Una experiencia blanca Imprimir
Escrito por Fuente indicada en la materia   
Sábado, 05 de Marzo de 2011 11:07

Por Regina Coyula

El miércoles 23, como había anunciado en Tweeter, me vestí de blanco, compré unos gladiolos, y así anduve por la ciudad. Una experiencia inolvidable. Ya desde que salí de mi casa, me detuve a saludar a una amiga despistada que ni cuenta se dio de mi atuendo, pero dos vecinas en la acera de enfrente, sí que comentaron. Antes yo era “de los Derechos Humanos”, y últimamente “de las Damas de Blanco”, para mis dos vecinas fue una confirmación, ellas “no me vieron” cuando les pasé muy cerca. Ese manto de invisibilidad fue la nota curiosa al andar por un barrio en el que vivo hace 53 años.

En la parada sentí muchas miradas sobre mí, me sentía muy nerviosa y quería aparentar normalidad. Ya en la guagua, llena como casi siempre, me ofreció el asiento un hombre de unos 40 años; tuve que sortear casi dos metros de material humano para llegar al sitio, pero el hombre me distinguió por sobre las demás personas. Al bajarme, delante de mí iba una muchachita joven, muy bonita, con una cartera de esas que se usan para las pc portátiles, como a cinco metros de la parada, la muchacha se detuvo y me preguntó muy bajito si yo era una Dama de Blanco. Le respondí que no, le expliqué que me había vestido así como homenaje por el aniversario de la muerte de Orlando Zapata. Por su mirada me di cuenta que no sabía de quién le hablaba. Arranqué entonces un botón de mis gladiolos, se lo puse en la mano, y mientras se la cerraba la tranquilicé diciéndole que no era brujería ni nada malo, que guardara el botón y recordara la fecha.

Seguí mi camino medio arrepentida, estaba en un barrio donde nadie me conocía, no le había dicho ni a mi marido lo que iba a hacer, recordaba a esa hora los cuentos de cómo podían detenerte y llevarte a una estación de policía lejos de tu casa, a todas estas sin saber que en casa de Laura Pollán había un mitin de repudio con cierre de calles de Neptuno desde Belascoaín hasta Infanta. Creo que si lo hubiera sabido mi determinación no hubiera sido tan firme. Una patrulla de la Policía que pasó despacio junto a mí me desbocó el corazón.

Conversando esa tarde con las esposas de Chepe y Biscet, fundadoras de las Damas, les conté lo que había pasado, cómo sólo ahora, y sólo de manera ínfima, podía imaginarme lo que sentían todas esas mujeres. Recordé a Blanquita la mujer de Raúl Rivero, cuando Raúl estaba en la prisión de Canaleta, y ella llegaba a mi casa y casi nunca podía comer más allá de un pedazo de fruta bomba o algún jugo, porque la tensión le tenía el estómago virado al revés.

Al regreso, casi me da un infarto cuando un carro civil con dos personas dentro se detuvo a preguntarme una dirección. Ya en la guagua, una mujer se ofreció para cargarme la cartera, cuando se la pedí para bajarme, la mujer me la devolvió con un “Dios la bendiga, señora”. De nuevo el manto de Harry Potter para andar mis conocidas calles hasta casa de mi mamá y luego a mi casa exhausta. Mucha tensión, mucho miedo, y esa soy yo que muchos me consideran valiente por escribir sin amarras. Valientes son ellas. Ningún Serpa del mundo podría convencerme de que desfilan por dinero.

Tomado del Blog MALALETRA

Última actualización el Martes, 08 de Marzo de 2011 12:24