Steiners cubanos Imprimir
Escrito por Indicado en la materia   
Domingo, 01 de Enero de 2017 12:37

Por JOSÉ PRATS SARIOL.- 

Reafirmé mi certeza de que no todo lo que George Steiner escribía eran nueces cuando leí el artículo de hace años de Mario Vargas Llosa contra sus "inepcias" —así las llama el Nobel peruano—. Acabo de releerlo a propósito de ciertos intelectuales cubanos —no solo oficialistas, como Pedro de la Hoz, musicólogo que ejerce de inquisidor cultural—, que resbalan con la misma cáscara que les hace creerse duchos en casi todo: aptos para disertar "profesionalmente" sobre economía política y abstraccionismo, antropología y música concreta, historia y poesía, arte narrativo y filosofía...

Lectura para "nuevos cultos" —definición que tomo de las caracterizaciones de  los "nuevos ricos"—, cierto ensayo-conferencia del profesor inglés irritó al novelista del Boom, aunque le concede algún piropo para limar el filo de sus críticas contra la ilusión del sabelotodo.  Igual nos pasa —mutatis mutandis— con algunos intelectuales cubanos —sean oficialistas o insubordinados—; aunque quizás en el caso de los exiliados se prefiera el silencio, para evitar acusaciones de provocar "fuego amigo". O por algo tan sencillo como que los autores son tan "buena gente" que a uno le da pena...

Y no se trata —desde luego— de casos patológicos como el del difunto Fidel Castro, siempre dispuesto a descargar —¿reflexionar?— sobre los más disímiles temas y personajes cubanos o no, culturales o no. Imposición que debió servirnos como antídoto —por contraste— para que ningún intelectual rodara peligrosamente a la definición de diplomático que diera un iconoclasta italiano: "El diplomático es un caballero capaz de hablar animadamente dos minutos sobre cualquier tema. Dos minutos. Tres resulta calamitoso".

Vargas Llosa no edulcora su juicio de valor contra el  infundado catastrofismo de Steiner. Desde el primer párrafo discrepa del afamado políglota judío nacido en Francia, aunque elogia lo estimulante que a veces resulta. Dice: "Pero, desde hace algún tiempo, tengo la sospecha de que comienza a sucumbir a esa tentación en la que suelen caer grandes talentos, la del facilismo frívolo, o aptitud para demostrar, con una prosa elegante y lo que parece sólida erudición, cualquier cosa, incluso algunas inepcias".

No puedo evitar pensar en que ese sayo —¿el "síndrome Steiner"?— le sirve a cubanos que conozco, sin la justificación de que la abrumadora mayoría de los políticos no tienen ningún pudor en opinar sobre cualquier cosa...

Porque desde luego que derecho nos sobra para opinar hasta sobre los aguacates de Catalina de Güines o las narconovelas; lo que no profesionalmente, lo que no desde el  buen o regular prestigio ganado en nuestros respectivos ámbitos. Porque doy por cierto que no nos gusta confundir al público no especializado, caer ocasionalmente en el facilismo frívolo, en inepcias transitorias, como he padecido en historiadores metidos a críticos literarios, periodistas que en programas televisivos hablan más que sus invitados, demógrafos metiendo la cuchareta en pronósticos sobre Cuba...

Recientemente llegué a escribir una crítica sobre una comedia de Alexis ValdésOficialmente gay— que vi representada en un teatro de Miami. Antes de enviarla para publicar tuve el pudor de llamarme al orden, decirme que no soy crítico teatral. La borré enseguida de mi ordenador, apenas conversé después con uno de los actores, Orlando Casín, pero ya como simple espectador...

Ahora que la brutal trivialidad mediática tiene como norma entrevistar a cantantes, actores y deportistas para que opinen hasta sobre la galaxia Andrómeda, con más razón debe evitarse saltar hacia precipicios exegéticos sin paracaídas. De ahí el alto nivel de exigencia que debe primar, sobre todo con aquellos que por su prestigio tienen una mayor responsabilidad.

Por eso el autor de La casa verde arremete contra "la artillería estadística que dispara Steiner" al vaticinar la muerte de la literatura, y de ahí la burla al invocar a Casandra. Le critica el "airecillo superior y socarrón", su "alegre masoquismo", la "innecesaria truculencia", la "delirante provocación" que olvida denunciar la subcultura con que se nos bombardea a diario, "de una estupidez vertiginosa"; y de la que indirectamente forma parte la frivolidad de hablar sin ton ni son sobre temas que uno no domina, disfrazado de intelectual omnisciente y gastando fama adquirida en otros menesteres.

Supongo que el brillante autor de Grammars of Creation recibiera la advertencia del talentoso novelista de La guerra del fin del mundo, bajo la certeza de que la crítica a veces ayuda más que el aplauso. Así quisiera que  se reciba la mía, porque algo de verdad está en la advertencia. Donde sí no hay nada que buscar  es en el "facilismo frívolo".

DIARIO DE CUBA

Última actualización el Viernes, 06 de Enero de 2017 12:27