El Reguetón de los hermanos Castro Imprimir
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Domingo, 09 de Diciembre de 2012 23:07

Por Jorge Hernández Fonseca.-

Nada más parecido a la letra de cualquier Reguetón que las consignas creadas por el castrismo para ser proferidas por los policías de civil en los actos de repudios contra los opositores pacíficos o las Damas de Blanco

 

El Reguetón de los hermanos Castro

Jorge Hernández Fonseca

1 de Diciembre de 2012

La dictadura castrista acaba de anunciar --con frases altisonantes, dignas de la Academia de la Lengua Española-- que el “Reguetón”, manifestación reciente (y decadente) de la música popular cubana, será prohibido. ¡Nada tan insensato! Un amigo mío, cubano de pura cepa, diría: “perro huevero, aunque le quemen el hocico”. En efecto, ese método de prohibición, del que usa y abusa el castrismo, no es la solución.  “Aquellos vientos trajeron estas tempestades”.

Le guste al castrismo o no, nos guste a nosotros o no, el Reguetón --chabacano y grosero-- es una manifestación musical de la cultura popular generada por el castrismo de hoy. De eso no tengo ninguna duda, porque ni siquiera el vocero de la dictadura, entrevistado por Granma para dar el veredicto sobre el tema (el recadero de Raúl) ha podido acusar –como es usual-- a los reguetoneros, de “asalariados del imperialismo”, simplemente porque el Reguetón es popular.

Nada más parecido a la letra de cualquier Reguetón que las consignas creadas por el castrismo para ser proferidas por los policías de civil en los actos de repudios contra los opositores pacíficos o las Damas de Blanco: lenguaje soez, chabacanería, gestualización centrada en los genitales, entre otros ingredientes “populares”, como manera de manifestarse creada por la revolución castrista para atacar a sus “enemigos internos” y darle la respuesta que “merecen”.

Siendo así, ¿cuál es el trauma oficial con la adopción de similar mecanismo que el “orientado” para los actos de repudio, a la hora de hacer música popular y de bailar de manera también popular? Lo que se puede hacer en los actos de repudio, como es una representación teatral --con guión “popular”-- ¿no puede ser parte de la cultura popular real en la música y el baile?

Cultura es toda manifestación trascendente de un grupo social. Si ese grupo social son las clases menos favorecidas dentro del castrismo --aquellas que crean, disfrutan y vitalizan esta manifestación musical llamada “Reguetón”-- entonces estamos ante una “cultura popular” real. Que a los jerarcas del régimen cubano “no les guste”, porque sus letras reflejan el descontento generalizado con la dictadura y además usa un lenguaje soez, diferente al de la tradicional cultura popular en el área de la música cubana de la era pre revolucionaria, cuando la isla no era segundo de nadie en el mundo anterior a Castro-- no es prohibiéndolo como se enfrenta.

En tiempos de globalización las influencias se expanden y lo que en la Cuba oficial se entendía como una “manifestación de protesta” de las “clases oprimidas”, cuando surgió con fuerzas el “Rap” en las entrañas de EUA, ahora, “nacionalizado” por los “pobres” de Cuba, la dictadura quiere satanizarlo, borrarlo, prohibirlo. En el Brasil donde vivo surgió hace unos 10 años una manifestación popular muy parecida al Reguetón, también con influencia del “Rap”, con letras bastante directas y danza gestual provocante y explícita, que muy rápidamente se hizo moda en toda la sociedad brasileña conocido como “Fanky”. Hoy, 10 años después, sin prohibirla, el Fanky es una manifestación musical bailable, restricta a puntos de fiesta de barrios marginales.

El funcionario cubano, dirigente del organismo oficial “encargado” de controlar la música cubana (¡nada tan disparatado!) entrevistado por el periódico Granma dijo que el Reguetón “no había surgido de la política cultural cubana” en el entendimiento lamentable y equivocado de que la cultura popular puede ser controlada por una “política”; peor todavía, política cultural restrictiva como la castrista. La cultura popular nunca es dirigida, brota de las entrañas del grupo social, aunque puede ser inducida por las costumbres (groseras) del contexto, como lo es el Reguetón.

La decisión de Raúl de “enfrentar” una cultura que nació en Cuba, provocada precisamente por la manera que la dirigencia comunista de la isla difundió como válida para darse el certificado de “popular”, usando lenguaje soez, grosero y chabacano, ha sido adoptado por esas mismas “clases populares” como base para su Reguetón. La danza gestual centrada en los genitales, en nada se diferencia de los gestos que los policías de civil hacen contra las Damas de Blanco durante los actos de repudio oficialistas, ni las letras del Reguetón se diferencian de las consignas chabacanas que se profieren contra mujeres opositoras, pacíficas e indefensas.

La llamada “revolución” cubana desde sus inicios, centró su “popularidad” en el lenguaje grosero (recordemos el primer discurso del Fidel Castro en Columbia, al entrar en la Habana, repleto de malas palabras) método que se cultivó con esmero en estos más de medio siglo de chabacanerías, supuestamente para “llegar” a los “desfavorecidos”. Ahí tenemos los resultados.

La cultura musical cubana es creadora fecunda de excelente música popular --comenzando en el Siglo XIX con la contradanza y el danzón, continuando en el Siglo XX con el son, el bolero, la guaracha, la rumba, el mambo, el cha-cha-cha, entre otras manifestaciones de música popular cubana de la primera mitad del siglo pasado-- fue un proceso cercenado por el advenimiento de la imposición comunista castrista y se debate ahora ante la decisión de prohibir la manifestación más emblemática surgida de la cultura inducida por el mismo castrismo, en el entendimiento que “popular” es sinónimo de grosería, chabacanería, gestos y movimientos obscenos.

Con esta decisión, el Reguetón cubano pasa a ser una víctima más de la dictadura castrista y como tal, pasa a engrosar una larga lista de víctimas de la desidia oficial por puro capricho. Llegarán los días –si acaso el castrismo se perpetúa dinásticamente, como pretende-- que los sucesores de Raúl decretarán la “amnistía” para el Reguetón y los reguetoneros y recordarán esta decisión de Raúl como siendo “otro” quinquenio gris para la cultura popular cubana.

La única solución viable para Cuba y los cubanos es la supresión total de la dictadura castrista y sus alabarderos. Es la única solución, no sólo para dejar tranquilos a los reguetoneros y sus seguidores, como para dejar en paz al pueblo de Cuba con su futuro. Este episodio lamentable es una muestra, en el aspecto cultural, de la enorme cicatriz que el castrismo deja enquistada en la sociedad cubana actual, en un área que no es precisamente la más afectada, porque además de distorsionar la cultura popular cubana, el castrismo afectó letalmente la cultura general del pueblo cubano, llevándola al abismo junto con su economía, su convivio social, su política (de ordeno y mando) y sus sistemas de valores morales, hoy casi totalmente destruidos.

Esta nueva escena castrista con el Reguetón es una muestra de lo duro que habrá que trabajar en todos los terrenos cuando finalmente la dictadura castrista deje de existir en la tierra cubana y los reguetoneros, rodeados de una cultura asociada a valores y no a políticos chabacanos comprometidos con lo peor de la isla, continúe su curso lógico de moda pasajera, que lamentablemente, con esta persecución, calará adicionalmente en el seno la cultura popular cubana como toda manifestación injustamente prohibida.

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