Apuntes para un ensayo de revisión histórica (III) Imprimir
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Sábado, 11 de Diciembre de 2010 18:48

Por Huber Matos A. y Juan F. Benemelis

En la década de los noventa Fidel Castro, en su obsesión por el poder, no pudo o no quiso ver que, sin una apertura que sustituyera la permanente inversión que la URSS había estado haciendo por tres décadas en la economía cubana, ésta iría deteriorándose hasta llegar a un punto en que la magnitud de recursos necesarios para enderezar la situación no estaría al alcance de Cuba.

Su régimen nunca había tenido que preocuparse por generar una dinámica productiva que les permitiera hacer las inversiones necesarias para evitar la obsolescencia de la infraestructura, insistir en la diversificación de exportaciones, el mejoramiento de la productividad laboral, la aplicación de la ciencia y de la tecnología al proceso económico.  Todo el  esfuerzo se quedaba al nivel de la demagogia del único que podía hablar y decidir, Fidel Castro.

En conclusión, Castro ni entendió lo que sucedía en la URSS, ni tomó las medidas para evitar la réplica eventual en la isla, de los mismos resultados soviéticos. Cuba era un barco cuyo naufragio se había evitado gracias a que la permanente inversión rusa en la isla.

Su reacción ante la crisis puede explicarse por su falta de cultura económica y por  un egocentrismo patológico que siempre le hizo creer que él era el proceso, él era la revolución; era el medio y el fin.

Fidel Castro tampoco comprendió las consecuencias que tendría el aislamiento al que forzaba al pueblo cubano, en especial a la generación que había estado atenta a los cambios radicales que había sufrido el bloque comunista.  Cuando se analiza el componente demográfico por edad de la población cubana en esos momentos, puede entenderse mejor la Cuba de hoy, dos décadas después.

En sus cálculos, Castro no entendió que el desaliento que sus medidas provocaban finalmente afectarían en forma drástica al factor de producción clave del mundo moderno: los recursos humanos.  Esta fue otra lección que no aprendió de la experiencia soviética.  Gorbachev lo había aprendido cuando era un funcionario de tercera categoría en la nomenclatura soviética.

Parte del esquema de Castro fue seguir insistiendo en que los Estados Unidos era el responsable por las limitaciones materiales de los cubanos en la isla.  Con el tiempo el argumento del “bloqueo imperialista” iría  perdiendo capacidad persuasiva entre los cubanos.  El pueblo gradualmente se iba dando cuenta de que los problemas de la economía cubana no se podían atribuir siempre a los Estados Unidos.

Un ensayo de revisión histórica debiera  indagar el cambio gradual de percepción que sufrió la población cubana en este aspecto.  De un “bloqueo” que era responsable de todo, a una opinión cada vez más generalizada de que el verdadero responsable de los fracasos era el régimen - por no alentar, o por revertir y perseguir las iniciativas - que podían haber aliviado las carencias de la población.

Todavía hoy en algunas instancias, se utiliza el viejo argumento de que el “bloqueo” ayuda al régimen a justificarse.  Quienes lo hacen no le han pasado una revisión al almanaque de percepciones de la población de la isla.

En la medida que el modelo estatizado (ya sin los recursos soviéticos) daba muestras de su incapacidad para devolver a la población los niveles de vida anteriores al periodo especial, el dictador revaluó su estrategia.  Entonces aceptó la idea del desarrollo turístico como escape al estancamiento.

Esto tendría un alto costo a largo plazo. Fue un acto de desesperación del tirano, tan importante como las medidas que Raúl ha tratado de poner en vigor y que presuntamente su hermano mayor ha frenado.  Fidel fue el primer “revisionista” en el sentido peyorativo aplicado por los marxistas intransigentes. También era el único que podía serlo, pero lo hizo demasiado tarde y muy limitadamente.

En este aspecto es necesario determinar la importancia –negativa y positiva–  de los viajes de la migración cubana a la isla.  No han sido exactamente embajadores de la libertad; pero su influencia no debe continuar siendo motivo de debate político, sino de un análisis serio.  No debe excluirse la influencia indirecta que puede haber tenido el turismo no cubano a la isla y el nacimiento de la industria de la prostitución – masculina y femenina - que en sus orígenes el propio régimen alentó, aunque después haya pretendido frenarla, aunque sin duda, la continúa alentando.

Es en ese sentido que España, un socio importante del castrismo desde los tiempos de la dictadura franquista, comenzó a tener mayor importancia en la economía cubana.  Los gobiernos españoles y los empresarios españoles tienen una responsabilidad histórica que merecen un capítulo de estudio aparte en todo este proceso. España hasta nuestros días es el segundo gran cómplice del castrismo después de la desaparecida URSS.

El “período especial” o más bien el aterrizaje forzoso a la realidad postsoviética encierra respuestas para comprender medio siglo de tiranía.   Su estudio puede ayudar a entender la forma en que una futura etapa de transición democrática pudiera tener mayor éxito en una Cuba sin castrismo, no solo sin Fidel y sin Raúl.

Después que se separe la demagogia de la realidad, el cuerpo desnudo de ese “periodo” ofrecerá una visión desoladora e inconcebible de los cubanos que fueron sacrificados innecesaria e inútilmente en un esfuerzo anacrónico y demencial.  Pero antes de concluir con estas notas un tanto dispersas, que pretenden señalar una agenda de investigación, tenemos que ocuparnos con dar una mirada retrospectiva a la nomenclatura y a la oposición, en ese tramo de la historia de Cuba.

11 de Diciembre de 2010

Continuará…