La Habana, cara y espejo de la "involución" cubana Imprimir
Escrito por Indicado en la materia   
Domingo, 22 de Noviembre de 2020 00:45

Por ROBERTO ÁLVAREZ QUIÑONES.- 

Fue Cicerón quien dijo hace más de 2.000 años que "la cara es el espejo del alma". Parafraseando al ilustre romano, La Habana es la cara y espejo  de la "revolución" castrista. Es el rostro más visible del país, como Montevideo es la cara de Uruguay, o Londres la de Inglaterra.

Edificio en La Habana.

Luego de casi 62 años de "involución" (que no revolución) fidelista-raulista, La Habana es un lejano fantasma de lo que fue. Es una ciudad decadente que en buena medida semeja a una anciana abandonada, pobre y achacosa. Suelta los pedazos lastimosamente. Solo en 2020 han muerto siete habaneros aplastados al derrumbarse los edificios en que vivían.

 

Y no hablamos por error de Kabul o Adis Abeba, sino de una urbe que fue famosa  mundialmente por su belleza y encanto singular. Desde los años 20 del siglo pasado en la prensa internacional y en decenas de películas de Hollywood se comentaba que era La Habana la más subyugante ciudad de Latinoamérica por su glamour, su arquitectura, sus luces, su magia contagiosa. Para muchos superaba a Rio de Janeiro, su principal competidora.

Una crónica publicada en marzo de 2010 por un historiador estadounidense en el sitio Antiqueweek comienza así: "No había otro lugar en el hemisferio occidental comparable a Cuba" . Y hace una  minuciosa descripción de La Habana entre 1950 y 1960 cuando, según el artículo, la capital cubana era  "the playground of the rich and famous", o sea,  "lugar de encuentro  de ricos y famosos", de todo el mundo.

Cuando Conrad Hilton fue a inaugurar  personalmente el Habana Hilton en marzo de 1958 dijo que había sido muy acertado escoger a la atractiva Habana para construir el más grande, hermoso y mejor hotel de toda América Latina, y el mayor de esa cadena hotelera a nivel mundial.

Christian Dior, quizás el más famoso modista de todos los tiempos, tenía solo dos salones de moda suyos fuera de París, uno en Nueva York, y el otro en La Habana. Dior tenía miedo a los aviones y la única vez que se montó en uno fue para viajar a La Habana, en 1950, a inaugurar su exclusivo Salón Francés Christian Dior, en El Encanto, la más grande, exclusiva y mejor tienda por departamentos de América Latina, a la que iban a vestirse muchas celebridades de Hollywood.

Lo curioso era que se trataba de la capital de un país pequeño, lo cual expresaba el empuje económico y socio-cultural  de Cuba.

A la vanguardia de la tecnología mundial

Poquísimos saben hoy en la Isla que en 1906 La Habana fue la primera ciudad del mundo con telefonía con discado directo sin necesidad de una operadora. Tampoco que el primer tranvía eléctrico que se conoció en Latinoamérica circuló en la Habana en el año 1900, ni que ese mismo año, antes que a ningún otro país de Latinoamérica, llegó a la Habana el primer automóvil.

Ya en 1837 había sido La Habana la primera ciudad (y país) de América Latina y tercera del mundo (tras Inglaterra y EEUU) en disponer de transporte ferroviario (Habana-Bejucal) de pasajeros y de carga. La primera demostración mundial de una industria movida por electricidad fue en La Habana en 1877. Y 12 años después la ciudad tuvo el primer sistema de alumbrado público de toda Iberoamérica, incluyendo a España.

El primer edificio del mundo construido con hormigón armado fue el FOCSA, en 1952. En 1953 se construyeron en Radiocentro los más modernos estudios de televisión a nivel mundial en ese momento: los de la CMQ. Y en 1951 fue La Habana la primera ciudad a nivel mundial en tener aire acondicionado central en un hotel, el Riviera.

En 1958 fue La Habana  la segunda ciudad (y país) en tener televisión en color y crear un canal solo a color. Y en 1957 fue la segunda urbe en tener cine en tercera dimensión y multipantallas, en el cine Radiocentro (hoy Yara). Ya antes, La Habana había sido, en 1922, la segunda urbe (y país) en el mundo en tener una emisora de radio (PWX). Y a fines de los 50 contaba con más automóviles y televisores por habitante que cualquier otra capital latinoamericana.

Todos estos datos se pueden consultar en la internet.

El servicio de transporte público era eficientísimo. Había miles de ómnibus  que pasaban uno casi pegado al otro. Recuerdo que en la esquina de Infanta y San Lázaro paraban unas diez rutas de guaguas hacia todos los puntos de la capital, por ocho centavos.

Vibrante vida nocturna, y más salas de cine que en Nueva York

La Habana era igualmente famosa por su vibrante vida nocturna. Contaba con el cabaret más espectacular del mundo —Tropicana— y cientos de night clubs; y con grandes  parques de diversiones como Coney Island y otros.

El teatro Blanquita, con 5.500 butacas era a principio de los años 50 el auditorio de más capacidad bajo techo en el mundo.

Los automóviles nuevos de General Motors, Chrysler y Ford se vendían primero en La Habana que en muchas ciudades de  Estados Unidos y del resto del mundo.

Y créalo o no, La Habana tenía más salas de cine que Nueva York y París. Según el Anuario Cinematográfico y Radial Cubano de 1959, al finalizar el año 1958 había en la ciudad 121 salas de cine, cifra que superaba las de las dos urbes más famosas del planeta. Y eso sin contar los cines de Regla, Guanabacoa, Cojímar, Santiago de las Vegas, Jaimanitas, Santa Fe, Arroyo Arenas, y otras ciudades de la Gran Habana. En 1959 yo los conté todos y recuerdo que eran 135, muchos de ellos financiados por  Metro-Goldwyn-Mayer, 20th Century Fox y Columbia Pictures.

Ninguna capital en el mundo ha retrocedido tanto

Pero volvamos a la realidad actual. No hay en la historia moderna otra capital que, sin haber sufrido una guerra o devastadoras catástrofes naturales, haya retrocedido tanto como La Habana. Siempre ocurre lo contrario, con el tiempo las ciudades mejoran. Bogotá, y Ciudad de Panamá, digamos, son hoy más hermosas que en 1958.

En La Habana es al revés. Hay cientos de edificios en ruinas, o agrietados y apuntalados con palos, ya a punto de caerse. Y montones de escombros y ruinas por doquier, como en Dresde, Berlín, Tokio, Lídice o Stalingrado al terminar la II Guerra Mundial. Y enormes  basureros nauseabundos y fétidas aguas albañales por doquier.

Hoy es peligroso vivir en algunas áreas. Se derrumban como promedio tres viviendas diarias, unas 1.000 al año, según reporte oficial. Este año en enero murieron tres niñas de entre 11 y 12 años, aplastadas por un balcón que les cayó encima, en La Habana Vieja. En julio, en Centro Habana, murió un empleado de Servicios Comunales  al caerle encima una pared. Ese mismo mes en El Cerro murió la anciana María Magdalena Olivares, sepultada por su vivienda.

En septiembre de 2020, en La Habana Vieja, murieron Rosa María Sortís, de 69 años, y una anciana de 74 años llamada Elena, aplastadas  por sus respectivas viviendas. Y el 14 de octubre se cayó un edificio  de Centro Habana y aplastó tres automóviles, en uno de los cuales había un hombre que se salvó porque estaba en la parte de atrás del vehículo, que resultó menos aplastado.

Pululan en La Habana los barrios insalubres, con casuchas y chozas improvisadas, sin agua potable ni alcantarillado, con zonas inundadas por aguas negras, e invadidos por roedores, mosquitos y cucarachas. Si alguien que estuvo en La Habana  en 1958  la visita hoy, no puede creer lo que ve. Por  mucho que su guía turístico, el diario Granma, o la TV  le hablen de los "logros de la revolución", se percatará de que le están tomando el pelo grotescamente.

Y mientras más se prolongue la dictadura castrista, más ruinosa se pondrá la ciudad. Arquitectos, ingenieros, economistas y urbanistas  aseguran que cuando cese la pesadilla comunista se necesitarán miles de millones de dólares para reconstruirla y devolverle su majestuosidad. Y elaboran ideas, y proyectos de cómo emprender esa colosal tarea.

Hoy los habaneros evocan a Góngora: "ayer maravilla fui, y hoy sombra de mí no soy".  Pero como la mitológica Ave Fénix, La Habana renacerá.

DIARIO DE CUBA

Última actualización el Sábado, 28 de Noviembre de 2020 19:42