Venezuela, nogal Maduro no da nueces Imprimir
Escrito por Indicado en la materia   
Sábado, 13 de Septiembre de 2014 11:50

Por Carlos Malamud

El “sacudón” con el que había amenazado Nicolás Maduro durante semanas finalmente quedó en pólvora mojada. Como recuerda Alberto Barrera en El Nacional, el 27 de junio el presidente anunció: “Vamos a una sacudida completa de los mecanismos de gobierno para entrar en una etapa de eficiencia verdadera”. Su intervención, propalada a todo el país, fue el mayor reconocimiento del fracaso de la llamada “revolución bolivariana” hasta ahora realizado por un alto dirigente venezolano. Si después de 15 años de la llegada de Hugo Chávez al poder se necesitan cinco nuevas “revoluciones” para renovar la sociedad es muy poco lo que se ha construido, pese a la intensa obra de demolición realizada.

Prueba de ello es que desde la cúpula gubernamental el máximo representante revolucionario todavía se pregunta: “”¿Por qué la burguesía debe tener el poder político?”. Según su interpretación éste debería estar bajo control popular: “Es fundamental transformar las estructuras y restos del Estado burgués y hacer un Estado que esté en manos del pueblo”. Si dicha pregunta se sigue formulando es porque poco o nada se ha hecho, aunque su respuesta está vinculada a la cuarta revolución, la “revolución política del Estado”, que busca construir un nuevo estado, democrático y de justicia social y de derecho. Teniendo presente que la oposición está fuera de juego y dividida, con algunos de sus principales líderes presos o en el exilio, el llamado a crear “un estado en manos del pueblo” refuerza la idea de que el balance de la gestión revolucionaria, en términos de logros permanentes, es magro.

Lo más frustrante del “sacudón”, uno de cuyos objetivos era agitar el nogal para que cayeran las nueces y recoger sus frutos, es que ni siquiera movió las aguas turbulentas de la política venezolana. Hubo pocos cambios en un gabinete que en términos gastronómicos podría definirse como largo y estrecho, y no mucho más. Algunos analistas venezolanos hablaron de “enroque”, ya que la mayoría de los vicepresidentes y ministros afectados migraron de una cartera a otra. Lo actuado buscó, fundamentalmente, mantener el equilibrio interno del chavismo. Si la oposición está mal, el oficialismo no le va a la zaga, aunque se mantiene unido por la argamasa del poder.

El presidente tampoco presentó propuestas o soluciones audaces o imaginativas para relanzar una economía en sus momentos más bajos. Con independencia del diagnóstico de las causas del desastre (el sistemático complot oligárquico o el resultado de una mala gestión), no hubo medidas políticas que permitieran pensar que se lo están tomando en serio y van a implementar políticas trascendentes. La primera de las cinco revoluciones de Maduro es la “revolución económica”, para crear la “Venezuela potencia” a partir de cambios productivos (no definidos, por cierto).

Una vez más se ve la fuerte impronta del peronismo, permanente fuente de inspiración de algunos de los líderes bolivarianos, comenzando por Hugo Chávez. El recuerdo de la “Argentina potencia” de principios de la década de 1970 es automático. Sin embargo, esa etapa de la historia argentina, cerrada con el desastre de la gestión de Isabel Perón y el nefando golpe de estado de Videla, no debería ser ningún ejemplo. Pero construir una “Venezuela potencia” requiere de “una economía autónoma y diversificada”, capaz de satisfacer las necesidades del país, y exportar y recaudar divisas. Como reconoció Maduro: “Sólo eso puede garantizar la estabilidad de la nación. Hay que concentrar todos los esfuerzos para cumplir esos fines y el nacimiento definitivo de la Venezuela potencia”.

captahuellas venezuela

El “sistema de abastecimiento seguro”, que será perfeccionado con medidas claramente innovadoras como la tarjeta de abastecimiento o la introducción del captahuella en supermercados y otros puntos de venta, apunta en esa dirección.

La duda es cómo reconvertir una economía monoproductora y monoexportadora de petróleo en una economía diversificada, dado lo ocurrido durante los 15 años de bolivarianismo, con una trayectoria inversa. A eso se suma el desabastecimiento. Por eso, a los más descreídos les recordó que “tenemos un sistema económico con políticas claramente establecidas”. El “sistema de abastecimiento seguro”, que será perfeccionado con medidas claramente innovadoras como la tarjeta de abastecimiento o la introducción del captahuella en supermercados y otros puntos de venta, apunta en esa dirección. Así, no sólo se solucionarán todos los problemas de abastecimiento sino también se podrá “castiga[r] a los contrabandistas y premia[r] al pueblo”.

La segunda revolución es la “revolución del conocimiento”. Estudiantes y maestros deben asumir un perfil propio para potenciar “una revolución profunda en el campo de la educación, una estrategia clara para el desarrollo del conocimiento con una nueva ética. Hay que incorporar la tecnología para producir más y satisfacer las necesidades de los trabajadores, no para reducir el número de trabajadores”.

La tercera, la “revolución de las misiones socialistas”, debería relanzar e integrar las misiones bolivarianas, algo preteridas por la coyuntura política y económica. Finalmente está la quinta revolución, la “del socialismo territorial”, que busca reorganizar los servicios y consolidar el modelo comunal para “asumir de forma definitiva el modelo ecosocialista”. Entra en escena un nuevo concepto, el del ecosocialismo que deja atrás al socialismo del siglo XXI.

Para ello se instalarán varios consejos presidenciales de gobierno popular. De este modo se perfeccionará “el gobierno directo, junto a los sectores organizados, para establecer una agenda de trabajo, con los temas específicos para cada sector y la detección de sus necesidades especiales”. Habrá consejos de mujeres, de juventud, de trabajadores y trabajadoras, de pueblos indígenas, de campesinos y pescadores y de sectores culturales.
 Los consejos tendrán una estructura de mando y participación directa en consejo de trabajo con el presidente, el consejo de ministros, y el consejo de vicepresidentes.

Si habría que definir los anuncios de Maduro con una sola palabra ésta podría ser desilusión. Más allá de la retórica parece no existir un plan conductor coherente que permita a Venezuela salir de su atolladero. El precipicio está cada vez más cerca y si nadie cambia el rumbo o pone el freno no parece haber solución a la vista. De todos modos recomiendo un poco de paciencia para los más ansiosos, ya que al final de su alocución Maduro anunció que en breve haría públicas las medidas de lo que sería el “sacudón definitivo”.