S&P acaba con la costumbre de Dilma de culpar a los otros Imprimir
Escrito por Indicado en la materia   
Viernes, 11 de Septiembre de 2015 10:14

Por Josías de Souza.-

Dilma Rousseff ya había perdido casi todo. Sin inversionistas, el gran Brasil del pre-sal se convertirá en un punto perdido del futuro lejano. Sin crecimiento, el país del pleno empleo se convertirá en una huella del pasado reciente. Con el caso Lava Jato, el discurso del ‘yo no sabía’ se convertirá en una nadería del presente. Cuando parecía que no había nada más que perder, Standard&Poors eliminó el papel que la presidente ejercía con más brillantez. Ya no puede seguir culpando a los otros – ni a FHC, ni a la crisis internacional, ni a la sequía prolongada. Al arrebatar a Brasil el sello de buen pagador, la principal agencia de calificación de riesgo señaló que la crisis brasileña se llama Dilma.

(Blog de Josías de Souza. Brasil).- “Ahora tenemos menos confianza en la política fiscal del gobierno de la Presidencia”, señaló S&P en su informe. Atribuyó la desconfianza a las sucesivas revisiones de las metas de superávit fiscal. La de 2015 se redujo de 1.13% a 0.15% del PIB. Y el superávit de 2016, fijado inicialmente en el 0,7% se convirtió en un déficit del 0,3% del PIB en el presupuesto enviado por Dilma al Congreso con un agujero oficial de R$ 30,5 mil millones. “Este cambio refleja un desacuerdo con la composición y la magnitud de las medidas necesarias para reequilibrar las cuentas públicas”, señaló la agencia.

El déficit de prestigio del ministro Joaquim Levy junto al de Planalto tampoco escapó a la percepción de S&P “Si bien el Ministerio de Hacienda está trabajando en varias medidas para recuperar la meta de superávit inicial de 0,7% del PIB, estas tendrán que ser negociadas de forma fragmentada con el Congreso.”

La agencia también señaló que Dilma desgobierna la economía potenciando las diferencias entre Levy y los ministros Nelson Barbosa (Planificación) y Mercadante (Casa Civil). “La serie de eventos que conducen a la propuesta de presupuesto [deficitario] nos sugiere una cohesión disminuida dentro del gabinete de la presidenta Dilma Rousseff”, escribió S&P. Esto “contribuye a nuestra evaluación de un perfil de crédito más débil, dada la magnitud de los desafíos en los frentes políticos, económicos y fiscales de Brasil, que necesitan un fuerte apoyo con el fin de maximizar la capacidad de negociación del Ejecutivo con el Congreso”.

Cualquier persona que quiera puede descalificar a S&P, al igual que hizo el líder del Dilma en la Cámara, José Guimaraes (PT-SP), hace seis semanas, cuando la agencia informó que Brasil había entrado vías de descenso. “Estas agencias no tienen nada que inmiscuirse en Brasil, deberían estar preocupadas por su vida, no con Brasil”, advertía Guimarães. “Esa crisis, en cierta medida está fabricada […] Estos análisis no deberían tenerse en cuenta, de hecho no tienen la menor importancia”.

Lo peor es que estas críticas a la agencia fueron, por así decirlo, previamente desautorizadas por Lula en abril de 2008, cuando el mismo S&P otorgó el grado de inversión a Brasil. Todavía revestido de presidente, Lula celebró la noticia a su manera, al hablar en un evento en Teresina (PI).

Dueño de un talento sin igual para simplificar las cosas, Lula utilizó una analogía con dos trabajadores. Uno está bien colocado en la vida, paga el alquiler a tiempo y vive en función de la familia. “Ese es el grado de inversión [investment grade],” enseñó Lula. El otro trabajador funde todo el salario en la mesa de juego y en la barra del bar. “Eso es lo que fue Brasil” adoctrinaba Lula. “Brasil estaba en quiebra, no tenía credibilidad.” Es decir: si tomamos las palabras  dichas en 2008, el fundador acredita que la rebaja de S&P convierte al Brasil en un país borracho y desacreditado.

A lo largo de todo su primer mandato, Dilma exageró el gasto público, dio exenciones y subsidios a granel y descuidó el control de la inflación. Como si fuera poco, destruyó la confianza en los datos oficiales con maniobras contables. Retrocedió las finanzas públicas a algún punto de la década de los 90. Reelegida, la señora reclutó a Joaquim Levy de Bradesco. Parecía decidida a retirar la economía brasileña de la mesa de juego y de la barra del bar. Fue una gran mentira.

La idea de que la presidente todavía reúne las condiciones políticas para superar la crisis económica exige una condición previa: el discurso oficial no puede ir contra la realidad ni menospreciar la inteligencia de la audiencia. Cuando un gobierno habla de aumentar los impuestos antes de sangrar la administración pública convierte la medicina en veneno.

Suponiendo que consiga superar la maldición del vicepresidente Michel Temer – “nadie va a permanecer tres años y medio con este índice de popularidad tan bajo”-, Dilma se enfrentará a un mandato duro de roer. Cada vez que caiga en la tentación de encontrar un demonio para transferir la responsabilidad de sus culpas, basta con que la presidente se mire en el espejo.

INFOLATAM

Traducción Infolatam

Última actualización el Viernes, 11 de Septiembre de 2015 10:16