La agencia brasileña Folha dio a conocer una carta fechada el 24 de enero en la que la presidente DilmaRousseff defendió la posición de su predecesor Luiz Inácio Lula da Silva, quien el día antes de abandonar la Presidencia rechazó el pedido italiano para que Brasil extradite a Cesare Battisti.

El caso del ex terrorista de izquierda, quien debe cumplir una condena a cadena perpetua en su país tras ser hallado culpable de cuatro homicidios, generó fuertes cruces diplomáticos entre ambos gobiernos. La negativa de Lula provocó un amplio descontento en el gobierno italiano, que incluso amenazó con llevar la disputa a la Corte Internacional de Justicia.

Pese a su postura, Rousseff indicó en esa misiva que "al volver del receso, en febrero, el Supremo Tribunal Federal de Brasil va a manifestarse sobre la decisión presidencial".

Esa carta fue la respuesta a la que le dirigió el presidente italiano, Giorgio Napolitano, en la que insistía en la extradición de Battisti. "Tal vez no fue plenamente comprendida (por Brasil) la necesidad de justicia de mi país y los familiares de las víctimas de los brutales e injustificables ataques armados, así como de los heridos y sobrevivientes" de las acciones endilgadas al activista, argumentó entonces.

Según Rousseff, la decisión adoptada por Lula el 31 de diciembre no cuestiona la justicia italiana. "Se trata de un parecer jurídico, fundado en la interpretación soberana que la AGU (Abogacía General de la Unión, encargada de cuestiones legales del estado) realizó del tratado bilateral sobre extradición", resaltó.

Los asesinatos atribuidos a Battisti fueron cometidos cuando era miembro del grupo radical Proletarios Armados por el Comunismo, en la década de 1970. El ex terrorista niega los cargos y alega ser un perseguido político.

Entrevistado por el semanario Brasil de Fato, Battisti, quien se encuentra preso en Brasilia desde 2007 a pedido de Italia, consideró que la decisión de Lula fue "un acto de coraje" y reconoció que "el momento elegido no fue por casualidad".