Machete, que son poquitas Imprimir
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Miércoles, 28 de Septiembre de 2011 13:49

Por PEDRO CORZO

La represión no cesa. Más aún, los partidarios del régimen la anuncian. Advierten que quienes quieran hacer uso de sus derechos serán reprimidos. La brutalidad continúa a cara descubierta. Hay que reconocer que el lobo no solo muestra sus colmillos sino que también los usa, pero también es verdad que no faltan quienes por defender sus derechos, están prestos a enfrentar cualquier peligro. Treinta y cuatro mujeres reunidas en una casa. Sin armas. Solo con gladiolos y sus convicciones, pero aun así la casa fue cercada por la policía política, que limitó el acceso y la salida, hasta que lo impidió por completo. Poco después llegó un torrente de sicarios, fanáticos muchos de ellos, pero en su mayoría policías y militares vestidos de civil. Gritos e insultos. Descalificaciones y ataques personales, seguido de amenazas y golpes, el principio de una espiral de violencia que puede concluir con el linchamiento físico, ya que el moral lo intentaron desde el primer momento. Una vez más en las calles cubanas el horror de los progroms, de las persecuciones que padecen los que sin contar cuantos les acompaña, batallan por defender sus opiniones. Presentes estaban los depredadores de siempre. Cierto que los hay en cualquier sociedad, ya sea por fanatismo religioso, político o por la seducción de un líder, pero en Cuba, ese clamor de ratas que se viene escuchando desde hace décadas, ha proliferado con una abundancia que avergüenza. Entre tantos denuestos se escucharon chillidos de hienas, más que gritos de seres humanos, que acompasadamente rugían: “Machete, que son poquitas”. Fue la consigna del día. Despiadada y cruel, pero demostrativa de la extrema cobardía de los inquisidores, que se daban valor haciendo referencia a la cantidad de personas que atacaban, a la vez que destacaban que eran mujeres, lo que al parecer les hacía creer que sería más fácil el triunfo de su cobardía. “Machete, que son poquitas”, aullaban los corderos convertidos en lobos, una turba enardecida, compuesta fundamentalmente por hombres. El acto de repudio fue contra las Damas de Blanco, que el pasado 24 de septiembre se reunieron en casa de Laura Pollán para su acostumbrado Té Literario y posteriormente caminar hasta la Iglesia de las Mercedes para orar por la liberación de los presos políticos. Cierto que eran poquitas. Treinta y cuatro mujeres, treinta y cuatro Damas de Blanco que reunían entre ellas el decoro y la dignidad que le falta a los que gritaban, a los que no quieren ver y escuchar, y a los que conducen el país en todas sus instancias. Pero las Damas de Blanco y las Damas de Apoyo, no solo son valientes sino que también son capaces de estrategias para burlar a la policía política y a sus esbirros. Laura Pollán permaneció junto a sus compañeras en la casa. Soportaron el duro asedio y bajos gritos y consignas listas a traducirse en abusos físicos, tal y como ocurrió, intentaron salir y caminar hasta la iglesia. No fue posible. En la puerta fueron aporreadas, Laura, la promotora de esta agrupación defensora de los prisioneros políticos, fue la más golpeada, pero no la única abusada por la vesania de los secuaces del castrismo. Mientras esto ocurría Berta Soler, otra líder de las Damas de Blanco, se encontraba con otras damas en la Iglesia de Las Mercedes. Habían engañado al régimen, astutamente burlaron el cerco policial y participaron en la misa en la que pidieron la excarcelación de los prisioneros políticos. Por décadas una multitud de compinches instruidos y conducidos por el régimen se han complacido en destruir moralmente y muchas veces físicamente, a los que rechazan el totalitarismo castrista. Este relato no es nuevo. Llevamos más de medio siglo escuchando, leyendo y padeciendo las casas sitiadas, personas perseguidas, encarceladas y fusiladas. Durante mucho tiempo una masa fanática, pero también integrada por oportunistas, siempre injusta y abusiva, ha incurrido en excesos contra los opositores o simples ciudadanos que han rechazado los abusos. Las Damas de Blanco una vez más han demostrado que el terror y la intimidación pueden ver vencidos. Modestas, sin gritos y aspavientos, han podido vencer los temores que infunde el régimen y enfrentar a los sicarios, que fingiendo que son parte del pueblo, abusan de la fuerza y aprietan más el dogal que los ahoga y que las Damas de Blanco, rechazan ponerse.