Corrupción en Brasil: Un análisis Imprimir
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Domingo, 18 de Septiembre de 2011 19:29

Por Jorge Hernández Fonseca

Detrás de la denuncias de corrupción en Brasil, hay intereses vinculados al castro-chavismo interesados en que la actual presidenta, Dilma Rousseff, no haga un buen gobierno y no pueda cristalziar como una opción para un segundo mandato enla presidencia


Corrupción en Brasil: Un análisis

Jorge Hernández Fonseca

 

18 de Septiembre de 2011

 

La corrupción, como se sabe, no es una característica exclusiva de los países sub-desarrollados, como tampoco es un atributo endémico de los países en desarrollo. La actual crisis económica mundial, focalizada básicamente en Estados Unidos y Europa, se debe --en lo fundamental-- a “decisiones inapropiadas” (para no mencionar la palabra corrupción) del alto mando de grandes empresas financieras del Primer Mundo, que tuvo necesidad de mandar para la cárcel a verdaderos canallas, que simplemente estafaron a sus clientes basado en la confianza de que disfrutaron grandes bancos y empresas del sector financiero en EUA y la UE.

 

En este sentido, Brasil no escapa del uso abusivo del poder económico y sobre todo, del poder político que se concentra en determinados funcionarios en todos los niveles de decisión con acceso a las finanzas. Adicionalmente, los políticos, como categoría de funcionarios públicos con acceso a fuentes casi inagotable de recursos, se caracterizan --a lo largo y ancho del mundo (desarrollado y menos desarrollados)-- como siendo foco potencial de corrupción.

 

Una vez hechas estas salvedades, se pretende analizar un fenómeno que viene ocurriendo en Brasil desde la toma de posesión de la actual presidenta Dilma Rousseff. El fenómeno se conoce interna y externamente como “limpieza ética”. Esta ‘limpieza’ es caracterizada por la sustitución de ministros (ya son 5 los ministros sustituidos en menos de 9 meses) acusados de corrupción o de violaciones de la ley, inadmisibles en funcionarios con un alto cargo público.

 

Sin embargo, determinados padrones en el procedimiento general seguido en cada una de las sustituciones ejecutadas, sugiere la intervención de factores ajenos al entorno cercano de la actual presidenta, interesados en el accionar de la misma contra determinados ministros, todos militantes de los partidos que forman la coalición gobernante, pero ninguno de ellos ¡sorpresa! del Partido de los Trabajadores, ‘PT’, o de alguno de los partidos menores de izquierda.

 

La coalición que gobierna Brasil actualmente tiene dos grandes partidos que llevan el peso fundamental en el soporte político del gobierno: el PT, ya mencionado, de la presidenta Dilma Rousseff y el PMDB, Partido del Movimiento Democrático Brasileño, de tendencia centrista. Fuera de estos dos partidos, otras agrupaciones políticas menores con tendencias de centro o de centro izquierda. Los partidos de la extrema izquierda brasileños están en la oposición, porque argumentan que tanto Lula como Dilma “vendieron el Brasil al capital internacional”.

 

Históricamente, desde el gobierno de Lula da Silva (donde también la coalición gobernante era soportada por el PT y el PMDB) existía una lucha interna entre sectores del PT y los ejecutivos del PMDB y de otros paridos de la coalición que ocupaban cargos en gobierno. Esta lucha ocasionó una gran crisis política en el primer mandato de Lula da Silva, que le costó el cargo al principal ministro de Lula y a toda la cúpula del PT, acusados entonces de corrupción.

 

Esta lucha hoy continúa, sobre todo por parte de sectores de la extrema izquierda dentro y fuera del PT, en parte como revancha por lo ocurrido en el episodio mencionado antes, en parte inconformes con la designación de Dilma Rousseff para encabezar la elección presidencial representando al PT, decidido en la época por Lula y cuestionado por estos sectores rebeldes. En este análisis se supone que los sectores mencionados antes son los que, aprovechando las características éticas de la actual presidenta, siembran en la gran prensa brasileña acusaciones fundamentadas, colocando a Rousseff ante hechos consumados, que no le dejan alternativas.

 

Entre los grupos interesados en torpedear el accionar actual de la presidenta brasileña están los representantes informales en Brasil del Socialismo del Siglo XXI, amigos de Hugo Chávez y partidarios del patrono de todos ellos, Fidel Castro. No es difícil ver la mano peluda de estos sectores revanchistas, interesados en que la actual administración sea vista como siendo eminentemente corrupta, encabezada por una presidenta inexperta y extremista.

 

Es evidente que los que se benefician con el estado de cosas inestable dentro del gobierno pretenden inviabilizar desde ahora la posible candidatura de Dilma Rousseff a la presidencia de Brasil dentro de 3 años, trabajando un tema que simultáneamente perjudica al PMDB –que es presentado como un partido “corrupto”-- y por decantación, permite al PT posicionarse como el “representante ético” dentro del gobierno, (cosa difícil, por el escándalo que barrió su cúpula).

 

La oposición política brasileña, si bien se beneficia con este estado de cosas, no se presenta como promotor de las acusaciones de corrupción contra los ministros de Rousseff. Trata de mover mecanismos para intentar crear comisiones de investigación que pondrían al gobierno en evidencia, pero sin la señal característica de quien ha provocado la complicada situación actual.

 

La corrupción lógicamente es un tema sensible a la población de todos los países. Es por eso que ha sido el tema escogido para torpedear a la actual presidenta, sabiendo además que es una mujer “durona” y que difícilmente va a transigir con lo mal hecho. Rousseff no se ha cansado de decir públicamente que el objetivo de su gobierno “no es la lucha contra la corrupción”, aunque aclara que debe ser “una tarea diaria de todo gobierno”. Sin embargo, las denuncias de fuentes no identificadas continúan en la prensa del gigante sudamericano con sospechosa selectividad y con la frecuencia típica de un plan maestro detrás del procedimiento.

 

Este mismo mecanismo se viró como boomerang contra sus ejecutores durante el primer gobierno Lula, costándoles caro. Actualmente, pudiera repetirse la historia con consecuencias más devastadoras para el gobierno del PT, si finalmente el PMDB se aleja de la coalición gobernante y decide apoyar otro candidato que no sea del PT en las próximas presidenciales, cosa que ya comienza a materializarse parcialmente en la próxima elección para alcaldes. Sería una victoria de los sectores que ahora torpedean a Rousseff, restándole apoyo. Pero sería el fin de los gobiernos del PT, porque sin el PMDB la izquierda brasileña no regresa a la presidencia.

 

Algunos de los sectores interesados en no dejar gobernar a Dilma Rousseff serían partidarios de la presencia (nuevamente) --en la próxima boleta presidencial del PT-- de Lula da Silva en las elecciones presidenciales del 2014. Como se sabe, Lula durante sus mandatos apoyó la dictadura de Fidel Castro en Cuba y fue muy permisivo con los desmanes contra la democracia de Chávez en Venezuela, cosa que Dilma Rousseff no ha hecho. Sin embargo, la práctica de desprestigiar al PMDB es la peor manera de llamar a Lula da Silva a una candidatura presidencial en lugar de Rousseff, porque ni Lula ni Dilma alcanzarían el alto escalón sin el apoyo del mayor partido de la escena política brasileña, blanco de ataques en esta estrategia.

 

Internamente no está clara la posición de Lula da Silva respecto a este tema. Da Silva cuando gobernó se mostró mucho más “político” con los ministros de otros partidos y más “permisivo” con ciertos procedimientos, lo que ahora no muestra Dilma Rousseff. Parece claro que Lula no forma parte de este grupo de francotiradores, interesados más en desestabilizar la administración Dilma, que en luchar verdaderamente contra la corrupción de “los otros”.

 

Toda lucha contra la corrupción siempre es bienvenida. En Brasil sin embargo, es la máscara tras la cual se ocultan intereses que pretenden crear una atmósfera de inestabilidad con vistas a catapultar a la presidencia del mayor país latinoamericano –quien sabe-- si a uno de los representantes del castro-chavismo --o como mínimo-- imponer a Lula de nuevo, admirador del dictador cubano y de Hugo Chávez. Esta dupla no se ha cansado de intervenir en otros países del área, para asegurar el triunfo de la izquierda carnívora latinoamericana creada por ellos.

 

 

Artículos de este autor pueden ser consultados en http://www.cubalibredigital.com

Última actualización el Domingo, 18 de Septiembre de 2011 21:19