Venezuela, a un año de la gran represión |
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Escrito por Indicado en la materia
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Viernes, 20 de Febrero de 2015 10:55 |
Por Maria Teresa Romero.-
A un año de las masivas protestas de los estudiantes y líderes opositores que fueron brutalmente reprimidas por las fuerzas militares y de seguridad del Estado, resultando en 43 muertos, 800 heridos y más de 3000 detenidos -muchos de ellos torturados- de los cuales 60 aún se encuentran en prisión, podemos percibir con mayor nitidez no solo la verdadera cara del régimen chavista -ahora en manos de Nicolás Maduro-, sino también hasta qué punto ha cambiado Venezuela en el transcurso de los últimos tres lustros.
(Infolatam).- En efecto, en el transcurso de 2014 y lo que va de 2015, el llamado proyecto bolivariano o de socialismo del siglo XXI creado por el difunto Hugo Chávez de la mano de Fidel Castro y que pretende ser continuado por el sr. Nicolás Maduro, se ha mostrado tal cual es, nacional e internacionalmente. Ni es revolucionario, ni progresista, sino más bien retrogrado; ni es socialista ni democrático, sino neocomunista, militarista y autoritario de clara vocación totalitaria.
Por supuesto que desde sus inicios muchos sospechaban y alertaban acerca de la naturaleza y deriva antidemocrática del chavismo, pero para el pueblo venezolano en general estuvo oculto hasta hace relativamente poco tiempo, al menos hasta las elecciones presidenciales de abril de 2013. A partir de las protestas y el encarcelamiento masivo de estudiantes y dirigentes opositores como Leopoldo López y varios alcaldes en ejercicio, a la luz de las evidencias sobre la forma ilegal, injusta y abusiva como se les trataba y perseguía, es que el carácter del régimen se revela realmente para la mayoría de la población venezolana y de la comunidad internacional, aun cuando muchos de los gobiernos extranjeros y organizaciones multilaterales se hayan hecho la vista gorda por razones diplomáticas e intereses económicos y geopolíticos.
De hecho, hoy en día la imagen y gestión de Maduro y su equipo gubernamental son rechazados por la mayoría de los venezolanos, antichavistas y chavistas también. Según la encuesta de la firma Datanalisis de enero 2015, la aprobación del presidente Nicolás Maduro cayó a un mínimo de 22%, en momentos además que debe enfrentar una recesión económica y una inflación sin precedentes por la caída de los precios del petróleo. Por primera vez la población en general se plantea un cambio no sólo de gobierno, sino también de modelo político y socioeconómico ante el evidente fracaso del ofrecido desde hace 16 años como alternativa al modelo democrático y civilista que prevaleció entre 1958 y 1998. En el ámbito internacional, las críticas, cuestionamientos y presiones para un cambio en el país, también estás prosperando en forma abierta.
Aún más, es ahora que se entiende en toda su terrible dimensión el estado de destrucción en que se encuentra el país y su institucionalidad democrática, su situación económica, su estructura física y social, su estado ético y moral. Es ahora también que se comprende con precisión que la Venezuela prospera económica y socialmente, en vías de desarrollo, aquella que logró instaurar por primera vez en su historia republicana y por 40 años consecutivos un sistema de libertades, de pluralismo ideológico, de tolerancia social, y de respeto a la constitución y a los derechos humanos -pese a todas sus fallas y debilidades- , ya dejó de existir.
E igualmente es ahora, tras un año de radicalización y cierre gubernamental, que se tiene una idea clara de lo incierto y difícil que se presenta el futuro venezolano. Una buena parte de la sociedad nacional y la comunidad internacional han llegado finalmente a la conclusión de que el régimen no solo no quiere cambiar de rumbo, y menos dialogar y llegar a un entendimiento con la oposición, sino que está dispuesto a mantenerse a cualquier precio, y a liquidar cualquier disidencia, utilizando toda su fuerza represiva, sin pararle mientes a lo que digan los diversos actores internacionales.
En esta situación, las salidas más deseables tales como la renuncia presidencial y las elecciones presidenciales se ven difíciles, al menos que un grupo de militares ejerza la presión necesaria para que se respete la voz del pueblo. Y aún si esto se logra, la transición democrática y la recuperación del país, será un proceso largo, complejo y penoso.
La Venezuela moderna y democrática que fue en el siglo XX dejo de serlo y la que aún se espera para el siglo XXI no vendrá a corto y mediano plazo.
INFOLATAM
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Venezuela y la teoría del golpe de estado permanente |
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Escrito por Indicado en la materia
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Lunes, 16 de Febrero de 2015 11:39 |
Por Rogelio Núñez.-
El chavismo, comomovimiento político, nació de un golpe de Estado (el de 1992) y, ya en el poder en 1999, recreó su propia historia convirtiendo el golpe de abril de 2002 en un hecho fundacional. Desde entonces el relato del régimen gira en torno a su lucha contra múltiples conspiraciones y complots internos y externos.
Cada vez que el régimen está en problemas (sobre todo entre 2002 y 2004 y entre 2009 y 2015), bien Hugo Chávez, cuando vivía, o bien Nicolás Maduro en la actualidad, sacan a relucir las consabidas conspiraciones obra del “imperio agresor” (EEUU) o de la oposición “fascista”.
El último ejemplo ha tenido lugar esta pasada semana cuando el presidente venezolano, Nicolás Maduro, afirmó que grupos de la extrema derecha planeaban llevar a cabo un golpe de Estado el próximo mes de junio.
“Los golpistas [...] han dicho que junio es el mes del colapso, que en junio el pueblo se va a alzar contra el Gobierno, que junio es el mes para el golpe de Estado”, indicó el mandatario.
Según Maduro, existe un “plan para llenar de violencia el país”: “Los golpistas no han renunciado a sus intenciones de destruir el país por la vía de la violencia [...] y algunos de estos perversos golpistas ‘guarimberos’ se han dado a la tarea de buscar bandas criminales dedicadas a la violencia y contratarlas”.
Un legado histórico de Chávez
Maduro sigue así una tradición histórica del régimen chavista.
El analista del diario El Nacional, Fernando Luis Egaña recuerda que “de este tipo de ejecutorias el oficialismo es experto. Y no me refiero sólo a las tentativas de golpe militar, sino a utilizar el tema como medio de propaganda y manipulación política, sobre todo cuando las circunstancias aprietan duro, como consecuencia de los desmanes y tropelías de la hegemonía roja. Junto con el “magnicidio”, el presunto “golpe” ha sido el expediente más manoseado de estos años; a veces juntos, a veces por separado, pero nunca faltan los referidos temitas en la palestra de la comunicación oficial. En esta oportunidad, por cierto, la notoria credibilidad del alcalde Jorge Rodríguez se suma a la cuestión. Se dirá, y con parte de razón, que se trata de un “trapo rojo” para desviar la atención sobre la catástrofe socio-económica”.
El propio Chávez, convertido en una figura nacional en 1992 a raíz del golpe de un Estado fracasado, hizo de su aventura golpista el legitimador de su posterior carrera política.
Maduro con el cuadro de Hugo Chávez detrás
El que fuera presidente venezolano sostenía que el intento de golpe de Estado que lideró era una “necesidad histórica” que buscaba sacar a ese país del “abismo” en el que se encontraba por responsabilidad de los gobiernos “burgueses” que habrían beneficiado únicamente a algunas clases sociales.
Luego, ya en el poder desde 1999, sufrió en sus propia carnes un golpe de Estado que no solo no le desalojó del poder sino que le sirvió para acabar con sus enemigos dentro de las FFAA y pasar a controlar PDVSA.
Y también le dio un arma para el futuro contra sus enemigos a los que siempre podía acusar de golpistas, pues ya lo habían intentado una vez, en 2002.
Chávez, tras el golpe de 2002, señalaba que “los desesperados intentarán quebrar la revolución’ por medio de mecanismos como la convocatoria a huelgas generales, ‘jugando al quiebre de las empresas o al quiebre del país con la fuga de capitales”.
Un año más tarde, 2003, denunciaba una “masiva conspiración nacional e internacional” en su contra, en la reunión que sostuvo en Brasil el Grupo de Amigos de Venezuela.
En 2004, volvía a la carga y denunciaba que hubo un intento de golpe de Estado conocido por el Gobierno deEstados Unidos: “Ustedes han vuelto por los caminos del golpismo y si ustedes se alzan como en abril, no vana conseguir al Chávez de 2002 y van a ser tomados militarmente por asalto, cueste lo que cueste, porque aquí se debe imponer la Constitución y las leyes, y ustedes están obligados a respetarlas”.
Cuando el régimen logró estabilizarse y desplegar un gran protagonismo internacional (2005.2009), el tema de la conspiración bajó de intensidad. De todas formas, en 2007 Hugo Chávez anunció que no iría a la toma de posesión del presidente Álvaro Colom en Guatemala por la existencia de un supuesto plan para matarlo.
“Me han llegado informaciones muy recientes que nos preocupan sobre Guatemala y que ponen en riesgo mi asistencia a la transmisión de mando del presidente Álvaro Colom, nuestro amigo, que nos ha invitado”, dijo Chávez.
Nicolás Maduro junto a un retrato de Chávez
De nuevo un año después, en 2008, volvía a insistir en el tema.
Chávez denunció en esa ocasión la existencia de un supuesto plan de la oposición de su país para asesinarlo: “Hace unos días estaban reunidos por allí. El plan: matar a Chávez. Bueno, bien, yo no voy a esconderme”.
“Dios sabrá, nosotros nos cuidaremos. Pero si es que llegan a hacerlo se van a arrepentir 500 añosporque sé que es así. Como el 11 de abril (de 2002) el pueblo se fue a las calles y ellos se escondieron como ratas, pasaría el pueblo por encima a la oligarquía. Dios nos libre”, concluyó el líder bolivariano.
En 2009, Chávez denunciaba un plan para perpetrar en Venezuela un golpe de Estado similar al de Honduras.
En 2010, el líder venezolano aseguró que los diputados opositores planteaban “lo mismo que el 11 de abril de 2002” y buscarán “siendo minoría disolver la Asamblea Nacional. Están planteando un golpe de Estado, pero no se les ocurra, midan bien sus fuerzas verdaderas porque si se les ocurre lanzarse se van a estrellar de nuevo contra la moral de este pueblo y la Revolución Bolivariana”.
“No tenemos ninguna duda de que llegará el momento indicado en la historia de que se conforme una comisión científica que confirme que fue atacado por esta enfermedad” por “enemigos que buscaron atacarlo (a Chávez)”, dijo Maduro.
En 2011, ya enfermo, volvía a la carga. Acusaba, desde su habitación de un hospital en La Habana, a la oposición de conspirar contra su Gobierno: “Aquí relajadito, acostadito (…), asimilando bien el tratamiento… No nos van a ganar las elecciones; los vamos a noquear. Andan conspirando y detrás de ellos está el imperio”.
Y en 2012 Chávez no dudaba en acusar a los líderes de oposición de planear un supuesto complot para desconocer los resultados de los comicios presidenciales: “Como ellos saben que están perdiendo, estoy denunciando los planes que ellos están haciendo para tratar de generar violencia, para tratar de desestabilizar al país… hay banqueros privados que están apoyando y con mucho dinero a la oposición, tengan cuidado, señores banqueros privados… una cosa es que apoyen a un movimiento democrático… y otra cosa es que estén apoyando movimientos desestabilizadores”.
Maduro desde 2013 ha seguido por ese mismo camino que inició su maestro. Empezó cuando todavía era vicepresidente en 2013 atribuyendo a conspiradores internacionales la enfermedad del presidente Hugo Chávez.Propuso la conformación de una comisión científica para investigar este complot y acusó a Estados Unidos de buscar apoyo en las fuerzas armadas.
“No tenemos ninguna duda de que llegará el momento indicado en la historia de que se conforme una comisión científica que confirme que fue atacado por esta enfermedad” por “enemigos que buscaron atacarlo”, dijo Maduro.
Así pues, mientras que la situación venezolana siga siendo tan delicada económica y políticamente, acudir a la tesis conspirativa se convierte en el último recurso de todo régimen en dificultades.
Y el de Nicolás Maduro lo es.
INFOLATAM |
Maduro no ha regresado con las manos vacías |
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Escrito por Indicado en la materia
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Domingo, 11 de Enero de 2015 12:43 |
Por Huber Matos Araluce.-
Dicen las noticias que Nicolás Maduro ha regresado con las manos vacías de
su viaje a China. Lo dudo. No creo que los chinos hayan perdido la
oportunidad de hacerle, al atribulado venezolano, proposiciones
interesantes de corto plazo y de largo alcance. Habrían sido malos
comerciantes y los chinos tienen fama de ser muy hábiles. ¿Quién perdería
la oportunidad de sentarse a negociar con el representante de un país que
está en la quiebra pero tiene las reservas de petróleo más grandes del
mundo?
China tiene necesidades energéticas insaciables. En mayo de 2014 firmaron
la compra de gas a los rusos por un valor estimado de 400 mil millones de
dólares. La entrega se extendería por tres décadas a un promedio de 38 mil
millones de metros cúbicos de gas al año. En noviembre pasado firmaron otro
convenio parecido y para finales de esta década Rusia puede estar enviando
anualmente a China 68 mil millones de metros cúbicos de gas. Esto nada más
representa un poco menos del 20% de la energía que necesita China.
Ya el gobierno chino ha prestado $42 millones a Venezuela de lo que este
país ha repagado $24 millones. Los chavistas ahora tienen una emergencia de
$16 mil millones. Si esto se compara con los cientos de miles de millones
de dólares negociados con Rusia el año pasado, el monto que necesita el
régimen chavista representa un porcentaje modesto.
Pero miremos el bosque desde lejos, en Latinoamérica China tiene dos
oportunidades estratégicas que le brindarían grandes beneficios durante
este siglo. Una es un canal en Nicaragua y la otra son las reservas de
petróleo a precio de quiebra en un país controlado por los
castro-chavistas, es decir por amigos. Por el canal de Nicaragua los chinos
podrán transportar en sus enormes barcos hacia Asia y otros lugares, el
combustible comprado a Venezuela a precios de “viernes negro”. No nos
sorprendamos si en el futuro los maoístas y los castro-chavistas anuncian
un convenio espectacular.
Se ha filtrado en las noticias que los chinos exigieron a Maduro el control
de la Zona de Desarrollo de Guayana, puede ser una fábula pero tendría
sentido. Siempre habría forma de plantearlo, a fin de cuentas el canal en
Nicaragua no es un proyecto del gobierno chino sino de un empresario de
Hong Kong que parece tener las conexiones para reunir los $50,000 millones
que dicen costará la obra. El gobierno chavista puede justificar la
negociación con una empresa china que venga a poner orden en el caos creado
por el populismo chavista.
La propuesta de los chinos puede ser otra pero cualquier otra que fuera,
Nicolás Maduro no podía aceptarla en Pekín. Maduro tenía que regresar a
Venezuela y plantearla al grupo que lo mantiene en el poder. La decisión
se tomará entre éstos y Raúl Castro y los suyos en La Habana. Quizás a
Raúl le guste la idea pues la participación de China en la industria
venezolana de los hidrocarburos podría ser una garantía para la dictadura
en la Isla.
China invierte a largo plazo, lo ha hecho en Rusia sin preocuparle
demasiado si Vladimir Putin permanecerá en control en las próximas décadas.
Una negociación con Venezuela estaría garantizada por el poder económico
que tiene China y por el petróleo y el gas de Venezuela. Estén o no los
chavistas en el poder los venezolanos tendrán que honrar los compromisos
que haga Maduro o el que le siga en la presidencia. En una reciente carta
<http://images.eluniversal.com//2015/01/08/carta-mcm-pres-china-ener2015.pdf>
al
dictador Chino Xi Jinping la dirigente opositora María Corina Machado le ha
escrito:
*“Puedo afirmar con responsabilidad que al Iograr la transición hacia Ia
democracia, el nuevo gobierno de Venezuela honrará los compromisos asumidos
con Ia República Popular de China en términos que sean beneficiosos y
justos para ambas naciones”.*
Si la oferta “secreta” de China a Maduro se acepta o se sigue conversando,
a los chinos les sobra paciencia. Estuvieron negociando 10 años con los
rusos y fue en los momentos de crisis en el Kremlin que se llegó a un
acuerdo, por cierto muy favorable para el gobierno asiático. Maduro y el
chavismo tienen una seria situación en sus manos, pero todavía el escogido
por los Castro tiene el 22% de aprobación, tiene las fuerzas armadas que lo
respaldan y también el aparato represivo.
Mientras Raúl Castro lo apoye, la OEA siga controlada por pusilánimes y el
presidente Obama continúe su política de acercamiento y flexibilización con
el dictador cubano, no veo la razón por la cual Nicolás Maduro tenga que
preocuparse. Quisiera equivocarme.
Por Huber Matos Araluce |
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EE.UU-Cuba: una oportunidad de cambio en la política exterior de Venezuela |
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Escrito por Indicado en la materia
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Martes, 23 de Diciembre de 2014 11:16 |
Por Maria Teresa Romero.-
La decisión del presidente Barack Obama de normalizar las relaciones diplomáticas con el gobierno de los hermanos Castro es una notable oportunidad de cambio no sólo en las relaciones bilaterales entre Cuba y Estados Unidos, sino también en las relaciones entre EE.UU y América Latina en general.
Si bien esta decisión no necesariamente garantiza per se una transición hacia la democracia en Cuba, cuyo régimen dictatorial está buscando sobrevivir en un momento crítico tanto por causas domésticas como en vista de la imposibilidad de que su principal aliado, el gobierno venezolano, siga manteniéndolo por la baja de los precios del petróleo y su grave crisis económica; si bien tampoco esa medida ejecutiva significa un levantamiento del embargo económico y financiero iniciado desde 1960, el cual es poco probable que suceda al menos en los próximos dos años en virtud de la mayoría republicana existente en ambas cámaras del Congreso estadounidense; sí abre la puerta a un mayor acercamiento y mejor entendimiento entre el norte y el sur del hemisferio.
Por más de medio siglo la mayoría de los gobiernos latinoamericanos sean de derecha o de izquierda, socialdemócratas, socialcristianos o socialistas, han venido solicitando bilateralmente y en los foros internacionales unas relaciones normales entre EE.UU y Cuba, así como el levantamiento del embargo. Lo ha solicitado hasta Canadá, el más cercano aliado de los Estados Unidos en el hemisferio. De modo que este paso de Obama lo acerca de inmediato a la región latinoamericana que, además, en la actualidad continúa teniendo mayoría de gobiernos de izquierda –sean democráticos o bonapartistas- y por tanto tolerantes hacia el castrocomunismo. Esto explica que hasta el presidente Juan Carlos Varela de Panamá, ideológicamente conservador, considerado de centroderecha, haya invitado a Cuba a asistir en la Cumbre de Las Américasa realizarse en ese país los días 10 y 11 de abril de 2015.Varios países latinoamericanos y caribeños ya habían amenazado con no asistir si Cuba no era invitada al encuentro.
De igual forma, la medida echa por tierra, al menos en principio, la retórica y posiciones antimperialistas que siempre han dominado la política latinoamericana y deja sin bandera a los más populistas y radicales de la región. El anuncio hecho en simultáneo por Obama desde Washington y Castro desde La Habana fue saludado por todos los gobiernos y organismos multilaterales empezando por la Organización de Estados Americanos (OEA). Todos calificaron el hecho como histórico y consideraron que desde ahora empieza un nuevo momento en el diálogo entre Estados Unidos y América Latina.
A los gobiernos del ALBA que son los que más se nutren del relato nacionalista antimperialista antiestadounidense para echarle la culpa a otro de sus propios fracasos y desviar la atención pública de sus violaciones constitucionales y a los derechos humanos, no les quedó otra que aplaudir el suceso, aunque con “un pañuelo en la nariz” como diría el fallecido presidente venezolano Rómulo Betancourt.
Hasta el mandatario actual de la mal llamada Venezuela bolivariana, quien apenas dos días atrás convocó a una marcha a sus seguidores chavistas en contra del imperialismo estadounidense por haber aprobado sanciones a funcionarios y militares de su gobierno incursos en violaciones graves a los derechos humanos de manifestantes opositores por protestar pacíficamente y cuya Asamblea Nacional desaprobó ayer dichas sanciones que no son en contra del pueblo venezolano como quiere hacer ver el oficialismo, tuvo que bajar la cabeza. Nicolás Maduro, que se encontraba en la cumbre del Mercosur que se realizaba en la ciudad argentina de Paraná cuando se conoció la impactante noticia, se vio obligado a hacerle un reconocimiento al presidente Barack Obama por su acercamiento a la Cuba castrista. Ello a pesar de que al inicio de la misma Cumbre había criticado fuertemente al gobierno de Obama por su supuesta injerencia en los asuntos internos de Venezuela.
Es más, el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos constituye una fuerte presión para un cambio en la política exterior radicalizada, de confrontación, que viene desarrollando el gobierno de Maduro hacia Washington; ello aun cuando el presidente Obama firmelas sanciones aprobadas por el Congreso de su país en contra de funcionarios venezolanos que Maduro y los otros integrantes del MERCOSUR presentan erradamente como que “vulneran el principio de no intervención en los asuntos internos de otros Estados y no contribuyen para la estabilidad, a la paz social y la democracia en Venezuela”.
Al gobierno madurista, de ser sensato, le convendría también mejorar sus relaciones con EE.UU y en general darle un giro a toda su política exterior –en particular hacia España y Europa- justo ahora que su gran aliado ha dado un paso en este sentido, aunque en realidad lo que en el fondo buscan los hermanos Castro es quedarse en el poder estableciendo una especie de modelo Chino tropicalizado, es decir, un régimen cerrado de apertura económica, sin profundos cambios democráticos. Le convendría también justo ahora que su gobierno se encuentra al borde del colapso económico e institucional. Incluso, como bien afirma el analista político venezolano Leonardo Vivas, Maduro se anotaría un gol si en medio de esta situación de acercamiento EE:UU-Cuba, tomará acciones significativas tales como la de liberar a todos los presos políticos.
Un giro en la política interna y externa le daría oxígeno al régimen chavista, tanto como la decisión de Obama se lo está dando al castrismo al menos hasta que se vea con claridad que no emprenderá una verdadera transición hacia la democracia.
INFOLATAM
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Venezuela: la Tormenta Perfecta |
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Escrito por Indicado en la materia
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Martes, 23 de Diciembre de 2014 11:18 |
Por Román Ortiz.-
A estas alturas, es un secreto a voces en todas las cancillerías latinoamericanas que el régimen chavista en Venezuela se dirige hacia un irremediable colapso que arrastrará al presidente Nicolas Maduro. De hecho, la caída del barril de petróleo venezolano por debajo de los 55 dólares ha asestado un golpe mortal a las decrepitas finanzas del Estado bolivariano. La esperanza en muchas capitales de dentro y fuera de la región es que este sea un “default” similar a otros sufridos por gobiernos latinoamericanos de todos los colores. Al fin y al cabo, en las pasadas décadas, las bancarrotas de Perú, Brasil y Argentina “solo” se tradujeron en un empobrecimiento generalizado de los sectores populares – otros hicieron fabulosos negocios – una espiral de protestas sociales y un cambio de gobierno más o menos traumático.
Sin embargo, en los casos anteriores, los cimientos de las instituciones sobrevivieron y el fantasma de un desmoronamiento generalizado del Estado pudo ser conjurado. El problema es que la muerte del chavismo promete ser tan excepcional como ha sido la trayectoria del régimen que ha hundido Venezuela en el subdesarrollo político, económico y social. De hecho, la agonía del gobierno bolivariano combina tres factores que prometen generar una tormenta político-estratégica perfecta. Por un lado, una debacle económica que ha dejado el tejido productivo en un estado de postración como solo 45 años de estalinismo lo hicieron en Europa Central y Oriental. Por otra parte, una devastación institucional que solo se puede comparar a la creada por el personalismo y la arbitrariedad de dictaduras como las de Muamar Gadafi en Libia y Bashar al Assad en Siria. Finalmente, una fractura del aparato de seguridad estatal que recuerda en alguna medida al escenario previo a la guerra civil yugoslava, cuando ejército federal, guardias territoriales y formaciones de policía se alistaban para lanzarse unas contra otras.
La inevitable bancarrota económica.
Venezuela cerró el año con un tipo de cambio de 175 bolívares por dólar en el mercado negro
Por lo que se refiere al colapso económico, las cifras no dejan lugar a la discusión. Venezuela cerró el año con un tipo de cambio de 175 bolívares por dólar en el mercado negro – la tasa oficial mantiene la fantasía de 6,3 por cada billete verde– una inflación que algunos analistas estiman por encima del 100% y un desabastecimiento de alimentos de primera necesidad que la consultora Datanalisis situaba en el 70% en las redes de distribución oficiales. Todo ello se hace visible mientras estimaciones independientes –el gobierno ya no proporciona estadísticas – calculan que el déficit público está en torno al 17% y la economía se ha contraído en un 3% en 2014. hace ya tiempo que los ascensos en la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), los cuerpos de policía y los servicios de inteligencia no se otorgan por méritos sino por fidelidad al proyecto bolivariano Así las cosas, no debería sorprender que la calificadora de riesgo Fitch haya reducido el valor de los bonos venezolanos a la categoría de CCC lo que en lenguaje financiero significa una notable probabilidad de suspensión de pagos.
Pero más allá del negro panorama de las cifras financieras, la economía venezolana se enfrenta a la quiebra generalizada de su tejido productivo. De hecho, el chavismo ha demostrado una capacidad para destruir la estructura económica que en poco envidiaría a la de los comunistas chinos durante los años 50 y 60. La infraestructura del país se encuentra en bancarrota después de 15 años de abandono. Los cortes de luz son rutina y hay zonas de Caracas que cuentan con suministro de agua solamente media hora al día. Entretanto, los sectores productivos están en ruinas.
La agricultura se ha desmoronado como resultado de la reforma agraria impulsada por el difunto presidente Chávez que barrio los derechos de propiedad sobre la tierra, destruyó el empresariado rural y multiplicó unos esquemas de producción cooperativa completamente inviables. Al mismo tiempo, la industria privada ha cesado de existir por el efecto combinado de un aluvión de medidas que anularon su rentabilidad – desde la prohibición de despedir empleados hasta los controles de precios– y una oleada de confiscaciones arbitrarias. El resultado es que la tradicional petro-dependencia venezolana ha alcanzado niveles exorbitantes. Según el Banco Central de Venezuela, la proporción entre exportaciones petroleras y no petroleras pasó de 69%- 31% en 1998 a 96% – 4% en 2012. El problema es que la economía del petróleo, la única existente, tampoco va bien. En el periodo 1998-2013, Caracas paso de producir 3,4 millones de barriles diarios a apenas 2,5.
La destrucción de las instituciones
Paralelamente al desmoronamiento económico, las instituciones de la democracia venezolana han dejado de existir para convertirse en instrumentos al servicio de un proyecto ideológico o sencillamente oportunidades de enriquecimiento para redes criminales que han conseguido capturarlas. Primero Chávez y luego Maduro han utilizado cada resorte del Estado para forzar a los ciudadanos a apoyar al régimen, premiar a sus simpatizantes y castigar a los disidentes. La adhesión a la revolución ha garantizado acceso a los programas sociales bautizados como “misiones”, empleo público y “regalos” del gobierno, desde computadores hasta carros.
Antonio Canova y Luis Alfonso Herrera consideran que el deterioro del sistema judicial se ha profundizado desde el ascenso del chavismo al poder | Foto William Dumont
Entretanto, los opositores han sido marginados de cualquier ayuda pública y han visto como sus oportunidades económicas y sociales se reducían a medida que el chavismo adquiría un control absoluto de los órganos de gobierno. Dentro de este esquema, la conquista de la Justicia ha resultado clave para dejar al ciudadano indefenso. Sin ninguna contemplación, el ejecutivo ha recurrido a presionar o comprar a los jueces para obtener las sentencias que eran de su agrado. En su libro “El TSJ al servicio de la revolución”, los abogados Antonio Canova, Luis Alfonso Herrera, Rosa Rodríguez Ortega y Giuseppe Graterol han demostrado que la Corte Suprema venezolana no ha dictado ni una sola sentencia en contra del Estado entre las 45.474 emitidas en el periodo 2004-2013. Así las cosas, a nadie debería extrañar el encarcelamiento ilegal del líder opositor Leopoldo López.
En este contexto, cuando la oposición ha conservado una presencia significativa en ciertas instituciones, el régimen ha optado por destruirlas. Un buen ejemplo de este comportamiento ha sido la estrategia frente a los gobiernos estatales y municipales en manos de la oposición. El chavismo ha empleado una amplia gama de tácticas para hostigar a estas entidades, incluyendo retener sus presupuestos, perseguir judicialmente a sus líderes y restringir sus competencias en áreas como la seguridad pública. Pero además, ante la imposibilidad de someterlos completamente, ha preferido reemplazarlos progresivamente por estructuras de nuevo cuño que fusionan partido revolucionario y administración local: los consejos comunales. De hecho, estos organismos se han convertido en canales a través de los cuales el Estado distribuye buena parte de sus programas sociales. El problema es que los consejos no solamente son caóticos sino que además excluyen a todos los no chavistas.
Al mismo tiempo, una combinación de afanes ideológicos y desprecio por el conocimiento técnico ha conducido al Estado a una hipertrofia normativa que ha traído consigo parálisis, caos y corrupción. Si exceptuamos los experimentos socialistas de Cuba y Nicaragua, ningún gobierno latinoamericano como el venezolano ha intentado regular cada aspecto de la vida de sus ciudadanos, desde el margen de beneficio de las empresas hasta la educación en las escuelas. La paradoja es que esta obsesión por el control ha venido acompañada por una inmensa incompetencia. Todo se regula y nada funciona. Si se cumplen las normas, las actividades más sencillas se hacen imposibles. En consecuencia, la única opción para sobrevivir –desde mantener una empresa a flote hasta conseguir una caja de leche – es saltarse las reglas. El resultado ha sido una enorme expansión de la informalidad y la corrupción. El gobierno legisla, los ciudadanos sufren y unos pocos se enriquecen cobrando por las puertas traseras que agilizan trámites absurdos o facilitan medicinas imprescindibles. El Estado se ha convertido en un laberinto lleno de trampas y cualquier tiene que pagar para que lo guíen a la salida o arriesgarse a quedar atrapado.
La fragmentación del aparato de seguridad
… los ascensos en la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), los cuerpos de policía y los servicios de inteligencia no se otorgan por méritos sino por fidelidad al proyecto bolivariano
La tercera variable que crea las condiciones para la “tormenta perfecta” venezolana es una quiebra del monopolio del gobierno sobre el uso de la fuerza. La República Bolivariana ha visto una expansión sorprendente de los órganos de coerción del Estado. Tradicionalmente, la estructura del aparato de seguridad venezolano había resultado considerablemente enmarañada debido a la existencia de un modelo militar que incluía cuatro fuerzas – Ejército, Armada, Fuerza Aérea y Guardia Nacional – al que se añadían la Dirección Nacional de los Servicios de inteligencia y Prevención (DISIP), el Cuerpo Técnico de Policía Judicial (CTPJ) y un entramado de fuerzas policiales de rango estatal y local.
Sobre esta base, quince años de chavismo han dado pasos decisivos para hacer el sistema completamente ingobernable. De hecho, el régimen ha creado otros dos organizaciones adicionales. Por un lado, el Cuerpo de Policía Nacional Bolivariana que asumió la responsabilidad de mantener el orden a nivel nacional. Por otra parte, las Milicias Bolivarianas que se han convertido en una fuerza paralela al Ejército regular y teóricamente están llamadas a cumplir misiones tanto de seguridad interna como defensa exterior. A ello, se suma que el gobierno ha formateado ideológicamente dos de las instituciones de seguridad ya existentes: la DISIP ha pasado a llamarse Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN) y el CTPJ que se ha transmutado en el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC). En otras palabras, el modelo de seguridad bolivariano incluye 8 estructuras militares y policiales de alcance nacional a las que se suman las policías de estados y municipios.
Semejante laberinto organizativo se ha hecho cada vez más disfuncional como consecuencia de tres enfermedades. Por un lado, la politización de todo el sistema ha acabado con cualquier vestigio de profesionalismo y convertido a todos los organismos militares y policiales en una prolongación del partido de la revolución. De hecho, hace ya tiempo que los ascensos en la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), los cuerpos de policía y los servicios de inteligencia no se otorgan por méritos sino por fidelidad al proyecto bolivariano y, sobre todo, al jefe de turno. El problema es que como la revolución incluye líderes y líneas políticas dispares así también los organismos de seguridad han quedado subordinados a facciones ideológicas contrapuestas.
Por otra parte, la corrupción ha disuelto las cadenas de mando policial y militar. Muchas unidades militares y policiales han dejado de seguir órdenes para moverse exclusivamente por el afán de lucro, buscando cada oportunidad para recibir sobornos o involucrarse en actividades ilegales como el narcotráfico o el secuestro. Finalmente, las rivalidades entre los organismos de seguridad y defensa se han desbordado. Ciertamente, la hostilidad entre la Guardia Nacional y el Ejército o entre este y las Milicias Bolivarianas son de larga data. Pero es que además, la corrupción ha hecho los enfrentamientos más agudos y temibles. De hecho, la competencia por el control de las rentas criminales ha llegado a ser motivo de violencia entre miembros corrompidos de las distintas fuerzas de seguridad que no han dudado en echar mano de sus armas para asegurarse su parte del negocio frente a la avaricia de sus camaradas.
Bajo estas circunstancias, paradoja de las paradojas, el Socialismo del Siglo XXI ha creado las condiciones para la privatización de la seguridad. La inefectividad y la corrupción han desembocado en una espiral de criminalidad y violencia en las ciudades y los campos de Venezuela. Como consecuencia, han proliferado los “empresarios” de la seguridad disfrazados con distintos ropajes que imponen un nuevo orden sobre los ciudadanos a través de una combinación de coerción y poder económico. En muchos casos, se trata de estructuras político-criminales que conviven y colaboran con el régimen.
El mejor ejemplo son los llamados “colectivos”, grupos radicales que controlan barrios como el 23 de Enero de Caracas donde se lucran con todo tipo de negocios ilegales, mantienen el monopolio de la fuerza y administran una variedad de programas sociales. Estos grupos –desde “Los Tupamaros” hasta “La Piedrita” – forman parte de las estructuras de protección del régimen y han jugado un papel clave en la represión de las marchas estudiantiles de 2014; pero al mismo tiempo han protagonizado enfrentamientos con la policía por el control de los sectores urbanos donde hacen presencia. En realidad, en un buen número de distritos periféricos de las ciudades, grupos como ellos son la única forma de gobierno disponible.
Hacia un estallido de violencia
… Todo un record en un país donde manifestarse en contra del gobierno puede tener consecuencias nefastas para los ciudadanos.
Así las cosas, la secuencia del estallido venezolano se puede trazar con alguna precisión. La presente hecatombe económica está pauperizando a una gran parte de la población. En consecuencia, resulta inevitable que se produzca un incremento de la conflictividad social y política cuyo resultado será un aumento de las presiones para forzar la salida del gobierno de Nicolas Maduro y, en general, el final del régimen. De hecho, una encuesta de Datanalisis publicada el pasado octubre ya revelaba un aumento del rechazo popular hacia el presidente venezolano que se situaba en torno al 67,5% de los encuestados. Todo un record en un país donde manifestarse en contra del gobierno puede tener consecuencias nefastas para los ciudadanos.
En un entorno institucional normal, estas tensiones políticas serían tramitadas a través de las instituciones con miras a avanzar hacia un relevo político ordenado. Pero al menos dos factores hacen imposible una transición sin sobresaltos. Por un lado, la dirigencia chavista sabe que no puede abandonar el poder sin exponerse a ser perseguida dentro y fuera del país por una lista de crímenes que van desde corrupción a violaciones de los derechos humanos. Por otra parte, las instituciones que deberían tramitar el cambio político – el Congreso, la Justicia, etc. – han sido convertidas en instrumentos de manipulación y represión por parte del oficialismo.
Como consecuencia, el gobierno responderá con dosis crecientes de represión a las protestas de una población que hace tiempo vio confiscados sus derechos civiles y ahora sencillamente no encuentra los bienes esenciales –comida, energía, etc. – que demanda su supervivencia. En cualquier caso, los límites de esta espiral represiva están marcados por las debilidades del aparato de seguridad chavista. A diferencia de casos como el régimen castrista, las Fuerzas Armadas y la Policía del régimen bolivariano están fracturadas por el faccionalismo político, la corrupción y los intereses regionales.
Bajo estas circunstancias, es muy dudoso que el llamamiento del ejecutivo a defender la revolución sea respondido de forma unida por militares y policías contaminados por el narcotráfico o “colectivos armados” que ven la crisis como una oportunidad para imponer el “verdadero socialismo”. Por el contrario, el estallido de ira popular podría ser el pistoletazo de salida para que distintas facciones del régimen, todas ellas armadas, se lancen unas contra otras en una disputa por los despojos del Estado. Resulta difícil aventurar si esta confrontación terminará en dictadura o caos; pero es seguro que traerá consigo violencia en una escala que la sociedad venezolana no contempla desde el “Caracazo” de 1989.
Una mirada a Venezuela casi inevitablemente trae a la memoria la conocida frase del líder girondino francés, Pierre Vergniaud, “la revolución, como Saturno, devorará sucesivamente a todos sus hijos y finalmente llevará al despotismo con todas las calamidades que siempre acompañan a este”. Pero como en otros experimentos de ingeniería social fracasados, la tragedia va más allá del naufragio de un puñado de intelectuales radicales y unos pocos aventuraros políticos. El verdadero drama reside en el destino de millones de ciudadanos comunes arrastrados al abismo por el fanatismo de algunos, la falta de escrúpulos de bastantes y la ignorancia de muchos. Las consecuencias del desastre prometen perdurar por mucho tiempo, a disposición de cualquiera que tenga la honestidad política para contemplarlas y extraer las imprescindibles lecciones.
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