El susto del dinero Imprimir
Escrito por Fuente indicada en la materia   
Martes, 26 de Julio de 2011 13:29

Por Raúl Rivero

Madrid – Los promotores de los zurcidos en los ripios de la sociedad cubana, y sus especialistas en celebraciones y alegrías forzadas, organizaron ya el salón para que entre la orquesta, se acomoden las parejas de baile, repartan las cajitas, se caliente el ponche y comience el primer guateque con resonancia internacional en homenaje a la presencia creciente del dólar.

Es la Oficina Nacional de Estadística (ONE) la encargada de la preparación, convocatoria y elogio de la pachanga. Y lo ha hecho, como impone el aprendizaje del manejo de los planes quinquenales, mediante un adelanto generoso de cifras y por cientos. Es cierto que no consigue contagiar el embullo, porque, con banda sonora y todo, lo que alcanza a trasmitir es un coro de sombras, como dijo el poeta, una marea de dudas, incertidumbres y reconcomios sobre la esencia y el final de la fiesta.

Resulta que, según esos informes, los campesinos acogidos a los repellos dispuestos para el sector privado (un poco más de medio millón) ganaron unos 28 dólares mensuales. Mientras que los particulares de la zona urbana recibieron un promedio de 41. Es decir, el doble de lo ganan los 3.9 millones de empleados del estado.

La publicación de esos datos y los comentarios triunfalistas que genera entre pícaros, interesados, cómplices y, cómo no, algunos ingenuos, no tiene el superobjetivo de convertirse en un señuelo para los habitantes de la isla que saben mucho de jaulas y encierros, aunque no se menosprecia esa deriva con efecto de carambola.

Lo que se persigue con la difusión de esa reseña –donde el dinero pasa de la vanguardia del frente enemigo a la capitanía de la tropa proletaria– es extender en los medios noticiosos importantes la anchura y el espesor de una mampara para que no se pueda percibir con nitidez la realidad cubana.

Ese es el tipo de nota periodística que se privilegia para que alterne con miles de cuartillas y fotos puntuales de Cuba como clínica privada de Hugo Chávez; como destino de militares rusos, chinos y bolivianos y como un sitio propicio para que una cebra se enamore de un burro, por ejemplo. Así no queda ni un espacio para que se vea el panorama de los grandes grupos poblaciones que quieren, es verdad, progresos en su economía, pero en una atmósfera de libertad y respeto a los derechos humanos.

No se trata de despreciar o hacer burla de esos 18 dólares de los campesinos o los 41 de los hombres y mujeres que se liberaron de la burocracia estatal. Se trata de que esos remiendos se utilicen como propaganda.

Con la certeza de que en Cuba las cosas prohibidas se convierten luego en obligatorias, y al ver ese entusiasmo oficial por el dinero y su exposición como un avance del socialismo, se sospecha que en algunos santuarios de la quincallería política criolla se preparen ya carteles con aquella frase del camarada chino Deng Xiaoping: “Ser rico es glorioso”.


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