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Artigos: Cuba
UN INFAUSTO ANIVERSARIO MAS PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Martes, 31 de Diciembre de 2013 11:08

Por Robert Solera.-


No vale la pena conmemorar un año más en la casi eterna
tiranía que desgobierna en Cuba. Es como llorar por lo perdido y por lo que un
hostil mundo comprometido en su salvación hace para eternizar el martirio
cubano. Los cómplices no ven que trensan soga para sus pescuezos o ¿si lo saben?
y no obstante en su hilar y deshilar avanzan hacia el precipicio en sus propios
países.
Incluso EEUU enfrascado en una lucha sorda –unos en pro de
la democracia y otros en tratar de minarla-- en la creencia que el socialismo,
al estilo europeo es la solución a problemas que no son en realidad tan
apremiantes. No ven o no quieren ver que la solución no es repartir lo que
algunos tienen –-según ellos en demasía—y si en el aumento de la riqueza
producida con un trabajo honrado bien remunerado que a la larga produce riqueza
general para todos en la sociedad que los produce.
Esos cantos de sirena adormecieron a los cubanos –incluido el
que escribe—y tratando de arreglar lo que no estaba roto, dimos paso a algo que
los 55 años en el poder de los ‘camaradas’ nos han convencido que salimos de
Guatemala para meternos en Guatepeor.
Sólo un pueblo cegado por la ilusión pudo cambiar la imperfecta
Cuba por otra nación que se ha convertido en la limosnera mundial, buscando que
el propio ‘enemigo’ EEUU le saque las castañas del fuego mientras públicamente
lo maldice, critica e insulta aunque en privado añora que la dependencia de años
idos vuelva, corregida y aumentada. 
Los problemas de Cuba, Raúl Castro los quiere discutir con
el ‘enemigo’ cuando debiera pensar que sus problemas son locales y que con
quien tiene que discutirlos es con los cubanos, exiliados o no.
Pero el tan cacareado Platismo ha hecho irrupcion en las
altas esferas de la Nomenclatura cubana y sin admitirlo regresan a la antigua
dependencia,
primero de EEUU, luego de la difunta URSS, luego de Venezuela y en circulo en redondo
regresa 55 años después a una casi dependencia absoluta de los Americanos a la
vez que le vende ‘el cuarto y los muebles’ a toda nación que diga quiere
invertir en Cuba. Sea Brasil, China e incluso la teocracia iraní.
Aquellos polvos revolucionarios de los cuales tanto se
enorgullecieron hoy se han transformado en lodos colaboracionistas a todos los
niveles. 
Se decia “aqui se podrá meter la pata pero nunca se podrá
meter la mano” y hoy Cuba está habitada por Alí Babá y –no sus 40 ladrones—sino
miles de la banda otrora ‘liberadora’.
Hoy la nación se desmorona no solamente materialmente sino aún
más importante moralmente y me viene a la mente lo que decía José Marti a
Enrique Collazo en su respuesta a la carta que este último le envió por su
discurso “Con todos y por el bien de todos” donde aludía al libro de Ramón Roa
–abuelo
de Raul Roa Garcia , “A Pie y Descalzo”: “…"¿O
nos ha de echar atrás el miedo …,; el miedo a andar descalzo, que es un modo de
andar ya muy común en Cuba, porque entre los ladrones y los que los ayudan, ya
no tienen en Cuba zapatos sino los cómplices y los ladrones? 
Última actualización el Martes, 31 de Diciembre de 2013 11:56
 
El Marxismo Capitalismo Oportunismo PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Miércoles, 20 de Noviembre de 2013 09:15

Por Jorge Hernández Fonseca.-

Hoy la oposición marxista abre fuego contra “la derecha de Miami” y los “lacayos del imperio”. Los “viejos tiempos” acabaron. La decisión de Raúl Castro de encabezar la transición cubana hacia el capitalismo, además de ser de un cinismo sin paralelos, ha multiplicado repentinamente el campo opositor con un grupo destacado de marxistas-capitalistas-oportunistas

 

El Marxismo Capitalismo Oportunismo

Jorge Hernández Fonseca

17 de Noviembre de 2013

Han comenzado a deslindarse los campos dentro de la oposición política cubana. A pesar de diversa y plural, cierta oposición al castrismo se ha tornado --más que la oposición a una dictadura totalitaria, como era hasta hace muy poco tiempo-- en una oposición a ‘ciertas líneas’, ‘determinadas figuras’ y ‘algunas decisiones’, por la presencia y el peso de los “opositores marxistas” que han engrosado la membrecía “opositora” de manera emergente y rampante.

Los pupilos del marxismo, con su carga intelectual y académica –disociados siempre de la práctica social, la que detestan por haberlos rechazado siempre-- quieren monopolizar ahora el campo opositor cubano. ¿Dónde estaban estos marxistas durante la guerra civil de los años 60 del siglo pasado, que nos dejó 10 mil fusilados y entre 300 y 400 mil presos políticos? Seguramente eran “milicianos” que engrosaron gustosamente las tropas de la lucha contra “bandidos”, para combatir miles de héroes campesinos que se alzaron en armas a lo largo y ancho de la geografía cubana, para evitar con su lucha que el comunismo triunfara en la isla.

Hay momentos que marcan épocas históricas en el recuento de los pueblos. Hasta hace muy poco tiempo la oposición política cubana --profusa en organizaciones y partidos-- mantenía cierta coherencia cuando enjuiciaba otras líneas políticas, también opositoras, pero adversarias en el campo de las organizaciones. Era la época que Miami era considerado unánimemente el núcleo opositor más prestigioso en su compromiso anticastrista y se mantenía el principio de no atacar a otros opositores adversarios, convencidos de que “el único enemigo era el castrismo”. Hoy la oposición marxista abre fuego contra “la derecha de Miami” y los “lacayos del imperio”.

Los “viejos tiempos” acabaron. La decisión de Raúl Castro de encabezar la transición cubana hacia el capitalismo, además de ser de un cinismo sin paralelos, ha multiplicado repentinamente el campo opositor con un grupo destacado de marxistas-capitalistas-oportunistas, que sabiendo del fracaso socialista, estiman que es debido a que “ni Fidel ni Raúl son marxistas de verdad” y quieren implantar en la isla “otro tipo de socialismo”, como si Cuba fuera un tubo de ensayos.

Dicho lo anterior, se entiende que ha llegado el momento de los opositores “ideológicos al castrismo” situarnos en una posición definida de combate de ideas, tanto contra la dictadura que destruyó nuestro país como contra los “nuevos opositores marxistas” que luchan por hacer otros “experimentos de ingeniería social” con la misma ideología fracasada de la dictadura, pero “de otra manera”. Ellos por marxistas nos desprecian y nos consideran “enemigos del pueblo”.

La mayoría de los opositores cubanos habíamos respetado gasta hoy un pacto no escrito de postergar hasta la derrota política de la dictadura (porque la derrota ideológica es un hecho) la lucha pública entre organizaciones opositoras, en la seguridad de que el marxismo era el “enemigo común”. Ya no es así. Los marxistas pretenden capitalizar el campo opositor a sabiendas que los generales de Raúl necesitan de “partidos marionetas” durante la transición al capitalismo de estado y esperan --por ser marxistas-- resultar “seleccionados” por la dictadura para iniciar el juego político dentro de Cuba, debido a la imposición que le hará Obama a Raúl.

El reciente encuentro del presidente norteamericano con dos disidentes cubanos --entre los más conocidos del espectro opositor-- se ha constituido en fuente de desavenencias, incluso entre los opositores tradicionales al castrismo. Alguno de ellos ha ‘llamando la atención’ para que “nadie se tome el derecho a representar a la oposición cubana”, lo que lejos de colaborar con la solución de nuestro drama, lo que hace es resaltar los puntos que nos separan y refuerza el criterio de los ‘gobiernos amigos’ sobre nuestra incapacidad endémica de consensos.

Gústenos o no –actualmente-- la problemática cubana se encamina a la intervención de las potencias extranjeras (de manera no militar) –por ventura del pueblo cubano-- presionando al castrismo --envejecido y en franca retirada-- para hacer “cierta apertura política” en paralelo con su apertura económica, si es que realmente pretende “hacer negocios” con esas potencias.

El encuentro del presidente Obama con Fariñas y Soler realmente marca un hito histórico en el sendero de los cambios que se producirán dentro de Cuba. Ese encuentro es el atisbo público de un guión acordado previamente entre EUA y Brasil. En efecto, el gobierno izquierdista de Brasil, cuando era encabezado por Lula da Silva, 8 años atrás, se colocó --autorizado por los hermanos Castro-- en la posición de intermediario entre EUA y la Cuba castrista, procurando una incorporación “plena” de la isla en el concierto latinoamericano. Para ello, negoció con Obama ofrecer a Cuba una “tabla de salvación económica” que estuviera parcialmente en manos norteamericanas, para darle seguridades. Brasil invertiría más de mil millones de dólares en un Puerto cubano proyectado para el comercio y los negocios directos con Estados Unidos.

La decisión de Obama de recibir dos destacado disidentes cubanos no obedece a una decisión elaborada solamente por Más Santos y el presidente de EUA, es --sobre todo-- parte de un plan mayor que implicará una apertura política castrista dentro e la isla, inserido dentro de lo cual estuvo la autorización para viajar y regresar a su país los opositores políticos al castrismo. Cuando Obama dice que “se han notado cambios en Cuba y es necesario rever la política de EUA hacia la isla” hay que ver detrás de esa opinión también –y sobre rodo-- un trabajo de coordinaciones del Brasil, interesado doblemente en “entrar” a Cuba con sus negocios, para comerciar desde allí con Estados Unidos, por un lado, y por otro, resolver “el problema cubano”, políticamente significativo para la estrategia izquierdista brasileña en Latinoamérica.

La distención política dentro de la isla –incluso cuando sea inicialmente amañada con organizaciones títeres-- resulta, tanto para EUA como para Brasil, en ventajas evidentes. Para EUA representa frenar la entrada de capital español y de terceos países en Cuba, que hasta ahora sustituyen a EUA con sus inversiones. Para Obama representa llevarse el galardón de ser el presidente norteamericano que “resolvió” la situación cubana. Para Brasil representa posicionar una plataforma productiva brasileña dentro e la isla y así comerciar desde esa plataforma los productos brasileños que ahora no puede negociar. Y representa además contar con la Cuba “reformada” como aliada izquierdista en el concierto latinoamericano de naciones.

En este contexto, ¿cuál debe ser el papel de la oposición no marxista en el campo político que se proyecta a corto y mediano plazo, en la seguridad que la oposición marxista de alguna manera va a aprovechar la “oportunidad” para formar parte del “capitalismo de Raúl y sus generales”? es una pregunta que en la actualidad tiene varias respuestas: Una, la acción beligerante, que por medios de todo tipo consiga barrer con la dictadura actual y sus legados. Otra, la continuación de la lucha en el campo de las ideas, con el aprovechamiento de las ventajas que se le consiga arrancar al castrismo durante el proceso de apertura. Una tercera, la conformación de un “Caucus Cubano” en el Congreso de EUA, que presione para una política acorde a los intereses democráticos cubanos no marxistas, entre otras alternativas posibles.

Personalmente no veo como excluyentes las líneas genuinamente opositoras que se han presentado, excepto desde luego la solución marxista de aceptar cierto papel dentro de organizaciones títeres que ayuden al castrismo en sus planes para eternizarse. Creo que hay campo para todas las otras líneas, presionando siempre para que la apertura obligada que el castrismo tendrá que hacer en este futuro inmediato, con vistas a poder entrar en la isla con nuestro mensaje, bien sea personalmente (Martí viajó a Cuba cuando el colonialismo se lo permitió) o a través de Internet y/o de otros medios de prensa (radio y TV opositoras), sumado a aquellos que consigan con sus prédicas que la población cubana salga a las calles de la isla a escenificar un nuevo “Maleconazo” a nivel nacional, para que no cejen en su empeño.

Está llegando la “hora de la verdad” para eliminar el sufrimiento de la Nación cubana, si bien sería de manos de las grandes potencias. De los opositores honestos depende que no sea eternizando el castrismo en el futuro de la Nación cubana. Con el conocimiento de causas y compromisos, nuestro porvenir se escribirá solamente si continuamos luchando, ahora no sólo contra la dictadura que nos oprime, sino además contra la quinta columna marxista que se ha impostado en la oposición, intentando conducir de nuevo la sociedad cubana de regreso al ya derrotado campo marxista, con su carga discriminatoria, oportunista, atea y falta de escrúpulos.

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Última actualización el Martes, 10 de Diciembre de 2013 09:18
 
Castro. El decano de los dictadores PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Martes, 31 de Diciembre de 2013 11:57

Por Pedro Corzo.-

No es para sentirse orgulloso, todo lo contrario, desuela decirlo, pero quizás la mejor manera de superar una realidad traumática es reconocer la responsabilidad individual y colectiva, e iniciar una cruzada que conduzca a la redención.

En los tiempos modernos no ha habido un gobernante que haya ejercido el poder por más años que Fidel Castro. Cuarenta y nueve para ser exacto.

El más próximo al tirano caribeño ha sido el autócrata de Corea del Norte, Kim IlSung, que controló su país por cuarenta y seis años. Kim fue quien instauró las dinastías en el mundo comunista, que los Castro no tardaron en imitar.

Los otros dictadores comunistas de que se le acercaron fueron Mao TseTung de la República Popular China, 27 años y  José Stalin, Unión Soviética por 31, aunque hay que tener en cuenta que Josep Broz, "Tito" mandó en Yugoslavia  la friolera de 35 años, y hasta se declaró presidente vitalicio.

Sin duda que una lista de los autócratas más longevos en el poder sería demasiado extensa, pero no se pueden pasar por alto a tres dictadores que fueron muy aliados del tirano cubano, el libio Muammar Gaddafi, 41 años, en Irak, Saddan Hussein, 24 y Hafez al-Assad, en Siria, 29 años.

Otro aliado del dictador cubano fue Sukarno quien impuso su voluntad en Indonesia por 22 años

En la África Negra, Fidel Castro cuenta con autócratas que esperan romper su record.

Por ejemplo Teodoro Obiang  Nguema Mbasogo de Guinea Ecuatorial que lleva en el poder 34 años y que sucedió a otro dictador de larga data Francisco Macías Neguema, otros aliados del castrismo que aspiran a superar al mentor, son José Eduardo dos Santos de Angola 34 años y Robert Mugabe  que de héroe de la independencia de Zimbabue mutó a cruel dictador que a sangre y fuego se ha mantenido gobernando por 26 años, aunque ninguno alcanza los 35 que lleva haciendo su voluntad en Camerún, Paul Biya y menos aún los 42 años que gobernó en Gabón,  Alhaji Omar Bongo Ondimba.

El despotismo no es potestad de los comunistas ni de nazi o fascista. Los autócratas responden más a sus intereses que a ideologías, por eso cuando llegan al poder por la fuerza o legítimamente no quieren abandonarlo.

Entre los muchos ejemplos, están ChianKai-sheck, que mandó en la China continental poco más de cinco años, pero después se estableció en la República China, Taiwán, por otros veintiséis.

El gobernante de Bahréin por más de 39 años ha sido Khalifaibn Salman Al Khalifa, también la República de Yemen tiene en esta deshonrosa lista a su representante,  Ali Abdulá Saleh quien dirigió los destinos del país por 22 años, aunque anteriormente había gobernado por doce y al igual que el tunecino Zine El Abidine Ben Al, 24 años, sucesor de Habib Bourguiba, quien mandó por tres décadas.

América Latina no se queda atrás. Tiene su lista de déspotas sangrientos que actuaron como dueños de vidas y haciendas. Consideremos solo los del pasado siglo y el presente, pero antes un vistazo a la península ibérica donde encontramos a Francisco Franco quien gobernó con mano de hierro a España por 36 años y el portugués Antonio Oliveira Salazar por igual cantidad de tiempo.

Después de Fidel Castro el decanato de los dictadores de América lo ostenta el desaparecido Alfredo Stroessner de Paraguay quien gobernó por 35 años. El déspota cubano se encontraba en Caracas, invitado a la toma de posesión de Carlos Andrés Pérez, 1989, cuando conquistó tan triste distinción.

A Stroessner le sigue el venezolano Juan Vicente Gómez, 27 años, y el mexicano Porfirio Díaz, que aunque de manera intermitente gobernó a su país por 31 años, el mismo periodo de tiempo que su par dominicano, Rafael Leónidas Trujillo, uno de los pocos dictadores ajusticiado en el poder por un sector del pueblo que victimizaba.

También fueron dictadores Augusto Pinochet Chile, 17 años y Omar Torrijos de Panamá, 13.

Faltan muchos pero no es posible enumerarlos a todos, aunque si es obligado referirse a dinastías como la de los Duvalier en Haití,  Françoise 14 años y Jean Claude, 15 años, y la de los Somoza en Nicaragua, 45 años, solo superada por la dinastía impuesta en Cuba que pronto arribara a los 55 años.

Todos los déspotas tienen un denominador común, creen en la fuerza y le rinden culto y violentan los derechos ciudadanos causando muerte y desolación.

Sin embargo a diferencia de algunos de estos dictadores el decano Fidel Castro, usurpó todos los poderes del estado cubano. Dispuso de la vida y hacienda de cada ciudadano. Dividió a la sociedad. Condujo a la muerte a miles de personas. Destruyó los valores sobre lo que se sustenta la nación. Acabo con la esperanza e instituyo la doble moral.  La herencia que recibe el pueblo cubano del castrismo es desoladora,  no hay comparación con el legado de otros dictadores que ha sufrido el hemisferio.



Pedro Corzo

Periodista

 
Raúl Castro quiere conversar con EUA. Un análisis PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Domingo, 22 de Diciembre de 2013 23:56

 

Por Jorge Hernández Fonseca.-

Estados Unidos debería responder a Raúl Castro que “no le interesa el régimen político que se quieran dar los cubanos, que lo que interesa es que sea todo el pueblo cubano --de dentro y fuera de la isla-- quienes lo decidan y no únicamente Raúl Castro, que nunca fue electo de forma democrática en la isla, como lo sí han sido los gobernantes del resto de Latinoamérica”.


Raúl Castro quiere conversar con EUA. Un análisis

Jorge Hernández Fonseca

22 de Diciembre de 2013

Una vez más el dictador sustituto cubano ofrece “conversaciones” directas a Estados Unidos y otra vez más lo hace de manera equivocada. Estados Unidos no tiene por qué estar interesado en discutir el sistema político cubano, aspecto que en la propuesta de Raúl Castro se impone como una precondición. Lo que probablemente le interesa a Estados Unidos es lo mismo que le interesa al pueblo de Cuba: que todos los ciudadanos participen del sistema de gobierno de la isla, de la misma forma que lo hace el resto de América Latina, a cuya esfera pertenece Cuba.

Realmente no sé cómo va a reaccionar oficialmente el gobierno norteamericano ante esta propuesta rauliana de conversaciones en la cual se incluyen precondiciones que probablemente nada tienen que ver con el interés de Estados Unidos. No es que la potencia del Norte le exija al dictador cubano uno u otro régimen político. Lo que muy probablemente le interesaría a EUA es la seguridad de que en Cuba haya respeto por la opinión de todo el pueblo y no de una minoría --el partido comunista cubano-- que gobierna sin libertades contra todo su pueblo.

La dictadura de una élite (el partido comunista es declaradamente elitista, en base a su condición de vanguardia mínima que dirige a todo el pueblo, según rezan sus propios estatutos) y es eso lo que no es posible admitir, no por parte de los Estados Unidos, sino por el resto de la población de la isla, inerme ante una dictadura militar autoritaria. Argumentos como el de Raúl Castro ya había sido usando antes por los líderes del “apartheit” en Sudáfrica, que insistían a la comunidad internacional para admitir su régimen de oprobios, basado en la misma razón que ahora esgrime el dictador sustituto cubano: “hay que respetar nuestras opciones (dictatoriales)”.

Detrás de esta propuesta de Raúl Castro está Brasil, insistiendo en la necesidad de una “distensión” para que EUA levante el embargo económico sobre Cuba y comiencen los negocios del comercio entre Cuba y EUA usando el Puerto del Mariel. Allí los brasileños han enterrado más de mil millones de dólares para intentar favorecer la dictadura castrista. Lógicamente que no habrá negociaciones con estas precondiciones y Brasil tendrá que asimilar el golpe que significa haber entregado a la dictadura cubana un dinero que no recuperará, ni ahora con Raúl imponiendo condiciones, ni después, cuando la dictadura ya no exista más.

Hay una alternativa sobre la mesa que Brasil puede usar en sus contactos con la dictadura cubana: el Movimiento Cristiano de Liberación, MCL, ha propuesto un plebiscito para consultar a toda la población cubana (no a Estados Unidos, como erróneamente hace Raúl Castro) si quiere continuar bajo la bota de los hermanos Castro, o si quiere libertad en todos los órdenes.

Estados Unidos debería responder a Raúl Castro que “no le interesa el régimen político que se quieran dar los cubanos, que lo que interesa es que sea todo el pueblo cubano --de dentro y fuera de la isla-- quienes lo decidan y no únicamente Raúl Castro, que nunca fue electo de forma democrática en la isla, como lo sí han sido los gobernantes del resto de Latinoamérica”.

Una opción está en las manos del actual gobierno brasileño: convencer a los hermanos Castro de que Cuba no es una hacienda propia, sino una República donde sus ciudadanos tienen el derecho a ser consultados. Brasil debería promover ante ambos dictadores –el sustituto y el real-- la necesidad de una consulta popular, universal, libre y supervisada: un plebiscito.

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Última actualización el Lunes, 30 de Diciembre de 2013 10:08
 
¿Hay socialismo en Cuba? PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Viernes, 20 de Diciembre de 2013 23:35


Por Jorge Hernández Fonseca.-

Un buen artículo del amigo Alejandro Armengol, aparecido en Cubaencuentro y titulado “Una ilusión sin porvenir” ha provocado un acalorado debate de opiniones y puntos de vista respecto a un tema central para los cubanos en estos momentos: ¿hay, o hubo socialismo en Cuba?, a partir de la pretensión de los marxistas cubanos de encabezar la transición post Castro.


¿Hay socialismo en Cuba?

Jorge Hernández Fonseca

20 de Diciembre de 2013

Un buen artículo del amigo Alejandro Armengol, aparecido en Cubaencuentro y titulado “Una ilusión sin porvenir” ha provocado un acalorado debate de opiniones y puntos de vista respecto a un tema central para los cubanos en estos momentos: ¿hay, o hubo socialismo en Cuba?, a partir de la pretensión de los marxistas cubanos de encabezar la transición post Castro.

Coincido con Armengol cuando expresa que “los marxistas cubanos procuran cualquier asidero para justificar el “socialismo” en medio del fracaso de su aplicación en Cuba”. Sin embargo, no coincido con Armengol cuando expresa que “en Cuba nunca ha existido socialismo”. Veamos.

Antes de exponer mis puntos de vista creo necesario establecer algunas consideraciones. Hay un grupo de categorías que deben ser abordadas: marxismo, comunismo, capitalismo, dictadura, democracia y libertad. Junto a estas, otras categorías decurrentes de la aplicación de las anteriores como: leninismo, estalinismo, castrismo, asociadas a los caudillos que aplicaron estos postulados en sus países --en todos los casos-- en sociedades “socialistas”.

En un artículo de opinión no hay espacio para un trabajo que pretenda agotar el tema, sin embargo, es necesario establecer la caracterización de las categorías anteriores con un enfoque abarcador, dentro del consenso que los clásicos marxistas aceptan como ciertos.

Establecido lo anterior, se entiende como marxismo a un grupo de postulados de tipo económico, acompañado de métodos y técnicas de análisis de corte históricos-filosóficos, que se complementan con los postulados económicos para establecer la denominada “doctrina comunista”, como ideal final de la sociedad humana, a que se llegaría a través del establecimiento de una etapa “socialista”, posterior a las sociedades “capitalistas” actuales.

En los clásicos del marxismo --primer intento serio de acotar las categorías ”comunismo” y “socialismo”, escritos por Carlos Marx y Federico Engels-- el comunismo se entiende como un sistema socio económico ‘fin’, en el cual todas las personas trabajan por “voluntad propia” (sin presiones económicas o de otro tipo) y reciben (consumen) lo que necesitan. Se dice que es una sociedad “meta”, en la que los bienes materiales “sobran” y alcanzan “para todos” y que para lograrla habría que “provocar” un cambio en la “naturaleza humana”: el “hombre nuevo”.

El “socialismo” --en los clásicos-- es una sociedad intermedia entre el capitalismo y el comunismo, en el que todas las personas trabajan según su capacidad y formación y reciben (consumen) de acuerdo al volumen de su trabajo. El socialismo es el encargado de “moldear la conciencia” de las personas para poder llegar al comunismo. En el socialismo los negocios se “estatizan” eliminando a los dueños, (“explotadores”) para borrar las categorías de “clases sociales”, definidas como siendo los dueños (siempre es la clase explotadora) y los trabajadores (siempre los explotados) según sea su relación de propiedad con los medios de producción.

El “capitalismo” --también según los clásicos-- es un sistema ‘injusto’, por el cual los “explotadores” tiran de los trabajadores (los explotados) una parte de los valores creados por su trabajo (el marxismo supone que los dueños del capital, así como de los medios de producción, máquinas y dispositivos productivos, no tienen derecho a ninguna fracción de los valores producidos) recibiendo (los trabajadores) un salario “de miseria”. Según los clásicos, esta sociedad es injusta porque los dueños se apropian de valores que son creados por los obreros.

Dictadura es un tipo de régimen político donde las estructuras de mando están en manos de un hombre o un partido. Según los clásicos, es el sistema político ideal para construir la sociedad socialista, que debe establecer lo que llaman “dictadura del proletariado”. Dictadura también existe en sociedades capitalistas, cuando un hombre, o un grupo de poder, monopoliza las riendas del estado de forma autoritaria, según sus intereses propios y no los de la sociedad.

Democracia, es una categoría del ámbito político (no del ámbito económico) y establece que la voluntad soberana radica en la mayoría de la sociedad. Tiene en cuenta también los intereses de la parte minoritaria de la sociedad, que no pierde sus derechos. Para el establecimiento de la democracia es precondición la existencia de la libertad, indispensable para su éxito social.

Libertad es un don de la naturaleza humana, que implica tener todas las posibilidades de acción sin perjudicar a terceros y que, como se ha dicho, es la base de una sociedad democrática. Maltratada por los clásicos, que proponen sacrificar la libertad en aras de construir la sociedad socialista primero, para poder llegar al comunismo, donde finalmente todos serán “libertados”.

Agotadas las definiciones de las categorías consideradas importantes podemos asegurar que en Cuba se intentó implantar una sociedad comunista a largo plazo, para lo cual se estableció previamente un régimen “socialista”, que cumple todas las reglas establecidas en los clásicos.

Como los marxistas entienden que su ideología es ‘justa’, se resisten a comprender que el socialismo no es solamente postulados teóricos. Socialismo es también la aplicación de esos postulados en la realidad social. En ninguna de las muchas sociedades socialistas, el “experimento” ha resultado exitoso. Por eso insistimos en que socialismo también es el resultado de los horrores de Pol Pot en Camboya, de Stalin en Rusia, de Chauchescu en Rumanía, de Mao en China, de Fidel en Cuba, etc… Un verdadero baño mundial de sangre, al tratar de crear el “hombre nuevo”, que acepte sin chistar un supuesta “dictadura buena”.

Socialismo no es lo que pasa por la cabeza de algún académico marxista. El socialismo es plenamente identificable con la filosofía que se enseña en Cuba en las escuelas y universidades, se filtra en todos los discursos de Fidel Castro, en las arengas sangrientas del Ché Guevara y en “los intentos capitalistas de preservar el socialismo” de Raúl Castro.

En la Cuba actual, lo que hay es un interés por parte de “las viudas del desastre socialista cubano” para posicionarse como opositores --no al socialismo “en sí”-- sino al desastre supuestamente causado por la incompetencia de Fidel Castro. Pero hay un problema, ¿por qué también el socialismo fracasó en la Unión Soviética, donde Castro no dirigía? ¿Por qué fracasó en Alemania Oriental con trabajadores y dirigentes alemanes, fracasó en China, donde hubo que cancelar el experimento, en Norcorea, en Bulgaria, Rumanía, Albania y un largo etcétera?

No hay un solo caso de socialismo exitoso reportado en toda la literatura sobre el tema. Socialismo no es lo que alguien imagina, socialismo es estatización, dictadura del proletariado, racionamiento de alimentos, represión política, entre otras vicisitudes. Otra cosa es la social democracia, separada del socialismo hace un siglo, como un sistema capitalista en la economía, con libertad política y económica de todo tipo, que para nada aspira a cambiar la “naturaleza humana” ni el “hombre nuevo” y menos a establecer una dictadura del proletariado.

Si lo que quieren los marxistas cubanos arrepentidos, es una social democracia, que creen un partido y que “juren por su madre” que no implantarán una dictadura. Ahora bien, eso no es lo que quiere Raúl y sus generales para Cuba. Ellos quieren un capitalismo salvaje, sin sindicatos, con exportación total, de ganancias para los dueños extranjeros, eliminación de impuestos y un sin número de medidas draconianas para continuar explotando al pueblo de Cuba, sometiendo a todos los trabajadores de la isla al mismo régimen de los médicos cubanos en el exterior, tal y como pretenden hacer en la Zona Franca del Mariel, para vergüenza de todos los cubanos.

Artículos de este autor pueden ser encontrados en http://www.cubalibredigital.com

 

A continuaciuón el artículo mencionado de Alejandro Armengol:


Una ilusión sin porvenir

Por Alejandro Armengol

Sorprende el afán de los marxistas cubanos por encontrar asideros en un mundo que sobrevive en medio de las ruinas. Habitan un país con un sistema que no llegó a derrumbarse —como ocurrió con el socialismo en Europa Oriental—, pero que lo único que ha logrado es una salvación fragmentada. Alguien con un convencimiento verdadero en la existencia de un porvenir para el socialismo —no viene al caso referirse a los montones de oportunistas— se enfrenta a la paradoja de vivir en una nación cada vez más alejada de este sistema político. Al tiempo que su vida es regida por un gobierno alabado como símbolo de la resistencia anticapitalista, encuentra que mencionar esa resistencia es uno de los pretextos más socorridos para no emprender las transformaciones imprescindibles para salir de la crisis económica y social en que está inmersa la Isla. Al final, la retórica que impide hablar de reformas y cambios —y se limita a señalar una pálida actualización— es un cubo de agua fría que cae a diario sobre los cubanos. Da la impresión que los planteamientos sobre el futuro, que hacen estos supuestos herederos de Marx, resultan más bien una racionalización para justificar el aferrarse al pasado.

En primer lugar, en Cuba nunca ha existido socialismo. Fidel Castro, por conveniencia política circunstancial, jugó la carta de situar su gobierno dentro del campo del comunismo soviético. Lo demás son diferencias, matices que vale la pena estudiar y semejanzas bastante conocidas. El comunismo ―tal como se conoce y como se puso en práctica en la desaparecida Unión Soviética― es un sistema malsano por naturaleza, como en su momento lo fue la esclavitud. No tiene ni nunca tuvo salvación. El engendro que llevó a la práctica Vladimir I. Lenin fue el de un sistema totalitario cruel e inhumano. Desde hace largas décadas muchos defensores del comunismo han buscado en las características personales lo que no es más que el fundamento de un programa que desprecia al individuo y encadena a toda una sociedad bajo un mando despótico. En lo que se refiere a forma de gobierno, Stalin no fue ni un desvío torpe y sanguinario, ni tampoco el hijo putativo de Lenin. El estalinismo fue el fruto y el logro de la práctica leninista. Por supuesto que existen diferencias tácitas y estratégicas entre el modelo adoptado por el primero, al inicio de la revolución rusa, y la puesta en marcha después por el segundo de una teoría centrada en la URSS y fundamentada en un nacionalismo ajeno a los planteamientos de Lenin, pero en cuanto a la maquinaria del poder, esta comenzó a edificarse tras la toma del Palacio de Invierno. Hay quizá una paranoia y un antisemitismo propios de Stalin que llenan su biografía, pero sólo en algunos aspectos particulares podrían trazarse diferencias. Lo demás es aplicar al estudio de la historia una de las mejores tramas novelescas jamás creadas: Dr. Jekyll y Mr. Hyde.

Considerar al estalinismo como una desviación del comunismo, y no como el resultado a partir de su esencia, es un argumento repetido una y otra vez en las argumentaciones que muchos marxistas cubanos continúan sosteniendo. Tal asidero ―que ya no resulta conflictivo como años atrás― encierra una esperanza: que en un futuro justificaría trasladar igual tesis a la mayor parte del mandato de Fidel Castro o incluso de su hermano. Así, todo se limitaría a definir el momento de desvío dentro del proceso revolucionario cubano y a partir de ahí hablar de un Fidel o un Raúl similares a Stalin, pero al mismo tiempo salvaguardando el ideal leninista.

Cualquier estudioso del marxismo que trate de analizar el proceso revolucionario cubano descubre que se enfrenta a una cronología de vaivenes, donde los conceptos de ortodoxia, revisionismo, fidelidad a los principios del internacionalismo proletario, centralismo democrático, desarrollo económico y otros se mezclan en un ajiaco condimentado según la astucia de Fidel Castro. No se puede negar que en la Isla existiera por años una estructura social y económica —copiada con mayor o menor atención de acuerdo al momento— similar al modelo socialista soviético. Tampoco se puede desconocer la adopción de una ideología marxista-leninista y el establecimiento del Partido Comunista de Cuba (PCC) como órgano rector del país. Todo esto posibilita el análisis y la discusión de lo que podría llamarse el “socialismo cubano”, pero no por ello libra de moverse en un modelo fantasioso.

Cuba sigue siendo una excepción. Se mantiene como ejemplo de lo que no se termina. Su esencia es la indefinición, que ha mantenido a lo largo de la historia: ese llegar último o primero para no estar nunca a tiempo. No es siquiera la negación de la negación. Es una afirmación a medias. No se cae, no se levanta.

Por eso la pregunta de ¿por qué no se cayó el socialismo cubano? puede ser respondida en parte con otra interrogante: ¿qué socialismo? Y luego complementada con otra más correcta: ¿por qué no se cayó el castrismo? La desaparición de un caudillo no es igual a la de un sistema. En Cuba el PCC nunca ha funcionado como una estructura monolítica de poder real, que actua con una verticalidad absoluta, sino era y es más bien un instrumento de poder del gobernante

Son muchas las contradicción en que viven quienes aún defienden una vía socialista para la Cuba del futuro. Quizá la más importante es que la cúpula de gobierno que dice constituir la principal garantía para impedir el establecimiento de un capitalismo, al estilo norteamericano, es a la vez el principal obstáculo a la hora de buscar soluciones de acuerdo a un pensamiento revolucionario.


Última actualización el Sábado, 28 de Diciembre de 2013 10:00
 
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