Las cinco preguntas de detective sobre los ataques acústicos de La Habana |
Escrito por Indicado en la materia |
Lunes, 30 de Agosto de 2021 13:31 |
Por JUAN ANTONIO BLANCO.- El presidente Joe Biden ha apremiado a la comisión que debe emitir un veredicto sobre los ataques acústicos ocurridos en Cuba. Una cascada de artículos periodísticos tienden a subrayar incógnitas y misterios pendientes dejando en los lectores el sabor de que es imposible determinar qué sucedió y sí Cuba es o no responsable de esos hechos. Lo cierto es que de las cinco preguntas clásicas que se formula un detective de homicidios —qué, dónde, cuándo, quién y por qué— hay varias despejadas. Se sabe qué fue lo que sucedió: la salud de poco más de dos docenas de diplomáticos de EEUU fue dañada de manera grave y permanente. Esto está más allá de toda discusión. Lo demostraron múltiples exámenes clínicos efectuados por varios médicos y especialistas de diferentes instituciones apoyados en pruebas de laboratorio, MRI, y otros instrumentos de gran precisión. Conocemos con exactitud dónde ocurrieron estos hechos: en las casas alquiladas por EEUU al Estado cubano como viviendas para los diplomáticos estadounidenses y sus familiares en La Habana. Igualmente conocemos el contexto operativo en que se produjeron esos actos. Sabemos que esas residencias diplomáticas y sus inquilinos estadounidenses son los más vigilados de todo el país, 24x7, por el sistema de seguridad del Estado totalitario cubano que incluye sistemas remotos de escuchas y seguimiento de sus movimientos. Se sabe que los ataques acústicos se iniciaron en 2016, en pleno furor del llamado deshielo, aunque se hicieron públicos en agosto de 2017. Para entonces ya se habían restablecido a nivel de embajadas las sedes diplomáticas en ambos países. Las negociaciones habían comenzado temprano en 2013 y culminado con la decisión de restablecer relaciones diplomáticas plenas, lo que se hizo público por los presidentes de EEUU y Cuba el 17 de diciembre de 2015. Se esgrimen dos hipótesis: la que culpa exclusivamente al Gobierno cubano y la que lo exculpa suponiendo que un tercer actor los realizó de manera independiente. Las otras explicaciones son risibles, al estilo de que una manada de grillos emitían ruidos que solo escuchaban los estadounidenses, o que se trataba de una histeria colectiva desarrollada por los 26 diplomáticos. La hipótesis del tercer actor autónomo es la más frecuente entre quienes quieren exonerar a la elite de poder cubana y su Ministerio del Interior (MININT) por lo ocurrido. Sin embargo, para que un tercer actor pueda operar de manera autónoma e independiente de la red de la Contrainteligencia cubana debe disponer de facilidades logísticas excepcionales que solo tiene el MININT: locales próximos a esas viviendas donde puedan instalarse puntos fijos de vigilancia para operar varios equipos transmisores contra más de una docena de residencias diplomáticas, las 24 horas durante meses, sin ser descubiertos por las múltiples escuchas y agentes operativos de la Contrainteligencia cubana. El proceso de negociaciones con EEUU conocido como deshielo nunca fue el objetivo primario para la elite de poder cubana. Ese era su Plan B en caso de que perdiesen Venezuela. El Plan A era no perder el control sobre Venezuela después de que muriese Chávez. Los Castro sabían que eso podía ocurrir de un momento a otro por el agresivo y letal cáncer que le aquejaba. Las conversaciones con EEUU corrían en tiempo paralelo a una fase crítica de la dominación de Venezuela por Cuba. Progresaba el peligroso cáncer de Chávez, al tiempo que se aproximaban elecciones presidenciales (abril de 2013) y parlamentarias (diciembre de 2015) en aquel país, y crecía la oposición popular al régimen bolivariano. El deshielo no era otra cosa que un seguro de vida de la elite de poder cubana —su Plan B— en caso de perder Venezuela. También había llegado la hora de restablecer controles, restricciones e impuestos asfixiantes sobre el incipiente sector no estatal que pudiera desarrollarse a la sombra del deshielo. El descenso de ese sector fue una decisión deliberada de la elite de poder cubana y comenzó en esa etapa, no fue resultado de las sanciones del presidente Donald Trump. Si las emisiones de energía se iniciaron para escuchar dentro de las residencias pero de forma accidental comenzaron a dañar gravemente la salud de los diplomáticos, nada impidió que se continuase cuando se supo el daño que estaban causando. Los oficiales a cargo de esa operación, en especial el coronel Alejandro Castro Espín, no las detuvieron al enterarse (incluso antes que el propio embajador estadounidense) de lo que sucedía. A su mesa llegaban los informes diarios del personal de los equipos de escucha que se turnaban en seguir y resumir las conversaciones de esos diplomáticos las 24 horas del día. En ellos se reflejaban sus comentarios sobre las dolencias que los aquejaban. Los niños llorando por dolores de cabeza, pérdidas de equilibrio y vómitos no los conmovieron. DIARIO DE CUBA |
Última actualización el Lunes, 13 de Septiembre de 2021 14:49 |