Agentes para un cambio de régimen Imprimir
Escrito por Fuente indicada en la materia   
Martes, 08 de Marzo de 2011 12:22

Por VICENTE ECHERRI

En el momento en que las dictaduras del mundo árabe se desploman o se tambalean --con una celeridad que recuerda el derrumbe del mundo comunista de Europa Oriental hace poco más de 20 años-- y cuando las Naciones Unidas da los primeros pasos para ilegitimar al régimen libio y EE.UU. y la OTAN mueven sus efectivos para una posible intervención, se oyen opiniones en el seno del exilio cubano --e incluso desde esta misma página-- que en lugar de ver lo que sucede en Africa como un precedente político y moral para el castrismo, insisten en juzgar de intransigente y fallida la política norteamericana hacia Cuba y en aconsejar un avenimiento respetuoso hacia una de las tiranías más antiguas del mundo. En lugar de ver un modelo esperanzador en las rebeliones de Túnez, Egipto y Libia, a estos curiosos exiliados cubanos les parece llegado el momento de que Estados Unidos cambie su postura de aislamiento hacia Cuba y legitime --con un reconocimiento-- a sus mandantes, renunciando a pretender un cambio de régimen.

A mí me sigue sorprendiendo que sean cubanos, y cubanos que viven y medran en esta orilla, los que receten esta salida para nuestro país, precisamente ahora en que la podredumbre del castrismo es mayor, su fracaso más obvio y el descontento y las frustraciones que provoca, sobre todo en los jóvenes que lo padecen, más audibles. Los que creemos en la necesidad de que ese régimen termine, y termine mal, tenemos sobradas razones para sentirnos optimistas. La disidencia cubana, lejos de estar arrinconada, se muestra pujante y desafiante, y el que esté vertebrada en docenas de organizaciones debe tenerse como mérito, como anticipo de la democracia plural a la que aspiramos. Una de las señales de su poder es la necesidad que ha tenido el gobierno de hacer públicas las identidades de dos de sus espías, con la evidente intención de inducir desaliento y miedo en las filas de una oposición que cada día prueba a ser más audaz.

¿Cómo y por qué recomendar a estas alturas un avenimiento con esa anquilosada tiranía? ¿Cómo es posible proponer que Estados Unidos renuncie a que en Cuba se produzca un cambio de régimen? Cuando empieza a percibirse una sorda ebullición en la olla podrida que es Cuba, lo único que pueden hacer sabiamente sus exiliados, y lo menos que pueden pedir de las autoridades norteamericanas, es que se mantenga cerrada la tapa de la olla hasta que rompa el hervor de la gran furia soterrada y seamos testigos de su transformador portento.

El hecho de que estemos aquí, a salvo de los zarpazos más directos que, llegado la hora, pueda lanzar la tiranía acorralada, no nos incapacita para opinar en el presente ni para exigir después, aunque haya quien diga que desde afuera se opina y se exige con ventaja. Nosotros los cubanos del exilio tenemos como misión de vida el ser la retaguardia activa del pueblo de Cuba, y así como hemos sido durante muchos años la voz y la representación de los silenciados, mañana seremos los amplificadores de la cólera, los clamores y las acciones de los nuestros de allá.

Aquellos para quienes la libertad de Cuba no parece contarse entre sus prioridades aspiran y proponen que Estados Unidos acepte la ``realidad'' del régimen castrista, por la sola razón de su larga existencia, como el único interlocutor legítimo del pueblo cubano, y que negocie con ese régimen, en plano de igualdad, con el propósito de evitar que futuras manchas --migratorias o de petróleo-- lleguen a estas costas. Si la política cubana de Estados Unidos se limitara a esos protocolos, o a los intercambios académicos y artísticos --que ya existen-- entre ambos países, o a la venta de cuatro pollos más de los que ahora mismo se le venden a Cuba, esa política podría tacharse, con razón, de miope y mercantil en su sentido más despreciable.

Los cubanos aspiramos a la democracia real --la que alguna vez disfrutamos no obstante sus conocidas imperfecciones--, no a las miserables y fallidas reformas que un despotismo oprobioso y torpe quiera conceder; y para alcanzar ese objetivo contamos con la activa solidaridad de Estados Unidos que, al igual que en la actual crisis de Libia, no deberá excluir ninguna opción.


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