Brasil y su Copa Mundial Imprimir
Escrito por Indicado en la materia   
Viernes, 23 de Mayo de 2014 09:06

SAO PAULO (BRASIL), 15/05/2014.-EFE/SEBASTIÃO MOREIRA

Muchos políticos, analistas y periodistas brasileños confían en que cuando la bola eche a rodar en los novísimos estadios mundialistas todos los temores previos se transformen en pura pasión futbolística. De momento, el grito de “FIFA go home“, remedo del “yankees go home” del siglo XX, es una muestra del sentir popular respecto a una competición puesta en entredicho por vastos sectores sociales. Por eso la situación es muy distinta a la imaginada por los grandes planificadores del evento, con el ex presidente Lula da Silva a la cabeza. Según ellos, éste debía ser el momento estelar del gran actor global que es Brasil.

Por Carlos Malamud

(Infolatam).- La coyuntura es difícil y se ha complicado aún más en las últimas semanas. Las dificultades emergen en varios frentes, comenzando por las protestas populares, siguiendo con el desempeño económico y finalizando en la declinante aprobación del gobierno y sus perspectivas para las elecciones presidenciales de octubre próximo. A esto se suma el temor de que buena parte de las infraestructuras que debían estar listas antes de la inauguración del Mundial, el 12 de junio, no estén finalizadas ni plenamente operativas.

Algunas ni siquiera han comenzado a construirse, otras han sido postergadas para después de la Copa y en muchas los operarios trabajan contra reloj puliendo los últimos detalles. Probablemente cuando el balón esté en movimiento la mayor parte de los obstáculos se habrán superado, pero será difícil evitar la sensación de improvisación hoy presente en Brasil. Si ésta era la oportunidad buscada para mostrar seriedad y mejorar la imagen del país, es de temer que las expectativas iniciales no sean satisfechas.

En el frente económico las cosas tampoco van bien. La economía brasileña, cada vez más dependiente de las exportaciones de materias primas, ve preocupada la desaceleración de China. La inflación, que se mueve en la banda superior de las metas fijadas por el gobierno, y los límites al crecimiento basado en un mercado interno que prácticamente ha llegado al máximo de su expansión complican las cosas a un gobierno que no termina de acertar a la hora de abrirse al exterior.

Desde las manifestaciones de junio pasado se instaló en buena parte de la sociedad brasileña la idea de que los gastos asociados al Mundial lindaban en el despilfarro, vinculándolos a un sentimiento de generalizada corrupción política. Las protestas de entonces, que pedían un mejor transporte público, atrajeron a buena parte de las clases medias, incluyendo aquellas que habían ascendido socialmente al socaire del fuerte crecimiento de la última década.

Las últimas manifestaciones no han sido tan masivas y causaron un cierto alivio en el gobierno de Dilma Rousseff, que temía verse nuevamente desbordado. Sin embargo, muchos sindicatos y movimientos sociales, como los Trabajadores sin Techo, elevan su voz con la intención de aprovechar la ocasión creada por la Copa del Mundo y la atención internacional centrada en el país. De ahí las numerosas protestas sindicales, muchas sin relación con el fútbol, pero que aspiran a que sus reivindicaciones laborales o salariales sean atendidas.

Los problemas de orden público no acaban aquí. En muchas ciudades, como Rio de Janeiro, hay que considerar el narcotráfico y la seguridad ciudadana no sólo en las favelas y barrios populares, sino también en los alrededores de los estadios. La disyuntiva a la que se enfrentan las autoridades es si será suficiente con las fuerzas policiales a su disposición o si deberán echar mano de la policía militar o, más grave aún, de las fuerzas armadas. En este último caso se crearía una situación sumamente delicada.

El resultado final de todo esto ha llevado a un mayor cuestionamiento del gobierno del PT (Partido de los Trabajadores), que ha visto desvanecerse prácticamente sus opciones de ganar en la primera vuelta. Las dudas se han instalado en el oficialismo, donde muchos preferirían el regreso de Lula para evitar lo que algunos comienzan a ver como una derrota cada vez más probable. A esto se suma la inestabilidad del PMDB (Partido del Movimiento Democrático Brasileño), la formación del vicepresidente Michel Temer y principal aliado del PT en la coalición gobernante. El descontento de ciertos grupos que integran este partido puede concluir en una recomposición de las alianzas estaduales, que inclusive podrían tener un cierto impacto en la política nacional.

La situación se ha vuelto tan compleja y tan difícil de manejar, dada la multiplicidad de variables en juego, que no sólo el gobierno sino también los políticos en general, oposición incluida, están viviendo un gran momento de desconcierto. Todo el mundo está a la espera de que se opere algún milagro, como que la canarinha gane el mundial, o que las protestas populares cambien el escenario nacional. Pero casi todos son incapaces de dar las respuestas adecuadas para el futuro inmediato. De alguna manera, el deseo mayoritario de convertir el voto obligatorio en voluntario expresa el descontento generalizado con todos los políticos y no sólo con el PT.

Intentando disminuir el impacto de las protestas, Dilma Rousseff dijo que Brasil era un país de conflictos y que debían aprender a convivir con ellos. Esta respuesta muestra un PT a la defensiva y con ideas cada vez más conservadoras. Buena prueba de ello es el video electoral del oficialismo centrado en la idea de “No podemos dejar que los fantasmas del pasado vuelvan y nos arrebaten todo lo que hemos conseguido”. Una vez más el poder establecido abandona la idea de cambio por la de todo aquello que hay que conservar.

Si algo demostró en su momento el triunfo de Lula fue que Brasil era una democracia consolidada y que la alternancia entre el PSDB (Partido de la Social Democracia Brasileña) y el PT no implicaba hacer tabla rasa con todo lo construido hasta entonces, en uno de los clásicos golpes de péndulo latinoamericanos. Sería deseable que una eventual derrota del PT tuviera similares efectos.

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