Tras culminar una ronda de consultas con cuatro ex mandatarios, el presidente de Chile impulsará cambios en la estructura política del país. Su objetivo será devolver la "confianza" de la población hacia su clase dirigente

"El prestigio de todas nuestras instituciones requiere de una mirada de país de largo plazo, de un gran compromiso por las reformas que por tantos años hemos dilatado", expresó el ex presidente Eduardo Frei (1994-2000) tras el encuentro de dos horas con Piñera. Y advirtió que si no se logra ese acuerdo, se pondrá "en riesgo la gobernabilidad y la paz social en Chile".

Con similar conducta a la mostrada durante las reuniones previas (con Michelle Bachelet y Patricio Aylwin), Piñera manifestó su satisfacción por la cita con Frei, con quien discutió, además, una reforma tributaria, y dijo que vio en quien fuera su contrincante en la última elección presidencial "una actitud de buena voluntad, de colaboración".

Aun sin el respaldo de los sectores conservadores que conforman la coalición de gobierno, el mandatario parece decidido a emprender un cambio en el polémico sistema electoral binominal que podría modificar el escenario político chileno. "La democracia es un ente vivo, hay que estar permanentemente perfeccionándola", dijo este jueves.

El sistema instaurado durante la dictadura de Augusto Pinochet es cuestionado por restringir la voluntad popular, ya que favorece la formación de dos bloques políticos, lo que limita la posibilidad de que grupos minoritarios e independientes puedan ser elegidos. Permite que con un tercio de votos que una coalición obtenga en elecciones pueda tener la misma representación que el grupo que conquista los otros dos tercios.

Una reformulación de ese sistema no sólo es demandada por los opositores de izquierda; el 60% de los chilenos favorece el cambio, según una encuesta reciente. Pero la derecha ha bloqueado, hasta ahora, todos los intentos, y Piñera deberá convencer a los sectores más reacios al cambio.

La Concertación de izquierda que gobernó por 20 años desde que Pinochet entregó el poder en 1990 no logró cambios sustanciales en la Constitución. En estos momentos, la posibilidad de reformar el sistema es todavía más incierta por la cerrada oposición del partido mayoritario de la alianza de derecha, la Unión Demócrata Independiente (UDI), y del sector más conservador del partido de Piñera, Renovación Nacional.

Sondeos recientes han demostrado que la clase gobernante sufre de un creciente descreimiento entre los chilenos. El conflicto estudiantil que dominó el escenario social durante 2011 sacó a relucir que ese desencanto no es exclusivo del Gobierno -cuya popularidad registra marcas históricas-, sino que tampoco la oposición goza de un apoyo significativo.

En tanto, una reciente ley concordada entre el oficialismo y la oposición estableció la inscripción automática de 4,6 millones de nuevos electores, en su mayoría, jóvenes. Se desconoce aún si vencerán su apatía y concurrirán a emitir su voto, que es voluntario.

Otra reforma que impulsa Piñera y que tiene amplio respaldo político es el establecimiento de primarias internas en los partidos para escoger a los candidatos.