El “evismo es mucho más fuerte que el masismo” Imprimir
Escrito por Indicado en la materia   
Viernes, 22 de Mayo de 2015 10:55

Por Fernando Molina.-

La oposición boliviana completó su victoriosa actuación en las elecciones regionales y municipales del 29 de marzo ganando los dos balotajes o “segundas vueltas” que se organizaron este domingo en las regiones del Beni, en el oriente del país, y Tarija, en el sur.

(Infolatam).- En el Beni, plaza fuerte del antievismo, una región en la que nunca ganó un candidato con los colores del partido del presidente Evo Morales, el candidato opositor, Carlos Dellien, obtuvo, según los resultados extraoficiales, el 50,4% de los votos, mientras que el oficialista Alex Ferrier logró el 49,6%; una diferencia exigua que permite avizorar problemas durante el recuento oficial, el cual será dirigido por un tribunal electoral desprestigiado por sus controvertidas decisiones durante el proceso, sobre todo la eliminación, diez días antes de la primera vuelta, del partido Unidad Demócrata del Beni, de Ernesto Suárez, por haber difundido una encuesta no autorizada. Esta sanción, definida por una ley electoral “draconiana”, es la que explica, primero que todo, el que la oposición del Beni solo haya conseguido –luego de “subirse” a la sigla de una agrupación local sin perspectivas– un resultado estrecho y susceptible de ser desbaratado por alguna argucia administrativa esgrimida por el Movimiento al Socialismo (MAS).

La victoria en Tarija, en cambio, fue mucho más holgada: Adrián Oliva, que igual que Dellien representa en su región a la coalición opositora nacional Unidad Demócrata (aunque Dellien, como hemos visto, esté usando una sigla “prestada”), superó ampliamente (61 a 38%) al candidato oficialista Pablo Canedo. Oliva también había logrado el primer puesto en la primera vuelta, pero no pudo definir entonces por la falta de una pequeña cantidad de votos.

Estas victorias deben sumarse a los extraordinarios resultados obtenidos por la oposición en primera vuelta en La Paz y Santa Cruz, con lo que los partidos antigubernamentales controlan cuatro de nueve gobernaciones, restaurando un relativo equilibrio del poder regional, el cual se había roto desde 2009.

Un análisis de la renovada fortaleza de la oposición debe incluir los logros de los candidatos no masistas en los principales municipios del país, sobre todo la victoria de Soledad Chapetón en El Alto, que rompió el tradicional dominio del MAS sobre la “ciudad rebelde”, que en 2003 tuvo un papel estelar en el levantamiento popular que llevó a Evo Morales al poder. También fue importante para este bando de la política boliviana arrebatar al partido gubernamental la alcaldía de Cochabamba, la tercera capital del país, y conservar las de las dos capitales más importantes, La Paz y Santa Cruz de la Sierra.

Sin embargo, al mismo tiempo la mayoría de los electores siguen simpatizando con Evo Morales, que registra un índice de popularidad mayor al 70%, y aprueba con números igual de abultados su gestión. Como sintetizó el vicepresidente Álvaro García Linera en una entrevista con El País, hace un par de semanas, el problema que tiene el grupo gobernante boliviano es que “el evismo es mucho más fuerte que el masismo”.

En otras palabras, existe una diferencia de calidad entre las elecciones presidenciales y las locales, en las que el MAS, desprovisto de su gran caudillo, Evo Morales, tiende a obtener peores resultados. Pero también hay que contar los errores estratégicos cometidos por el oficialismo, el cual seleccionó postulantes débiles o inviables en varios lugares, solamente por sus necesidades políticas internas, confiando en que la sigla que estos candidatos representarían bastaría para auparlos al triunfo.

Sin embargo, cuando las encuestas mostraron al MAS su error, Morales trató de enmendarlo metiéndose de lleno en la campaña y advirtiendo a la población que no debía votar por la derecha, para defender el proceso que él dirige. Lo interesante es que este recurso terminó siendo contraproducente: agudizó la caída en las encuestas de los candidatos oficialistas. También es notable que la participación del Presidente en las campañas de balotaje no hubiera servido para asegurar el éxito oficialista.

Igual que los otros candidatos opositores que superaron al MAS el 29 de marzo, los ganadores en esta jornada obtuvieron el favor popular concentrándose en criticar las gestiones de las autoridades oficialistas que los antecedieron, lo que les permitió generar el “voto castigo” de los electores. El MAS reconoció que su “falta de liderazgos locales”, e incluso que algunos de sus candidatos hubieran sido sancionados por el electorado por estar involucrados en hechos de corrupción. Al mismo tiempo, consideró que no se ha producido un daño perdurable al proceso dirigido por Evo Morales, en la medida en que este siga siendo el que decida las grandes líneas de la gestión pública, y el líder más poderoso del país.

Esta incapacidad para pasar de un proyecto caudillista a uno de índole más institucional no genera grandes cuestionamientos dentro del MAS, ni tampoco lo hace el que las disputas internas hayan comenzado a aflorar, expresando y al mismo tiempo facilitando las derrotas electorales. De alguna manera se da por supuesto, tanto interna como externamente, que la viabilidad del MAS depende de la presencia de Morales en la arena política; por tanto, el siguiente paso es puramente lógico: la necesidad de reelegirlo indefinidamente, pasando por encima de la cláusula constitucional que restringe esta posibilidad. No es casual, por tanto, que justo después de la primera vuelta de las elecciones subnacionales el MAS haya comenzado a discutir, como quien no quiere la cosa, la posibilidad de ir a un referendo para cambiar este restricción.

Que el MAS no puede prescindir de Evo Morales –y que por eso requiere de la elección indefinida para seguir en el poder– es claro y quedó todavía más claro en los días de definición de candidatos para estas elecciones regionales y municipales, en los que se produjeron feroces luchas en las filas oficialistas, que ni siquiera la autoridad del Presidente pudo conjurar.

INFOLATAM