Latinoamérica y el problema cubano Imprimir
Escrito por Indicado en la materia   
Miércoles, 12 de Marzo de 2014 21:18

Por Jorge Hernández Fonseca.-

Si hoy en día existe una izquierda fuerte en América Latina (de manera que incluso la hemos tenido que dividir en dos tendencias diferentes para el análisis) se debe sin dudas a la existencia de la Cuba de Fidel Castro, que financió a ambas izquierdas.

 

Latinoamérica y el problema cubano

Jorge Hernández Fonseca

12 Marzo de 2014

Una secuencia de acciones respecto a Cuba --directas e indirectas-- han puesto de manifiesto una relación de Latinoamérica con el “problema cubano”, que hasta el presente no se le había prestado la debida atención, ni figuraba entre los elementos de peso a tener en cuenta cuando del futuro de la isla se trataba. Venezuela por un lado --que es el país que actualmente mantiene la dictadura cubana en pie-- y Brasil por otro, son los dos polos que hoy por hoy en Latinoamérica “pesan” (y mucho) para el futuro de la malograda “revolución comunista cubana”.

¿Por qué Latinoamérica prácticamente en pleno fue a Cuba para darle el espaldarazo aprobatorio a los movimientos hacia la transición rauliana? Hace muy poco tiempo podían identificarse dos tendencias netamente separables en la izquierda latinoamericana: la izquierda carnívora, encabezada por los hermanos Castro en Cuba y financiada holgadamente por Hugo Chávez en Venezuela, a los que le seguían muy de cerca Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador y Daniel Ortega en Nicaragua; y la izquierda democrática, encabezada por Lula da Silva en Brasil, Néstor (y Cristina) Kirchner en Argentina, Mauricio Funes en El Salvador y Ollanta Humala en Perú, trazando una clara línea divisoria entre ambas izquierdas regionales.

La anterior clasificación de la izquierda --que sumada, es mayoritaria dentro de nuestro Sub Continente-- no elimina la importancia de los gobiernos de derecha y de centro que dominan importantes países del área, encabezados por Enrique Peña Nieto en México, Juan Manuel Santos en Colombia, Sebastián Piñera en Chile (que desde ayer pasó el mando a Michelle Bachellet, que va a engrosar la izquierda democrática de nuevo), Laura Chinchilla en Costa Rica y Ricardo Martinelli en Panamá, entre otros de menor influencia política en Latinoamérica.

Si hoy en día existe una izquierda fuerte en América Latina (de manera que incluso la hemos tenido que dividir en dos tendencias diferentes para el análisis) se debe sin dudas a la existencia de la Cuba de Fidel Castro, que financió a ambas izquierdas. Eso por un lado, y por otro, a la política de permisividad de Washington con la isla, que desde los años 60 del siglo pasado hizo muy poco para erradicar una ideología que es enemiga irreconciliable de los Estados Unidos y que ahora, a pesar del desastre cubano, continuamente “le pasa la cuenta”.

La introducción de la izquierda en América Latina como gobierno, puede analizarse en cuatro etapas nítidamente definidas: la primera etapa, inmediatamente posterior al triunfo de Fidel Castro en Cuba, estuvo caracterizada por la “exportación de la revolución armada”, en la que la “lucha guerrillera” tanto urbana como rural, jugó un papel primordial. En la isla eran entrenados hombres que posteriormente eran introducidos en prácticamente todos los países de nuestra sub región. Fidel Castro impuso la guerra de guerrillas a toda Latinoamérica cobrado una cuota de sangre, desasociego, dictaduras militares y un largo etcétera, de muy triste recordación.

La segunda etapa comenzó con la pretensión de elegir democráticamente un presidente de la izquierda castrista; la primera experiencia fue con Salvador Allende en Chile, que fue elegido pero finalmente fracasó. Tomadas las experiencias del fracaso chileno, Hugo Chávez fue aconsejado en la Habana para intentar semejante aventura. Fue el primer éxito castrista con su segunda fase, que incluía entonces “no acelerar” el proceso político y convocar una constituyente para imponer leyes, instituciones, y métodos, que permitieran, a medio plazo, la introducción del esquema castrista. Así, nacía con Chávez el “bolivarianismo” y el socialismo del siglo XXI. Esta segunda etapa, contó con éxitos resonantes en Bolivia, Ecuador y Nicaragua.

La tercera etapa comenzó con la elección exitosa del Partido de los Trabajadores en Brasil, PT, que llevó a la presidencia del Gigante Sudamericano a Lula da Silva, no comprometido del todo entonces con el castrismo, pero aceptando nombrar como segundo hombre de su gobierno a José Dirceu, hombre (como Nicolás Maduro) entrenado en la Habana y destinado a concentrar los méritos del gobierno de Lula, para entonces esperar su turno de elegirse, con similar plan de no apresurarse, de cambiar la constitución y así, a medio plazo, implantar el castrismo. Esta tercera etapa falló, Dirceu, más ambicioso de lo normal, fue descubierto en un esquema de compra de voluntades en el Congreso, fue apartado del gobierno y finalmente condenado a la cárcel, en el conocido proceso del “mesualón”, que sin embargo no perjudicó a Lula da Silva.

A partir de esta experiencia traumática con Dirceu, del éxito económico que Lula recogió en sus dos mandatos y de la trayectoria económica decreciente de Chávez en Venezuela, Lula da Silva formuló un plan diferente al castrista, para intentar llevar el socialismo a Latinoamérica. Lula en realidad nunca fue comunista y su experiencia socialista proviene de sus vivencias de líder sindical. Como su gobierno tuvo éxito practicando un esquema democrático en la política, y de mercado capitalista en la economía, Lula propone ahora una “implantación socialista” usando los mismos métodos democráticos con los que tanto él, como Chávez, Morales, Correa y Ortega accedieron al poder, pero sin mudar la constitución y abrazando el capitalismo de mercado en la economía, yéndose un paso adelante al castrismo y al socialismo del siglo XXI.

Esta es la cuarta etapa en la que Raúl Castro, a la muerte de su hermano mayor, intentará entrar con los girones de la Cuba deshecha en un proceso de transición, primero al capitalismo (de la familia Castro) y después “sólo Dios sabe”. Lula, que es ya un capitalista en sí mismo --dícese en Brasil que es dueño de una fortuna incalculable-- ha discutido con los hombres de Raúl un esquema “socialista” como el mencionado, donde la familia Castro quedaría como heredera del trono político y económico a la vez (sobre todo en la primera etapa) y donde se aspira a controlar desde el gobierno las riendas del poder institucional, de la manera como se pretende hacer también en Brasil con similar objetivo. Esa es la clave de la inversión brasileña en el puerto del Mariel y de las presiones brasileñas por el levantamiento del embargo de EUA.

Los argumentos de Lula son simples: si el socialismo marxista ensayado en Rusia y Cuba fracasó, hay que tomar las lecciones en la economía y en la política. Si realmente el socialismo democrático es “mejor” que el “capitalismo latinoamericano tradicional”, no habrá problemas para llegar al gobierno. Si desde el gobierno se gobierna (sin dictadura) para la mayoría desposeída (abundante en Latinoamérica) y no para unos pocos, no habrá como derrotar en las urnas a un gobierno de ese tipo. Siempre habrá (piensa Lula) muchos “capitalistas honestos” dispuestos a apoyar iniciativas como estas, con beneficio social y gobernando para la mayoría.

Lula se empeña actualmente por llevar sus ideas a una Cuba post Castro, donde la situación es bastante diferente al del resto de los países latinoamericanos. Allí el trauma no han sido los excesos del capitalismo, sino precisamente los “horrores” del socialismo. Como de inicio en la isla se parte de una férrea dictadura, se iniciaría un proceso lento y gradual del levantamiento del estado policiaco y represivo, contando con que, a medio plazo, “las aguas tomen su nivel”.

Lula trata además de convencer a Nicolás Maduro ahora para abrazar un esquema similar, abriendo más la economía y dando más accesos políticos y periodísticos, como única manera de preservar a medio plazo el poder en manos socialistas. La clave del entendimiento de Maduro está en el grado de convencimiento que Lula haya conseguido inculcar en la Habana y que desde allí le llegue la luz verde a Venezuela para iniciar el proceso de cambios hacia el nuevo esquema, más liberal. En Ecuador las cosas fluyen bastante en fase con los postulados lulistas, así como en Bolivia, siempre claro está, con sus particularidades. Lula ha explicado lo anterior a todos los gobiernos, socialistas y no socialistas del continente, incluyendo a los Estados Unidos, por eso la afluencia masiva a la Habana durante la celebración de la CELAC.

Como puede deducirse, todo será hecho (si se hace) a espaldas del sufrido pueblo cubano.

Artículos de este autor pueden ser encontrados en http://www.cubalibredigital.com

Última actualización el Viernes, 28 de Marzo de 2014 09:15