, ellos pueden viajar, salir y entrar de la Isla sin mayores dificultades, vivir un tiempo afuera si lo requirieran, y en ocasiones hacerlo con sus familias. Pueden hacer críticas lights que incluso pueden ser publicadas en Cuba. Pueden hacer dinero y gastarlo como mejor les convenga. Muchos de ellos están en la lista de los que pueden comprar un auto nuevo, y tienen acceso a Internet. Y para mayor regocijo algunos son comensales frecuentes de los espacios de “diálogo, reflexión, crítica y presencia social” que se han abierto desde la Iglesia. Y donde se conforma un nuevo bloque ideológico aliado de la apertura pro-mercado que implementan los militares.

A nivel mundial eso no es gran cosa. Son derechos que los cubanos emigrados gozan en sus respectivas patrias adoptivas sin necesidad de hacer ninguna concesión política. Pero en Cuba se trata de un estatus que muy pocos elegidos disfrutan. Y que por supuesto no disfrutan los “extremistas odiosos y enconados”.

Para los “extremistas” no hay espacios de debates, y cuando tratan de organizarlos los acosan y los meten presos. Las acusaciones vertidas contra el pasado Festival CLIC son un ejemplo. Muchos de ellos estuvieron en prisión por muchos años sencillamente por expresar sus ideas. Ahora se les detiene por horas, donde los amenazan, maltratan e intimidan. Es decir, no los encarcelan por años, sino varias veces en el año, lo cual algunos voceros del nuevo bloque ideológico aplauden como pasos hacia la liberalización.

Varios “extremistas han muerto en huelgas de hambre. Y otros son bloqueados y apabullados en sus casas por turbas organizadas por el Gobierno. A Reinaldo Escobar —un intelectual— lo arrastraron por la calle en uno de los hechos más perturbadores y miserables que yo haya visto. Se les acusa —a los “odiosos”— de agentes del imperialismo yanqui, pero muy pocos tienen a su haber acciones que denoten complicidad alguna con el Gobierno estadounidense. Y los hay, tan reprimidos como todos, que nunca han pisado la oficina gringa de intereses y se oponen al bloqueo/embargo.

En Cuba no existe el derecho al libre tránsito, por lo que varios “enconadoshan obtenido visas para asistir a eventos internacionales, y el Gobierno les niega el derecho a salir del país. Creo que Yoani Sánchez va por unas 22 negativas, por lo que solo le quedan 4 hojas disponibles y aún no ha pisado el aeropuerto. Y al economista Espinosa Chepe no solo le niegan la salida, sino que de paso el Presidente de la misma UNEAC que garantiza los derechos a la élite cultural, le tilda en público de mercenario. Solo les darían el permiso de salida si aceptaran una expatriación definitiva y la expropiación de sus derechos ciudadanos.

Y es conocido que si una persona emigrada adopta una posición crítica es muy probable que se le niegue el regreso, siquiera de visita, a su país. Conozco muchos casos de cubanos a los que se ha negado el permiso para despedirse de un familiar moribundo, y han tenido que velar en la lejanía los últimos momentos de padres y madres. O que solo ven a sus hijos crecer en fotos y videos, distanciados por una política gubernamental que usa a los familiares como rehenes. Y finalmente mueren solos —lejos de su gente y de sus lugares— en esto que para algunos es exilio, emigración para otros y destierro para todos. Querer que esta gente se estremezca de emoción ante “los intentos de comprensión” del Cardenal me parece demasiado ambicioso.

No critico a Padura por participar en el muy restringido proceso de “diálogo, reflexión, crítica y presencia social” que la Iglesia católica organiza en el país. Según veo es un proceso que atrae de todo, desde gente de primera hasta todo tipo de oportunistas. Y con seguridad Padura está en la primera categoría y solo le aconsejo que se aparte de los caminos trillados y lleve a esas concertaciones su mensaje avanzado sobre la vida que he tenido la oportunidad de leer y disfrutar.

Solo le pediría que no sea indolente.

Tal y como el mismo Padura definía indolencia en uno de sus excelentes ensayos: como “insensibilidad de un individuo hacia la suerte de los otros”, como “imposibilidad de sentir dolor por el destino de los demás”.

Tomado de CUBAENCUENTRO

 
FIDEL NO ES EL PRIMERO NI SERÁ EL ÚLTIMO PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Martes, 26 de Junio de 2012 18:54

Por el Comandante Huber Matos.-

La vida de Fidel Castro se resume a una lista de metidas de pata y golpes de suerte.  Mucha gente confundió su buena racha con su inteligencia. Por esa razón  llegaron a considerarlo un genio político.  Pero la sabiduría o la incompetencia de un gobernante se demuestra en como recibe una nación y como la deja.

Fidel Castro comenzó su carrera política con el asalto al Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953.   Antes de esta aventura nunca pudo llamar la atención de nadie.  En aquellos tiempos, en lugar de carisma, lo acompañaba fama de pequeño gánster.  Ni en la Universidad de la Habana donde estudió, ni en el partido Ortodoxo al que pertenecía le hacían ningún caso.

El asalto al Moncada fue un disparate en el que no había la menor posibilidad de triunfo.   El y Raúl salvaron la vida porque huyeron  mientras los compañeros que quedaron combatiendo la perdieron.  Fidel no cumplió su cómoda condena en prisión porque Batista lo favoreció con una amnistía.  El viaje desde México a Cuba en un yate  sobrecargado y el desembarco en una costa que no conocían fue un desastre como demuestran los hechos.

En más de una ocasión en la Sierra Maestra  los errores de Fidel nos pusieron al borde de derrotas que podrían haber tenido serias consecuencias.  Su falta de previsión no se reflejó solo en los combates, sino también en la logística, campo en el que se presentaban dificultades innecesarias  que los miembros del Ejército Rebelde superaron con idealismo.  Fidel era el jefe, pero todos sabíamos que su juicio no era siempre acertado.   Luchábamos contra una dictadura y por la democracia, eso era lo importante.

Una vez en el gobierno su ambición, su orgullo y su ignorancia se magnificaron.  Ya no era asunto de dirigir una guerrilla con todas las ventajas del terreno como era el caso en la Sierra Maestra.  Ha sido el pueblo cubano el que ha pagado el precio.  Su mayor error fue tomar el camino del comunismo.  Además de una estupidez fue una traición al pueblo cubano y a la revolución. En 1959 cualquier persona informada sabía que como consecuencia del  totalitarismo comunista millones de seres humanos habían perdido la vida y muchos más la libertad. En 1959 se conocía en detalle cómo en 1956 los húngaros habían luchado heroicamente contra el ejército soviético tratando de liberarse del comunismo.  En 1956 Nikita Khrushchev  denunció la perversidad y los crímenes de Stalin en el Congreso del Partido.  En varias ocasiones  le advertí a Fidel que por el camino del comunismo a Cuba la esperaba el fracaso.  Siempre repetía: yo no soy comunista.

Fidel Castro tenía su agenda escondida.  El no quería servir a Cuba  sino servirse de los cubanos para alcanzar sus delirios de grandeza en un enfrentamiento con los Estados Unidos. Era lógico pensar que en ese esquema el único que perdería seria el pueblo cubano.  No es el primero ni será el último en la historia. Adolfo Hitler se aprovechó de los alemanes y de Alemania, les hizo creer que eran una raza superior destinada a gobernar el mundo.  Llevó a su país a la ruina, causó millones de muertos y terminó suicidándose como un cobarde.  Benito Musolini fue otro demagogo delirante que convirtió a  Italia en ruinas y murió ejecutado.

En 1959 Cuba era uno de los países más progresistas de este continente.  Lo que había que hacer se podía hacer dentro de un marco de justicia social.  Nuestro país se habría convertido en uno de las naciones más avanzadas del mundo.  Quien lo puede dudar después de ver como prosperan los cubanos cuando llegan en desventaja a cualquier país.  Medio siglo después Cuba está en la ruinas.  La sabiduría de un gobernante se demuestra en su capacidad para sortear las dificultades de un pueblo, dirigir constructivamente la energía y el entusiasmo colectivo e incluso en el peor de los casos, ante una guerra inevitable contra un enemigo exterior, unir a la población y pedirle el sacrificio sin exponerla a riesgos innecesarios. Fidel provocó un conflicto que tenía que evitarse y en su afán de gloria hundió a Cuba en la desgracia.

La Nueva República, junio 26 de 2012

Última actualización el Lunes, 02 de Julio de 2012 09:34
 
El machismo de los esbirros PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Martes, 03 de Julio de 2012 10:13

Por Pedro Corzo.-

Los funcionarios policiales cubanos tienen una aversión particular contra las mujeres que se les enfrentan. Ese sentimiento parte del mismo Fidel Castro. Su esposa fue por muchos años una no persona que solo después que empezó el eclipse del déspotamayor, se hizo semipública su existencia.

La mujer cubana siempre ha dicho presente en las crisis de la nación, pero en esta etapa de nuestra historia su protagonismo en la lucha hace palidecer al de los hombres. Todos los que tienen conocimiento de la realidad de las prisiones cubanas, están conscientes que en las cárceles de mujeres la crueldad es extrema y los abusos indescriptibles. Golpes, aislamientos, suspensiones de visitas, vejaciones y amenazas constantes. Cary Roque, Isabel Tejera, Nelly Rojas, Olga Morgan y Maritza Lugo, por solo mencionar unas pocas, pueden dar testimonios de la vesania de los sicarios que las custodiaban. Ningún otro país de América ha tenido tantas mujeres en prisión que hayan cumplido tantos años tras las rejas por motivos políticos, como ha ocurrido bajo el castrismo en Cuba.

En pleno siglo XXI y a 53 años de dictadura, en la isla se siguen violando los derechos humanos de forma sistemática y permanente y el régimen recurre con frecuencia a la violencia contra mujeres pacíficas, que solo reclaman el respeto a sus derechos y la excarcelación de los prisioneros políticos. El machismo de esos hombres sin escrúpulos se está manifestando a plenitud. Son numerosas las declaraciones de mujeres de la oposición en las que describen groseras insinuaciones, aproximaciones indebidas y hasta propuestas y amenazas que avergüenzan a cualquier persona digna.

Las golpizas a las Damas de Blanco y los acosos a que son sometidas deberían avergonzar al régimen y sus partidarios. Las golpizas a Laura Pollán y a la madre del mártir Orlando Zapata Tamayo, Reina Loina Tamayo, pueden llenar una antología del abuso. La oscura muerte de Laura Pollán es otro hecho que incrimina a la dictadura.

Estas mujeres van a la Iglesia a pesar de las amenazas y los abusos que padecen. En ocasiones entran a escondidas, burlando la vigilancia, como si fuera un delito orar al Dios que han elegido. Son detenidas y ultrajadas. Sus casas sitiadas. Amenazadas por sicarios.

En las últimas semanas se han presentado casos como el de Iris Pérez Aguilera, dirigente del Movimiento Femenino por los Derechos Civiles Rosa Park. Aguilera acusó a Yunier Monteagudo, uno de los policías que la arrestó después de una protesta, de intentar despojarla a la fuerza de su ropa y de intento de agresión sexual.

La situación de la activista de derechos humanos y Dama de Blanco Niurka Luque Álvarez, presa sin cargos en una celda de castigo en Manto Negro, es complicada. Sufre de abusos sicológicos y el oficial conocido como Israel la agredió físicamente.

Los golpes y maltratos sufridos por Leticia Ramos Herrería, Sonia Garro y la violencia extrema usada contra la activista Belkis Cantillo son acciones criminales que no pueden excluirse de este apretado recuento. Pero sin duda alguna la situación más penosa y que más denigra a la policía política cubana y a todos los cuerpos de seguridad de la isla, fue la que determinó que la señora Damaris Moya Portieles hiciera una huelga de hambre por la seguridad de su hija. Moya Portieles exigía al Ministerio de Educación y al de Interior que garantizaran en un compromiso público y escrito la seguridad e integridad física de su hija durante el tiempo que esté en la escuela. Moya teme por la seguridad de su hija de solo cinco años de edad, Lázara Contrera Moya, porque el oficial Eric Francis Aquino Yera le dijo que la pequeña podía ser violada.

Grupos pro derechos humanos en Cuba y en el extranjero iniciaron una campaña de solidaridad con la activista Damaris Moya Portieles. En consecuencia, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, entidad de la OEA, emitió medidas cautelares de protección a favor de la huelguista y de su hija.

La realidad cubana es angustiosa para todos sus ciudadanos pero la situación de la mujer es aún más peligrosa, porque como madre, hija y esposa, puede perderlo todo, incluso la vida, cuando se dispone a enfrentar el totalitarismo.

Periodista de Radio Martí.


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Última actualización el Martes, 03 de Julio de 2012 11:48
 
Paraguay y Fernando Lugo PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Domingo, 01 de Julio de 2012 11:24

Por Carlos Alberto Montaner.-

Lo probable es que la destitución del ex presidente paraguayo Fernando Lugo sea irreversible. El chavismo carece de razones y fuerza para reponerlo en el poder. Los cinco mandatarios del Alba podrán desgañitarse gritando y amenazando, incluso acompañados por Mercosur y algún otro engendro diplomático, pero es muy difícil que esas protestas tengan éxito. Es sólo pataleo.

No hay duda de que la letra de la Constitución paraguaya de 1992 legitima y ampara lo sucedido. Tampoco de que el juicio fue demasiado expedito, pero la ley no establece el tiempo que debe durar el pleito. El artículo 225 dice, simplemente, que las dos terceras partes del Congreso pueden pedir el enjuiciamiento político del Presidente, y las dos terceras parte del Senado, tras escuchar los alegatos en pro y en contra, tienen la potestad de expulsarlo del poder por gobernar indebidamente.

¿Por qué, si el asunto es tan claro, algunos gobernantes demócratas, como el colombiano Juan Manuel Santos y el chileno Sebastián Piñera, reaccionaron con cierta sorprendente vehemencia contra una decisión soberana del Senado paraguayo, perfectamente ajustada a Derecho?

Hay tres razones.

La primera, es que a los presidentes les pone muy nerviosos que se expulse del poder a un colega, ya sea por las buenas o por las malas. Existe el muy humano temor al contagio. Hablar de impeachment a cualquier presidente es mencionar la soga en casa del ahorcado.

La segunda, es que Fernando Lugo es una persona agradable y amistosa con quien se reunían frecuentemente en cumbres o visitas bilaterales. En esos encuentros se crean vínculos afectivos que trascienden los lazos oficiales. No estaban respaldando al presidente extranjero víctima de una arbitrariedad, sino al amiguete en desgracia. Dentro de los valores de la cultura iberoamericana la lealtad personal tiene tanto peso como los argumentos jurídicos.

La tercera razón es la consecuencia de la intimidación mediática del chavismo. La capacidad de la izquierda carnívora para desacreditar a sus adversarios es temible. Ningún político quiere ser acusado de “fascista o golpista al servicio del Imperio”. Es mucho más seguro posar de “progre”.

Al chavismo todavía le quedaba la “carta brasilera” para tratar de desestabilizar al nuevo gobierno paraguayo del Dr. Federico Franco –un joven y prestigioso médico vinculado al viejo partido de los liberales–, pero parece que la presidente Dilma Rousseff no se dejará arrastrar en esa peligrosa dirección y limitará sus quejas al ámbito retórico.

Es natural. Los brasileros hace unos años vivieron algo parecido cuando expulsaron del poder al presidente Collor de Mello. Por otra parte, Brasil y Paraguay comparten intereses comunes en la enorme central hidroeléctrica de Itaipú –una de las mayores usinas del planeta–, mientras hay un grupo importante de inversionistas brasileros instalados en el país vecino. Carece de sentido poner en riesgo esos valiosos vínculos por defender una causa injusta y, sobre todo, perdida.

¿Cómo juzgará la historia al ex presidente Fernando Lugo? A mi juicio, de manera benévola. Pese a su simpatía por los disparates de la Teología de la Liberación, no fue un gobernante extremista, ni afilió a su país al coro delirante del chavismo, ni nadie lo ha acusado con pruebas de actos de corrupción. Además, abandonó el poder pidiendo hidalgamente que no se le apliquen sanciones económicas a su país porque eso afectaría a los paraguayos más pobres. Eso lo honra.

Si Lugo es culpable de algo, no obstante, es de una absoluta falta de instinto político. Es inconcebible que un mandatario cuya popularidad apenas rozaba el 30%, sabedor de que ninguno de los grandes partidos del país lo respaldaba, no hubiera cuidado al aliado que lo llevó al poder, el Partido Liberal Radical Auténtico. Lugo se enemistó con todos, y todos, en su momento, le pasaron la cuenta. No entendió que gobernar en democracia es negociar y forjar consensos. Le faltó cintura política.

Le sobró, en cambio, la otra cintura. Sus mayores faltas pertenecen al ámbito privado, no por haber violado el voto de castidad –una extraña limitación genital que sólo le afectaba a él y escandalizaba a sus correligionarios–, sino por la censurable conducta de no haberle hecho frente responsablemente a un par de casos en los que sus amoríos tuvieron consecuencias. Eso no se hace, especialmente en un país en el que los hogares monoparentales son sinónimo de pobreza. Es algo muy feo.

Periodista y escritor. Su último libro es La novela La mujer del coronel.

www.firmaspress.com


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Última actualización el Domingo, 01 de Julio de 2012 11:26
 
Cómo, por qué y para qué se destituye a un presidente PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Sábado, 30 de Junio de 2012 10:36

Por Carlos Espinosa Domínguez.-

Debido a lo que Mario Vargas Llosa denomina las extrañas geografías del azar, me tocó estar en Asunción del 11 al 23 de este mes. Era un viaje planificado desde hacía varias semanas, y su propósito era recopilar material para un libro sobre el teatro de ese país sudamericano. Nunca me pasó por la mente que durante esa estancia allí iba a ser testigo de unos hechos a los cuales la prensa internacional ha dedicado amplio espacio, y que concluyeron con la destitución de Fernando Lugo, hasta entonces presidente del Paraguay.

De ese modo, se ha puesto fin al mandato presidencial de Fernando Lugo (1951), obtenido a través de las elecciones del 20 de abril de 2008. A diferencia de los otros candidatos, él carecía de experiencia en la política. Había realizado estudios en la Universidad Católica de Asunción, así como en la famosa Universidad Gregoriana, de Roma. Su labor como misionero y obispo, primero en Ecuador y luego en el interior del Paraguay, lo llevaron a acercarse a la Teología de la Liberación, y también a apoyar los reclamos sociales de los campesinos sin tierra. “Lo mío es la opción pastoral por los pobres”, declaró.

Decidió entonces cambiar el púlpito por la tribuna. En el año 2006, el Vaticano aceptó su solicitud de abandonar su condición religiosa y lo suspendió ad divinis para que se dedicara a la política. En 2007 integró la Alianza Patriótica para el Cambio, una coalición que agrupaba a nueve partidos opositores. Estos representaban un amplio espectro ideológico, que iba desde la extrema izquierda al Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), el segundo más importante del país. Los unía el objetivo de cambiar un paisaje político que había permanecido inmutable, tras sesenta y un años en el poder del Partido Colorado, unas veces gracias a los votos y otras a las botas militares.

Fue gracias a esa suma de fuerzas como Lugo logró llegar a la presencia. De los 766.502 votos alcanzados, el PLRA aportó 507 mil, es decir, el 66 %. Los sectores pertenecientes a la izquierda apenas consiguieron 200 mil (cito datos de la Junta Electoral). Por otro lado, la coalición demostró desde el principio que no era operativa ni funcionaba como tal, lo cual se tradujo en la práctica en un gobierno en disputa. Lugo pasó a ignorar en la toma de decisiones a sus aliados del PLRA, sin los cuales no habría triunfado. Así, nada más designar a su gabinete, defraudó las expectativas de los liberales al nombrar ministro de Hacienda a Dionisio Borda, quien había ocupado ese cargo durante los primeros tiempos del anterior gobierno colorado. Poco a poco, Lugo fue perdiendo apoyos: en 2011, el Partido Democrático Progresista, que le dio 38 mil votos, le retiró su respaldo. En junio del 2010, el Partido Comunista hizo lo mismo. Al final, solo se mantuvieron con él el Partido País Solidario, Encuentro Nacional, P-MAS, Movimiento Tetá Pyahu, Unidad Popular, Tekojoja y Movimiento Resistencia Popular, que en total suman 179.300 votos.

En los casi cuatro años que duró, el gobierno de Lugo se apuntó varios logros, sobre todo en el plano social. Implantó un sistema de salud que dio a una parte de la población acceso gratuito a cirugías, cuidados intensivos y otras asistencias en los hospitales públicos. Concedió subsidios a más de 20 mil familias en extrema pobreza. Llevó desayuno y almuerzo gratuitos a las escuelas públicas. Asimismo acometió la reforma de la cúpula militar. Dio inicio además a una cultura política desconocida en Paraguay, que hasta entonces solo había conocido oligarquías y era una finca al servicio de los colorados. Nadie puede negar que Lugo puso en el mapa continental a un país que, desde la autocracia aislacionista de Gaspar Rodríguez de Francia, había estado encerrado en sus fronteras y al que Augusto Roa Bastos definió como una isla rodeada de tierra.

Al asumir el cargo en agosto de 2008, Lugo declaró que el primer eje de su programa era la reforma agraria integral. En un país en el cual el 2 % de sus 6,4 millones de habitantes es propietario del 80 % de las tierras fértiles, la redistribución de la riqueza era una tarea prioritaria. Para marzo de 2009, su gobierno había recuperado 100 mil hectáreas de tierras mal habidas. Asimismo redujo la conflictividad en el campo, y en contraste con los cerca de mil desalojos ocurridos durante el gobierno anterior, en el de Lugo solo se produjeron 17. Pero nunca llegó a realizar la reforma agraria prometida.

Tampoco era posible que pudiera llevarla a cabo. Ante todo, la reforma agraria se ve entorpecida por las limitaciones impuestas por la constitución, que no grava las tierras improductivas (en Paraguay las grandes extensiones de tierra no pertenecen a latifundistas, sino a especuladores). Habría sido necesario modificar la constitución, lo cual, a su vez, debería ser aprobado por el Parlamento. Tal propuesta nunca habría progresado, a causa de la minoría en la cual Lugo gobernó. A eso hay que sumar la enorme irregularidad en la tenencia de la tierra. En el país ni siquiera existe un catastro de esta. Hace unos años, el Banco Mundial otorgó un préstamo de 40 millones de dólares para que se hiciera el censo estadístico, pero hasta ahora no se ha realizado más que un 15 %.

Errores que le fueron restando credibilidad

Como presidente, Lugo no tenía el poder real para actuar, lo cual le impidió dar respuestas eficaces a las demandas sociales. Pero a su vez, él cometió errores que fueron restándole credibilidad. Ante todo, no fue capaz de reunir apoyos suficientes para consolidarse. No cohesionó en torno suyo a la izquierda, ni formó un partido que respaldase su proyecto de cambio. Su falta de experiencia política se puso de manifiesto hasta el final de su mandato. Tras los sucesos ocurridos el viernes 15 de junio, en los que murieron 17 personas, tomó una errática medida que provocó la ira tanto de liberales como de militantes de izquierda. Destituyó al hasta entonces ministro del Interior y en su lugar nombró al colorado Rubén Candia Amarilla, conocido por su línea represiva contra los campesinos y responsable de numerosas violaciones de derechos humanos durante la etapa en que fue Fiscal General del Estado.

Por otro lado, para Lugo desde el principio de su mandato presidencial debió ser evidente que se había ganado unos enemigos muy poderosos. Los colorados no le iban a perdonar que por primera vez los hubiera desbancado del poder, cambiando así un paisaje político que había permanecido inalterable por más de seis décadas y sacudiendo los cimientos de un sistema que parecía inamovible. Durante la campaña electoral de 2008 aparecieron carteles que presentaban a Lugo como la bestia que llevaría al Paraguay al infierno. Asimismo recibió amenazas de muerte, y el día en que acudió a votar a su colegio electoral se produjo un confuso incidente: un adolescente trató de agredirlo con un cuchillo, pero fue reducido por la policía.

A partir de su triunfo en las urnas, sus adversarios hicieron todo lo posible por derrocarlo. Entre los papeles sacados a la luz por Wikileaks, hay un informe de la embajada de Estados Unidos en Asunción en el cual se advierte del peligro de un golpe de Estado a Lugo, tras el cual se hallaba el presidente saliente, el colorado Nicanor Duarte Frutos. El objetivo principal de los sectores nostálgicos del viejo orden era eliminar a un gobernante incómodo y legitimado por los votos, que pasó a cuestionar sus intereses. Lo sorprendente, pues, no es que finalmente lo hayan destituido, sino que haya conseguido mantenerse en el poder durante todo ese tiempo.

Los trágicos y hasta ahora confusos hechos que tuvieron lugar en Curuguaty el 15 de junio, fueron utilizados de modo oportunista por los senadores para promover un juicio político contra Lugo. Los liberales no dudaron en aliarse con sus eternos rivales, los colorados, y el jueves 21 fue aprobada la acusación, con 76 votos a favor y uno en contra. Conviene decir que antes hubo una veintena de intentos de enjuiciar al presidente, pero fracasaron por no alcanzar los votos requeridos.

Lo primero que llamó la atención fue la premura con que se determinó realizar la sesión extraordinaria de la Honorable Cámara de Senadores. A Lugo solo le dieron 32 horas para preparar su defensa. Al día siguiente, a las 12 del día, tendría lugar la exposición, que no podía durar más de dos horas. Me parece pertinente apuntar que en 1999 al entonces mandatario Raúl Cubas Grau se le dieron 5 días para someterse a un juicio similar. Entre otros graves cargos, se le acusaba de haber provocado la crisis política que desembocó en el Marzo Paraguayo, durante el cual fueron asesinados el vicepresidente, Luis María Argaña, así como ocho jóvenes. Antes del juicio, Cubas Grau presentó la renuncia, adquirió fueros de parlamentario y pidió asilo político al Brasil, país donde se refugió.

En su editorial del viernes 21, el diario 5 días expresó: “El hecho de que la decisión de enjuiciar al Presidente Lugo se haya tomado por 75 votos a 1 no es suficiente. Se debe preparar el libelo acusatorio con toda la prolijidad que merece. El hecho de que se trate de un juicio esencialmente político no releva a la cámara y a los fiscales acusadores de la obligación de fundamentar jurídicamente los hechos por los que se lo imputa a Lugo y por los que se busca probar fehacientemente que es posible la remoción del cargo de mayor responsabilidad en la república. Por otra parte, el Congreso debe otorgar al imputado todas las garantías a las que tiene derecho, a fin de que, cualquiera que sea el resultado del enjuiciamiento, el mismo no sea sospechado de vicios o irregularidades por los que sea atacable”. Como es obvio, este segundo punto no se respetó. Y en cuanto al primero, tampoco.

En su artículo 225, la constitución del Paraguay contempla la posibilidad de someter a un juicio político al primer mandatario. Los términos, sin embargo, no son suficientemente claros respecto a qué razones pueden llevar a ello. Como comentaron Íñigo Errejón y Alfredo Serrano en un artículo publicado por el diario argentino Página 12, eso ha permitido la maniobra llevada a cabo contra Lugo, puesto que la constitución no explicita ni reglamenta cómo proceder. Asimismo en ese documento, aprobada en 1991 bajo un gobierno colorado, no figura por ningún lado que ese juicio se pueda hacer por apetencias políticas y mezquindades humanas.

Las razones por las cuales se enjuició a Lugo fueron recogidas en un libelo acusatorio que consta de cinco puntos. Durante la sesión de la Cámara celebrada el jueves 21 se pudieron escuchar otros argumentos adicionales. Por ejemplo, el diputado Carlos Liseras, del Partido Colorado, culpó al Presidente por la “creciente inseguridad ciudadana”, y afirmó que bajo su gobierno “personas disfrazadas de payasos robaron en cumpleaños”. Habrá quien al leer esto piense que se trataba de una broma. Yo lo vi por la tele y puedo poner la mano sobre la biblia y asegurar que, más allá de su gilipollez, el susodicho lo expresó con el convencimiento de que estaba aportando algo de mucho peso.

Primó la decisión política

La propia prensa paraguaya tuvo que admitir la falta de consistencia del libelo acusatorio. El diario ABC Color, que se muestra francamente a favor de la destitución de Lugo, lo calificó de “endeble y con errores de redacción”. Para Última Hora, el documento “evidencia en su redacción y sus acusaciones que fue elaborado sin mucho análisis y sobre la hora, que da como resultado un documento débil y sin muchos argumentos”. Asimismo expresa que “plantea situaciones que no poseen fuerza suficiente para argumentar el enjuiciamiento del primer mandatario”. Por su parte, 5 días comentó que en la causa contra Lugo “la decisión política prima y los votos están a la vista”.

El primer punto en que se fundamenta la acusación se refiere a un hecho que data de 2009. De acuerdo al documento, Lugo autorizó el Congreso de Jóvenes Socialistas del P-MAS, celebrado en el Comando de Ingeniería de las Fuerzas Armadas. Durante el acto se pronunciaron discursos en los que se instigaba a la lucha de clases. Participaron varios importantes funcionarios del gobierno, y según se expresa Lugo reconoció que el evento fue financiado por instituciones del Estado.

En el segundo punto se culpa al Gobierno por su conducta cómplice en las invasiones de tierras en la zona de Ñacunday, acaecidas a mediados del año pasado. De acuerdo a lo que se dice en el libelo, Lugo “ha sometido las fuerzas militares a los denominados carperos, quienes han realizado todo tipo de abusos, agresiones y atracos a la propiedad privada, a la vista de las fuerzas públicas, quienes no actuaron por la indisimulada complicidad del Presidente de la República”. Tras ese conflicto que la prensa conservadora y los grupos oligárquicos y empresariales presentaron como guerra civil y terrorismo de Estado, en realidad hay un problema de fondo: el saqueo de tierras públicas que en la etapa de la dictadura de Stroessner fueron rematadas por sumas irrisorias, con la complicidad del poder judicial.

De acuerdo al libelo acusatorio, Lugo ha sido incapaz de desarrollar una política y unos programas que disminuyan la creciente inseguridad ciudadana. Se habla de “la falta de voluntad del Gobierno para combatir al Ejército del Pueblo Paraguayo, que se ha convertido en el azote de los ciudadanos de los departamentos de Concepción y San Pedro”. Asimismo se señalan los vínculos que Lugo “siempre ha mantenido con grupos de secuestradores, que anteriormente se vinculaban al movimiento-partido Patria Libre y cuya ala militar hoy se denomina Ejército del Pueblo Paraguayo”.

El cuarto punto alude al protocolo de Ushuaia II, suscrito en diciembre de 2011 por los países miembros de Mercosur. Según el libelo, el mismo constituye UN ATENTADO CONTRA LA SOBERANÍA de la república del Paraguay” (mantengo las mayúsculas del documento original), que Lugo firmó “con el avieso propósito de obtener un supuesto respaldo en su descarada marcha contra la institucionalidad y el proceso democrático de la república”. Como allí se expresa, el Protocolo “ya ha motivado un pronunciamiento de la Comisión Permanente del Congreso Nacional, destacándose la falta de transparencia en el procedimiento que dio lugar a la firma del documento”. Es oportuno aclarar que el Protocolo necesita ser refrendado por el Congreso, por lo que su contenido no puede ser aplicado por el Gobierno hasta que cumpla ese proceso reglamentario.

Un vergonzoso libelo acusatorio

Por último, se señala la responsabilidad política y penal del gobierno de Lugo en los trágicos sucesos ocurridos en Curuguaty, que costaron la vida a 6 policías y 11 campesinos. Acerca de esos hechos, se dice que “todas las evidencias, que son públicas, nos demuestran que los acontecimientos de la semana pasada no fueron fruto de una circunstancia derivada de un descontento ocasional, por el contrario, fue un acto premeditado, donde se emboscó a las fuerzas del orden público, gracias a la actitud cómplice del Presidente de la República”. El libelo incluye después un acápite de Pruebas que sustentan la acusación, donde se expresa: “Todas las causales mencionadas más arriba, son de pública notoriedad, motivo por el cual no necesitan ser probadas, conforme a nuestro ordenamiento jurídico vigente”.

En realidad, esas evidencias públicas a las cuales se hace referencia no demuestran nada, por la sencilla razón de que los hechos no han sido investigados. ¿Qué investigación se puede hacer cuando los jueces ordenaron a los familiares de las víctimas que las enterraran de inmediato? ¿Cuando no se respetó el lugar del crimen, que quedó así contaminado a causa de la presencia de pobladores y periodistas? ¿Cuando incluso un cacique político de la zona, liberal para más señas, se llevó como trofeo la escopeta que estaba junto a uno de los muertos? Eso por no hablar de las posiciones absurdas de algunos cuerpos, de la ausencia de sangre alrededor de donde se hallaban, indicios evidentes de que se trataba de escenas montadas. Esas y otras irregularidades aparecen en un documental realizado por el Canal 13, que se puede ver a través de este enlace: http://www.paraguay.com/nacionales/curuguaty-la-version-no-oficial-de-la-matanza-83653. Hace un par de días el nuevo gobierno anunció que lo ocurrido en Curuguaty se iba a investigar. ¡A buena hora, mangas verdes! Quienes se encarguen de esa labor van a necesitar toda la suerte del mundo, dado que a estas alturas muchas de las evidencias ya no existen o no son confiables.

Algunos de los policías heridos declararon al senador Miguel Carrizosa que fueron emboscados por personas disfrazadas de campesinos, bien entrenadas militarmente y que disparaban a matar. Como me confirmaron algunos periodistas, se trata de un hecho inusual, pues es la primera vez que los campesinos son quienes empiezan a disparar a las fuerzas del orden. En el libelo acusatorio se expresa que el ataque a los policías fue un “acto premeditado, producto de un plan debidamente concebido”. En efecto, son varias las evidencias que apuntan a ello. Pero no prueban que tras ello esté la mano negra del gobierno de Lugo. Además, ¿en qué medida se iba a beneficiar de ese incidente? ¿Acaso no fue el hecho que tuvo más peso para que se pudiera llevar adelante el juicio político que lo destituyó? Cabe apuntar asimismo que en los últimos doce años en Paraguay no se habían registrado ocupaciones violentas de tierra. ¿Por qué entonces esta se vino a producir justamente ahora, en una coyuntura política tan oportuna para enjuiciar a Lugo? Son, en fin, interrogantes que por lo menos vale la pena formular.

El día antes del juicio, el senador liberal Luis Alberto Wagner declaró al diario ABC Color que el libelo acusatorio parecía “un discurso copiado de La Voz del Coloradismo”, aludiendo a un programa radial que se transmitía en cadena a las 7 de la tarde durante la dictadura de Stroessner. Quien revise ese documento, se dará cuenta de que constituye una vergüenza jurídica, pues no incluye una sola prueba que avale las acusaciones. Para poner un ejemplo, se habla del creciente aumento de la inseguridad ciudadana, pero ¿cuáles son las cifras que lo demuestran? Con la tranquilidad más absoluta, los redactores se limitan a decir que se trata de hechos de pública notoriedad y, por tanto, no necesitan ser probados. Algo que carece de la más mínima validez legal.

Se emplea además una retórica que, en ocasiones, apela a términos apocalípticos: “un conflicto social de dimensiones impredecibles”, “generar un verdadero estado de pánico en toda esa región”, operativos que “han tenido como único resultado el total fracaso”, “nunca en la historia de este país, la Policía Nacional ha tenido tantas víctimas cobardemente asesinadas”, conducta que “ya ha costado decenas de vidas de compatriotas que han caído víctimas de la inseguridad que él mismo se ha encargado y esforzado de generar”.

Desde el derrocamiento de la dictadura de Alfredo Stroessner en 1989, Paraguay ha vivido una transición que dista mucho de ser fácil y pacífica. En buena medida, eso se debe la existencia de un sistema oligárquico que no ha sido desmontado, y que se opone a cualquier cambio. La destitución de Fernando Lugo representa un grave golpe a la aún débil tradición democrática del país, pues instaura la cultura de la arbitrariedad. A partir de unos principios constitucionales accesorios y amparados relativamente en la legalidad, se ha establecido el precedente de que en nombre de la política todo es posible, hasta derribar a un presidente que llegó a su cargo mediante la voluntad expresada en las urnas. Con lo ocurrido el 23 de junio, los partidos tradicionales no hacen sino acrecentar su alejamiento del pueblo paraguayo, que es en definitiva el gran perjudicado de lo que era un mero trámite para consumar lo que desde hace tiempo estaba decidido.

 
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