EL “ NOSOTROS” QUE AÑORO… Imprimir
Escrito por Indicado en la materia   
Domingo, 18 de Agosto de 2013 20:17

Por Andrés Candelario.-

Hace más de cincuenta años que no puedo decir “nosotros’ cuando hablo de mi país. Regresar al “nosotros” se ha vuelto un evento impensable, la esperanza de una caricia en el vacío de la nada, una huella que se ha perdido en el oscuro callejón de los años. El “nosotros” mío fue devorado por una utopía que, al final de los tiempos, ha terminado devorándose a sí misma en su afán aterrador por sobrevivir.

Digo “nosotros” y sólo veo unas fotos amarillentas que cuelgan en un pasillo de mi casa, como el anuncio despintado de un producto en desuso, largamente desaparecido del mercado. Busco en la memoria el espacio donde forjé el primer “nosotros”, el cubículo entrañable del amor filial, el ámbito de la primera palabra y el primer asombro y me pierdo en un horizonte sin límites, desarbolado y frío.

Trato de rescatar el escenario campesino de mi niñez, el ámbito primigenio de mis aventuras montado en aquel mítico caballo de palo y sólo atisbo entre la bruma de las historias contadas, un paisaje de desolación cubierto de malezas donde antes se erguía, confortable y cálido, el viejo caserón familiar.

Cuando pienso en el  mundo escolar de mi adolescencia, el “nosotros” queda reducido a un par de septuagenarios que hace más de cinco décadas lograron carenar en Puerto Rico , luego de una  dolorosa travesía del Estrecho de la Florida.

Hoy, a uno de los dos, lo tengo frente a mi. El viejo amigo de toda la vida, el hermano de ideales, al compadre. Le miro el rostro ajado por los años y el “nosotros” explota en mis recuerdos más remotos hasta los escenarios más recientes de naturaleza patriótica, cultural o familiar, aquí en esta orilla tan parecida a la otra. ¿ Cómo fue posible haber permanecido juntos desde la adolescencia pueblerina, la juventud de las militancias cívico-religiosas, y más tarde, lejos de la patria, a lo largo de medio siglo de destierro?

Lo había invitado a almorzar después de estar un rato en su oficina de eterno ingeniero que, a lo largo de los años, se había convertido en un apiladero de recuerdos, casi todos relacionados con el “nosotros”  de marras: viejas fotos de la infancia, azafranadas por los años, antiguos recortes de periódicos alrededor de eventos importantes del exilio, libros y folletos sobre Cuba, la foto juvenil de la novia manzanillera de la época universitaria en la Habana de finales de los 50 (Hace poco celebraron su medio siglo de casados), un cuadro de “Cachita” y toda clase de carpetas y manuales de ingeniería.

En ese momento, podía haber traído los eventos personales más ínfimos del pasado que allí habría encontrado información adicional sobre los mismos y renovados comentarios jocosos, como si todo hubiera ocurrido ayer.

A veces siento que necesito recordar, no en la dura soledad de la memoria, sino en la compañía insustituible del “nosotros”…