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METAS OPUESTAS, ¿IDÉNTICOS CAMINOS? PDF Imprimir E-mail
Escrito por Fuente indicada en la materia   
Lunes, 11 de Julio de 2011 11:55

Por Orlando Fondevila

En los últimos tiempos, estos “felices” e increíbles tiempos en que ha sido posible que un hombre llamado Barack Hussein Obama sea el presidente de los Estados Unidos y otro llamado Raúl Castro sea jaleado como un gran reformador, se ha producido –en lo que a Cuba se refiere- una pasmosa ola de coincidencias entre fuerzas que, a simple vista, podrían parecer antagónicas. Se trata de una ola envolvente de “amor cristiano”, de buenismo reconciliador, de esperanza tan entusiasta como engañosa. Coincidencias en estrategias, en deseos, en proyectos, y también en odios y diatribas. A veces con distintas palabras, y a veces con las mismas. Y lo más curioso, explayando fines distintos, metas opuestas a las que, sin embargo, se pretende llegar por el mismo camino.

Desde la llegada al poder de Barack Hussein Obama se han ido imponiendo, progresivamente, políticas de acercamiento con el régimen de La Habana. Apertura, flexibilización le llaman. Acercamiento, dicen, para favorecer los cambios democráticos en Cuba. Igualmente, el castrismo, ahogado en su propia ineficacia y horror, se ha lanzado a un llamado proceso de “reformas”. Reformas que ningún observador medianamente formado e informado, tanto dentro como fuera de la Isla, sea cubano o extranjero, considera que realmente estén enfocadas a la solución del desastre económico que ha significado el castrismo. Amén de que se quedan sólo en la minucia económica. Ni un solo paso en las reformas políticas. A no ser que se quieran  aceptar como tales las recientes excarcelaciones de presos políticos, la mayoría posteriormente deportados, como nos ha querido vender el Gobierno español y la Iglesia cubana. Una auténtica operación de lavado de cara del régimen y de limpieza política. Sin que, por otra parte, se clausuren las puertas rotatorias de las prisiones políticas cubanas, como ha apuntado acertadamente Sylvia Iriondo.

. La tiranía castrista se propone, ¿alguien lo duda?, eternizarse en el poder. Es la pretensión de siempre. Solo que ahora se halla ante una situación mucho más compleja que nunca antes. Hace rato que no puede contar con el maná que caía en aquellos venturosos tiempos de la URSS, en los que se pitorreaban del embargo yanqui, que por entonces no era tanto “el criminal bloqueo”. Por otro lado, China nunca ha sido fiable. No lo fue la del “viejo chocho” Mao (Castro dixit), ni lo es la actual de los mandarines- mercaderes. ¿Y cómo estar seguros con el locuaz payaso venezolano, tan inestable, impredecible y que además se les ha enfermado?

Los Castro son cualquier cosa, menos tontos. Saben que su única salvación pasa por la aquiescencia de los Estados Unidos. Turismo norteamericano en primer lugar, añadiendo todos los negocios que sean posibles. Así, de empresario a empresario-comisario, en condiciones de “igualdad”. Pero, como no son tontos, saben que para conseguir este billete a la eternidad dictatorial, necesitan, de modo imprescindible, anular al exilio cubano que se ha mantenido militantemente hostil a la tiranía. Por eso el castrismo ha inundado de emigrantes, de diaspóricos desideologizados a lo que llaman la “comunidad cubana en el exterior”. A montones los vemos en Miami, en Madrid y en casi cualquier país del mundo. No se trata de castristas propiamente, sino de cubanos que, hijos de aquel sistema que les ha apabullado éticamente, nada saben ni quieren saber de patriotismo, ni de ideales de libertad, ni de decoro ciudadano. Seres que,  en tanto desarmados ética y políticamente, constituyen el caldo de cultivo propicio para todos los manipuladores.

Lo cierto es que Castro ha movido por años, vía chantaje emocional , vía engaños, o por el simple trámite de la estimulación de la codicia, a una importante masa de sus exiliados, incluyendo algunos de los líderes de su oposición. Así, convenientemente preparado el terreno, y con la circunstancia favorable de la presidencia de Barack Hussein Obama, el castrismo ha logrado que la “emigración” en Estados Unidos se haya convertido hoy, por el procedimiento de visitas de cubanos y de remesas, en el principal sostén de su precaria economía. Pero no es suficiente, necesita desmotar el embargo, o lo que queda de él, en su totalidad. Lo quiere todo, sin por supuesto ofrecer nada sustancial a cambio. Quiere todo el turismo americano. Quiere negocios de todo tipo, con todo el mundo, pero singularmente con exiliados o emigrados cubanos. De forma que, con intereses económicos en la Isla (siempre controlados por la tiranía) pasarían de ser, de opositores o candidatos a opositores, a cómplices o, en el mejor de los casos, mansos ciudadanos. En fin, colaboradores.

Y aquí se presentan las extrañas coincidencias. Pretendidos líderes e intelectuales del exilio quieren lo mismo que la tiranía, pero según afirman, por razones contrarias. Melosos llamados a reconciliar a la familia cubana, política de tendido de puentes, turbios intercambios culturales, reclamos infantiloides de que no somos como ellos, que nada es peor que el aislamiento, etc.,etc. No me refiero únicamente a personajes y personajillos como Carlos Saladrigas, o Max LesniK, o Alejandro Armengol,o Arturo López Callejas (alias López Levy), o Ed(in)mundo García y tantos otros que hacen legión. No, estos son secuaces o emisarios del castrismo, los más de ellos sin disimulo. No, lo peor es que son muchos aquellos que desean realmente que las cosas mejoren en Cuba y que, o obstante, sucumben a los cantos de sirena del pensamiento débil. Aquellos que creen, a estas alturas, en Alicia en el país de las maravillas.

De lo que se trata es de una construcción intelectual que Hannah Arendt  denominó como la banalización del mal. Son los que no ven la verdadera naturaleza totalitaria del régimen castrista. No tienen conciencia de que la tiranía castrista es el mal absoluto. Son aquellos que conceden la posibilidad de que el régimen, o algunos dentro de sus estructuras de poder, puedan estar interesados en llevar a cabo una transición democrática. Aquellos que ven reformistas por todas partes. Reformistas que, caso de haberlos, sólo asomarán la cabeza cuando no vean otra salida. Lo que yo llamo proto-reformistas. O también los que, en una rara ilusión conceptual cercana al marxismo, consideran que el inicio de reformitas económicas, por rácanas que estas sean, conducirán inevitablemente, allá en el final de los tiempos, a las libertades y derechos político- sociales.

Nos llaman a la reconciliación de la familia cubana, sin condenar explícita y claramente a quienes la han destruido, más allá aún que separado. Reparten culpas, todos -hemos -cometido -errores, señalan. Es como si se le pidiera a los judíos a reconciliarse con los nazis, o a los rumanos represaliados y hambreados a reconciliarse con Ceacescu y la Securite. Es decir, reconciliación entre víctimas y verdugos, olvidando agravios y crímenes, y que sigan mandando los victimarios. Pues no.

Se enternecen algunos y defienden poéticamente la idea de “tender puentes”. Pues no. Que sepamos, en una guerra lo que se hace es volar puentes, no tenderlos.

Y se nos ponen humanistas y cristianos radicales y dicen que no se puede presionar al régimen porque quien más sufre las consecuencias es el pueblo, como si hubiera mayor sufrimiento que soportar por más de medio siglo un régimen totalitario. Y lo que falta si triunfan las ideas de los conciliadores.

Estos extraños enemigos del castrismo afirman querer la desaparición del régimen, aunque coinciden con las vías y métodos de quienes quieren salvarlo. Por eso no se alarman con las políticas de apaciguamiento de Barack Hussein Obama y José Luis Rodríguez Zapatero, sino que por el contrario, les exigen más gestos. No se irritan con el Senador John Kerry y su política de obstrucción a que se destinen recursos a la oposición democrática cubana. Y por eso se indignan y montan en cólera con la propuesta del Congresista Mario Díaz Balart para que se limiten los medios financieros que recibe el régimen.

En fin, que son muchos los que no entienden que en política no todos los caminos conducen a Roma. En otras palabras, que no cualquier vía sirve para alcanzar la libertad.

Última actualización el Lunes, 11 de Julio de 2011 11:58
 

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