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Artigos: Mundo
Atrapados en la blasfemia PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Domingo, 16 de Septiembre de 2012 11:14

Por José Ignacio Torreblanca.-

No deja de ser una casualidad pero es revelador que la película “La vida de Brian”, una sátira sumamente irreverente sobre la vida de Jesús dirigida por Terry Jones, se estrenara en 1979, exactamente el mismo año en el que el Ayatollah Jomeini tomaba el poder en Irán y ponía en marcha una teocracia islámica.

Los caminos recorridos en estos 34 años no pueden ser más marcadamente diferentes pues mientras que Terry Jones fue acusado de blasfemo y fuertemente criticado por herir la sensibilidad de millones de cristianos pero pudo proseguir su carrera artística con éxito y sin temor, Salman Rushdie, recibió una condena a muerte del mismo Jomeini por su libro “Los versos satánicos” (1988), obligándole a vivir recluido y protegido el resto de su vida. La sima se abrió aún más con el asesinato del cineasta holandés, Theo Van Gogh (2004), por su película “Sumisión”, las viñetas danesas publicadas por el Jyllands Posten (2006), los incidentes en torno a la quema del Corán protagonizados por el Pastor Terry Jones (2011), curiosamente, homónimo del director de Monthy Python, y la violencia generada estos días en torno a la película “Inocencia de los musulmanes”.


La muerte del Embajador Stevens y otros tres diplomáticos estadounidenses, junto con los incidentes a los que asistimos en otras partes del mundo, demuestran que el debate sobre la tolerancia religiosa, la blasfemia y la libertad de expresión ha dejado de ser posible ya que se ha convertido en un elemento más en una estrategia de confrontación compartida por los extremistas a ambos lados.


Para los que se han marcado como objetivo demostrar la naturaleza violenta y fanática del Islam, las reacciones que vemos en el mundo musulmán no sólo son una confirmación de sus tesis, sino un acicate para seguir por una senda de conflicto que se está demostrando increíblemente fácil y enormemente fructífera. Por su parte, para muchos en el mundo árabe y musulmán, estos hechos tienden a confirmar que Occidente utiliza su marco de libertades para amparar ataques continuados contra sus principios y valores más sagrados.


Por esa razón, mientras que en tiempos de Theo Van Gogh y las viñetas danesas tuvo sentido hablar de tolerancia, defender firmemente la libertad de expresión y recordar que el Tribunal Supremo de Estados Unidos considera que la Primera Enmienda de su Constitución ampara la quema de la bandera como una forma de libertad de expresión, ese debate ha dejado ahora de tener el mismo sentido.


Eso no quiere decir que debamos renunciar a nuestros principios ni valores. Limitar la libertad de expresión sería un tremendo error. Pero el hecho de que una sencilla cámara de video, una conexión a Internet y una cuenta en Youtube pueda provocar una crisis internacional de tal calibre significa que nuestras relaciones con el mundo musulmán están a merced de los fanáticos y los provocadores. Ellos actúan, tienen la iniciativa, marcan la agenda. Nosotros sufrimos las consecuencias, contenemos daños, somos arrastrados al conflicto. La frustración de EEUU, que se vio involucrado en Libia en un conflicto en el que no quería participar, lo dice todo: vidas, esfuerzos diplomáticos, recursos económicos, todo dilapidado a cambio de nada.


¿Qué hacer a partir de ahora? ¿Cómo tejer las relaciones diplomáticas que permitan romper esta espiral? Eso sólo sería posible si los desgraciados incidentes de Bengasi sirvieran para tejer una complicidad entre todos los que en unos y otros países se muestran asqueados por este nivel de violencia e intolerancia y, en paralelo, entre los gobiernos que tienen que gestionar esta crisis a un lado y a otro si fueran capaces de  entender cuán frágiles son y qué inermes están si no se unen y actúan en consecuencia para sofocar conjuntamente estas crisis y blindarse contra otras futuras. Hoy por hoy, encontrar ese camino parece enormemente difícil. Sin embargo, es el único posible.

Tomado de EL PAÍS; MADRID, ESPAÑA

 
La verdadera diferencia norteamericana PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Domingo, 02 de Septiembre de 2012 11:20

Por Carlos Alberto Montaner.-

Paul Ryan ha sido la fulgurante estrella republicana en la convención que acaba de terminar. Lo llaman el nuevo Reagan. Su mentor fue el ya desaparecido Jack Kemp, un ex futbolista que se convirtió en una de las cabezas económicas del Partido Republicano y alguna vez acarició la idea de ser presidente. Ryan juega con la idea de cumplir ese destino, primero como vicepresidente de Romney y luego por su propia cuenta.

De Kemp, de Reagan, y de una vieja tradición política nacional, Ryan sostiene la idea del “excepcionalismo” norteamericano. No quiere que Estados Unidos se parezca a Europa. El planteamiento básico es que el país no debe convertirse en un Estado Benefactor aumentando el gasto público y los impuestos, como supuestamente hacen los europeos, pero tal vez es demasiado tarde.

El gobierno norteamericano consume el 40% del PIB, mientras los países más prósperos de Europa aproximadamente gastan el 50%. (Menos Suiza, uno de los más exitosos, que apenas invierte el 33). Es verdad que los norteamericanos pagan menos impuestos, pero también reciben menos servicios.

La idea de la decadente Europa se trata de un monumental error de percepción. Hay aspectos de la vida europea que superan notablemente a Estados Unidos. La nación, sin duda, tiene el primer ejército del mundo, sus mejores universidades están a la cabeza del planeta, los científicos y técnicos son casi insuperables, y el aparato productivo de la nación es el más denso y sofisticado de cuantos han existido en la historia.

Cuando la empresa norteamericana CNBC le encargó a unos expertos la objetiva clasificación de las 30 ciudades más habitables del mundo, éstos se guiaron por nueve categorías relevantes –salud, ingresos, clima, seguridad, etc.– y encontraron que casi todas eran europeas, canadienses, australianas y neozelandesas. Sólo dos ciudades norteamericanas podían competir y comparecían al final de la lista: Honolulu era la número 29 y San Francisco la 30. Las cinco mejores eran Viena, Zurich, Auckland, Munich y Dusseldorf.

The Economist, la gran revista, hizo lo mismo con los países y su pesquisa la llevó a colocar a Estados Unidos en el puesto número 13. Había mejor calidad de vida (por orden) en Irlanda, Suiza, Noruega, Luxemburgo, Suecia, Australia, Islandia, Italia, Dinamarca, España, Singapur, Finlandia y, por fin, Estados Unidos. (En el Índice de Desarrollo Humano que publica la ONU, en cambio, sólo tres países anteceden a Estados Unidos: Noruega, Australia y Holanda).

Si lo que se mide es la honradez de su sector público, sucede algo parecido. Transparency International, en una escala en la que 10 sería la mejor puntuación posible y 1 la peor, le asigna más de nueve a los cuatro países escandinavos, y más de 8 a Alemania y a Canadá. Estados Unidos, con 7.1 no está nada mal, pero no forma parte del pelotón de las naciones más escrupulosas con el dinero que les entregan los ciudadanos.

En el tema educativo los resultados son mixtos. En general, Estados Unidos tiene las mejores universidades al nivel de estudios posgraduados, pero la enseñanza media es mediocre. Cuando la OCDE –la organización de las naciones más desarrolladas del mundo– mide los conocimientos de los jóvenes en matemáticas, lectura y ciencias, encuentra una docena de países que obtienen mejores resultados que Estados Unidos. Corea del Sur y Finlandia son los dos mejores.

Lo que quiero decir es que Estados Unidos tiene mucho que aprender de algunos países europeos y asiáticos, de la misma manera que el resto del mundo tiene bastante que aprender del modo norteamericano de investigar, trabajar y vivir.

¿Hay algún aspecto de la convivencia en el que Estados Unidos supere claramente al resto del mundo? A mi juicio, en las oportunidades que tienen los más pobres de prosperar. En el país sigue vigente el llamado “sueño americano”, pacto tácito, hasta ahora cumplido, consistente en que si uno trabaja intensamente y cumple con la ley, puede llegar hasta donde su talento y suerte le permitan, e integrarse, al menos, en los vastos sectores de los niveles sociales medios donde acampa el 85 por ciento de los habitantes de la nación. Esa es la verdadera diferencia. Y ya es bastante.

Periodista y escritor. Su último libro es la novela La mujer del coronel.

www.firmaspress.com


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Marxistas esteparios PDF Imprimir E-mail
Escrito por Tomado de INFOBAE   
Viernes, 31 de Agosto de 2012 11:46

Por Martín Guevara.-

Con motivo de una reciente visita a Noruega, recordé esos comentarios, tan extendidos en todos los ámbitos, que aseguran que en los países nórdicos se vivirá bien pero que la tasa de suicidios es la mayor. Y recordé a Durkheim con sus cuatro clases de suicidas, y su opinión de que los ateos o protestantes se quitaban más la vida que los católicos o judíos. Al grupo de los suicidas altruistas pertenecerían los fanáticos militaristas, los hoy coránicos o los hasta ayer mismo seguidores de Bush. Y a los egoístas los carentes de fe en lo sobrenatural, en lo divino.

El tema ha resultado siempre de mi interés porque acaso durante un tiempo más prolongado del que me gustaría admitir aunque menos de lo que me temo, me encontré formando parte del coro de este colectivo, pero a la manera que describiera Hermann Hesse en El lobo estepario, diciendo algo así como: “Más que el que comete el acto de acabar con su vida, el suicida es quien vive constantemente con la navaja en las inmediaciones de su muñeca”.

No me imaginaba otra razón para situar a los habitantes escandinavos entre los menos amantes de la vida que el hecho de que, al tener resueltas tantas necesidades vitales, la angustia se quedase muy desprotegida de los artilugios y barnices en que suele estar entretenida en la mayoría de los casos. Como una zona llena de burgueses de buena vida que sin embargo caminan constantemente sobre el enorme riesgo de tener el “Yo” completamente expuesto, el sentido de la existencia permanentemente evaluado. Me hacía más adepto a esta percepción comprobando que, por el contrario, los Estados con menor número de suicidios per cápita ostentaban el común denominador de la pobreza extrema.

Y entonces encontré esta estadística de la cual anexo el enlace, que aún sin dar del todo las espaldas a aquellas que dicen conocer casi todos los interlocutores de cualquier latitud cuando se habla de Escandinavia ya que coloca a Finlandia en el puesto nº 13, arroja sin embargo un resultado más sorprendente aún para mí. De los 10 primeros países con mayor tasa de suicidios, 8 fueron dictaduras del proletariado socialistas o aún lo son.

La primera es Rusia, la gran madre patria en la praxis del comunismo científico y en la perversión del socialismo utópico francés. Los dos países no ex socialistas que aparecen entre los diez primeros en esta estadística, son Corea y Japón, de políticas inconfundiblemente capitalistas, pero de una tradición en disciplina colectiva y de estricto acatamiento de las leyes y normas, que los sitúan, en lo referente a la conducta social, más emparentados con las sociedades regidas por dictados que los que disfrutan de la diversidad de opciones.

En los años en que viví en Cuba, la más profunda muestra de insumisión a los dictámenes verticales que tuve oportunidad de presenciar, incluso más integral que la rebeldía, era el cese del entusiasmo por la vida, expresado bien con un agudo alcoholismo que confluía en muerte o delirium tremens, en la depresión más absoluta, en la locura, o directamente en el suicidio. Claro, no existían estadisticas de absolutamente nada que no tuviese relación directa con los pretendidos logros del gobierno, de manera que si la realidad se atuviese a los resultados de los censos, en Cuba no habría prostitución, ni descontento social, no habría censura, presos políticos, abusos policiales, no habría drogadicción, ni enfermedades de transmisión sexual, no habría pobreza, ni siquiera alcoholismo y, por supuesto, no existiría el suicidio, la mayor afrenta al sistema más anhelado por el hombre, la sociedad de la vida. Motivo que convertía en imputable penalmente a todo aquel que incurriese en un intento fallido. El suicidio estaba prohibido, perseguido y penalizado por la ley.

Aún así la gente se quitaba la vida de todas las formas imaginables, siendo las más folclóricas el ahorcarse de una guásima o arbusto similar, arrojarse de un edificio, abrirse las venas, incluso indirectamente cayendo preso o adentrándose al Atlántico caribeño en un emparchadísimo neumático de tractor ruso, para cubrir la distancia que separa la isla con la Florida, pero había una manera de suicidarse en Cuba, que de por sí debería reservarle un sitio de honor en esa lista por su calidad, ya que no por la cantidad: el bañarse en kerosene o luz brillante y arrojarse uno mismo una cerilla encendida con los propios dedos, se rumoreaba que la mayoría de personas que usaban este drástico pasaje a las dimensiones próximas siguientes, eran mujeres y lo hacían por desengaños amorosos, lo primero era fácilmente comprobable, lo segundo sólo a través de un medium.

El mundo al que la isla está por despertar de su largo sueño pesado es menos asfixiante y opresivo pero está lejos de ser halagüeño y sobre todo de recibir a nadie con los brazos abiertos. Sólo espero que, en el futuro, cuando se permita la publicación de las incidencias sociales, Cuba no mejore ese puesto en tal perturbador escalafón y que los desengaños amorosos hayan encontrado un tipo alternativo de alivio.

Ocho poblaciones ex conejillos de Indias de un fracasado experimento igualitario están entre las diez que menos valoran la vida. Interesante dato con que el finado de Durkheim no pudo contar a causa de la cronología, y con el cual de seguro habría confeccionado un jugosísimo quinto grupo de tomadores de decisiones terminantes.

Personas que se privan de la vida a fin de evitar los interminables estertores de una sofocante existencia.

Un grupo más expeditivo que apático.

 
Los hispanos de EE.UU y el candidato vicepresidencial republicano PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Martes, 14 de Agosto de 2012 09:12

Por Arturo López Levy.-

(Especial Infolatam).- El candidato presidencial republicano Mitt Rommey seleccionó  a su compañero de fórmula electoral para noviembre. El escogido para la vicepresidencia es el congresista de Wisconsin, Paul Ryan, un político joven, articulado, y con el apoyo de la base conservadora del partido republicano.

La decisión expresa la visión del gobernador Rommey sobre la campaña electoral norteamericana, y el futuro de su partido. En su discurso ante el Comité de Acción Política Conservador (CPAC), Ryan tomó el reto del presidente Obama desde sus propias palabras: la elección no debe ser un referéndum sobre el presidente sino un contraste de visiones sobre el futuro de los EE.UU.

Desde su libro “Sin Disculpas”, Rommey aclaró que buscaría un mandato popular para una agenda conservadora tanto interna como de política exterior. Dada la coincidencia entre algunas de las políticas implementadas por el presidente Obama y Mitt Rommey, cuando fue gobernador de Massachusetts (El plan de Salud, por ejemplo); el candidato republicano optó por  escoger un compañero que refuerza el apoyo conservador y a la vez porta una visión a contrastar no solo con la gestión del presidente sino también con la esperanza que ofrece.

La decisión de Rommey tiene dos implicaciones para la proyección del partido republicano hacia el mundo hispano de EE.UU: 1) Tras una primaria republicana donde los precandidatos hicieron todo lo imaginable para quemar los puentes con el electorado latino, Rommey, quien incluso dijo que la solución para los más de doce millones de indocumentados es que se “autodeporten”, decidió no reparar el daño con un candidato hispano a la vicepresidencia. 2) El congresista Paul Ryan es uno de los políticos republicanos de más consistente voto en contra del embargo estadounidense a Cuba, desde que arribó a la Cámara de Representantes. Rommey considera que tiene la mayoría del electorado cubano-americano de su lado, y que puede capear ese temporal.

Desde esa perspectiva, la decisión de Rommey fue la correcta. En cuanto a la relación con el electorado latino, Rommey ha decidido luchar sin improvisaciones, desde el firme tradicional republicano, blanco, anglo-sajon, y protestante. No es que Rommey no quisiera un hispano en su fórmula, es que sus opciones eran muy riesgosas. El candidato republicano operó desde la premisa realista de que el electorado latino es lo suficiente sofisticado para no ser guiado a las tiendas republicanos solo por un apellido.

Ni el senador Marco Rubio, de Florida, que aunque respaldó la ley anti-inmigrante de Arizona, ha tratado de reparar el daño apoyando un proyecto de ley que otorgaría una vía a la legalización de los niños indocumentados; ni la gobernadora de Nuevo México, Susana Martínez, muestra del éxito de la mujer latina conservadora, con una postura más flexible ante la emigración; eran candidatos probados. Martínez está  en su primer término en Nuevo México.  Rubio es risueño pero tiene varias tarjetas de crédito ardiendo y una historia familiar cada vez mas contradictoria.

Rommey usará entonces lo que le queda para acercarse al electorado hispano: la convención en Tampa. Allí las opciones se reducen a tres: 1) el discurso de los candidatos a Presidente y Vicepresidente, 2) los espacios para prominentes latinos en la lista de oradores, 3) la plataforma electoral. En cuanto a la plataforma, el balance ideológico de fuerzas dentro del partido republicano impide un movimiento sustancial hacia una reforma migratoria integral, con soluciones para los millones de indocumentados. En cuanto a los discursos, Rommey y Ryan deben cuidarse de resaltar el tópico. Sus posturas no son populares entre los electores de varios estados batalla dentro del colegio electoral como Colorado, Florida y Nuevo México.

Queda entonces ofrecer a algún orador hispano un lugar privilegiado bajo la carpa. Los sectores pro-reforma migratoria deben concentrarse entonces en  el escrutinio de los oradores hispanos de la Convención, particularmente el Senador Rubio. Si los políticos republicanos hispanos quieren jugar el papel que les han dado, tendrán que alinearse con el mensaje de su candidato pero también expresar discrepancias con las tendencias del partido republicano que enajenan el voto de un segmento importante de sus constituyentes, en particular las posturas anti-reforma migratoria que lindan con el racismo.

Ryan y el voto cubano-americano de derecha.

Las posturas del congresista Ryan hacia el embargo norteamericano contra Cuba no son un problema mayor para el candidato Rommey. Si el embargo ha sobrevivido, a pesar de la oposición de casi el 70 % de los estadounidenses, es precisamente porque Cuba no es una prioridad de los votantes, ni de los intereses más poderosos. Cuando Ryan, en 2009, se preguntó: “Si vamos a tener comercio libre con China, ¿Por qué no con Cuba?”; solo repitió posiciones expresadas por todos los candidatos vicepresidenciales republicanos post-guerra fría.  Esa fue la postura de Dick Chenney, que argumentó que “las sanciones unilaterales terminan perjudicando nuestras compañías y abriendo terreno a los competidores de otras naciones”. Esa fue también la postura de Jack Kemp, quien dijo: “Si queremos salir de Castro, abramos Cuba al fax, el e-mail y el poder de la libre empresa”.

Pero la selección de Ryan tiene más consecuencias para la bandería pro-embargo que meramente dejar al Senador Rubio con el ramo de flores ante el altar. Al Senador se le ha descompuesto un calendario político que siempre lo favoreció. En 2016, no solo serán los comicios presidenciales, es su campaña de reelección al senado. Si quiere llegar más lejos que la cámara alta, Rubio tendrá que escoger.

La presencia de Ryan en el ticket presidencial obligará a los partidarios del embargo contra Cuba, a hacer algunas acrobacias políticas que deterioren la credibilidad del candidato vicepresidencial. Además de las declaraciones y votos reiterados para levantar los limites al comercio y los viajes a Cuba, Ryan apoya la candidatura de Jeff Flake al Senado por Arizona. Flake es el político republicano más prominente en la oposicion al embargo contra Cuba en el Congreso estadounidense.

Pero los partidarios del embargo no tienen muchas opciones: en los próximos días tendrán que alinearse con la candidatura de Rommey. Ryan, contribuirá por acción u omisión, a repartir entre la prensa dócil el cuento de hadas de que fue “educado” en las últimas horas sobre Fidel Castro y las sanciones. El embargo, es más una ofrenda que cada cuatro años, las campañas políticas traen al sur de la Florida para que un grupo cada vez menor de exiliados haga catarsis. Ryan, que es un político inteligente, sabe que no es una política seria pero lo más probable es que emule al gobernador Rommey, buscando en google su posición de hoy, diferente a la de ayer, distinta a la de unos meses atrás.

Quizás no, quizás emule al soldado Ryan, del filme de Spielberg, y rechace el rescate, pues debe hacer lo que EE.UU necesita. Al menos, como Dick Cheney hizo con Bush, puede decir que discrepa con el candidato presidencial en el tema. Sería más creíble.

 
Reflexiones sobre la crisis en Siria PDF Imprimir E-mail
Escrito por Tomado de INFOBAE   
Jueves, 09 de Agosto de 2012 09:22

Por Iván Petrella.-

La situación de Siria demuestra que el sistema internacional en general, así como también el sistema latinoamericano en particular, se encuentran carentes de fuerzas articuladoras eficaces. No hay consensos ni ejes estables. Reflexionemos de lo general a lo particular, desde lo internacional a lo latinoamericano y de allí a Argentina.

Queda claro que las rivalidades de las grandes potencias se mantienen aun después de más de veinte años de la caída del muro de Berlín y la implosión de la Unión Soviética y sus estados “satélites”. Hoy salta a la vista que no era todo “ideológico” entonces, ni estaba todo necesariamente ligado a mantener bajo la propia hegemonía a determinadas zonas de influencia. Rusia, por ejemplo, tiene una fuerte apuesta estratégica en Siria y existe el riesgo del armamento químico.

También es evidente que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas no puede cumplir con su función primordial de proteger la paz y la seguridad internacionales si continúa bajo el obsoleto sistema de “veto” y “miembros permanentes”. Vemos, una vez más, que esos privilegios son utilizados para acrecentar y proteger los intereses nacionales y no para avanzar los objetivos  de la Carta de la Organización. Urge una discusión de fondo para democratizar genuinamente dicho órgano conforme a las pautas del siglo XXI.

El sistema internacional carece hoy de un “directorio” que pueda compatibilizar distintos intereses para ordenar razonablemente sus propias tensiones y tragedias que ahora son no sólo entre Estados sino también interestatales, como la que desangra a Siria. La suma de estas circunstancias genera incertidumbre y anarquía abriendo la puerta al uso de la fuerza en el ámbito interno con la consiguiente secuela de violaciones a los derechos humanos y destrucción indiscriminada. Por ello, cuando la Asamblea General por iniciativa de Arabia Saudita tomó riendas en el asunto estaba utilizando—como último recurso—una metodología inaugurada durante la crisis de Corea en 1950 y más tarde aplicada, en un ejemplo de nuestra iniciativa diplomática, por Argentina en el doloroso conflicto entre India y Pakistán en 1971.

En este contexto internacional, marcado por falta de articulaciones y rumbos claros, llama la atención que un continente emergente como América Latina que reclama protagonismo y que se lamenta cuando el mismo no le es reconocido hasta ahora, no haya querido o podido estructurar una posición común y superadora frente a la falta de éxito de las “grandes potencias”. Resulta casi decepcionante que, con excepción de Panamá, la región no haya copatrocinado la resolución del Grupo Árabe, sugiriendo así que nada o poco tuvo que ver con su redacción y con su sustancia, directamente relacionada con las matanzas en Siria, los refugiados, la transición  y toda una secuela de miseria de la que nuestra región no debería marginarse. Todo lo contrario, América Latina, por su crecimiento económico y sus ventajas comparativas internacionales en alimentos, recursos naturales, energía y tecnología como la nuclear, entre otros factores, debería ubicarse en primera línea para atemperar.

También parece significativa la división de América Latina y el Caribe y del propio Mercosur, ya que si bien los países de mayor dimensión votaron a favor de la resolución, los “bolivarianos” lo hicieron en contra y parte del Caribe en abstención. Cualquier estudioso de la diplomacia hemisférica notaria la falta de involucramiento articulador de la Argentina, tal vez el país con mayor capacidad diplomática y política para actuar en el Medio Oriente, como demostró al redactar y promover la Res 242/64 del Consejo de Seguridad que fue determinante para poner fin a la Guerra de los Seis Días en esa región.

Estas últimas reflexiones son de particular importancia para la Argentina porque seguramente a partir del próximo año integrara una vez más el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Ahí seguramente deberá trabajar por resolver el drama de Siria u otros similares, situaciones que necesitaran de nuestra amplia experiencia diplomática, fuertes antecedentes en misiones de paz, y capacidad de articular y acercar posiciones en América Latina. Nuestro país nunca puede dejar pasar la oportunidad de construir, con ejemplaridad, humildad y sin retaceos, un mundo con menos lágrimas y dolor.

Última actualización el Jueves, 09 de Agosto de 2012 09:25
 
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