Padecen los mismos problemas: desempleo récord, recesión y alto endeudamiento. Ahora se suma la desconfianza de los inversores sobre su capacidad de pago. En ambos casos será vital aplicar fuertes ajustes

Grecia y España son hoy las dos grandes preocupaciones de la crisis europea. Tienen semejanzas que alimentan la incertidumbre.

El adelantamiento de las elecciones y el triunfo del conservador Mariano Rajoy no lograron calmar a los inversores que, por temor al default y el nerviosismo ante la dilación de las reformas de ajuste, pagan tasas récord cercanas al 7%, tanto por sus bonos de corto y mediano plazo. Un rendimiento difícil de sostener tanto para España como Grecia por su elevada deuda.

La falta de disciplina fiscal desmejoró las cuentas públicas en ambos casos. La capacidad de pago está en cuestión.

Grecia sigue al borde del default con 360.300 millones de euros de deuda, equivalente al 165,3 por ciento de su PIB, informó el Ministerio de Finanzas en Atenas. El FMI y la UE intentan que la clase política griega se comprometa con las medidas de ajuste para seguir girando los €330.000 millones prometidos de rescate financiero.

España tiene un volumen de deuda mucho mayor (€840 mil millones) pero es una economía con más recursos y que genera más ingresos. La relación con su PIB es de 67%, sustancialmente menor que la media europea.  Sin embargo, la UE no quiere imaginarse un hipotético default porque es considerada una nación "demasiado grande para caer".

Otro drama que asemeja ambos países es el desempleo. España tiene la tasa más alta de Europa (21,52%) con un total de 5 millones de personas sin trabajo. El 46% de los menores de 25 años no tiene ocupación.

En Grecia la desocupación llega al 18,5 por ciento. Hace un año era 12% y el 43,5% de los menores de 25 años no tiene trabajo.

Por último, ambos países comparten un panorama sombrío para 2012, sin crecimiento, variable indispensable para asegurarse más ingresos que garanticen el pago de sus obligaciones.

Grecia ingresará en su quinto año de recesión con una caída del Producto Interior Bruto del 2,8 por ciento. España sufrirá una recesión leve de -0,5% o nulo crecimiento.