La concertación de los césares Imprimir
Escrito por Fuente indicada en la materia   
Domingo, 29 de Agosto de 2010 10:59

Por PEDRO CORZO

Es evidente que fuerzas políticas, algunas de ellas presentes en diferentes gobiernos, tienen una inclinación al control absoluto del poder. Trabajan para alcanzarlo. Lo hacen con denuedo, mucha voluntad, y lamentablemente a veces tienen éxito.

A la voluntad totalitaria se suma el oportunismo y simpleza de pensamiento y acción de muchos de los que se les oponen. La oposición al totalitarismo a veces queda por debajo de sus posibilidades. Afectan infinidad de factores: ambiciones personales, intereses políticos, espíritu sectario, aliados inseguros y la miopía estratégica de la que adolecen algunos dirigentes democráticos.

Ejemplos sobran, el régimen cubano tiene un control total de la sociedad nacional. Su capacidad de intimidación trasciende las fronteras. También su capacidad de premiar, con privilegios o prisiones, es un factor que logra controlar un número importante de aquellos que no están de acuerdo con sus propuestas y acciones.

Hugo Chávez Frías intentó dar un golpe de Estado contra una de las democracias más antiguas del continente. El golpe fracasó, pero como la clase gobernante aparentemente no tenía una clara conciencia del peligro, siguió jugando con fuego, nunca le sancionaron, lo que le permitió al comandante participar en actividades políticas y llegar a presidente.

Chávez asumió como propio el proyecto totalitario. Algunos dicen que era un durmiente. Un compañero de viajes que estaba esperando la oportunidad de salir del clóset y participar en la gesta revolucionaria. Su aproximación a Castro es calificada por entendidos en esas disciplinas de la mente como dependencia sicológica, pero para otros su manifiesta admiración por el dictador insular es una manera de autodeclararse heredero del Proyecto de una América cesariana en la que no existan legisladores sino pretores, centuriones que cumplan la voluntad del Caudillo.

Las fórmulas desestabilizadoras no son nuevas. En alguna medida reproducen las que habían aplicado los viejos partidos comunistas: manifestaciones populares, huelgas, desacreditar las fuerzas políticas y la identificación de un enemigo nacional. Por otra parte, el recurrido discurso de la lucha de clases fue sustituido por uno antiglobalizador y otro de la reivindicación indígena.

Un ejemplo del éxito es Evo Morales, quien gracias a la Concertación Castro-Chávez, dejó de ser un líder local para alcanzar el estrellato en su natal Bolivia. Morales desestabilizó el país y fue el motor de la caída de más de un gobierno.

Evo Morales, tal vez el más modesto de los tres en eso de ambicionar el mundo, expresó en una ocasión: ``Los movimientos indígenas latinoamericanos estamos avanzando, no sólo para liberarnos, sino para caminar junto a los otros pueblos y liberarlos. No somos excluyentes ni vengativos, por eso hemos llegado a la presidencia de Bolivia, para resolver los problemas de todos''. Discursos que con textos diferentes y lugares distintos han pronunciado tanto Chávez como Castro.

Morales sigue los pasos de sus mentores. Esta tratando de ``refundar'' el país con una nueva Carta Magna, incentiva las diferencias sociales y raciales y se opone a los gobiernos regionales que no están bajo su control. Morales es también el promotor de una especie de internacionalismo indígena. Ha procurado integrar a los movimientos indígenas de varios países y sobreponer esta integración a la nación misma, es el viejo cuento de que los obreros no tienen patria y deben formar una fuerza internacional que defienda sus intereses.

tro dirigente providencial es Daniel Ortega, que se prepara para perpetuarse en el poder. La Nicaragua de Ortega es un foco de desestabilización en Centroamérica, una región donde todavía persisten focos con vasta experiencia en la guerra irregular.

Esta concertación es una realidad peligrosa porque como decían los castristas de los 60, las condiciones subjetivas están dadas: pobreza, inseguridad social, etc., y las objetivas están constantes y sonantes en las arcas del presidente Hugo Chávez.

El expansionismo castro-chavista es multicolor. Se sostiene en cualquier punto de vista que enfrente la globalización o cualquier proyecto que promueva Estados Unidos. También trasciende las fronteras del hemisferio, no para servir de trampolín a las pretenciones de otra gran potencia como hiciera Castro en las guerras africanas, sino para generar numerosos puntos de fricción en los que Estados Unidos y sus aliados se vean envueltos. En alguna medida están reeditando el ``uno, dos, tres Viet Nam'' de Ernesto Guevara.



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