Por Raúl Rivero.-

Los funcionarios de las democracias occidentales que viajan a Cuba para apreciar los cambios anunciados por el régimen y, como de paso, suscribir convenios económicos, tienen que llevar en los aviones dos elementos contradictorios, pero imprescindibles: ceguera y pasión en sus bolsos de mano y un buen equipo de inversores ambiciosos con la billetera abierta.

Esos viajeros, que ahora se multiplican y constituyen una tropa de ministros, senadores, gobernadores, presidentes y representantes de grupos políticos como la Unión Europea, están obligados, además, a borrar de sus cabezas la noción de la oposición política tal y como la conciben en sus países. Y todavía deben chapistear o rehacer desde los orígenes la estructura de lo que ellos aceptan como sociedad civil.

En este último punto los demócratas se ven obligados a un esfuerzo mayor para no poner en peligro sus diálogos con los anfitriones y su estadía en la isla. Para los cubanos la sociedad civil está compuesta por unas decenas de asociaciones de diferentes dominios controladas y subvencionadas por el Estado, mientras que en las sociedades libres es un contrafuerte de la democracia porque garantizan la actuación pública de los ciudadanos como un factor independiente de los poderes gubernamentales.

Para que las negociaciones fluyan y los acuerdos se adelanten con ventajas mutuas, los visitantes deberán hacer suyas unas recomendaciones recientes de Abel Prieto, asesor de Raúl Castro, ante los principales jerarcas de las agrupaciones fieles al Partido Comunista. El hombre llamó rebatir el estereotipo de una sociedad monolítica, militarizada, totalizada, “porque es una caricatura de nuestra sociedad”.

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Con la idea de conseguir un éxito avasallador en su excursión, los empecinados peregrinos que desembarcan en el trópico necesitan aún desarrollar la habilidad de disimular en sus agendas el tema de los derechos humanos y la libertad de prensa. Esos asuntos aparecen, desde luego, en todos los documentos preparados para el debate. Lo que pasa es que nunca se ponen sobre la mesa para no molestar o enfadar a los dueños de casa.

En el caso específico de los encuentros con los delegados de la Unión Europea, después de tres rondas de conversaciones, esos dos problemas claves para los ciudadanos de Cuba se han pospuesto.

La señora Federica Mogherini, alta representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y de Seguridad, llega mañana a La Habana para continuar los contactos con el gobierno. Ha dicho en Bruselas que “los derechos humanos son parte de nuestro diálogo, en el que no tenemos tabúes y afrontamos todas las cuestiones incluida esta”.

Vamos a ver qué llevó la viajera en su equipaje de mano.

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