El film documental que compromete al Kremlin Imprimir
Jueves, 15 de Diciembre de 2011 10:27

Por Amy Knight

Nadie esperaba que a Rusia Unida -el partido dominante del primer ministro Vladimir Putin- le fuera tan bien en las elecciones legislativas del domingo pasado como le había ido en elecciones anteriores. De hecho, el Kremlin estaba tan nervioso ante la posibilidad de que Rusia Unida perdiera escaños en la Duma que lanzó a sus fiscales en contra de la respetada organización independiente de monitoreo electoral Golos (hace unos días le impusieron una multa de mil dólares por violaciones procesales) y los observadores occidentales ahora dicen que la votación no fue "ni libre ni justa". Aun así, es asombroso el grado de deterioro de Rusia Unida: el domingo pasado atrajo poco menos de 50 por ciento del voto, muy por debajo del más de 64 por ciento que obtuvo en 2007.

 

Hay muchas razones que explican la creciente desilusión con el sistema de Putin, entre ellas la forma en que Putin anunciara hace unos meses que el actual presidente Dmitri Medvedev se haría a un lado en las elecciones presidenciales de marzo de 2012, para que él pudiera contender básicamente sin oposición. Pero entre los ciudadanos rusos parece estar creciendo también la conciencia de que el Kremlin no hace nada para detener la corrupción generalizada y de que su propio comportamiento muchas veces está al margen de la ley. Para entender la gravedad del problema, los observadores harían bien en mirar el provocativo documental del cineasta alemán Cyril Tuschi, acerca del encarcelado oligarca ruso Mijaíl Khodorkovsky, que empezó a exhibirse en Rusia y en los Estados Unidos pocos días antes de la elección.

 

Por su forma de presentar al protagonista, su enjuiciamiento y encarcelamiento en 2003, Khodorkovsky constituye un sombrío recordatorio de las caprichosas formas en que la dirigencia rusa se ha enriquecido a expensas del ruso ordinario. Es también una exposición reveladora de la forma en que el Kremlin ha manipulado continuamente el sistema legal para servir a sus propósitos. Tuschi me dijo en una entrevista que el momento del estreno de la película en Rusia, en vísperas de las elecciones legislativas, había sido una coincidencia. (El había concebido originalmente la película como un drama ficticio sobre el conflicto entre Khodorkovsky y Putin.) Pero al parecer, el Kremlin vio las cosas de otra manera. Aunque muchos cines importantes de Rusia aceptaron en un principio proyectar Khodorkovsky, muchos se echaron para atrás posteriormente, según se dice debido a las presiones de las autoridades rusas.

 

Es fácil entender por qué el Kremlin quiere limitar la exhibición de la cinta. Las partes más interesantes se refieren a las relaciones de Khodorkovsky con Putin y la caída en desgracia que parece haber precipitado su arresto. Como jefe de la gigantesca compañía petrolera Yukos y uno de los contribuyentes más importantes del país, Khodorkovsky se reunía regularmente con Putin desde que éste asumió la presidencia en 2000. Se dice que los dos hombres se llevaban bien, hasta que Khodorkovsky violó la regla sagrada que Putin aplica a los oligarcas: mantenerse apartados de la política. Cuando se acercaban las elecciones legislativas en diciembre de 2003, Khodorkovsky aparentemente decidió que el sistema necesita sangre nueva y empezó a financiar partidos políticos de la oposición.

 

También cometió el grave error de enfrentarse a Putin en el tema tabú de la corrupción. La película representa el ahora célebre intercambio en febrero de 2003, durante una reunión anual televisada de Putin con los oligarcas en el Kremlin. Khodorkovsky se atrevió a decirle a Putin: "Nosotros (los oligarcas y el Kremlin) iniciamos el proceso de corrupción así que podemos ponerle fin". Precisó que la corrupción en compañías propiedad del Estado se calculaba en 30.000 millones de dólares. Eso equivalía a acusar al Kremlin y, por implicación, al propio Putin de encubrimiento.

 

Putin mantuvo el control de sí mismo (después de todo, sabía que estaba en televisión) pero fue escalofriante la expresión de su rostro al recordarle a Khodorkovsky que su compañía, Yukos, había tenido problemas con las autoridades fiscales. Ocho meses después, el magnate sería arrestado por cargos falsos de evasión fiscal y ha estado en prisión desde entonces, junto con su ex socio en Yukos, Platon Lebedev.

 

Como pone de relieve la película, para 2003 Khodorkovsky había empezado a hacer viajes frecuentes a Estados Unidos, para fomentar las inversiones en Yukos de compañías petroleras occidentales, cosa que el Kremlin veía con malos ojos. Altos funcionarios del Kremlin, en especial Igor Sechin, asistente de Putin, estaban ansiosos por arrebatarle la compañía. Así que eso constituyó un incentivo adicional para que Putin mandara arrestar a Khodorkovsky en octubre de 2003. Pero el hecho de que el Kremlin lo haya mantenido tras las rejas desde entonces, a él y a Lebedev, indica que Putin tiene una vendetta personal contra Khodorkovsky. En diciembre del año pasado, Khodorkovsky y Lebedev fueron condenados por otros cargos (también totalmente infundados) de supuesto desfalco, y sus sentencias se extendieron hasta 2016.

 

Claro, la corrupción en los altos niveles del Estado de la que se habla en el documental Khodorkovsky no empezó con Putin, sino que fue una realidad generalizada en los gobiernos post-soviéticos que lo precedieron. Como reconoce Tuschi, es bastante turbio el ascenso del propio Khodorkovsky, que de graduado del Instituto Mendelev de Química y Tecnología en 1986 se convirtió en el hombre de menos de 40 años de edad más rico del mundo en 2003. Su éxito inicial tuvo que ver con las relaciones políticas que hizo como activista estudiantil destacado en el Komsomol (la Unión Comunista de la Juventud), que se convirtieron en el vehículo del espíritu de pequeña empresa fomentado por las políticas de perestroika de Mijail Gorbachov antes del colapso de la Unión Soviética, a fines de 1991. Él inició un negocio para importar tecnología de computación y logró acumular el capital necesario para establecer Menatep, uno de los primeros bancos privados de Rusia, en 1989. El banco tuvo un éxito enorme, gracias al hecho de que muchos ministerios y agencias rusos depositaban ahí sus fondos, hasta que en 1998 se derrumbó el rublo ruso, provocando la quiebra de Menatep.

 

Pero en 1995, Khodorkovsky ya había adquirido Yukos, con fondos de Menatep y las alianzas que había cultivado en el Kremlin. Esa adquisición la hizo en una controvertida subasta de la que se excluyó a todos los competidores. El pagó 300 millones de dólares por una compañía que, de acuerdo con una fuente mencionada en la película, había sido valuada en 6.000 millones de dólares seis meses antes. La decisión de entregarle Yukos a Khodorkovsky, aunque fue aprobada por Yeltsin, fue tomada por Anatoly Chubais, el arquitecto del ahora desacreditado programa de "créditos por acciones", que también ofreció acuerdos comerciales enormemente preferenciales a otros financieros selectos, como Boris Berezovsky y Mijail Poltoranin. Los funcionarios del Kremlin, como deja en claro la cinta, se beneficiaron en grande de estos acuerdos para privatizar las propiedades públicas en los años noventa, sin que la venta de Yukos fuera la excepción. Recibían comisiones substanciales de las ganancias de los oligarcas, mientras que el ruso común y corriente no vio ningún beneficio de esas ventas de remate.

 

Al aprovechar el caótico e ilegal proceso de privatización para su ganancia personal, Khodorkovsky hizo lo que estaban haciendo todos los demás oligarcas. Pero, a diferencia del resto, él nunca adoptó el hábito de alardear de su riqueza llegando en su jet personal a los centros de esquí o a las playas del Caribe, ni comprando enormes mansiones vacacionales en el extranjero. Aún más, alrededor de 2000, el año en que Putin fue elegido presidente por primera vez, al parecer Khodorkovsky decidió que era hora de convertirse en modelo de empresario y ciudadano ruso. Empezó a actuar en el ámbito de la filantropía, estableciendo la Fundación Rusia Abierta, que apoyaba los intercambios culturales, los campamentos de verano, los centros de capacitación de Internet y un pensionado, entre otras actividades educativas. También reformó sus prácticas comerciales al darse cuenta de que hacer de Yukos una empresa más transparente y establecer una mejor administración corporativa, le permitiría atraer la inversión extranjera.

 

Pero en el Kremlin de Putin no hubo aprecio por el tipo de reformas de Khodorkovsky. Lo más sorprendente es que, aun con Khodorkovsky tras las rejas, el Kremlin parece que lo sigue considerando una amenaza continua. Poco después de que él y Lebedev perdieron su apelación contra su nueva condena, en mayo de 2011, yo analicé la posibilidad, planteada por numerosos observadores rusos, de que el presidente Medvedev impulsara su libertad condicional. Pero ahora que Medvedev declinó aspirar a un segundo mandato, esa posibilidad ya no existe. Recientemente fue estudiada y rechazada la solicitud de libertad condicional de Lebedev. A Khodorkovsky, detenido actualmente en el campo correccional número 7, una colonia de trabajo en la región de Karelia (fronteriza con Finlandia), le devolvieron la solicitud sin siquiera haberla estudiado.

 

El comentarista político ruso Andrei Piontkovsky especulaba hace poco que, una vez que Putin fuera elegido en marzo (a pesar de las cifras de esta semana en las legislativas, ése es un resultado casi seguro), él podría considerar la posibilidad de indultar a Khodorkovsky, con la condición de que se fuera de Rusia. Pero esa oferta es improbable, dado que Putin ha acusado públicamente a Khodorkovsky de ladrón e incluso de asesino. En todo caso, es dudoso también que Khodorkovsky la aceptara. En 2003, él sabía de su inminente arresto pero, a diferencia de otros oligarcas, cuando se enfrentó a las presiones del Kremlin, él decidió quedarse en Rusia en lugar de huir al extranjero. Hace unos meses, él declaró que no recomendaba el exilio "por varias razones, pero también porque yo no me cuento entre los emigrantes".

 

A fin de cuentas, el destino de Khodorkovsky, como el de Lebedev, dependerá de si Putin puede mantenerse como dirigente indisputable del país por los siguientes seis o quizá doce años, posiblemente ante el declive económico de Rusia. La votación del domingo quizá haga que ésta sea una cuestión más apremiante pero Putin y sus seguidores todavía conservan un firme control del poder. Los otros tres partidos que están representados en la Duma y que se beneficiaron de la pérdida de votos de Rusia Unida por lo general votan en la misma línea que el Kremlin. A la verdadera oposición democrática, como la del Partido Popular de la Libertad, dirigido por Boris Nemtsov, y otros críticos acerbos del Kremlin, se les negó el registro para las elecciones.

 

A pesar del restringido público que ha tenido hasta ahora, Khodorkovsky tendrá un impacto en aquellos que logren verla. En opinión de muchos rusos comunes, Khodorkovsky es un empresario inescrupuloso al igual que los demás oligarcas. Pero como señalaba recientemente Arseny Roginsky, presidente de la asociación de derechos humanos Memorial, después de su arresto "quedó muy claro que el gobierno no logró crear una imagen de Khodorkovsky como la de un capitalista parasitario y enemigo del hombre común". Lo que es más importante, desde su prisión, Khodorkovsky sigue presentando argumentos de fuerza sobre la corrupción y la manipulación del sistema político, prácticas de las que Putin y sus allegados dependen ahora más que nunca para mantener su control del poder.

 

Después de una proyección especial la semana pasada, con la asistencia de destacados personajes de la cultura y la oposición política, Nemtsov entre ellos, el novelista Boris Akunin sentenció: "Mientras Khodorkovsky esté en prisión, nadie en este país estará libre."

(Distribuido por The New York Times Syndicate)