LA AMÉRICA LATINA QUE ENCONTRARÁ BARACK OBAMA Imprimir
Escrito por Indicado en la materia   
Domingo, 20 de Diciembre de 2009 21:53

Jorge Hernández Fonseca

21  de Diciembre de 2008

 

Acaba de concluir en El Salvador de La Bahía, Brasil, un importante cónclave múltiple con la presencia de la mayoría de mandatarios de los países sudamericanos, de la América Central y del Caribe, en la que, para continuar la contradictoria política tradicional de la región respecto al drama cubano, el dictador sustituto, Raúl Castro fue recibido como una estrella en ascenso.

 

Para el pueblo cubano de dentro y fuera de la isla que sufre las consecuencias de medio siglo de férrea dictadura, este proceder con Raúl Castro se hace inexplicable, si consideramos que a dictadores de la región, como Augusto Pinochet por ejemplo, no se hubiera siquiera convidado a la reunión. Este procedimiento vergonzoso de América Latina contra el cubano simple que sufre, dará lugar seguramente a políticas reactivas del futuro gobierno democrático de la isla.

 

No obstante lo anterior, existe la necesidad de realizar un análisis de lo sucedido, a la luz de las nuevas tendencias que se insertan en el acontecer latinoamericano de hoy. En primer lugar, la reunión de La Bahía se escenifica en medio de en una fuerte puga por el liderazgo de Latinoamérica. Por un lado, la izquierda de tendencia beligerante compuesta por Hugo Chávez (Venezuela), Evo Morales (Bolivia) y Rafael Correa (Ecuador), enfrentada a la izquierda responsable de Lula da Silva (Brasil), Michelle Bachelet (Chile) y Tabaré Vázquez (Uruguay), ante un grupo de actores indecisos, como el obispo Lugo, presidente de Paraguay y la presidenta de Argentina, Cristina Kirchner. Los actores del centro y la derecha continental, como Alán García (Perú) y Álvaro Uribe (Colombia) simplemente hicieron mutis de la reunión.

 

Existen fuertes indicios de que Raúl Castro tenía la intención de viajar directamente a Brasil sin pasar por Venezuela, como finalmente fue obligado a hacer. Ya lo había anunciado, cuando desde Caracas (y seguramente de acuerdo con el dictador cubano mayor) se escuchó “el pito” de alerta anunciando que el primer viaje suyo sería a Venezuela. Raúl reaccionó como quien no sabe lo que ocurre: “¿…que voy a Venezuela?; ¿cuándo hay que ir a Venezuela?; si mi sobrino lo dice, pues habrá que ir a Venezuela”…, palabras del propio Raúl que ratifican esta hipótesis.

 

Las razones de Raúl queriendo marcar distancia de Chávez son claras. Primero, da una nítida noción de independencia en las posiciones internacionales de su hermano Fidel; segundo, atiende a un llamado del presidente brasileño Lula da Silva, que consiente del sentido personal de independencia que necesita mostrar Raúl en estos momentos, aprovechó para darle una salida que demostrara ante la opinión pública latinoamericana sus reales deseos de “cambios”.

 

Había sin embargo dos razones, al menos, que harían imposible la ida directa de Raúl al Brasil en su primer viaje internacional: primero, el país que ha heredado de su hermano (una monarquía al estilo Corea del Norte) depende totalmente de la Venezuela de Chávez; y segundo, el hermanísimo aún con vida, no podía permitir un desaire semejante contra el que ha declarado como su sucesor político en Latinoamérica. Raúl fue obligado a ajustar su itinerario.

 

Aparentemente, Lula da Silva quiere dar soporte político y económico a Raúl, en el supuesto caso que decida hacer cambios sustanciales hacia la democracia a la muerte de Fidel. Por su parte Chávez, pretende controlar, “en nombre de un Fidel fallecido”, los cambios que los generales de Raúl programan para la isla a la muerte del dictador mayor. Esta fue la lucha que subyació en las Cumbres de La Bahía y la razón por la que Lula convidó Raúl Castro a Brasilia.

 

Hugo Chávez por su parte y mientras Raúl Castro compartía animadamente con los presidentes asistentes a las citas, demoró su llegada a los cónclaves (como él no era el hombre clave hizo mutis parte del tiempo) llegando sólo para remarcar la presencia de Cuba en el seno de las principales organizaciones regionales, aunque todas ellas fueran lideradas por Lula da Silva.

 

Fue una “jugada” insertada en la pugna Lula-Chávez. Lula conseguía la entrada de Cuba en el importante Grupo de Río, Chávez reafirmaba que “Raúl es mío”. Nada destacado, fuera de esta pugna “izquierda ‘light’ vs. Izquierda ‘hard’” se debatió en La Bahía. Mientras tanto, países tan importantes en la América del Sur, como Colombia y Perú, enviaban delegaciones insignificantes a las Cumbres, como para destacar su distancia de esa lucha entre izquierdistas.

 

En el plano general, y a pesar que en las Cumbres sólo sobresalieron las caras de Raúl y las izquierdas regionales, Chávez, Correa y Morales, junto (pero no revueltos) a Lula, Bachelet y Tabaré, Latinoamérica camina hacia el centro del espectro político.  Hace pocas semanas Chávez sufrió un revés político de proporciones amazónicas en las elecciones municipales; el partido de Lula sufrió el suyo recientemente, también en las elecciones municipales, así como el partido de la concertación de la izquierda chilena, en la mayoría de los municipios de ese país.

 

Evo Morales por su parte enfrenta una rebelión cada vez más activa, mientras no se cansa de cometer pifias que le restan popularidad y muestran su rostro de pretensiones hegemónicas. Correa en Ecuador, con el “default”, ha entrado en el embudo que conduce inevitablemente a la ruina económica de su país, castigado adicionalmente por la baja de los precios del crudo. Por otro lado, parece difícil de repetirse el triunfo izquierdista en Uruguay, mientras el obispo gobernante en Paraguay no se atreve a delinear, ante la adversidad, una política definida.

 

Mientras esto ocurre en el campo de la izquierda continental, el campo de la derecha --y el centro-- no hay virajes predecibles hacia la beligerancia, salvo en El Salvador, donde un antiguo grupo guerrillero amenaza con hacerse del gobierno, si consigue (como ya lo hizo Ortega en Nicaragua, que ha apelado a todo tipo de ilegalidades para no ser derrotado en las urnas) engañar al pueblo salvadoreño con promesas que después se tornarían imposibles de cumplir sobre todo ahora, cuando Chávez no tiene la chequera que la baja del petróleo ya le quitó.

 

En ese contexto, un país latinoamericano políticamente importante se torna cada vez menos significante: México. Acosado por la izquierda beligerante interna, Felipe Calderón --para compensar-- ha adoptado una posición “izquierdista” en su política exterior (traiciona a los balseros cubanos, enviándolos de nuevo a las manos del dictador, y propone en Brasil la creación de “una OEA sin EUA”). Esta posición mexicana, incomprensible interna y externamente, probablemente le traerá problemas a un presidente traidor por partida doble.

 

Es en el complejo panorama anterior que Barck Obama tendrá que delinear una política hacia Sudamérica. La creación de una organización política de los países del subcontinente sud y centroamericanos, será un incentivo adicional que obligará al flamante presidente de EUA a prestar más atención a la región, y esto sería ya un punto positivo. El anhelo fidelista de una organización (sin EUA) pero que compita con la OEA, al materializarse en 2010, pudiera hacerlo sin estar necesariamente en manos de la izquierda beligerante como se ha visto, y pudiera ser la “piedra de toque” para que finalmente EUA decida hacer con Latinoamérica lo que Europa ha hecho con todos los países de su región, cosa que hasta ahora EUA no había contemplado.

 

En cualquier caso, Raúl será cada vez más presionado a insertarse en el contexto de la izquierda democrática; Chávez estará anulado por la baja de los precios del petróleo, y con ello sus secuaces, como Evo y Correa, al igual que el obispo Lugo, quedarán a merced del Brasil de Lula da Silva (que tendrá un sucesor de centro, no de izquierda), configurando un panorama que abre las puertas para una integración continental sin los complejos anti-EUA de hoy día.

 

Si Barack Obama es bien asesorado y adopta las políticas adecuadas, la región podría pasar, de ser un adversario, a ser un aliado estratégico de EUA en un mundo que se une en bloques.

 

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