Elecciones en Estados Unidos: ¿Sandy al rescate de Obama? Imprimir
Escrito por Indicado en la materia   
Viernes, 02 de Noviembre de 2012 12:06

Por Daniel Zovatto.-

La combinación de aciertos y errores cometidos por Obama y Romney durante la campaña y la evolución de los datos económicos determinan que la elección presidencial estadounidense contenga una alta dosis de suspenso debido a la estrecha diferencia que separa a ambos candidatos. Ni las convenciones, ni los tres debates, ni la publicidad negativa, ni los miles de millones de dólares invertidos en la misma (la más cara de la historia norteamericana), ni incluso el huracán Sandy (convertido en tormenta tropical Sandy) han sido capaces de desempatar a los dos rivales en esta altamente polarizada y disputada elección. Será pues una final infartante la que viviremos en la noche del martes 6 de noviembre, cuando se definirá al presidente de Estados Unidos de los próximos cuatro años.

Voto popular y voto electoral

Al día de hoy, la mayoría de los tracking polls muestran un empate técnico entre Obama y Romney, con muy leve ventaja (dentro del margen de error) para este último. Si bien importantes, estas encuestas no son útiles para anticipar el vencedor ya que miden la intención del voto popular a escala nacional, que no cuenta en las elecciones presidenciales estadounidenses.

El presidente Obama sigue desde Casa Blanca el paso del huracán Sandy

El voto que sí importa es el electoral, es decir el voto en cada uno de los 50 estados más el del Distrito de Columbia (donde se ubica la capital de la nación). En el sistema electoral estadounidense el presidente no se elige mediante el voto directo (voto popular) sino a través del Colegio Electoral (el cual se reúne a principios de diciembre), es decir a través de los electores provenientes de los 50 estados (cuyo número varía de estado a estado en función de su población) más los del Distrito de Columbia. Como señaló Tocqueville, las presidenciales estadounidenses son unas elecciones atípicas en las que se vota Estado por Estado y no a escala nacional. La trascendencia internacional de las elecciones presidenciales norteamericanas contrasta con el carácter local de las mismas.

El Colegio Electoral (un sistema anticuado que data del siglo XVIII) cuenta con 538 integrantes y, para ganar, Obama o Romney deben alcanzar la mágica cifra de 270 electores (la mitad más uno). Si el Colegio Electoral no puede elegir presidente, entonces lo hace la Cámara de Representantes del Congreso (Cámara Baja), y los vicepresidentes son elegidos por el Senado. Este fenómeno,  muy infrecuente, tuvo lugar en dos oportunidades durante el siglo XIX. Otra circunstancia posible, por las particularidades de este sistema electoral, es que quien gane el voto popular pierda el voto electoral. En cuatro ocasiones se produjo esta situación, la última de ellas en 2000, cuando Gore, quien obtuvo medio millón de votos más que Bush (hijo), fue derrotado por éste al lograr 271 electores (con la ayuda, como recordamos, de la Corte Suprema de Justicia, que falló a su favor en relación con los electores del estado de la Florida). Una situación similar podría ocurrir en esta elección, en la que Romney ganase el voto popular pero Obama lograse su reelección al triunfar en el voto electoral.

A la fecha, según proyecciones de The Washington Post y The New York Times,  Obama lleva una relativa (pero ni suficiente ni segura) ventaja sobre Romney en materia de número de electores del Colegio Electoral. Hay siete estados (los “siete magníficos”) que se conocen como “swing states”, en los que nada es seguro ya que cambian, oscilan, de una elección a otra en cuanto a quién apoyan. De estos siete, en esta elección sobresalen tres por su importancia: Ohio (para muchos analistas el más importante y en el que Obama aventaja a Romney por 4 puntos), Florida (donde Romney lleva una leve ventaja) y Virginia (donde ambos candidatos aparecen empatados).

De acuerdo a las proyecciones de los medios norteamericanos arriba citados, si Obama ganase en Ohio (lo cual parece probable), y triunfase asimismo en Colorado y Nevada, por ejemplo, aún perdiendo en Florida, Virginia y en el resto de los “swing states” lograría el número mágico de los 270 electores. Para decirlo de otra manera, Obama necesita sólo Ohio, Florida o Virginia para evitar que Romney llegue a 270 votos electorales en la mayoría de los escenarios. Romney en cambio necesita los tres. Existen otras combinaciones posibles, pero en la mayoría de ellas Obama lleva la delantera sin que ello implique, en modo alguno, que la elección esté definida.

En efecto, la sociedad norteamericana se encuentra muy dividida y polarizada, registrando un incremento muy fuerte de la desigualdad. En el voto de la población blanca, Romney lleva una clara y abultada ventaja sobre Obama, sobre todo de los hombres. El 79% de los probables votantes de Romney se identifican como cristiano blanco, mientras que sólo 4 de cada 10 votantes de este mismo grupo apoya a Obama. Por su parte, el presidente aventaja a Romney en el voto joven, en el de las mujeres (ayudado por las posiciones retrogradas y ultra conservadoras de algunos republicanos en temas como el acceso de estas a los servicios de la salud, el aborto, las violaciones, etc.) y de manera contundente en el de los afroamericanos y los latinos (73% a 22% son pro Obama).

El peso del voto latino es cada vez mayor. En estas elecciones, de los 25 millones de electores latinos potenciales (22% más que en el 2008), 12 millones podrían llegar a votar. El problema es que los latinos se registran y votan menos que el resto de la población estadounidense. De ahí la importancia, para el comando de Obama, de asegurar que los latinos salgan a votar, incluso que lo hagan por correo o bien de manera adelantada para evitar una abstención de último momento ya que, como sabemos, en Estados Unidos se vota durante un día laboral (el primer martes después del primer lunes del mes de noviembre cada cuatro años).

A la caza de los indecisos

De ahí que en estas últimas semanas la atención de los dos candidatos, de sus vicepresidentes y de sus respectivos equipos de campaña ha estado centrada en estos “swing states”, y de manera particular en los indecisos. Son estos, menos de un millón de votos en un país de 300 millones de habitantes, los que definirán la elección presidencial. Es una batalla que se libra en el terreno, condado por condado, donde la historia electoral y la demografía han sido estudiadas, por ambos bandos, al milímetro para poder calibrar el contenido específico de sus mensajes .

Romney participa en el reparto de ayuda a los damnificados por el huracán Sandy

Por eso las estrategias dirigidas a ganarse este puñado de indecisos son muy importantes. Mientras Romney ha moderado su mensaje moviéndose hacia el centro,  y sigue machacando que el tiempo de Obama “ya fue” y que él sí tiene la capacidad y la energía de liderar el “gran cambio” que Estados Unidos necesita para salir de la grave situación que atraviesa, Obama apuesta todo a su comando de campaña en el terreno (su maquinaria de movilización del voto es superior a la de Romney) para intentar llegar con el mensaje correcto a cada indeciso, sumando en el último tramo de su campaña al ex presidente Bill Clinton, cuya participación en la convención demócrata fue decisiva.

Un factor adicional que ha venido a sumar más incertidumbre es la evolución de los datos económicos. Si la economía fue durante toda la campaña el gran dolor de cabeza para Obama, las noticias de las últimas semanas parecieran comenzar a jugar a su favor. El desempleo (si bien aún alto) bajó del 8% (estuvo por encima durante los últimos 42 meses). El crecimiento económico subió a 2% en el tercer trimestre, las ventas de inmuebles subieron 5.7% y la FED reiteró su decisión de seguir estimulando a la economía para asegurar la sostenibilidad de la recuperación.

Dentro de esta misma línea de moderado optimismo un reciente informe del FMI expresa que la economía norteamericana se está recuperando bien y que en los próximos cuatro años (justo el período del próximo presidente) se convertirá en la economía con la tasa más alta de crecimiento (3 por ciento de promedio) entre los países ricos. Obama aprovechó esta situación, y señaló que estos datos demuestran que sus políticas comienzan a dar resultado y que, por ello, necesita un segundo periodo para consolidar estos avances. Sin embargo, Romney venció en el primer debate (cuyo tema central fue la economía y el empleo) y un amplio número de estadounidenses sigue viéndolo más capacitado que Obama para manejar la economía y generar empleo.

Reflexión final

Independientemente de quien gane estas elecciones, lo más probable es que el próximo presidente tendrá que lidiar (igual que durante los últimos años) con la difícil realidad de un gobierno dividido, ya que mientras la Cámara Baja pareciera que seguirá en manos de los republicanos, todo indica que el Senado se mantendría bajo control de los demócratas. Escenario político muy complejo, en una sociedad dividida, polarizada y aquejada de graves desafíos, cuya solución demanda alcanzar acuerdos que vayan más allá de las líneas partidarias.

Y por si el nivel de dramatismo no hubiese sido ya lo suficientemente alto, Sandy irrumpió en plena campaña, provocando graves daños y al menos 38 muertes en la costa este, modificando el calendario electoral, suspendiendo el voto anticipado en numerosos Estados (lo que podría jugar en contra de los demócratas), pero ofreciéndole al mismo tiempo a Obama una oportunidad única para demostrar (y rentabilizar, si lo hace bien, debido a la lógica empatía que suele darse entre el pueblo y su Presidente en este tipo de crisis ) su liderazgo en el manejo de un desastre de esta gravedad.

Para Obama, Sandy es una oportunidad de demostrar que sí tiene carácter y compensar de este modo lo que ha sido uno de sus grandes problemas durante la mayor parte de su presidencia: su aparente frialdad y desconexión con el ciudadano medio. Si Obama utiliza esta oportunidad con prudencia, como bien ha dicho Antonio Caño de El País, “puede llegar a ser el factor inesperado que cambie el rumbo de la campaña, la verdadera sorpresa de octubre”. Empero, la mayoría de los analistas coinciden en señalar que las consecuencias reales sobre el resultado electoral son difíciles de determinar, lo cual contribuye a incrementar, aún más, el de por sí elevadísimo grado de incertidumbre que caracteriza a esta campaña.

Resumiendo: el momento de la verdad se acerca para los candidatos (y los encuestadores). A escasos días de las elecciones presidenciales del 6 de noviembre, lo único cierto es que el resultado final sigue siendo incierto.

Tomado de INFOLATAM