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Artigos: Mundo
La masacre contra el pueblo libio merece una respuesta contundente PDF Imprimir E-mail
Escrito por Fuente indicada en la materia   
Viernes, 25 de Febrero de 2011 11:45

Por DARSI FERRER

Las acciones genocidas emprendidas por el dictador Muammar al-Gaddafi contra el pueblo libio no pueden ser aceptadas bajo ningún concepto por Estados Unidos ni las naciones de Occidente en general. Los gobiernos democráticos están llamados a cumplir su rol de salvaguarda inclaudicable de los reclamos democráticos de los pueblos, sin permitirse la más mínima parálisis ni dubitación.

Cualquier tibieza ante un hecho tan execrable es aprovechada por asesinos como Gaddafi y su pandilla para intentar detener, o por lo menos hacer pagar un costo horrible, a una sociedad indefensa que no posee armas para responder a la masacre de la que es víctima, atacada indiscriminadamente por fuerzas de la aviación, de artillería y tropas de mercenarios contratados para sembrar el terror.

Los Estados Unidos y Occidente deben dejar cualquier posible pasividad atrás y no temer los venenosos ataques de la izquierda internacional, calificándolos de “intervencionistas”, “imperialistas” y otras zarandajas del gusto de consumo de tantos idiotas. Por el contrario, están llamados a utilizar todo el poderío de la  Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y detener a un tirano sangriento y enloquecido por perder el poder, dispuesto a exterminar a su propio pueblo en nombre del canallesco argumento de salvar la nación de un mítico caos que él ya está haciendo prevalecer con el mayor cinismo.

La OTAN perfectamente puede invadir el territorio libio y, con el menor costo posible para la población, darle un ultimátum previo de destrucción inmediata a los aviones y a la artillería de Gaddafi si intentan seguir masacrando a los manifestantes. No actuar de una manera decidida puede provocar que aumenten los daños humanos y materiales hasta un punto que se vuelva inmanejable la desesperada situación del país, transformándose el conflicto en una guerra civil de imprevisibles consecuencias para la inestable región.

El pueblo libio está reclamando pacíficamente el fin de una larguísima dictadura, y exigen la democracia y las libertades propugnadas una y otra vez por Estados Unidos y Occidente como valores insustituibles para la dignidad humana y el Estado de Derecho. Permitir que lo destroce a capricho un déspota ridículo y criminal como Muammar al-Gaddafi es una ignominia.

Viendo la lentitud de reacción de la comunidad internacional ante los gravísimos hechos del genocidio en Libia, a los cubanos se les vuelve más urgente repetir una pregunta clave: ¿qué puede esperar de ayuda el pueblo cubano frente a una situación semejante? Gaddafi y los hermanos Castro son tiranos totalitarios envejecidos en las mieles del poder.

No hay ninguna duda de la total falta de escrúpulos de los Castro para decidirse por una respuesta igual de cruel y salvaje a la que recibe ahora el pueblo libio de su sátrapa, si se envalentonan ante una débil respuesta de la comunidad internacional. Basta revisar los antecedentes de crueldad criminal que los caracteriza.

A estas horas salta una pregunta esencial, ¿estarían los cubanos condenados a ser ultimados impunemente en caso de que salgan a las calles a reclamar masivamente el fin de tan longeva dictadura en la isla? ¿Se quedarán mirándose las uñas los gobiernos democráticos, como cuando estaba en su apogeo una limpieza étnica en la antigua Yugoslavia, o durante las matanzas en Ruanda, Burundi y la Plaza de Tiananmen?

Lo que se juega en Libia no es sólo el exterminio de la población a mansalva por acción de un tirano testarudo. Es el futuro que avanza  en esta ola pacífica y democrática que recorre el mundo árabe y el resto del planeta. Otros tiranos pueden tomar valor de cualquier tibieza de las naciones líderes e intentar masacrar a sus pueblos para sostenerse en el poder. Este es un momento decisivo para la Humanidad, el que no debe ser traicionado por tejemanejes de política orillera.

La Habana, Cuba. 24 de febrero de 2011.


Observatorio de Análisis Político, afiliado a la plataforma Consenso Cívico.

 
La hora de la doctrina Obama PDF Imprimir E-mail
Escrito por Fuente indicada en la materia   
Domingo, 13 de Febrero de 2011 12:53

Por ANTONIO CAÑO

En las últimas horas de su presidencia, el jueves pasado, Hosni Mubarak llamó a un buen amigo de muchos años en Israel y le confesó su decepción con Estados Unidos por dejarle caer irresponsablemente sin considerar el enorme riesgo de que Egipto se precipitase en manos del extremismo y de que todo Oriente Próximo saltase en pedazos.

El episodio, recogido por The Wall Street Journal , coincide con lo que Mubarak había declarado públicamente unos días antes a la cadena ABC: "Obama no conoce la cultura egipcia". Y es consecuente, sobre todo, con el argumento que le ha permitido permanecer en el poder durante treinta años y sobre el que Estados Unidos ha construido su política exterior a lo largo de ese mismo periodo.

Desde que Anuar el Sadat firmó la paz con Israel en 1979 la política norteamericana en Oriente Próximo ha girado en torno al papel que Egipto cumplía como principal aliado norteamericano y como líder de un grupo de países supuestamente moderados -Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Jordania...- que hacía de contrapeso a los formalmente radicales -Siria, Irán Libia...-. Desde Ronald Reagan al propio Barack Obama, todos los presidentes norteamericanos han cortejado a Mubarak, que sucedió a Sadat después de que éste fuera asesinado en 1981, como el instrumento imprescindible para que esa política sobreviviese.

Desaparecido Mubarak, hay que enterrar también esa estrategia. Nadie sabe por cuál será sustituida. La revolución egipcia ha sorprendido tanto en Washington como en cualquier otra parte del mundo. Obama ha ido improvisando sobre la marcha una reacción que, afortunadamente, le permite llegar al día de hoy con un considerable margen de actuación en Egipto. Pero no existe un plan para el futuro ni las más mínimas garantías de que los intereses norteamericanos y occidentales serán salvaguardados en Oriente Próximo.

Probablemente el cambio al que Obama se refirió en su declaración tras la caída de Mubarak sea precisamente ese: que el mundo deja de moverse en función de los intereses de Estados Unidos o de cualquier otro. Quizá la única estrategia factible en estos momentos es la de aceptar elegantemente lo que cada pueblo decida. "Estados Unidos no tendrá más remedio que aceptar el resultado de unas futuras elecciones en Egipto, tanto si le gusta como si no le gusta; no hay otra alternativa", afirma el veterano diplomático Nicholas Burns, ahora profesor en la universidad de Harvard.

¿Es este, por tanto, el comienzo de una nueva era democrática o una ilusión infantil que se desvanecerá en unas semanas? Nadie lo sabe. Como pocas veces ocurre en la historia, la revolución egipcia ha abierto un escenario impredecible. En función del rumbo que emprenda el nuevo Egipto, antes de que el año acabe podríamos ver en enorme ventaja al bando radical, si Jordania, Marruecos o la Autoridad Palestina caen en manos del extremismo, o exactamente lo contrario, si son los regímenes de Irán, Siria o Argelia los derrocados.

El vacío de poder en Egipto ha dado paso también a un vacío de pronósticos en toda la región. Nadie está libre de riesgo. Nadie tiene tampoco ventaja. Ese vacío constituye un gran riesgo en un territorio explosivo de por sí, pero también es una enorme oportunidad para que Obama pueda diseñar su propia estrategia, libre de las ataduras de tres décadas. El discurso de El Cairo de 2009 fueron hermosas palabras seguidas de una política rutinaria en Oriente Próximo. Puesto que esa rutina ya no vale, esta es la hora de honrar esas palabras y crear un marco nuevo para las relaciones con el mundo árabe.

Pese a toda la incertidumbre creada, la revolución egipcia aporta también numerosos datos para el optimismo. En primer lugar el éxito de esta revolución es la negación de que, como asegura Bin Laden, el uso de la violencia es imprescindible para derrocar Gobiernos autoritarios sostenidos por Occidente. Jóvenes egipcios desarmados han hecho más, en ese sentido, en 18 días que cientos de miles de soldados norteamericanos que han combatido durante diez años a Al Qaeda en Irak y Afganistán.

En segundo lugar, el movimiento triunfante el 11-F demuestra que, cuando no hay intervención y manipulación exterior, cuando se permite a un pueblo expresar sus opiniones de forma independiente, prevalece el deseo mayoritario de prosperidad y libertad, no los radicalismos ideológicos o el odio.

Por último, el pueblo egipcio le ha dado una lección a Estados Unidos sobre cómo construir sus alianzas. La vieja doctrina de que cualquier tirano es válido si cumple fielmente las órdenes de Washington ha sido barrida. Un régimen definido como "estable" por la secretaria de Estado, Hillary Clinton, hace poco más de dos semanas ha caído de un soplido. El ejemplo de Egipto obliga a Obama a buscar alianzas sustentadas en el respaldo popular; cualquier otra cosa no solo sería desaconsejable sino, a la larga, suicida.

Estados Unidos aún cuenta en Egipto con la importante baza del ejército, sobre el que posee una poderosísima influencia. Pero utilizar al ejército, como aconsejan algunos halcones en Washington, para contradecir el deseo expresado por el pueblo y conducir la revolución hacia un camino plenamente al gusto norteamericano, seguramente arruinaría para siempre el prestigio que le pueda quedar a Estados Unidos.

Es el momento de una gran audacia. Es comprensible el vértigo que la Casa Blanca sentirá al diseñar una nueva estrategia en una región en la que está en juego la existencia de Israel y las mayores reservas de petróleo del mundo. Pero, como dice Burns, no hay alternativa.

Para Barack Obama es el momento de ser consecuentes. No se puede seguir patrocinando para los árabes sistemas contrarios a los que se defienden en casa. Obama no tiene alternativa para la democratización, pese a los Hermanos Musulmanes, pese a los peligros para la monarquía saudí, pese al lógico pavor desatado en Israel. Es el momento de inventar la doctrina Obama.

 
CUBA Y EGIPTO, UNA MONEDA CON DOS CARAS PDF Imprimir E-mail
Escrito por Fuente indicada en la materia   
Viernes, 11 de Febrero de 2011 11:56

Por Amelia M Doval.

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Con el paso acelerado del desarrollo mundial, las fronteras comerciales se acomodan a los nuevos tiempos. Los intereses políticos se ajustan a los niveles económicos dejando a un lado la gallardía justiciera para imponer supbrepticias formas de justificar los crímenes con la frase de moda: ´´políticamente correcto´´.

 

En el caso específico de Cuba, las arbitrariedades que el sistema de ´´injuticia´´ impone, son ignoradas en el mundo. Es absurdo exigir a otros lo que no somos capaces de gritar. Los cubanos, dentro y fuera de la isla, deberíamos analizar con caracter lógico y simbología Freudiana qué nos obliga a mantener un estatus de moderación.

 

La increible parsimonia que ahuyenta cualquier posibilidad de reclamo se enfrenta, en estos días, a la oportuna exclamación de libertad que el pueblo Egipcio grita en las calles. Treinta años de tiranía han impulsado a una demanda. Si usted, lector incansable de estas lineas, se detiene a pensar por un momento podrá preguntarse lo mismo que yo. Cuando en 1981, Hosni Mubarak comienza su mandato, Cuba tenía en su historia 22 años de opresión, de crímenes, de maltratos, de miseria.

 

A los egipcios les pareció que treinta años fue demasiado tiempo para callar, los cubanos llevamos 52, ¡qué pena!, ¿cuántos más faltarán? Lo cierto, es que si tomamos asiento en esta aula gigante  que es el Universo podemos aprender una única lección: nadie, ningún ser humano se preocupará por defender nuestra causa si no alzamos los brazos porque sólo entonces la voz nuestra hablará a través de la ajena.

 

Con la muerte de Zapata, la opinión pública se hizo notar, la presión internacional estaba presente. El silencio que marcha con las Damas de Blanco, único grito en este discurso, merece respeto a nivel mundial. Incitar a la lucha desde este lado del mar, es irrespetar al hermano, me pregunto por todos, por cada generación y ya vamos por tres ¿qué nos pasó? O mejor ¿qué sucede con mi pueblo que siente las garras, sangra, llora y se deja dominar? Cuba es un país en la sombra, desnudo de alma y reducido de espíritu.

 

Aquellos que logramos balancearnos entre la nostalgia y el dolor, pero poseemos la libertad de pensar y opinar tenemos un doble deber, hablar por Cuba y propiciar las vias para mostrarles un mundo más allá de su encierro, abrir las mazmorras mentales. Entendemos que las carencias son tantas y tan variadas que su espíritu se alimenta de baratijas. Es díficil enseñar al necesitado que la libertad no se mide por la suma de granos a comer, ni la ropa que se usa sino por la relación directamente proporcional que existe entre exigir  los derecho y cumplir los deberes que la sociedad impone. Cuba sólo será libre cuando Cuba reclame su libertad.

 

Amelia M Doval.

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¨La ola de modernidad que recorre el mundo árabe¨ PDF Imprimir E-mail
Escrito por Fuente indicada en la materia   
Viernes, 04 de Febrero de 2011 12:05


Por DARSI FERRER

Inesperadamente en todos los regímenes dictatoriales o seudodemocráticos del Magreb, del Medio Oriente y hasta en la Península Arábiga, lo que constituye una vasta región geopolítica que parecía inmune a los aires de libertad y democracia, ocurre en estos momentos un fenómeno telúrico, apasionadamente popular, extraordinariamente moderno y único en la Historia. Ni siquiera la asombrosa caída en efecto dominó de los países del otrora Campo Socialista se le asemeja en pasión popular y velocidad.

Esos acontecimientos que por estos días se presencian en el mundo árabe han convulsionado a la comunidad internacional, pero no hasta el punto de ignorar o desvirtuar sus extraordinarios medios y objetivos. El movimiento al unísono de grandes masas populares reclamando libertad y democracia desde Marruecos hasta el Yemen es consecuencia de la modernidad que traen consigo las redes sociales, los teléfonos celulares y la Internet , sin olvidar el apoyo que les resulta a todas esas naciones la comunicación en la misma lengua.

La tibieza y extremado escepticismo por parte de Occidente y Estados Unidos a la hora de apoyar abiertamente la naturaleza libertaria y moderna, completamente espontánea, de todos esos millones de ciudadanos árabes, por la preocupación del fantasma de un latente islamismo furibundo no ayuda en nada a consolidar una situación ya lanzada, y más bien contribuye a complicarla.

Principalmente Estados Unidos y la Unión Europea deberían abandonar los temores a los resultados de los valores occidentales que desde hace años fomentan por el mundo. Este acto de osadía popular es un vibrante efecto positivo de la globalización surgido de manera natural. No es una conjura de alguna siniestra agencia de inteligencia, ni un plan secreto de los illuminati, ni siquiera una operación de Al Qaeda, los talibanes o alguna camada de viejos ayatolas.

¿Cómo no identificar en todas sus dimensiones este hecho único? No apoyar abiertamente o descalificar a priori las realidades que han movido estos cambios que desean millones de individuos lo único que demuestra es una penosa y desfasada mezcla de altanera incredulidad cultural, racismo ideológico y menosprecio intelectual ¿Por qué no concebir que los árabes africanos también pueden darle una sorpresa agradable al mundo? Y entiéndase bien, no se propone un intervencionismo extranjero en esas naciones, sino la capacidad de deslindarse por la soberanía popular claramente manifiesta y espontánea frente a la tozudez de un corrompido poder dictatorial.

La falta de una enérgica respuesta de Occidente es muy frustrante para las personas que ahora reclaman democracia y libertad, y representa una mala huella en la memoria para los que en un futuro también las reclamarán.

En caso de circunstancias similares en Cuba, ¿qué podría esperar la nación antillana?  ¿Una actitud de recelo ante la acción salida del mismo pueblo? ¿O se buscaría infructuosamente una segunda amenaza oculta y latente antes de pronunciarse por apoyar los justos reclamos democráticos de la nación cubana? Una respuesta de ese tipo podría describirse como “comprar pescado y cogerle miedo a la cabeza”.

Y es que el sólo hecho de que en Egipto se haya suspendido la señal de Internet y el servicio de teléfonos celulares, intentando acallar el mecanismo de comunicación y estímulo del pueblo movilizado contra la dictadura, que motivó como respuesta inmediata la capacidad de improvisación tecnológica de las masas amotinadas para saltarse esos obstáculos, son ya prueba fehaciente de la naturaleza profundamente moderna del alzamiento popular.

Y cabe preguntarse, ¿a qué vienen las vacilaciones de importantes naciones democráticas? ¿Por qué se cree que personas que son capaces de utilizar masivamente y con mucho ingenio las herramientas modernas de las comunicaciones, van a permitir luego que las sometan a la condición de víctimas pasivas y tolerantes de un movimiento sedicioso y oscurantista de los islámicos que puedan estar al acecho, y dejarse borrar como protagonistas de los actuales procesos?

Es conocido que organizaciones como la Hermandad Musulmana, extendidas por todo el Medio Oriente, tienen un programa anti moderno de gobierno y de organización de la sociedad, apostando por teocracias intolerantes para dirigir a los pueblos. El peligro que pueden representar esos extremistas se hizo valer hace más de veinte años en Argelia. De hecho, es bueno tener en cuenta que su tipo de programa para gobernar en absoluto no significa una realidad inamovible.

La pujante capacidad de trasmisión de valores occidentales de los medios masivos de comunicación modernos sorprendió a todos. Se han extendido firmemente por amplias capas de la población árabe y musulmana, los que con entusiasmo se identifican con sus propuestas de progreso, democracia y libertades. Es probable que con estas acciones libertarias una porción significativa de una amplia masa de ciudadanos árabes de poca cultura, víctimas preferidas del oscurantismo de los extremistas islámicos, se sientan amenazados en sus tradiciones y normas de vida. Pero no son fuerzas que tengan la capacidad de movilización y firmeza ante objetivos permanentes de desarrollo que son, a su pesar, necesarios para sacar a esos países de la precaria situación económica, social y política establecida por el inmovilismo instaurado por sus regímenes decadentes y represivos.

La presente administración Obama ya debía estar más que pasada del concepto rooseveliano referido a los dictadores aliados de EEUU: “Es un H. P., pero es nuestro H. P.”  En tal sentido, no hay diferencia entre Trujillo o Mubarak. Con tristeza se recuerda la frustrante actitud pasiva y titubeante del gobierno estadounidense frente a los sucesos de rebeldía democrática ocurridos el pasado año en Irán, como resultado de las fraudulentas elecciones, hecho que debería haber dejado una lección conclusiva para la actividad e influencia exterior de ese gran país: la política  y la ética no marchan por distintos caminos.

Más lamentable aún es la miope reacción del gobierno israelí de apoyo a un tirano en caída como Hosni Mubarak, ignorando completamente los justos reclamos del pueblo egipcio. El premier Netanyahu se conduce por estrechos intereses geopolíticos mal encaminados, pese a todo lo justificado y oportuno que parezcan para los intereses de su nación. Esa decidida apuesta por Mubarak sólo puede calificarse de frustrante y nada coincidente con los valores democráticos que pretende defender para su propio pueblo.

El lastre de las indecisiones provenientes de naciones democráticas claves en la arena internacional le han dado un aire extra a Hosni Mubarak para intentar resistir y no soltar el poder. Las tropas del ejército egipcio, hacen lo posible por dar la impresión de que son testigos imparciales y garantes del orden, pero lo cierto es que por estos días están permitiendo el desplazamiento por las carreteras que controlan y el acceso a las plazas tomadas por el pueblo egipcio a fuerzas paramilitares simpatizantes del dictador, armadas con objetos contundentes y presurosamente agrupadas en sitios distantes.

Varios choques sangrientos entre esas fuerzas represoras y los manifestantes que piden la renuncia del dictador se han producido ya en determinantes centros urbanos como Alejandría, Port Said y El Cairo. Con estas acciones organizadas por el régimen se hace evidente que la dictadura egipcia se dispone a vender cara su vida, perfilando una situación de guerra civil inminente. Occidente y los Estados Unidos en particular deben convencerse de que la dilación de los disturbios e inestabilidad en la nación egipcia, que hace rato debería estar resuelta con la salida de Mubarak del poder, es justamente secuela de la poca energía al reclamar esa solución con sus medios diplomáticos y de presión económica.

Permitirle a Mubarak permanecer más tiempo en la silla presidencial sólo traerá una situación caótica, muy peligrosa para la región debido al peso geopolítico de Egipto, justamente lo mismo que ahora pretenden evitar con su desafortunada prudencia.

En lo que a Cuba toca, los acontecimientos que se desarrollan en el mundo árabe demuestran otra lección muy importante que ha quedado en claro: los pueblos de esta Era de la Internet ya no toleran dinastías familiares que pretenden pasar el poder absoluto de padres a hijos, como si se tratara de un negocio familiar. Si los Castro continúan empeñados en ese tenebroso asunto, que contemplen como en Egipto y Yemen han quedado desguazadas intenciones parecidas.

Y no es difícil deducir que el impacto liberador de los incidentes del norte africano más tarde o más temprano se propagará por otras latitudes. El efecto tremendo que traerá la caída o amansamiento de los regímenes dictatoriales árabes producirá un fenómeno de sacudidas sociales a nivel mundial. Los pueblos oprimidos serán estimulados a aprovechar cualquier migaja de Internet, cualquier espacio de modernidad comunicacional que les caiga en las manos para movilizarse y quitarse de encima a cúpulas de aberrados abusadores que se creen inamovibles. Y ocurrirán inesperados derrumbes en sitios espantosos y oscuros como Corea del Norte, Myanmar o Cuba.

Es el signo de los tiempos de libertad que nos han traído los medios modernos de comunicación y las redes sociales que se van creando. A esta Isla del Caribe también le corresponderá pronto su hasta ahora negado pedacito de cielo.
La Habana, Cuba. 3 de febrero de 2011.


Observatorio de Análisis Político, afiliado a la plataforma Consenso Cívico.


 
Mubarak ya ha caído PDF Imprimir E-mail
Escrito por Fuente indicada en la materia   
Viernes, 04 de Febrero de 2011 11:54

Por ELENA VALENCIANO

Ha ocurrido ya, aunque el régimen se resista a verlo.

Los hombres y mujeres, jóvenes, niños y niñas de la plaza Tahir de El Cairo, ya han expulsado a Mubarak.

Ahora, desgraciadamente, hay y habrá violencia, extensión de la represión y mordaza a los periodistas internacionales pero, antes de eso, y sin disparar un solo tiro, millones de egipcios sepultaron la política innoble y corrupta de Mubarak.

No han sido los Estados Unidos, ni la Unión Europea ni tampoco el temido yijhadismo, ha sido la ciudadanía que un día, a saber por qué ese día, perdió el miedo y se sintió más fuerte que su opresor.

Ensancharon las calles de El Cairo y se abrieron los unos a los otros componiendo una marea de voluntades firmes, pacíficas y solidarias.

Quienes quieran poner puertas a esa gigantesca movilización contra un destino injusto, se equivocarán gravemente.

El pueblo en las calles todavía tendrá que sufrir. Lo saben pero no se van a detener y ya nada volverá a ser igual en Egipto. Ha irrumpido con fuerza el nuevo actor político que algunos creían derrotado: la ciudadanía árabe, con toda su legitimidad. Por eso, aunque no quiera escucharlo, aunque se resista y aún pueda hacer daño, el régimen no podrá sostenerse. La prensa internacional todavía no puede contarlo pero en la Plaza Tahir, todos lo saben: Mubarak ya ha caído.

Tomado de EL PAÍS

 
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