Trenes y cigüeñas Imprimir
Escrito por Fuente indicada en la materia   
Domingo, 07 de Agosto de 2011 18:21

Por Raúl Rivero

Madrid – Los mensajeros del cierre y los abismos, los defensores de la pureza se empecinan en darle una mano de pintura a su palabrería para hacer más hermética la esencia de sus atrincheramientos. Pero la realidad de Cuba enseña que, en diferentes franjas de la sociedad, hay una búsqueda de espacio, una necesidad de hallar asiento y claridades en territorios donde el temblor de la tierra reclama cambios reales.

No hay propaganda que pueda disminuir la presencia de la disidencia tradicional; la fuerza emergente de los presos políticos recién liberados; las Damas de Blanco; la rebeldía de grupos como el de José Luis Pérez (Antúnez) que trabaja en las zona central de Cuba y la intensa actividad antigubernamental, en Oriente, del ex prisionero José Daniel Ferrer y otros activistas.

El periodismo independiente, que empezó en el siglo pasado con bolígrafos viejos y papel estraza, ha asumido los nuevos soportes técnicos (a pesar de los afanes represivos) y se mantiene en su labor de narrar la historia de cada jornada de la nación.

Este es un vistazo general al trabajo opositor y a favor de la libertad en la isla, y aunque parezca que está escrito con tinta de guarapo, no quiere esconder los conflictos y los debates que hierven en aquellos ámbitos habitados por hombres y mujeres liberados por cuenta propia. Seres que defienden sus ideas en situaciones de asfixia y están ahí donde la violencia y la cárcel no son, precisamente, unos recursos literarios.

Es la vida misma, y el ansia de transformaciones profundas lo que indica que otros grupos de ciudadanos quieran participar en el proceso encaminado hacia la democratización del país. En su momento, surgieron los blogueros (ahora usan también el enigmático twitter a ciegas), músicos, fotógrafos, escritores, artistas jóvenes que han salido a decir su verdad, su filosofía y a mostrar el universo peculiar que respira.

Poco a poco, hoy aquí y mañana, sin campañas de prensa, de manera discreta (de acuerdo a sus pretensiones y a la capacidad para la regencia del temor) se asoman otros ciudadanos. Dejan el testimonio de sus deseos de modernizar la nación o de que las aperturas trasciendan el pan con queso, el plátano verde y la posibilidad de rellenar fosforeras y abrir una fonda en la sala de la casa.

Hay brotes, se dice en Cuba, en cualquier parroquia. Unas erupciones aisladas que pueden ser los vehículos de compañeros de viaje que van, por distintos carriles, hacia una misma estación que es todavía una sombra que se recorta contra el cielo.

Hace una semana un veterano activista de derechos humanos me dijo desde Ciego de Ávila que ya casi se podía decir, con el escritor peruano Ciro Alegría, que la oposición es ahora ancha y ajena.

Enseguida se arrepintió de la distancia que le había impuesto la comparación: “La verdad es que aquí le enmendamos la plana al novelista”, aclaró, “porque todo lo que se haga por la libertad de Cuba es muy cercano y de todos los cubanos”.


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