El senador opositor uruguayo Sergio Abreu advirtió sobre la asimétrica relación de su país con sus vecinos. En diálogo con Infobae América, pidió al presidente Mujica que sea más firme ante los socios regionales

Durante su participación en el seminario anual de la consultora Abeceb.com, en Buenos Aires, el legislador del Partido Nacional dio su posición frente a las relaciones bilaterales de Uruguay con Brasil y Argentina: "Nuestros hermanos son tan grandes y nos quieren tanto que cuando nos abrazan, nos ahogan".

Para Abreu, canciller durante la presidencia de Luis Alberto Lacalle y titular del Consejo uruguayo para las Relaciones Internacionales, el Gobierno uruguayo debe entablar sus vínculos comerciales y diplomáticos sabiendo que "los países no tienen amigos, sino intereses". "Las ideologías aplicadas como liderazgo, fracasaron", aseguró.

- En su opinión ¿el presidente Mujica lleva adelante una política errónea en su relación con la Argentina y Brasil?

Él representa una versión uruguaya muy folklórica. Muy respetable porque es nuestro presidente, pero que no comparto porque soy partidario de más profesionalismo, de manejar los temas con mayor enfoque sistémico, de no tener este tipo de ingenuidad de pensar que la afinidad entre mandatarios asegura resultados positivos. Esa no es la realidad. Yo le reclamo una mayor firmeza. No una confrontación, pero sí hacerle entender a la Argentina y a Brasil, por ejemplo, en materia del río Uruguay, de la versión comercial más dinámica y del avance real de los proyectos comunes. Aspectos que hacen a una relación geopolítica. A mí me preocupa que a veces perdimos eso en manos de una espontaneidad envidiable, pero una profesionalidad muy pobre.

- El reclamo uruguayo por reglas más claras en las relaciones con sus vecinos ¿podría llegar a plantearse en otros países?

Lo que tenemos es una gran crisis institucional de las normas, de la seguridad jurídica, ya sea en los proyectos de integración como en la mirada multilateral de los temas centrales, como los derechos humanos y los ambientales. Hay una gran crisis de interpretación, porque la norma sirve hoy de forma hemipléjica. Se aplica para cuando el interés está del lado propio. Entonces, ya no somos defensores de derechos humanos, sino de algunos. Lo mismo en la región, en el cumplimiento de las obligaciones, del principio de no intervención. Muchos países se llenan la boca con eso, criticando al imperialismo y después reciben fondos de otros estados, entrenan gente, tienen posicionamientos con los extremos y encubren el resto de sus compromisos.

-¿Por ejemplo?

El caso de Irán es muy claro, no es sólo un tema norteamericano. El principio de igualdad de los Estados es muy importante, pero no se puede acompañar a uno que quiere arrasar a otro, en ese caso, Israel, y mucho menos que lo repitan en América Latina los socios ocasionales. Todos esos temas después terminan en una carrera armamentista muy preocupante, más allá de que en la región se disimule. Pero Chile todavía mantiene la ley de cobre, Venezuela está gastando enormes recursos en armamento, el propio Brasil ya está en un proyecto nuclear. Hay un doble discurso que lleva a que si los derechos humanos se violan acá se condena y si se violan en Cuba, en Birmania, nadie dice nada. Es de un cinismo que me supera.

- Advirtió de lo peligrosas que son las ideas antiguas y eso es algo que se está debatiendo en el seno de los partidos uruguayos ¿también debería discutirse en el Estado como institución?

El problema que estamos sufriendo es una crisis de la madurez del pensamiento. Parece que acá lo que importa es acumular conocimiento pero la madurez nos hace interpreta otra realidad, ser más modernos en su manejo, ver el Mercosur en función de algo que cambia. Entre los actores políticos, entre las distintas organizaciones, hay un gran instrumento de impedir, el gran paralizador de las reformas que son los sistemas corporativos. Vas a tocar la enseñanza y está la corporación defendiéndose a sí misma, vas a tocarlo que fuere y hay una estructura que está por encima de la voluntad política. Tenemos que vencer la natural resistencia al cambio. Veo gente del Partido Comunista que da la sensación de que no se enteró de que murió Stalin o liberales extremos que piensan que Smith vivía en una época que podemos repetir de forma calcada. Hoy los políticos se dividen entre los psicóticos y los neuróticos, es decir, entre los que piensan que dos más dos es cinco y entre quienes sabe que es cinco y no lo aceptan.

- ¿Esa falta de madurez la ve también en el Mercosur?

Sí, por supuesto. Porque el Mercosur termina siendo no una iniciativa de integración, sino un proyecto estratégico de Brasil. En realidad, nosotros queremos un Brasil mercosuriano y no un Mercosur brasileño. Pero es un país que avanzó, incluso de la mano de la Argentina en algunos temas, porque creció más. Entonces el cambio de Sudamérica, su visión de Unasur, o de las necesidades energéticas y de infraestructura son parte de una estrategia muy bien pensada, muy legítima, pero que no necesariamente tiene que ser compartida. Todo eso se da en una fuga hacia delante. Cada vez que tenemos un problema inventamos una organización. Todos los días tenemos algo nuevo y eso es lo nos hace perder el tiempo y profundizar la asimetría en la que vivimos.