La nueva clase cubana Imprimir
Escrito por Indicado en la materia   
Lunes, 27 de Mayo de 2013 09:13
Por Pedro Corzo.- 

Cuba ante la falta del poder omnímodo de Fidel Castro es gobernada como si
fuera una corporación. Se pasó de la dictadura carismática a la burocrática
y estos últimos aparte de disfrutar del poder, también son muy entusiastas
de las fortunas que del mando pueden derivarse.

Este último aspecto es clave para tratar de entender que los eventuales
cambios en la isla estarán limitados por los perjuicios que puedan causar
en los privilegios de la clase dirigente.

La gerontocracia cubana, en particular la que bajó de la Sierra Maestra,
junto a los burócratas, antiguos y recientes, han dejado atrás los tiempos
en que aparentaban vivir en la austeridad, mientras el pueblo era sepultado
en la miseria.

Los dirigentes castristas consideran que los peligros que corrieron y los
esfuerzos que realizaron para controlar el país por más de cinco décadas, a
la vez que se involucraban activamente en las ambiciones imperiales del
Comandante en Jefe, deben ser retribuidos, así que han decidido disfrutar
de las ventajas materiales que se derivan del poder.

La nueva clase cubana tal como describiera lo que ocurrió en su país el
yugoslavo Milovan Djila, a fin de cuentas solo ha servido para sustituir a
las clases dirigentes desplazadas, pero sin la capacidad de crear riquezas
que aquellas tenían.

La nomenclatura que impuso o se incorporó al totalitarismo gusta en el
presente de una vida confortable, casas, autos y en particular viajar al
extranjero, pero como es lógico también están muy interesados en que sus
hijos y nietos puedan cursar altos estudios, o al menos disfrutar de lo que
ellos construyeron encarcelando, matando, y conculcando los derechos más
elementales a los ciudadanos que no se plegaron al pensamiento y a la
autoridad del nuevo orden que se impuso en la isla en enero de 1959.

Muchos de los hijos y nietos de estos generales y doctores residen en el
extranjero disfrutando de los bienes que sus parientes adquirieron gracias
a su obediencia y aportes a la dictadura. Otros estudian en universidades
de países capitalistas o simplemente viajan sin restricciones de ninguna
clase.

No faltan los que trabajan en corporaciones extranjeras radicadas en la
isla. Buenos salarios, mejores relaciones y un futuro independiente de la
política, pero consecuencia de esta.

También están los que con espíritu emprendedor han montado negocios
propios, lo que obliga a preguntarse de dónde sacaron los bienes para poder
tener independencia económica, sin dudas que puede ser a base de talento y
esfuerzos, pero también porque una mano amiga les hizo llegar los dólares
necesarios para echar a andar el proyecto que promuevan.

Por supuesto que hay hijos y nietos de dirigentes cubanos que enfrentan
dificultades como cualquier hijo del vecino, porque no cuentan con la
generosidad de sus padres o parientes, ya que tuvieron el coraje de
condenar el régimen de oprobio que sus familiares ayudaron a construir.

La corporación Gobierno de Cuba, Ltd. está presidida por Raúl Castro, y su
junta de accionistas la integran generales, dirigentes del partido y
doctores, todos muy celosos de sus prerrogativas por lo que están listos
para impedir cualquier ajuste que le reste equilibrio al entramado que les
garantiza poder, riquezas e impunidad.

Es razonable suponer que si bien Raúl Castro exterioriza la mayor
autoridad, nunca podrá gobernar al estilo de su hermano, y deberá conciliar
sus intereses y criterios a los del resto de su directorio, quienes por
lógica política no favorecerán un cambio radical que puede afectar las
prerrogativas de que disfrutan.

A pesar de la importancia e influencia de cada integrante del entramado
principal, no se puede obviar que hasta el momento Raúl tiene la llave de
los truenos.

A falta de su hermano es el único con capacidad para mantener la casa en
orden y por eso es de suponer que sus asociados, más que ningún otro sector
en la sociedad, han de trabajar a favor de un proceso de ajustes lentos,
sin traumas, que permita la emergencia de nuevos líderes suficientemente
comprometidos con el pasado, para que no inicien un proceso de cambio que
se sabe cómo empieza pero no cómo termina.

En la memoria colectiva de la nomenclatura castrista está presente el
proceso que condujo a la extinción de la Unión Soviética por lo que no
están dispuestos a permitir que afloren contradicciones internas y
conflictos entre poderes que pongan en riesgos sus respectivas sinecuras.

Todos están conscientes de que el modelo ideológico y político sobre el que
decían gobernar ha fracasado, pero también tienen pleno conocimiento de que
para que el régimen sobreviva sigue siendo necesario que un individuo, solo
un individuo, como en la era de Fidel, ostente el verdadero poder.