EL RETROCESO DE LA IZQUIERDA CARNÍVORA EN AMÉRICA LATINA Imprimir
Escrito por Fuente indicada en la materia   
Sábado, 22 de Enero de 2011 23:24

Por Jorge Hernández Fonseca

 

Que Hugo Chávez haya enarbolado bandera blanca ante un flamante Congreso fuertemente salpicado de opositores, es como para conmemorar. Fue una señal inequívoca que “algo” sucedía en la cúpula de la izquierda carnívora latinoamericana. No tardó mucho el caudillo venezolano en dar marcha atrás, después de lo cual reafirmó lo dicho ante el Congreso; gestos que denotan poco convencimiento de una cosa u otra. Muestras de una estrategia titubeante.

Partiendo de este hecho puntual y retrotrayéndonos a otros sucesos acaecidos en el seno de la fauna izquierdista que pretende dominar Latinoamérica, se percibe un franco retroceso del otrora triunfante “castro-chavismo” y su reformulada doctrina de “tomar el poder político por elecciones” en los países de Nuestra América. La propia Venezuela, seguida de Bolivia, Ecuador y Nicaragua, fueron éxitos financiados con el dinero de Chávez, ahora en bancarrota.

El eje de toda la estrategia con ese avance anti-democrático en la región fue Cuba. Fracasado su intento beligerante de los años 60-70 del siglo pasado, hilvanó con el caudillo venezolano una manera de avanzar contra la democracia regional, desde dentro. Los petrodólares de Chávez lo convirtieron en el financista continental y pasaron el liderazgo práctico hacia Caracas, mientras el liderazgo estratégico permanecía en la Habana, en la mente calenturienta de Fidel Castro.

El advenimiento casual de Raúl Castro al mando de Cuba (producto de la repentina enfermedad del dictador mayor) privó a Chávez --y a los planes carnívoros contra el sub Continente-- de un verdadero guía e ideólogo, que encontraron un Raúl pragmático al frente de una isla en ruinas, con asesores que recomendaron con urgencia el “regreso al capitalismo”. En este contexto, el asalto “pacífico” al poder en el Continente se frenó (también lesionado por la baja de los precios del petróleo chavista) y sumieron a la izquierda marxista en el mayor desconcierto.

Los planes de Raúl Castro acercándose cada vez más a los estadounidenses; un Rafael Correa que envía señales frecuentes de independencia; la impopularidad creciente de Evo Morales (sumado al torpe trato que hace de la sociedad boliviana); las tensiones limítrofes de la Nicaragua de Daniel Ortega contra Costa Rica; todos, son muestras de la debilidad por la que atraviesa el castro-chavismo en las condiciones actuales, lo que marca sin dudas un retroceso de su anterior posición privilegiada, cuando el petróleo estaba a 150 dólares el barril y era el dictador cubano quien dirigía lo hilos secretos de la conspiración continental desde la Habana.

Es en ese escenario que se produce la sorprendente propuesta de Chávez ante el Congreso venezolano, con el subsiguiente titubeo que demuestra “la pata peluda” de una estrategia necesariamente también llegada desde Cuba. Ya en la isla las cartas que se reparten no tienen el sello inconfundible del dictador mayor. Ahora reinan allá los generales de Raúl, que pragmáticamente han negociado con Obama un estatus de mantenimiento de “las formas”, lo que probablemente implicó enviar desde Cuba un recado a Chávez sobre su Ley Habilitante.

Así las cosas, no solamente tenemos en Latinoamérica un franco retroceso del castro-chavismo, como tenemos también --desde la confusa (pero efectiva) expulsión de un Zelaya candidato chavista a dictador de Honduras-- un camino hacia el centro del espectro político, señalizado por el triunfo de la derecha democrática en Panamá primero y en Chile después; de la elección de un político de centro en Colombia; de una perspectiva de elección de centro en Argentina, Paraguay y Perú (para engañar incautos, hasta Humala critica a Chávez) y donde un 52% de los venezolanos hizo opción, en elecciones parlamentares, contra Hugo Chávez.

Este retroceso de la izquierda carnívora en América Latina pudiera tener varios escenarios futuros. Uno de ellos, coordinado desde la Habana (como antes fue la orden de asaltar las presidencias de las repúblicas latinoamericanas), implicaría un compromiso de los generales de Raúl con Norteamérica, para dar continuidad a la “revolución” castrista (ahora del tipo capitalista salvaje) a cambio de protección territorial de EUA contra el narcotráfico y la avalancha balsera cubana. Este estatus implicaría también “calmar” a Hugo Chávez y su retórica expansionista, a sabiendas que es la Habana la que siempre ha dado las cartas dentro de Latinoamérica.

Pero ese escenario probable tiene dos peligros: el primero, que los cubanos le juguemos “una mala pasada” a Raúl y reclamemos democracia política además de capitalismo (el de Raúl, salvaje); y segundo, que el pueblo venezolano (como parece que quiere) despida al coronel golpista del Palacio de Miraflores en las elecciones del año venidero, pulverizando el castro-chavismo y dejando la isla en bancarrota total. En este escenario, Rafael Correa, Evo Morales y Daniel Ortega, serían solamente “problemas de tiempo”.

¿Es fácil el camino democrático en Latinoamérica? No lo es. Además de la solución del “problema cubano” --cabeza y eje de todos los males-- todavía queda Brasil, que acaba de elegir presidenta a la candidata de Lula da Silva. Lula, a pesar de haber hecho un gobierno democrático (de izquierda) internamente, organizó una política exterior de apoyo al castro-chavismo en la región; apoyó insensiblemente a la dictadura cubana, colocó a Manuel Zelaya inexplicablemente dentro su embajada en Tegucigalpa y apoyó a Chávez, Correa y Evo Morales en sus confiscaciones –incluso contra inversiones brasileñas-- a cuyos intereses Lula da Silva debía de haberse debido, y no lo hizo. Aparentemente, la nueva presidenta presenta otro rostro más democrático externamente y ha hecho declaraciones alejándose de las simpatías con las violaciones de los Derechos Humanos y con otros “horrores” internacionales, que a Lula da Silva y su errática e ideológica política exterior, poco o nada le importaron.

En este panorama, la pequeña isla de Cuba continúa siendo la pieza clave de lo que venga a suceder en el futuro con el Continente. Si los Estados Unidos insiste en su política de negociar con Raúl y sus generales, dándole una sobrevida a cambio de cuidar su frontera marítima sudeste, la izquierda carnívora pudiera ganar el tiempo que necesita para reagruparse dentro de la isla (pasada la hambruna actual) y juntarse con la subida paulatina de los precios del petróleo en el campo chavista, para continuar dando la batalla por el dominio de Latinoamérica.

Que nadie se llame a engaño. Raúl nunca ha sido y nunca será un demócrata. Chávez sólo transige a una solución mediadora si se le ordena desde Cuba, y además, el pueblo venezolano lo ‘botará’ en 2012. Evo Morales es un demagogo que “dejado solo”, irá al precipicio de la historia. Correa no pasa de un populista deseoso de fama y probablemente también de dinero, y Daniel Ortega ya todos sabemos de “la pata que cojea” cuando le falten Fidel y Chávez.

Estratégicamente, desaprovechar esta oportunidad de dar la batalla final por la democratización de América Latina, barriendo el punto neurálgico de la expansión izquierdista –Cuba-- en su momento de mayor debilidad (el dictador mayor fuera del juego y la población en la mayor desesperanza) es cometer un error que Nuestra América pudiera pagar muy caro en el futuro, como ya lo han estado haciendo una buena parte de las Naciones de este sufrido Continente.

22 de Enero de 2011

 

Artículos de este autor pueden ser consultados en http://www.cubalibredigital.com