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EL SÍNDROME DEL VICE DEPENDIENTE PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Domingo, 20 de Diciembre de 2009 21:25

Jorge Hernández Fonseca

2 de Mayo de 2009

 

A pesar de ser muy conocida, la tendencia de tratar de legar el poder a súbditos incondicionales ha ocasionado más de un fracaso rotundo en una pretendida sucesión amañada. Se trata de un fenómeno asociado a la tendencia (casi universal, tanto en la derecha como en la izquierda) de aquellos aspirantes a gobernantes vitalicios (y autoritarios) que detentan el poder central, de seleccionar candidatos a sucesor en ese poder central –cuando hay necesariamente que hacer el relevo, bien sea a través de elecciones o simplemente por sucesiones obligadas-- a personas atadas política y afectivamente al gobernante autoritario, que pretende así perpetuar su voluntad política manejando tras bambalinas los hilos del poder supuestamente “delegado”.

 

Ejemplos hay muchos, sobre todo en aquellos procesos pretendidamente “revolucionarios”, cuando no hay en la filosofía política asociada ninguna norma que los eternice en el poder como “dictadores legales”, como sucedió en la vida política mexicana durante más de medio siglo y como también sucedió con Franco en España, ejemplificando el lado de la derecha. O como hicieron Stalin en Rusia y Fidel Castro en Cuba, que sí tenían en su arcabuzo ideológico normas que justificaban la dictadura sin la necesidad de alternancia, por el lado de la izquierda.

 

Precisamente en estos momentos hay un caso --que pudiera en el futuro ser emblemático-- de una sucesión por elecciones donde el actual presidente quiere dejar un sucesor dependiente de su voluntad futura. Se trata del caso brasileño, donde el presidente Lula da Silva ha nombrado una sucesora, desconocida y poco popular, nunca antes electa a cargo púbico alguno, con el único objetivo de continuar manejando tras bambalinas las deliciosas riendas del poder.

 

Y es el caso de la sucesión obligada que por causa de la enfermedad grave del dictador cubano lo obligara a nombrar a su hermano, también impopular (aunque conocido en la isla) como sucesor designado a ocupar de forma vitalicia las riendas del poder. Otro incondicional.

 

Claro que son dos casos diferentes. En Brasil existe una democracia más o menos consolidada y un presidente popular, que ha rechazado la tentación de eternizarse por la vía constitucional en el poder, como sí lo ha hecho Hugo Chávez en Venezuela, ejemplo que pretenden seguir Álvaro Uribe en Colombia, Evo Morales en Bolivia y Rafael Correa en Ecuador.

 

Estamos ante tres casos diferentes del mismo fenómeno analizado. En Cuba, existe una filosofía escrita y aceptada de “dictadura del proletariado” que oficial e ideológicamente endiosa al gobernante de turno, autorizándolo a definir cualquier (literalmente “cualquiera”) alternativa sucesoria sin que nadie lo cuestione. En el caso de Venezuela, Bolivia y Ecuador, se ensaya una variante de la dictadura cubana, dando un viso constitucional a la eternización del gobernante autoritario en el poder, mecanismo que quiere aprovechar Uribe en Colombia. En el caso de Brasil, lo que quiere Lula es eternizarse en el poder a través de una incondicional.

 

Lula y Uribe son presidentes populares de tendencias contrarias --el primero de izquierda y el segundo de derecha-- que han hecho excelentes trabajos al frente de sus gobiernos, pero que como humanos han probado la “miel del poder” (de la que disfruta Fidel Castro hace 50 años y por eso se ha referido a ella con propiedad) y quieren perpetuarse de manera más o menos disimulada, lo que viene a confirmar esa perniciosa tendencia de personalizar el poder político.

 

Chávez, Morales y Correa son admiradores de Fidel Castro y adorarían poder hacer en sus países lo que se hace en Cuba. Sin embargo, hay que reconocer el esfuerzo político que implica intentar implantar una “dictadura del proletariado” por las vías constitucionales, aunque esta Constitución previamente haya sufrido cambios que favorecen el autoritarismo.

 

En esto el “caso Cuba” es proverbial. Aprovechando los ejemplos anteriores y las lecciones que la historia nos brinda respecto a esta tendencia (pudiéramos decir que antropológica, casi todos los que prueban el poder quieren eternizarse en él) queremos hacer un análisis del futuro --a medio plazo-- que la decisión cubana tiene asociada a la sucesión de Raúl en lugar de Fidel.

 

En primer lugar, resulta muy claro que la sucesión cubana se dio obligado por las circunstancias de una enfermedad de gravedad mortal. Superada esa enfermedad, Fidel ha continuado mandando, no a través de Raúl (como pretende hacer Lula en el futuro, si consigue hacer su sucesora) sino directamente a través del periódico, desmintiendo a Raúl y colocándolo ‘en el lugar que le corresponde’ como segundo al mando. Ha habido con seguridad diferencias fuertes entre ambos, que probablemente haya ocasionado discusiones y distanciamientos. Pero estas diferencias han afectado muy poco la dependencia política y afectiva que Raúl tiene de su hermano.

 

No obstante lo anterior, hay sí muy serias diferencias entre los equipos de trabajo de Fidel y Raúl. Diferencias que han trascendido mediante purgas de los hombres de Fidel, que han caído en las trampas preparadas por la policía política manejada por los hombres de Raúl y que han podido ser presentadas ante el anciano dictador como verdaderas traiciones. Es evidente que la sucesión en Cuba, si se hubiera hecho (aún dentro del partido comunista) por la capacidad probada, la juventud necesaria y la meritocracia demostrada, las riendas del poder hubieran recaído en alguno de los dirigentes jóvenes recientemente purgados (precisamente por eso fueron purgados) y es en este procedimiento que va implícito el germen de la autodestrucción del poder autoritario que ahora detenta Fidel, pero que los hombres de Raúl aspiran a detentar.

 

De la misma manera que --a medio plazo-- Uribe fracasará en Colombia si insiste en perpetuarse en el poder, Chávez en Venezuela, Morales en Bolivia, Correa en Ecuador y Lula en Brasil, Fidel Castro cava su propia tumba (la suya está garantizada, cava la tumba de su ‘revolución’) con el procedimiento sucesorio rauliano, chapucero, purgador y divisionista (por el odio que se profesan los equipos auxiliares de Fidel y Raúl) que pretende continuar con una dictadura anacrónica y discriminatoria hacia los cubanos, como nunca hubo otra similar en Latinoamérica.

 

No se trata de prestidigitación ni de crítica a una ideología en bancarrota, es el proceso sucesorio de un segundón incompetente lo que marcará el fin de la dictadura cubana, como marcará el fin de todo proceso sucesorio que no sea guiado estrictamente por la meritocracia y la necesaria alternancia en el poder central, con visiones diversas y necesariamente diferentes.

 

Artículos de este autor pueden leerse en http://www.cubalibredigital.com

 

 

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