CUBA: HAITÍ ES AQUÍ Imprimir
Escrito por Fuente indicada en la materia   
Miércoles, 27 de Enero de 2010 15:28


 

Por JORGE HERNÁNDEZ FONSECA

La tragedia asociada al terremoto que asoló a la capital de Haití recientemente, ha dejado en todos los pobladores de los pueblos caribeños una sensación de “catástrofe en causa propia”. Todos los habitantes de las islas tropicales de la América Central quedamos absortos durante días, prendidos de las pantallas de la TV que nos traía imágenes del desastre y lo sentíamos como algo propio, familiar, como habiendo sucedido en nuestros pueblos de origen.

Pasado el tiempo y saturados de información visual y escrita sobre el terrible acontecimiento, el sosiego de los caribeños --no haitianos-- vuelve poco a poco a la normalidad, aunque haya quedado la herida sin cicatrizar. Reponiéndome del desgaste emocional por las fuertes escenas de ancianos, mujeres y niños en estado de shock, mis pensamientos volaron hacia Cuba.

Para los cubanos, las actuales escenas haitianas nos hacen recordar la calamitosa situación material en que se encuentran nuestras ciudades, campos, fábricas. Es verdad que lo destruido por la actividad telúrica en pocos minutos de acción en Haití, el castrato demoró medio siglo para hacerlo en la isla. Sin embargo, el trauma haitiano al ver su país destruido, es comparable al trauma cubano y sus efectos de la política aplicada por un grupo de “guapos autoritarios” mal nacidos en “la tierra más hermosa que ojos humanos vieron”, según Cristóbal Colón.

No hay como substraerse a la idea de que la ayuda a Haití --en su desgracia-- va a tener un símil de identidad con lo que sucederá con Cuba, y se desarrolla como un ensayo del esfuerzo que la comunidad internacional, la ONU y los Estados Unidos, tendrán que hacer y organizar para resucitar “de entre los muertos” a la sociedad cubana, traumatizada por 51 años de dictadura, desidia y caprichos de una élite autoritaria, incompetente y cruel. No hablaremos aquí de España, que se empeña hoy en apoyar a la dictadura en este, su postrer momento.

Es claro que existen diferencias sustanciales entre el trauma cubano y el haitiano. Pero para el cubano en diáspora por el mundo, las similitudes son espantosamente similares. Miles (en Cuba han sido millones) huyendo de sus hogares de procedencia hacia un futuro incierto, perdiéndolo todo en su escapada. La ciudad y sus habitantes destruidos materialmente, a lo que habría que agregar --en el caso cubano-- material y espiritualmente destrozados por una ideología de odio y resentimiento, oportunismo y “vale todo” que el castrismo inculcó en el alma cubana. El sentimiento de culpa de la comunidad internacional con Haití --por años de indiferencia cómplice-- y en la caso cubano será, por años de inacción rayano en el apoyo a la dictadura.

Habrá que esperar mucho tiempo para construir un Haití que haga justicia de sus notables próceres; como habrá que esperar mucho tiempo para reconstruir una Cuba desecha por una ideología fracasada y eunuca, donde “la ley de la selva” se erige hoy en el precepto más notable a ser seguido dentro y fuera de la isla y donde el consenso es tan improbable como la ética; todo sembrado cuidadosamente por la dictadura en las mentes y el accionar de sus hijos.

Hoy lloramos por Haití, constatando una catástrofe gigante e inmerecida. Mañana lloraremos por Cuba, de la que sólo los cubanos sabemos sus reales males, pero que con sus casas destruidas (sin terremotos) sus autos desvencijados (sin sismos) y su alma herida de insensatez, mostramos al mundo la punta del iceberg que sólo aparecerá de repente, “cuando amanezca”.

Nuestra plegaria solidaria por los hermanos haitianos en desgracia. Junto a ellas, nuestras súplicas al Señor por la salvación, más temprano que tarde, de la depauperada Nación cubana.

27 de Enero de 2010

 

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Última actualización el Jueves, 28 de Enero de 2010 11:09