Bajo número de asistentes al acto convocado por el régimen por el Primero de Mayo

Según cifras del régimen cubano, alrededor de 200.000 personas asistieron al acto convocado ...

México: ¿Quién ganó el segundo debate presidencial 2024? Esto revelaron las encuestas

Con la cuenta regresiva para las elecciones del 2 de junio, este ...

Sentenciaron con hasta 15 años de cárcel a 13 cubanos que protestaron contra el régimen en 2022

El Tribunal Municipal de Camagüey sentenció con penas de hasta 15 años ...

Antony Blinken instó a las monarquías árabes del Golfo a crear una defensa integrada ante la amenaza

El jefe de la diplomacia de Estados Unidos, Antony Blinken, instó el ...

Falta de tudo em Cuba, ate dinheiro: país vive escassez de notas em meio à pior crise econômica em d

Alejandro Fonseca ficou várias horas na fila do lado de fora de ...

Es cubana, se exilió y se arrepintió de volver: “Para mí, Cuba es como una tumba” PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Lunes, 01 de Enero de 2024 20:42

Grethel Delgado estaba en España en 2014. Gracias a una beca de creación literaria, pudo salir de Cuba y se instaló durante nueve meses como residente de la Fundación Antonio Gala. No olvidaba la condición innegociable que le pusieron para que pudiera viajar: debía regresar sí o sí a La Habana cuando terminara la beca.


“No me voy a quedar de refugiada aquí”, se dijo. Pero el dolor en el pecho ya habitaba en ella y empezaba a pensar en el exilio. En esa beca creativa Grethel imaginó su primera novela, No me hablen de Cubaque se puede descargar gratis hasta el 8 de enero de 2024 desde Bajalibros. Y fue una premonición de su propia vida.

 

Desde España, inmersa en un proceso de introspección, Grethel imaginó la historia de Gertrudis ―en homenaje a la gran novelista y poeta cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda―, una joven cubana que deja su país para instalarse en Miami. Pero, tras seis años, retorna a La Habana para enfrentarse a la muerte de su tío. Y no solo eso. El regreso a su tierra natal trae otros fantasmas: el de un lugar detenido en el tiempo, sucio, ajeno, triste, gris y desolador.

Lo que Grethel no sabía es que ella, en 2014, estaba escribiendo su propia historia, casi como un presagio (o un deseo), esa que viviría algunos años después. Estaba decidida a dejar de vivir en la isla, bajo un régimen que imprimía una vigilancia asfixiante,“consignas panfletarias” y el miedo a salir a la calle sin saber por qué. Ella iba a ser Gertrudis y, también, volvería a Cuba una vez exiliada. Apenas llegó al aeropuerto de Miami por un festival cultura pidió asilo. Ahora sabe que no quiere regresar.

 

Volver

 

“Fue el arrepentimiento más grande”, dice Delgado en diálogo desde Miami, donde reside, con Infobae Leamos sobre su retorno a Cuba para visitar a sus padres, y define con una imagen clara lo que significó para ella volver a La Habana: “Es como un retroceso raro, como si la isla se fuera absorbiendo a sí misma, se fuera chupando, desgastando, como una mujer muy flaca”.

Hay tantas calles muertas, gente que no dijo lo que pensaba, libros quemados, cabezas metidas en el agua, casas desmanteladas, generaciones manchadas, locos, perdidos y exiliados”, escribe en su novela sobre qué ve la narradora al volver a Cuba.

Delgado es licenciada en Dramaturgia por el Instituto Superior de Arte de Cuba y obtuvo su maestría en Periodismo en Florida International University y se desempeña como periodista en el Diario Las Américas. Publicó libros de teatro como 1987 (2012), Mariposas (2011), Mi familia ideal (2009) y, de poesía, Necesidad de los cultos (2009). También fue finalista del VII Premio Internacional Aura Estrada, del XVII Premio de Teatro de la Universidad de La Laguna (2014); del Calendario (teatro, 2012); del Pinos Nuevos (teatro, 2011); y del David (teatro, 2009).

La novela de algún modo me liberó”, dice y se toca el pecho. La revolución cubana, cuando se cumplen 65 años de su declaración, es un tema inevitable de la entrevista.

Delgado canta las canciones que entonaba en el colegio y hace el gesto militar, como si volviera atrás en el tiempo. También recuerda las consignas panfletarias, los teléfonos de los años 40, los autos de los años 50, los objetos soviéticos, los libros prohibidosVargas Llosa como mala palabra, los manuales de gramática con oraciones sobre Fidel Castro o el “Che Guevara”. Esa pátina del tiempo, el dolor y la desesperanza afloran en No me hablen de Cuba. Pero Delgado aplica belleza a ese exilio, gracias a su pluma.

¿Qué sentido tiene la patria si mis raíces están muertas, cortadas de tajo desde que me fui? ¿Qué es la patria?”, se pregunta la narradora en No me hablen de Cuba. Y ahora, Delgado cuenta su historia, que es la de muchos.

 

En primera persona

 

¿Sentiste culpa de haberte ido?

―No, culpable de tener que regresar. sabía que tenía que regresar, pero ya me estaba doliendo ese regreso antes de que lo experimentara. Imaginé cómo sería esa yo en el exilio, que después de muchos años regresa a Cuba. Imaginé otro regreso, poco más doloroso, y después lo curioso es que me ocurrió. Cuando ya estaba aquí en Miami dije “me voy a quedar aquí”. Pero me di un saltito a Cuba a ver a mis padres y fue el arrepentimiento más grande. No por ver a mis padres, sino por ir a Cuba.

¿La literatura es una forma de metabolizar el dolor?

―Uno saca de donde tiene y parte de esas emociones y esos recuerdos. Pero escribí esta novela fuera de Cuba. Después regresé y, antes de salir definitivamente, escribí imaginando cómo sería la Grethel que se va al exilio. El libro tiene mucho de autobiográfico. De hecho, en algunas cuestiones que ni siquiera me atrevería a decir que eso me pasó. Fui como robando pedacitos de historias ajenas para construir esTa ficción que tiene mucho de mí. La novela se convirtió en una manera de exorcizar todo lo que sentía, toda mi relación con Cuba, a donde no quiero regresar.

¿Qué es Cuba?

Para mí Cuba es como una tumba, una referencia. Algo que está ahí, Que también me preocupa, pero no pienso regresar hasta tanto no cambien las cosas. Cuba es una cárcel rodeada de agua, es como un regreso maldito a los orígenes.

En un viaje anterior a la clínica en España estuviste en Alemania. En una entrevista dijiste que sabías que te estaban espiando por una frase que te dijeron, ¿cuál y cómo fue?

―La vigilancia se siente. Antes de eso, estando en Cuba, iba caminando al teatro ―trabajaba como actriz en una compañía teatral― y salía de mi casa con una mochila de colores. Iba al teatro, muy idílico todo, y varias veces la policía me paraba. Era muy extraño ese nivel de vigilancia. Así, por nada, sin ninguna razón, me pedían el carnet de identidad con esos malos tratos. Uno tenía que bajar la cabeza, no puede ni pelear porque si quieren te pueden llevar a la estación. Hay ese nivel de descaro.

¿Y en la Universidad?

―También lo viví cuando estaba estudiando Dramaturgia. Uno no podía decir lo que pensaba, justo en una facultad de arte donde te invitaban a pensar libremente y a crear. Había que tener esos cuidados, uno tenía que aprender a llevar sus máscaras y sortear todos esos obstáculos para salir con un título de ahí.

Entonces, ¿qué sucedió en Alemania? ¿Por qué sentiste que te estaban espiando?

―Teníamos una beca que nos dio el Instituto Ghoette, estábamos emocionadísimos, iban a leer unas obras nuestras de teatro en alemán, no entendimos nada, pero lo disfrutamos. Pero antes de salir a Alemania, nos reunieron y un profesor de la universidad ―que ahora justo está en el Ministerio de Cultura en uno de los altos cargos, un “pincho”, como le decimos a los que están en la cúpula del régimen― nos dijo: “Ustedes atiendan bien, esto es serio. Ahora van a ir a un evento en Alemania donde va a estar la opositora y disidente Yoani Sánchez, van a dar un documental sobre ella, y eso es en contra de la revolución y verán un discurso negativo, no se acerquen a eso, no lo difundan”.

¿Alguna otra vez lo sentiste?

―También en otro momento que viajé a Venezuela, en 2011. Para poder ir allí, el Ministerio de Cultura, a nuestro grupo de teatro para montar una obra para niños, nos tramitó ese pasaporte oficial que le daban a gente del gobierno. ¿Y qué pasaba? Cuando salíamos del hotel, íbamos con una supervisora cubana y nos recogía los pasaportes. Nosotros montábamos un bus sin pasaporte y nos llevábamos al teatro. Pero siempre estuvo esa vigilancia incluso en un contexto cultural ¿Te das cuenta cómo todo estaba gobernado?

 

Censura y panfletos

 

En No me hablen de Cuba la protagonista hace referencia a la quema de libros, ¿cómo es esa cuestión?

―Me dijeron si quería leer algún libro prohibido, en una ocasión cuando hablé con un poeta muy afín al régimen. Él me comentó de estas bibliotecas de la censura y se hablaba por lo bajo. Hay libros, como los de Vargas Llosa que no vas encontrar en una biblioteca normal. Él ha sido muy contestatario con el régimen y lo que no le gusta al el régimen, lo elimina. No pasó lo mismo con Gabriel García Márquez. Las bibliotecas están llenas de huecos, como ropa vieja. Muchas veces se quemaron cartas, las que mandaban desde Estados Unidos los primeros años de la revolución. Y todavía hoy se sigue perdiendo mucho correo, es imposible mandar algo a Cuba desde aquí.

En el libro la protagonista dice: “Tengo el consuelo de que mi hija no va a crecer rodeada de consignas” ¿Cuáles son esas consignas a las que hace referencia?

―Qué horror, sí. “Seremos como el Che”, que decíamos en la primaria a los ocho o nueve años y también cantar el Himno Nacional. Otra más larga era “Pioneros por el comunismo, seremos como el Che”, “Patria o Muerte, Venceremos” y “Esta es la calle de Fidel”. Si recuerdan la canción Patria y Vida (del grupo Gente de Zona) es para refutar un poco ese “Patria o muerte” tan absoluto y tan tenebroso. Y un montón. Y había muchas canciones también.

 

La patria de los recuerdos

 

No me hablen de Cuba tiene un concepto central: el de patria. ¿Qué es la patria en esta novela?

Patria es el recuerdo, esa memoria que construye y sigue creciendo a pesar de que el “momento Cuba” se cortó. La patria son esos recuerdos de la casa de la infancia, cuando fuiste tan feliz yendo a la playa con tus padres. Es como limpiar un poco la impureza de ese contexto. Patria es para mí son los libros de José Martí, de José Lezama Lima, las canciones clásicas. Es decir, es todo lo bonito que se creaba dentro de Cuba y que uno no se lleva a esa maleta de que son recuerdos.

¿Y el exilio?

― El exilio es ese país otro que reúne la comunidad de los desarraigados o, más bien, de los expatriados, porque aunque a veces a uno no lo echan, uno se siente echado. El exilio a nivel personal es mi burbuja, lo que llevo y mi coraza. La literatura es mi país, mi refugio más honesto.

Uno de los personajes en No me hablen de Cuba es un profesor de literatura, al que echan de su trabajo y es barrendero. Él menciona a los poetas soviéticos, particularmente a Vladímir Mayakovski, conocido como el poeta de la revolución ¿cuál es la relación entre literatura y política? ¿La literatura funciona como denuncia?

― Todo lo que esté impuesto ya pierde la magia. A veces es inevitable escribir y ser contestatario. La política no tiene que ser necesariamente que uno diga “abajo Díaz-Canel”, sino que uno muestre esa urgencia, esa incomodidad, esa necesidad a través del narrador. La literatura es un empuje para decir las cosas con otro revestimiento, y es muy necesario, pero no me gusta el panfleto político, esa literatura que va diciendo que esto es bueno o malo.

¿Se puede ser poeta de la revolución?

―Sí, si sabes mentir muy bien y si te convienen las prebendas. Pienso en poetas como Nancy Morejón, que ha estado siempre muy al lado del régimen y por eso le han dado premios, viajes. Lo vimos con Goebbels: tú puedes tener un grupo artístico que vaya al lado de un régimen, al lado de una ideología y vaya defendiendo ese pensamiento. Pero creo que nunca va a ser libre. La literatura libre es la que nace per se, sin seguir esos parámetros y esos encajonamientos.

En la novela está el personaje de Enrique, la expareja de la protagonista, que se trasviste. ¿Cuál es el papel del sexo y la sexualidad en este contexto?

―Es curioso, porque justo en la clave de la liberación para mí. El personaje y el hecho de asumir que le gusta verse como una mujer fue un camino, porque en Cuba los niños tienen que ser muy machos. Si no eres macho no eres revolucionario. Si eres suavecito te dicen que eres “blandengue”, sobre todo al principio de la revolución era muy fuerte. Vimos los campos de trabajo obligatorio, donde mandaban muchos cubanos que eran artistas o que tenían sensibilidades. Eso afectó mucho, nos hirió en el ADN. Con Enrique quise demostrar que es esa libertad que sale al fin, y es un personaje que se maquilla, lleva otra máscara encima de esa, que es lidiar con la realidad cubana, pero así es cuando más libre está siendo: cuando más alocado es.

Se cumplen 65 años de la Revolución cubana, ¿cómo ves el proceso hoy? ¿Qué quedó?

―Ya no queda nada de ese espíritu y de ese romanticismo. La gente sabe que todo está perdido pero o se atreven poco o no se atreven a hablar porque quieren sobrevivir. Lo bueno es que bueno es que hay movimientos opositores dentro y fuera de Cuba, que siguen luchando por sacar la verdad a la luz. Creo que solo el pueblo tiene la solución.

 

Así empieza “No me hablen de Cuba” (Fragmento)

 

Nadie me recibe y nadie me va a despedir. Hace tiempo dejé de creer en Ítaca. Demasiado tarde. Levanta la cara y no llores. Ya estás en Cuba.

¿Quién te habrá mandado a regresar? ¿No te cansaste de repetir que no volverías ni en sueños, aunque Gardel te diera nostalgia y tus amigos dijeran que era necesario reencontrarse con la patria? La patria… ¿Qué sentido tiene la patria si mis raíces están muertas, cortadas de tajo desde que me fui? ¿Qué es la patria? ¿Dónde está si no es con uno mismo?

Me quedaba un tío en Reina y Galiano, y murió hace unas semanas. Pero no vine solo para ver la tarja en el cementerio, o el espacio de fosa común donde lo habrán lanzado, después de revender por enésima vez nuestro panteón familiar. Vine a La Habana a reencontrarme con una amiga.

Si las despedidas son horribles, los reencuentros pueden ser peores. El aterrizaje fue aparatoso. Nos sacudimos como si estuviésemos en la coctelera de un barman que agita interminablemente el trago. Cayeron algunas maletas y bolsos, y más de una señora estirada, de esas que no veían la isla desde los años sesenta, fue blanco de los equipajes. También era tarde para ellas si de maldecir el día en que nacieron se trataba. Desde cabina el piloto pidió disculpas. Todos rieron. Los imitaba como una tonta, aunque siempre había rechazado la idea de hacer cosas en masa, desde reír hasta gritar consignas sin entender el por qué, o sin querer.

A la salida las personas esperaban a sus familiares, amontonadas en el rincón que les permitía ver a través del cristal. Lloraban antes de verlos salir de aquel enredo de metales. Lloraban desde el día anterior, cuando organizaban un recibimiento, al preguntarse si al familiar le gustaría esto o lo otro, como «allá hay de todo». Lloraban al hacer la cama que quizás le vio nacer, en el cuartico que seguía igualito. Lloraban desde la semana anterior, al ultimar los detalles para la fiesta: la comida en casa, las fotos, las historias. Lloraban hacía dos, cinco, diez años, porque no veían a esa persona más que en fotos.

Y yo, ¿qué hacía dentro de todo eso? ¿Por qué tenía que regresar a mi país de esa manera, atravesar registros vulgares en la aduana, sentir esa emoción que se podía palpar de tan densa, insoportable?

Di mis primeros pasos como un reo que está a punto de ver la calle, con mi pasaporte pegado al corazón. No sé por qué miré hacia atrás, en una estúpida reacción que siempre había visto en las películas, como si al mirar atrás algo o alguien pudiera revertirlo todo.

Miré hacia atrás, quise convertirme en piedra, hacerme de una coraza para lo que vendría después. Detrás estaban los uniformados. Ni siquiera me miraban, ocupados en olfatear a los “gusanos” y detectar si se repetían muchas veces una camisa o un par de zapatos. Muy despacio, giré la cabeza hasta encontrarme con un enorme teatro que abría el telón para mí. Al fondo, cientos de actores.

No quería mirar a nadie.

 

Quién es Grethel Delgado

 

♦ Nació en La Habana, Cuba, en 1987.

♦ Es Licenciada en Dramaturgia por el Instituto Superior de Arte, Cuba. También fue residente de la Fundación Antonio Gala, España y obtuvo su MS en Periodismo en Florida International University.

♦ Ha publicado los libros de teatro 1987 (2012), Mariposas (2011), Mi familia ideal (2009) y, de poesía, Necesidad de los cultos (2009).

♦ Fue finalista del VII Premio Internacional Aura Estrada (2021); XVII Premio de Teatro de la Universidad de La Laguna (2014); Premio Calendario (teatro, 2012); Premio Pinos Nuevos (teatro, 2011); y Premio David (teatro, 2009).

No me hablen de Cuba es su primera novela.


INFOBAE

 

Última actualización el Miércoles, 10 de Enero de 2024 15:52
 

Add comment


Security code
Refresh

Raúl Castro 'El Cruel' y sus complejos

Indicado en la materia

Por ROBERTO ÁLVAREZ QUIÑONES.- Raúl Castro actúa de manera cada vez más irresponsable y cruel. Quiere que el final del régimen que lleva su apellido tenga un final traumático, no civilizado. Se...

'Corriente y comida' también es 'Patria

Indicado en la materia

Por RAFAELA CRUZ.- Es difícil encontrar una revolución de esas que han cambiado el destino de una nación o de la humanidad toda, que no haya cuajado a partir del infortunio económico ag...

El rescate ruso de Cuba se evapora

Indicado en la materia

Por EMILIO MORALES.- Mientras Cuba se apaga, las esperanzas sembradas por el PCC de un rescate financiero ruso a raíz del anuncio de que Cuba adoptaría el modelo ruso, se han desinflado a la...

Raúl Castro: el general en su derrota

Indicado en la materia

Por RAFAELA CRUZ.-  Si se mezcla cobardía patológica con nulidad intelectual se obtiene un Raúl Castro. Lo de este general con más estrellas en la charretera que tiros disparados en combate —s...

La “Revolución Cubana”, un bodrio carent

Indicado en la materia

Por Jorge Hernández Fonseca.-  Todo lo mal hecho se justifica en la Cuba de los hermanos Castro como siendo producto de lo que la dictadura llama “bloqueo imperialista” de los Estados Un...

La llamada “Revolución Cubana” fracasó

Indicado en la materia

Por Jorge Hernández Fonseca.-  No solamente la “Revolución Cubana” fracasó, como que es una verdadera vergüenza que hombres que tuvieron el coraje de alzarse en armas contra una dictadura política (si ...

Cuba: La isla de los sueños traicionados

Indicado en la materia

Por Jorge Hernández Fonseca.-  Existe en la Cuba castrista actual una decisión firme: cambiar su régimen económicamente socialista y estatista, a un régimen capitalista mafioso estilo ruso. Será capitalista porque se re...