Carpa, perpetuidad y figurines Imprimir
Escrito por Fuente indicada en la materia   
Domingo, 03 de Julio de 2011 12:44

Por Raúl Rivero

Madrid – El rasgo más notorio y visible que se puede percibir ahora en América Latina como herencia directa de la dictadura cubana es la obsesión de los dirigentes por eternizarse en los palacios de gobierno. Hay otros males de estirpe caribeña que se abren paso en esas sociedades, pero el afán de violar los rigores del tiempo que experimentan los nuevos iluminados del continente, le pone el redoble de una función de circo a la realidad política del continente.

El camino comienza mediante un asalto con cobertura populista a las constituciones. Se ha producido con disciplina (y, es cierto, con algunas variantes) en todos los países cuyos líderes han querido enrumbar hacia un paraíso sin materia ni alma rescatado de los escombros del comunismo. Un territorio que se menciona y nadie ha visto, el socialismo del siglo XXI.

Con ese gesto inicial y estremecedor, los flamantes jefes pasan a unos laboratorios especiales para someterse a un proceso de transformaciones que implica la gesticulación, el dominio del tono de la voz y la memorización de una palabrería exuberante y hueca. Se necesita con urgencia la estampa de un figurón poderoso, sabio, comprensivo, invencible y valiente que se ponga delante en la marcha hacia el progreso y la felicidad. Aquí, en esta parte del guión de la trama, entra un factor clave del legado de Cuba: la instalación de un régimen unipersonal. Con sus alternativas de nepotismo.

El caso más célebre, nadie lo duda, es el ahora convaleciente Hugo Chávez Frías. Él ha saltado por encima de las enseñanzas heredadas y se ha entregado a la pura imitación, a la copia, al mimetismo con un añadido supuestamente religioso y un acompañamiento musical a base de bolerones y rancheras.

No hay que olvidar al comandante Daniel Ortega. Se ha pasado diez años en su silla de presidente y en estos momentos forcejea por reacomodarse. Sus adversarios lo acusan de irregularidades y de usar tácticas chavistas desde el gobierno para que, al decir del opositor Fabio Gadea, la confrontación electoral presidencial de noviembre venidero se presente como “una lucha de tigre suelto contra burro amarrado”.

Así, pasa en Ecuador con Rafael Correa, con su imagen de amigo del pueblo y salvador de la patria, enfermo de odio contra la prensa libre. Y con el expansivo Evo Morales, llamado a pasar a la historia por sus frases y descubrimientos científicos, sus aportes a la sociología y al idioma español.

Fue Morales el que dio el aviso de que comer pollo puede llevar a los hombres al homosexualismo. Se muestra fascinado por el poder de seducción que tiene sobre las mujeres bolivianas y ha dicho que los abogados de su entorno estudiaron para legalizar las decisiones políticas que su gobierno decida asumir.

Ellos, y personajes como el desolado hondureño Manuel Zelaya, el recién electo Ollanta Humala y otros aspirantes a diosecillos regionales, recibieron reconfortados su caudal de Cuba. Y conforman un Frankenstein que, por el momento, tiene todavía espacio y público en América Latina.


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