'Corriente y comida' también es 'Patria y Vida' Imprimir
Escrito por Indicado en la materia   
Sábado, 23 de Marzo de 2024 12:00

Participantes en la protesta del 17 de marzo de 2024 en Santiago de Cuba.

Por RAFAELA CRUZ.-

Es difícil encontrar una revolución de esas que han cambiado el destino de una nación o de la humanidad toda, que no haya cuajado a partir del infortunio económico aglutinador de grupos humanos que en común solo tenían la miseria y la desesperanza en el sistema.

Desde la inconformidad fiscal de las Trece Colonias a los pasteles de María Antonieta, ha sido la economía —la mala economía específicamente— lo que ha impulsado movimientos que luego se elevaron liderados por élites ilustradas que pensaban un poco más allá de su estómago… aunque tampoco mucho más allá, sino mírese a los patricios separatistas que no decidieron que ser cubano y español era incompatible hasta que no tuvieron la quiebra encima.

Sin embargo, por salir a la calle a pedir corriente y comida han sido criticados los santiagueros por otros cubanos que cuando no llegan se pasan, y parece que solo quedan satisfechos si en la Isla nos empinamos reclamando valores sublimes como la libertad o la democracia, pero no el sancocho que desesperadamente necesitamos para aliviar el hambre de nuestros hijos.

"En cuanto les tiren dos cucharones de sancocho y les pongan media hora de luz se acaba todo y se vuelven a erizar", publicó Zoé Valdés, aparentemente asqueada por las prosaicas masas que se manifestaban por corriente y comida.

Pero lo sublime es generalmente lujo de élites con el pan seguro cada día; élites que, sin embargo, nada pueden hacer sin masas que les secunden. Pero las masas no siguen ideas, al menos no al principio; a las masas las excitan el hambre y la miseria, las ausencias concretas que posteriormente son llenadas por ideas abstractas como patria e independencia que, supuestamente, llevadas a la práctica alejan desdichas materiales.

El castrismo debe su longevidad a mantener desconectadas las ideas que se le oponen de las masas que pondrían músculo y martillo para derrocar a un Gobierno que monopoliza desde las bayonetas hasta los productos de la libreta. El totalitarismo, siempre ejercido en nombre de ideas colectivistas supuestamente solidarias, es en esencia el más individualista de los sistemas políticos, pues dedica toda su energía a mantener a los individuos aislados entre sí, solo conectados por y para el Estado.

Todas las organizaciones nacidas como contrapartida al poder centralizado —sindicatos, partidos, agrupaciones estudiantiles, profesionales, regionales, cooperativas de distinta índole, hermandades, parlamentos— bajo el totalitarismo son tentáculos de ese único poder, insertados en la sociedad para absorberle vitalidad e independencia. La ausencia absoluta de sociedad civil es la marca del totalitarismo, y también lo que lo hace prácticamente imposible de derrocar desde dentro.

Y es que el totalitarismo "enfría" a las sociedades a tal punto que, para "calentarlas" y hacerlas estallar contra sus tiranos, requieren dosis más altas de presión, de ahí que el pueblo cubano aguante resignado —porque está "enfriado"— afrentas que en otros lares conducirían a sunamis populares que, rápidamente y para que no se extingan, son capitalizados y liderados por estructuras cívicas ya existentes y autónomas, como movimientos obreros, estudiantiles, de propietarios o étnicos, nada de lo cual existe en Cuba.

En una sociedad totalitariamente subyugada, la única forma de generar calor revolucionario es aumentando en unos cuantos pascales la presión de la miseria. Solo cuando la vida es materialmente inaguantable, insufrible, cotidianamente invivible, las masas se alborotan. Si no se llega a esos extremos sencillamente vivirían una situación que, en vez de ser negra con pespuntes grises, seria gris con pespuntes negros, cuestión de matices de miseria mientras una casta parasitaria yace tranquila sobre colchones de tonfas y chivatos… El castrismo ha desaprovechado cada oportunidad que ha tenido para no destruir completamente al país y ha llevado al pueblo al extremo, el extremo redentor donde los cólicos del hambre comprenden mejor la teoría política y se pasa rápidamente de "corriente y comida" a "Patria y Vida".

Que las masas salgan exigiendo sancocho es exactamente lo que se espera cuando acontece la absoluta quiebra física y moral de un sistema aún apuntalado por inercias totalitarias, pero debilitado por el esfuerzo de transformar la tierra más hermosa que ojos humanos hayan visto en un inmundo estercolero.

El reto real es lograr conectar a la masa que desde el 11 de julio de 2021 se descubrió enardecida, con un liderazgo que encause ese maremágnum espontáneo, que solo a veces desborda en manifestaciones, pero que espera latente en el aire enrarecido del lodazal de sudores y basureros de esquina de cualquier ciudad cubana.

Muy probablemente no hay manera de arreglar el cortocircuito entre liderazgo —oposición estructurada— y pueblo que ha sabido crear el castrismo, con lo que estas manifestaciones, aunque catárticas, sirven principalmente para erosionar el corazón de la bestia, el núcleo de un sistema compuesto por diferentes intereses viles que colisionan en las altas esferas de un régimen mafioso cuya cúpula está compuesta por lo peor del sistema, los mas ruines, los dispuestos a cualquier traición o crimen, los ambiciosos sin escrúpulos que han sabido escalar el poder castrista no para salvar la Revolución, sino a ellos mismos. Así que cuando puedan escoger —cuando los dinosaurios estén extintos— escogerán salvarse y terminarán de desmontar un régimen que, gracias a manifestaciones de "Patria y Vida" y "corriente y comida", ellos saben que está muerto y pudriéndose, y ellos son cualquier cosa menos gusanos.

DIARIO DE CUBA

Última actualización el Sábado, 06 de Abril de 2024 11:17