Saúl Franco, comisionado de la Verdad de Colombia: “La principal víctima de la guerra fueron los civiles que no estaban alineados” Imprimir
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Sábado, 06 de Agosto de 2022 16:28

El mes pasado la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición de Colombia presentó el Informe Final ante la Corte Suprema de Justicia, después de cuatro años de intensas investigaciones y entrevistas.

Saúl Franco Agudelo, miembro de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición de Colombia (Universidad Tres de Febrero)

Un informe que tuvo como objetivo la difícil tarea de esclarecer lo ocurrido durante más de medio siglo de conflicto armado, que dejó miles de muertos, desaparecidos, desplazados y exiliados.

Saúl Franco Agudelo es uno de los 12 integrantes de la Comisión, que fue nombrada por un jurado internacional y presidida por el jesuita Francisco de Roux. El médico e investigador estuvo la última semana en Buenos Aires para exponer sobre el Informe en la Universidad Tres de Febrero (UNTREF).

En el marco de su viaje al país, el especialista, que también estudió los resultados obtenidos por las comisiones de la verdad en Argentina, El Salvador y Guatemala, dialogó con Infobae sobre el “arduo e intenso” trabajo que realizó la Comisión para conocer en profundidad lo que ocurrió -y sigue ocurriendo- como consecuencia del conflicto armado entre grupos guerrilleros, paramilitares y el Ejército colombiano.

Franco Agudelo fue categórico al momento de aclarar que, más allá de los actores que participaron de esta guerra, “la principal víctima fue la población civil”. Si bien han muertos varios guerrilleros y soldados, detalló que entre el 80 y el 90% de las víctimas son civiles.

Asimismo, destacó la importancia de trabajar contra la impunidad, el racismo y el “enorme negacionismo” que, según indicó, existe en el país respecto a la guerra.

El comisionado de la verdad reconoció, no obstante, que la paz no es algo que se pueda dar de un día para el otro, ni tampoco es tarea de un sólo gobierno. “Para lograr la paz se necesita de la voluntad ciudadana y compromiso de los gobiernos”. En ese sentido, consideró que el flamante presidente Gustavo Petro, ex guerrillero del M-19, “tiene una oportunidad histórica”.

La población civil fue la gran víctima del conflicto armado en Colombia (CARLOS GARCIA/AFP/Getty Images)La población civil fue la gran víctima del conflicto armado en Colombia (CARLOS GARCIA/AFP/Getty Images)

-¡Cómo fue la experiencia de llevar adelante una investigación sobre un tema tan doloroso para Colombia, y en qué consiste el Informe Final que viene presentando la Comisión?

-El trabajo de la Comisión de la Verdad ha sido un trabajo sumamente arduo, intenso, desarrollado a lo largo de los últimos cuatro años. Esto surgió de los acuerdos entre el Estado colombiano y la guerrilla de las Farc, que se creó un sistema que llamaron sistema integral de verdad, justicia, reparación y no repetición, con tres componentes de la Jurisdicción Especial para la Paz, la JEP, que se encarga de investigar ya las cuestiones judiciales y de tratar de hacer sentencias, condenas, o sea, tratar de resolver el problema de la impunidad. Porque para las víctimas si no hay un nivel de justicia las cosas quedan como en el aire. A nosotros nos encargaron, por una parte, que tratáramos de ayudarle al país a esclarecer lo que pasó a lo largo de estos años de confrontación armada. Qué pasó, en dónde, quién lo hizo, qué consecuencias tuvo. Pero al mismo tiempo no solo describir lo sucedido, sino analizar los por qué, las razones de los acontecimientos, que en cierta forma en la Comisión lo volvimos la pregunta central, por qué la guerra persiste en Colombia. Pero nos encomendaron no sólo a ayudar a esclarecer la verdad, sino además contribuir lo más que pudiéramos a que el país reconozca eso. Porque en Colombia hay un negacionismo enorme de la realidad de la guerra y todavía hay sectores que afirman que aquí no hubo guerra, que fue una cuestión local o regional con algunos de un ejército regular contra unos ejércitos irregulares de poca trascendencia. Tuvimos dificultades muy grandes, y limitaciones como la pandemia, como la persistencia de la guerra. Cuando se firmó esto en La Habana pensaban que la guerra paraba, pero la guerra siguió y en algunas partes se intensificó. Esa persistencia de la guerra para mí fue la principal dificultad porque eso quita confianza y esperanza, y la Comisión era en cierta forma una voz de confianza y de esperanza. A pesar de las dificultades creo que logramos cumplir la tarea.

-¿Cuál fue el eje central del trabajo que realizaron?

-Nosotros dijimos “vamos a escuchar a la gente”. A toda la gente. Sobre todo, a las víctimas. Y abrimos un espacio de escucha a todos los sectores del país: la fuerza pública, ex funcionarios de distintos órganos del Estado, empresariado, guerrillas o ex combatientes, paramilitares o ex paramilitares, campesinos, indígenas, afrocolombianos, población LGBTI, campesinos, académicos, universidades. Recibimos más de 1.200 informes que otras tantas personas o instituciones elaboraron directamente para la Comisión. Por ejemplo, el sindicato más grande de la educación en Colombia, que se llama Fecode (Federación Colombiana de Educadores) hizo un reporte de lo que había sido el conflicto armado para los profesores y estudiantes en Colombia. Eso tiene un valor enorme. De hecho, hay tantos estudios de violencia desde que la violencia empezó; los estudios pioneros de la de la violencia en Colombia datan de principios de la década del 60. Con base en esto, de la escucha directa de más de 30.000 personas, de la revisión de más de 1.200 informes que nos entregaron, y esta riquísima documentación secundaria, hicimos un análisis a fondo y una reflexión de lo que es fundamental. A partir de eso, hicimos este informe final, que son 10 volúmenes dedicados a tratar los aspectos generales. Por ejemplo, hay uno que es el volumen fundamental, que es el de hallazgos y recomendaciones, donde resumimos cuáles fueron esos grandes hallazgos de la Comisión, y a partir de ellos cuáles son las principales recomendaciones que la Comisión le hace a la sociedad. Tocamos el problema del narcotráfico, el problema de la impunidad, que es sumamente grave en el país; el problema de la seguridad nacional; el carácter territorial de esta guerra… Otro volumen se refiere a la cuestión de pueblos étnicos. Colombia es un país multiétnico y hay un racismo impresionante. Dedicamos un volumen entero a entender lo que fue la guerra para las más de 100 comunidades indígenas y para los pueblos afrocolombianos, y raizales, y palenqueros. Hay otro volumen dedicado a los niños, niñas y adolescentes en la guerra. Por lo menos 30.000 niños, niñas y adolescentes fueron integrados a la guerra por los distintos actores armados, especialmente las guerrillas. Esto tiene consecuencias terribles, con impactos devastadores sobre su vida. Hay otro volumen dedicado a las mujeres, en lo que ha sido la guerra para las mujeres, y la forma como les ha tocado vivir directamente, o su participación en la guerra, o las consecuencias de la guerra en violencia sexual, en viudez, en pérdida de sus hijos, en empezar una nueva vida. Y en la población LGBTI: yo creo que ahí Colombia ha hecho un aporte y un reconocimiento a esa población porque . La Comisión le da presencia, le da realidad, y además muestra lo terrible que les ha tocado vivir en la guerra por las discriminaciones, por los abusos, por considerarlos casi desechables. Y finalmente otro capítulo, que es un aporte importantísimo de la Comisión, que es el problema del exilio. Resulta que hay mucho más de 500.000 exiliados, posiblemente rondemos el millón, como consecuencia de la guerra.

-El informe estuvo orientado a partir de cinco preguntas. Me interesaría ahondar en una de ellas: ¿Por qué persistió tantas décadas el conflicto armado en Colombia?

-Esa es de las preguntas medulares que nos hicimos. En primer lugar, el primer gran hallazgo de la Comisión es que en Colombia sí hubo guerra. Sí ha habido un conflicto armado de larga duración, y esto enfrenta radicalmente a los sectores que niegan esta realidad. Ahí empiezan los por qué. Esa guerra no ha sido por un capricho de dos actores armados o de dos ejércitos, sino por un entramado de intereses económicos, políticos y militares. Ahí están los porqués más profundos. Sobre una realidad de inequidad preexistente viene un conflicto enorme por la posesión especialmente en la riqueza del país y ahí la riqueza tiene muchísimo que ver con la tierra y los recursos naturales. Hablamos de petróleo, de minería, de oro, de coca… Ahí está un núcleo duro de la confrontación y eso sigue siendo así. Donde estos problemas están más crudos, es más cruda la guerra. Hoy el mapa de la confrontación armada en Colombia tiene que ver mucho con estas áreas principales o de cultivo o de tráfico de la coca. Entonces hay un núcleo económico de la guerra, y ahí las élites nacionales y regionales tienen una responsabilidad muy grande. Esto es un hallazgo sumamente importante: que los intereses económicos están en el núcleo. Al mismo tiempo los intereses políticos. ¿Qué entendemos por intereses políticos concretamente? Dos cosas: uno, el control del Estado y de todas sus instituciones, y el control de la ideología política en el país; de qué valores políticos, de cómo se maneja, de la dinámica de la democracia, etcétera. Esta confrontación por el poder político está eminentemente en el centro. De hecho, las guerrillas soñaron con tomar el poder. Encontramos en la Comisión que, si bien llevamos 60 años de guerra, hubo una década en donde la guerra fue más dura, que fue entre 1994 y 2005. Ahí están estos actores de poder en su máximo momento: el paramilitarismo configuró en ese momento las Autodefensas Unidas de Colombia, que fue su máxima expresión organizativa, su máximo poder político y militar, y su proyecto de lo que ellos llamaron refundar la patria. Pero estaba en el momento en que las guerrillas, en especial las FARC, pensaban que podían tomar el poder, y lo intentaron, y casi, como ellos mismos dicen, cercaron a Bogotá. Pero al mismo tiempo fue el momento en que la coca tuvo una expansión voluminosa. El ejército tenía también su mayor potencia, el Plan Colombia, el apoyo de los Estados Unidos… Otro hallazgo grandísimo de la Comisión es que las principales víctimas de esta guerra ha sido la población civil. Esta no ha sido una guerra en la que las principales víctimas fueron los integrantes de los ejércitos, llámese guerrilla, paramilitar, soldado… Murieron de todos esos, sin duda, pero entre el 80 y el 90% de las víctimas totales son población civil. Por eso hemos dicho en todos los tomos: es una guerra en que las víctimas principales han sido los civiles, la población que no estaba alineada o afiliada a ninguno de los bandos.

-¿El narcotráfico contribuyó significativamente para esa persistencia del conflicto?

-El problema del narcotráfico ha tenido un papel enorme, pero no en el origen. El conflicto colombiano es más viejo que el narcotráfico. Pero sí en la dinámica y en el crecimiento y la degradación del conflicto armado. El paramilitarismo y el narcotráfico contribuyeron de una forma enorme a degradar la guerra. Primero, en el sentido de que ahí lo que importaba era el poder, la fuerza bruta y la eliminación de todo lo que se opusiera al negocio. Entonces la guerra se degradó enormemente cuando estos sectores se impusieron en cierta forma o tomaron una fuerza sumamente grande en el conflicto. El narcotráfico ha tenido y sigue teniendo hoy un peso. No exclusivamente, y sería equivocado decir guerra igual narcotráfico en Colombia. No es cierto. Pero que tienen muchísimo que ver, los documentos de la Comisión no dejan la menor duda de que hay una relación muy fuerte. Y hay dos factores más que quiero señalar: en esta confrontación el problema de la impunidad ha sido otro combustible de esta guerra. Porque si no hay justicia, por una parte, el agresor se siente con patente de corso para seguir porque no hay sanción, pero al mismo tiempo la víctima siente que no hay esperanza, que no hay confianza, que no hay un estado que haga justicia y entonces se pierde la legitimidad del Estado, y hay una prepotencia del actor, en este caso el actor armado. Por lo tanto, la impunidad ha estado a lo largo de la guerra y se ha convertido en una cuestión de doble flujo: a más guerra, más impunidad; y a más impunidad, más guerra. Por eso nosotros planteamos que si se no se toca de fondo este problema de la impunidad tampoco habrá alternativa. Y finalmente, si bien este conflicto es nacional, tiene características regionales muy particulares, donde en las regiones se da de distinta manera el problema de la tierra, el problema del narcotráfico, hay distintos poderes políticos locales… O sea, la guerra tiene distintas caras, realidades dinámicas regionales. Por lo tanto, la construcción de la paz en Colombia tiene que partir de las regiones. En Colombia la paz o es territorial o no es paz. Eso quiere decir que hay que darle presencia al campesinado, que ha sido una de las principales víctimas de esta guerra, y que no es sólo reconocerle teóricamente su dignidad o su memoria, sino que hay que garantizarle tierra, vivienda, carretera, cultivos, inclusive para la cuestión de la sustitución de la coca. Tiene que haber una racionalidad económica que le haga ver que de otra forma puede vivir dignamente. Si no se garantiza eso va a seguir sembrando coca. Tiene que haber un tratamiento distinto, una mirada distinta, de la relación campo-ciudad. Hay que dignificar mucho más el campo y las economías campesinas.

-Mucho se ha hablado de los estrechos vínculos de las guerrillas colombianas con gobiernos como los de Cuba y Venezuela. Incluso hoy en día muchos disidentes se encuentran en suelo venezolano. ¿Qué papel tuvieron los actores externos? ¿Preocupa a la Comisión la presencia de guerrilleros en Venezuela?

-En primer lugar, para decirlo categóricamente, el problema de la guerra y la paz en Colombia es un problema fundamentalmente colombiano, pero no exclusivamente colombiano. Nada pasa en el mundo que no esté penetrado y en algunos casos bastante dirigido por intereses transnacionales. Cuando hablo que esta guerra en Colombia ha tenido una racionalidad fundamentalmente económica, política, eso no se agota en la frontera nacional, sino que mucho de eso está interrelacionado. El narcotráfico no es un problema colombiano; Colombia juega un papel importantísimo dado que es el principal productor de coca en este momento, y el tráfico es importantísimo; es el país con mayor influencia en la cuestión del narcotráfico. Pero igual ha pasado con otras riquezas. Entonces, si bien el problema es fundamentalmente colombiano, está inscrito en unas relaciones ideológico político económica transnacionales. Ejemplos: el origen de las guerrillas colombianas en la década del 60 tuvo mucho que ver con el momento político internacional, con el triunfo de la Revolución Cubana en el 59, con lo que estaba pasando en Vietnam, con las políticas de seguridad impulsadas por los Estados Unidos, lo que acababa de pasar en China… Esto dio cierto oxígeno, cierta posibilidad a la lucha armada como una opción en el camino de la búsqueda de condiciones de equidad, de justicia. Lo que pasó en la Unión Soviética, lo que ha venido pasando en China ha influido. Pero no es solo en este nivel ideológico-político. Está la cuestión de los intereses transnacionales. Por ejemplo, el interés por los hidrocarburos y concretamente el petróleo. Eso ha tenido mucho que ver con la dinámica del conflicto en ciertas regiones del país, la explotación petrolera... Muchos de los destacamentos militares surgieron para tratar de proteger de la explotación de esa riqueza, y ahí hubo capital transnacional grande de Inglaterra, de los Estados Unidos, y posteriormente inclusive de Alemania y de otros países. La comunidad internacional ha tenido también mucho que ver con la paz en Colombia. Si uno mira por ejemplo todas las negociaciones de La Habana, el apoyo de Cuba, y los países que observaron, como Noruega. Todos los que apoyaron este proceso tienen una importancia muy grande para la paz y más recientemente, por ejemplo, el papel de Naciones Unidas ha sido un sumamente importante. Estamos conscientes de que hoy y a futuro la paz depende fundamentalmente de que la población colombiana mire, capte, entienda esto, y se comprometa con eso, que los gobiernos de Colombia lo implementen y que la comunidad internacional con esa diferencia de actores, de intereses, de historias, se comprometan con un proceso de paz en el país.

El presidente electo de Colombia, Gustavo Petro, se comprometió a trabajar en las recomendaciones realizadas por la Comisión de la Verdad (REUTERS/Luisa González)El presidente electo de Colombia, Gustavo Petro, se comprometió a trabajar en las recomendaciones realizadas por la Comisión de la Verdad (REUTERS/Luisa González)

-Esta semana las FARC expresaron su disposición de diálogo con el gobierno de Gustavo Petro. Conociendo su pasado guerrillero, ¿será más fácil para el flamante presidente colombiano lograr un mayor acercamiento con estos grupos?

-En primer lugar, sin duda el presidente Petro, que sabe de qué está hablando cuando se habla de conflicto armado en el país por haber sido miembro de una de las organizaciones armadas, el M-19, aunque nunca fue un gran dirigente militar… Yo no sé si tuvo alguna formación militar, tengo una impresión de que no, que estuvo como en el área política de la organización, pero no me quiero meter en ese tema a profundidad. Pero el hecho es que él sí sabe de qué se está hablando en esto y entonces hay dos cosas. Uno, no hay dudas de su compromiso total con los Acuerdos de Paz. Eso lo tiene clarísimo. Lo ha dicho desde el comienzo. Él está interesado en implementar en serio los Acuerdos de Paz. Eso es fundamental. Yo te diría que creo que hay una ventana de oportunidad muy grande con Petro para los acuerdos de La Habana por una parte, y para la recomendación de la Comisión de la Verdad. Y con ese trípode, Constitución del 91, acuerdos de La Habana, e informes de la Comisión, creo que el nuevo gobierno y la sociedad tiene hoy un mandato, una ruta bastante clara. Y él, por suerte, lo ha ratificado en privado y en público: su compromiso con la Constitución del 91, con los acuerdos de La Habana y con la recomendación de la Comisión. Pero hay que decirlo, no la tiene fácil. Tiene una posibilidad, una cercanía o empatía con algunos de estos movimientos que algunos ya han expresado su voluntad de negociar, pero no son negociaciones sencillas, son complejas, pero esperamos que él tenga la experiencia. Además, dentro del equipo de gobierno creo que hay personas muy claves y puede integrar a otras que pueden ayudar muchísimo. De manera que yo sí veo, no fácil ni inmediato, pero sí veo un clima distinto en el país, y una posibilidad histórica me atrevería yo a decir, de lograr ahora sí lo que nosotros llamamos la paz grande. Pero como te digo, con realismo, sin considerarlo fácil.

-Por último, más allá de números y estadísticas, ¿qué espera que deje el informe de la Comisión al pueblo colombiano?

-La gran esperanza nuestra es que el país -lo que hemos dicho internamente en la Comisión- se conmueva con esto. Que empatice, se mire en este espejo, que capte la gravedad de lo que pasó, pero capte esa gravedad y esa crudeza no para quedarse mirando al pasado, sino para que decida y diga por fin “la guerra no es el camino, por aquí no, ensayemos otra cosa”. Y esa otra cosa obviamente es la paz. La gran apuesta de nosotros es contribuir a que la sociedad se sacuda, hemos visto una conmoción positiva, diga no a la guerra, y sea capaz de apostarle a un camino de paz que, como hemos dicho, no es una cuestión de pintar palomas en todas partes, sino de enfrentar estos grandes problemas que ya hemos señalado, que están ahí, sin cuya solución la paz no es posible. A eso le apostamos. Y por suerte hasta hoy tenemos motivos de alistas de esperanza, pero ya te digo, esto no es fácil, ni es de un día para otro, ni es tarea de un gobierno. Es una cosa de largo aliento, que necesita de una cadena, una sucesión, de la persistencia a la voluntad ciudadana de romper con la guerra y de hacer la paz, y de gobiernos que se comprometan con esto y lo demás que haya que hacer para poder garantizar una condición de paz.

 

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