En Brasil, ni hay Gobierno ni hay oposición Imprimir
Escrito por Indicado en la materia   
Domingo, 28 de Junio de 2015 11:35

Por LUIS NASSIF.-

Vivimos una época complicada en la vida del país. El Gobierno Dilma se acabó. Puede ser que renazca más adelante. Pero por el momento, no hay pruebas de que los signos vitales se conserven.

Con la desintegración del poder central, el país se ha convertido en una sálvese quien pueda. Ritos, procedimientos, procesos que dejan de ser observados, la misma racionalidad se deja de lado, provocando la aparición de pequeños tiranos que invaden todos los poros de la vida nacional.

Las relaciones sociales se ven afectadas por los trogloditas que salen del baúl de la Inquisición e invaden las calles y las instituciones.

En el Congreso, el Presidente Eduardo Cunha comenzó a atropellar las formas y a imponer su voluntad personal y del bajísimo clero de la casa.

El STF (Tribunal Supremo), el ministro Gilmar Mendes se aprovecha del uso del cajón de los procedimientos, que en otras épocas de la historia, sería considerada escandalosa: cómo obtener, para eventos del IDP (Instituto Brasiliense de Derecho Público), su propiedad, patrocinios corporativos con fuertes demandas en el Supremo.

Un fiscal adscrito al TCU (Tribunal Federal de Auditoría) militante de las marchas pro-juicio político, se ve en el derecho a expresar una opinión sobre la viabilidad de las empresas clave en la política industrial de la pre-sal.

La prensa ayuda a demoler los servicios de financiación del BNDES (Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social) construidos duramente en las administraciones FHC y Lula.

En Curitiba, un juez de primera instancia, fiscales y delegados, distribuyen prisiones preventivas sin la menor preocupación de legitimarlas.

En el Banco Central, un grupo de burócratas define a discreción el nivel de tasas de interés en la economía, crea un escenario claramente insostenible para la deuda pública, sin que nadie se interponga en su camino.

Lo que asegura la buena gobernanza no son sólo las prerrogativas institucionales de la presidencia de la República sino la existencia de un conjunto coherente de ideas, no sólo económicas, sino legitimadoras, capaces de unir a los más diversos sectores alrededor de la idea de nación.

La presidenta ya no consigue estructurar ningún discurso.

El segundo anclaje debe ser partidos políticos. Pero tampoco existen programáticamente.

El vacío de poder y de propuestas sería la oportunidad de la oposición para presentarse como una verdadera alternativa de poder. Pero logra ser todavía peor y menos seria que lo que se combate.

Hoy en día, el juego político consiste en la fabricación diaria de ocurrencias para aparecer en los medios.

La teatralidad armada por Aécio Neves y compañía en la visita a Venezuela sería un episodio vergonzoso en cualquier circunstancia, una broma, si no hubiera sido protagonizada por un candidato a presidente de la Republica y por senadores de la Republica.

Convierten un problema de tráfico – registrado incluso por periódicos de la oposición en Venezuela – y meras manifestaciones callejeras en incidente diplomático. Y todavía se las arreglan para obtener la solidaridad del líder del PT en la Cámara. El otro candidato de la oposición, José Serra, se aprovecha del vacío de poder para hacer negocios con el presidente del Senado, Renan Calheiros.

Es una época vergonzosa de la historia, una prueba trágica que la falta de gobierno y la falta de oposición en este país tornan absolutamente incierta la salida política a la crisis.

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