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Cuba


Cuba: Ética y cosmética PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Viernes, 22 de Febrero de 2013 10:58

Por Vicente Botín.-

En un artículo titulado “Cuba, cinco años decisivos”, Leonardo Padura, galardonado recientemente por el gobierno castrista con el Premio Nacional de Literatura, hace un análisis de las elecciones celebradas en su país para elegir diputados de las asambleas municipales y provinciales del parlamento, “última instancia –según el escritor— en la que el voto ciudadano tiene capacidad de decidir”. Sin entrar en consideraciones sobre el significado de ese peculiar sistema “democrático” en el que 612 candidatos filtrados por el gobierno concurren a unas elecciones para cubrir 612 puestos, me llama la atención la lectura que hace Padura sobre la propuesta que presentó Raúl Castro en el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba, en abril de 2011, de limitar los mandatos de los principales cargos políticos, incluido el suyo, a un máximo de dos legislaturas de cinco años.

Ese hecho, según Padura, entraña “la mayor importancia política e histórica” para Cuba porque, dice el escritor, “luego de que Raúl Castro sea elegido para el cargo de presidente del Consejo de Estado (pues nadie duda de que será ratificado), estaría apuntando el día uno de una cuenta regresiva que, al cabo de otros 1.823 días, marcaría el fin del mandato político del general y de al menos cinco de los actuales seis vicepresidentes, quienes oficialmente asumieron sus cargos en febrero de 2008, cuando se hizo evidente el imposible regreso de Fidel Castro al poder y el ascenso presidencial de su hermano”.

Según esa optimista previsión, el 24 de febrero de 2018, cuatro meses antes de cumplir 87 años y después de haber celebrado por todo lo alto el 59 aniversario de la revolución, Raúl Castro podrá retirarse a sus cuarteles de invierno y compartir batallitas con otro ilustre jubilado, su hermano Fidel, quien en agosto de ese año cumplirá 92 años. No es mal argumento para una novela de ciencia ficción. Incluso para una película. En “Brigadoom”, realizada en 1954, Vincente Minnelli contó la historia de una aldea escocesa víctima de un encantamiento que mantiene dormidos a sus habitantes durante un siglo. Cumplido ese plazo, se despiertan y vuelven a la vida, pero solo durante un día. De esa forma se preserva al pueblo de la corrupción y maldad exterior y mantiene su encanto y armonía.

Cuba es víctima también de un “encantamiento” que la ha mantenido “dormida” durante más de medio siglo. Y no son pocos los que la ven como Gene Kelly y Van Johnson, dos turistas afortunados que contemplaron “Brigadoom” justo el día en que el pueblo despertaba de su letargo. Muchos de los que miran a Cuba ahora quedan encandilados ante lo que Padura llama el “engranaje estructural socialista cubano” que según él ha puesto en marcha Raúl Castro “en procura de lo que más requiere el país: institucionalidad, control financiero, aumento de la productividad, eficiencia económica, autosuficiencia en la producción de ciertos rubros, cambios en la política de empleo, modificaciones en la propiedad, etcétera”.

Es cierto que Raúl Castro está tratando de ordenar el caos que él mismo contribuyó a crear, sometido como todo el país, a las arbitrariedades y caprichos de su hermano Fidel. Pero los cubanos son actores pasivos en ese proceso, no participan en la toma de decisiones que les afectan y les van a afectar aún más en el futuro. Asisten, mudos, como los 612 diputados que les “representan” en la Asamblea Nacional del Poder Popular, a las transformaciones que se están llevando a cabo en la isla. Aplauden, eso sí, el fin de lo que Raúl Castro llamó “prohibiciones absurdas”, pero poder salir de Cuba –arbitraria y caprichosamente: Yoani Sánchez sí pero José Daniel Ferrer y muchos otros disidentes, no–, tener un teléfono móvil, un ordenador o una licencia para realizar oficios de menestrales por cuenta propia, no son cambios como para maravillarse.

Raúl Castro, dueño y señor de Cuba por la gracia de su hermano Fidel, ha decidido gobernar hasta 2018. Y lo va a hacer con el mismo sistema de partido único que impera en Cuba desde mediados del siglo pasado y con la misma estructura represiva que lo ha hecho posible. Esa es la realidad. Las reformas son bienvenidas y suponen en gran medida un alivio para la población, pero no pueden celebrarse, como se hace, como si fueran cambios democráticos. Cuba es una dictadura donde los cubanos no pueden expresar libremente sus opiniones ni pueden votar a un partido que no sea el comunista. En Cuba no hay sindicatos libres, ni prensa independiente, ni libertad de enseñanza… A muchos cubanos les cuesta entender que personas que gozan de libertades democráticas en sus países defiendan un sistema que niega las suyas.

Al recibir el Premio Nacional de Literatura, Leonardo Padura dijo: “He sido un hombre libre de decir dentro y fuera de Cuba lo que pienso”. Y tiene razón. Muchos intelectuales y artistas cubanos han podido entrar y salir libremente de la isla y decir lo que piensan… dentro de un orden, naturalmente. Pero son muy pocos los que gozan de ese derecho. Si todos pudieran expresarse libremente no habría disidentes en Cuba. No se encarcelaría a nadie por opinar y exigir el respeto de los derechos humanos. El lobo no se convierte en cordero porque permita a Leonardo Padura decir lo que piensa. Incluso puede autorizar la publicación en la isla de su libro “El hombre que amaba a los perros”, una feroz crítica al estalinismo. Pero es una excepción y las excepciones se usan, como los detergentes, para blanquear la norma.

El propósito de Raúl Castro de retirarse dentro de 1.823 días es una broma de mal gusto. Cuba necesita urgentemente dejar atrás la noche castrista. La mejor reforma es la recuperación de la democracia. Lo demás es cuento. Pura cosmética que no ética.

Tomado de INFOLATAM/EFE

 
Clamor contra el Silencio PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Sábado, 16 de Febrero de 2013 12:07

Por Pedro Corzo.-

Los largos años en prisión de Armando Sosa Fortuny han determinado que numerosas organizaciones de ex prisioneros políticos radicados en el exterior hayan iniciado una campaña de solidaridad a su favor. Porque Sosa no es un hombre olvidado, pero si preterido por los que priorizan lo políticamente correcto.

Pocas veces se le menciona. En raras ocasiones, si es que ha ocurrido, su libertad es reclamada por una entidad o personalidad internacional. Su nombre no se encuentra en las listas que reseñan los prisioneros políticos del régimen castrista.

Es un preso incomodo  por la causa que lo llevó a prisión, porque “Sosita”, como le dicen sus amigos, fue un hombre de su tiempo,  un individuo de fuertes convicciones que nunca temió defenderlas,  aunque tal defensa implicara poner en riesgo su vida, situación que ha enfrentado en  numerosas ocasiones.

Armando actuó como se hacia en el pasado cuando los gobernantes instauraban dictaduras, controlaban el país y clausuraban las vías democráticas

Asumió como suyo el preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que reconoce que el hombre tiene el recurso supremo de la rebelión contra la tiranía y la opresión, parte importante de la Declaración que al parecer incomoda a muchos de sus propios defensores.

Armando desafió el totalitarismo cuando los que hoy tienen cincuenta y tres años no habían nacido. Lo hizo, aunque probablemente nunca sea declarado preso de conciencia, con la dignidad y la entereza que le ha faltado a muchos, remedando a José Martí.

Con solo 18 años salió de Cuba clandestinamente, pero no arribó al exilio para vivir mejor,  sino que se preparó para luchar por la democracia y la libertad de su patria.

Se rebeló, pero no atacó una escuela. No patrocinó actos violentos contra civiles. No traficó con drogas, no protagonizó episodios terroristas como lo han hecho por décadas los guerrilleros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia que a pesar de sus múltiples crímenes dialogan con el gobierno de su país bajo el auspicio del régimen que impulsó en todo el continente la subversión.

Tampoco imitó a Yaser Arafat organizando actos de violencia indiscriminada en los que perecían numerosos inocentes,  a pesar de los cuales fue honrado con el premio Nobel de la Paz.

Sosa Fortuny desembarcó en Cuba en octubre de 1960 con la misión de derrocar el régimen de los hermanos Castro. Uno de sus compañeros murió en combate, diez fueron fusilados, entre ellos tres norteamericanos.

Permaneció 18 años en prisión. Estuvo en numerosas prisiones. Trabajó forzado en el Plan de Trabajo Camilo Cienfuegos, reclusorio de Isla de Pinos donde junto con otros compañeros, recuerda Enrique Ruano, fundó la Organización de Juventudes  Anticomunista.

La cárcel no le quebró. Su compromiso se fortaleció, y cuando le excarcelaron, de nuevo partió de Cuba para retornar con el objetivo de su vida: derrocar la dictadura.

En 1994, con 52 años, retorno al combate. No por amor a la violencia sino por convicción. No pensó en la tranquilidad de un hogar, ni en la seguridad económica, simplemente respondió una vez más a su compromiso de luchar por sus ideales.

Partió junto a Jesús Rojas, Jose Ramón Falcón, Miguel Díaz Bouza y Eladio Real Suarez. Los dos primeros ya están en libertad.

Desembarcaron en las proximidades de Caibarién, según acusación del régimen de los Castro,  con la intención de organizar una fuerza irregular para combatir la dictadura en las legendarias montañas del Escambray, donde en la década del 60, miles de cubanos lucharon contra el comunismo.

Posterior al desembarco, en un enfrentamiento a tiros murió el ciudadano Arcelio Rodríguez García. Sometidos a juicio Real Suárez fue condenado a muerte. Posteriormente la sentencia fue conmutada por 30 años.

Sosa Fortuny cumple en este segundo encarcelamiento 19 años de una sanción de 30. Enfermo y sin pedir cuartel, ha cumplido en conjunto 37 años de prisión. Envejeció en prisión, cumpliendo a su manera con la Patria.

Armando es un ejemplo de la conducta de muchos gobiernos y organizaciones no gubernamentales que estigmatizan a quienes consecuentes con el tiempo que les tocó vivir, actuaron en defensa de sus derechos, pero también hay que reconocer que esa actitud puede ser selectiva.

“Sosita” desembarcó en Cuba por primera vez cuando   el admirado y respetado Nelson Mandela, el paladín indiscutible de la lucha contra el Aparthei y también premio nobel de la Paz, defendía la lucha armada y organizaba guerrillas para ejecutarla.

Mandela que después de 27 años de cárcel no alberga odio en su corazón y resolvió pacíficamente los serios problemas de su país, es hoy reconocido como uno de los hombres mas notables de la historia de la humanidad, también fue distinguido con el Nobel de la Paz, entonces por qué “Sosita”,  que también actuó a su manera y por convicciones, permanece olvidado por tantas organizaciones que demandan respeto y perdón para todos.

Última actualización el Sábado, 16 de Febrero de 2013 12:10
 
Los crímenes transnacionales del castrismo PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Sábado, 09 de Febrero de 2013 11:15

Por Pedro Corzo.-


Los intereses políticos-económicos de ciertos sectores y la memoria selectiva de otros, han favorecido que la subversión y el terrorismo que la dictadura cubana auspició por años en todo el hemisferio  haya ido perdiendo relieve en las relaciones internacionales, sin embargo la visita de Raúl Castro a Chile, permitió evocar los tiempos en los que el castrismo quiso imponerse en el continente a sangre y fuego, y para lograrlo, respaldó con todos los recursos a su alcance, a grupos que practicaban la violencia mas indiscriminada.

Una de estas organizaciones fue el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, cuyos dirigentes fueron entrenados militarmente en Cuba, y que posteriormente se sumaron al Frente Sandinista para luchar contra la dictadura de los Somoza, partiendo un tiempo después para el país austral, donde realizaron numerosos actos de violencia durante y después de la dictadura de Pinochet.

El castrismo consecuente con su proyecto desestabilizador, incrementó su apoyo al grupo insurgente enviando de manera clandestina a Chile, armas de fabricación norteamericana ocupadas en Viet Nam.

En 1986, por la localidad costera de Carrizal, las autoridades chilenas ocuparon aproximadamente 50 toneladas de armas, entre las que había 3500 fusiles M16 y tres toneladas de explosivos plásticos.

Otro de los trágicos resultados que propiciaron las armas y explosivos enviados por Fidel y Raúl Castro fue la muerte del senador chileno Jaime Guzmán, profesor, abogado constitucionalista y colaborador de la dictadura de Augusto Pinochet, asesinado por el FPMR

Hasta hace muy poco tiempo un número importante de personas ignoraban que el castrismo había estado involucrado en este crimen. También se desconocía que la mayoría de los que participaron directamente en el asesinato estaban refugiados en la isla y que uno de estos, Juan Gutiérrez  Fitchman,  se había casado con Mariela Castro, una hija de Raúl, el dictador designado.

Gutiérrez fue el responsable nacional militar del FPMR y autor intelectual y logístico de varias operaciones, como la muerte de Guzmán. "El Chele", como apodan a Gutiérrez, recibió entrenamiento guerrillero en Cuba y según Patricio Melero, presidente de la Unión Democrática Independiente “El nieto de Raúl Castro es hijo del autor intelectual del crimen de Jaime Guzmán".

Se ignoraba que otros individuos que participaron en el  atentado, Raúl Escobar Poblete, Marcela Mardones, y Alexis Soto, alias el 'Rambo', se encontraban bajo la protección del gobierno de los hermanos cubano, y que las autoridades chilenas habían reclamado al menos a uno de estos individuos a las autoridades de la isla, recibiendo el silencio por respuesta, lo que determinó que el presidente chileno Sebastian Piñera, abordara el tema con el gobernante cubano durante su estancia en Santiago.

Sin dudas que los sempiternos defensores de la dictadura de los hermanos Castro aducirán que Guzmán era una importante personalidad política del gobierno militar y que eso era motivo más que suficiente para el atentado que cobró su vida, obviando convenientemente que el senador fue asesinado después que el país había retornado a la democracia y ejercía constitucionalmente la presidencia Patricio Alwyn.

Bajo el gobierno de Alwyn, primer mandatario chileno electo desde el derrocamiento y muerte de Salvador Allende, se constituyó la Comisión de la Verdad y Reconciliación, responsable de investigar las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura de Pinochet, por lo que era de esperar que las personas involucradas en tales actos fueran procesadas, por lo que si Guzmán tenía alguna responsabilidad, sin duda alguna hubiera sido sometido a un proceso judicial.

Es importante destacar que la violencia que Fidel Castro y en consecuencia su hermanos Raúl, patrocinó por décadas, nunca reparó que los gobiernos que aspiraban derrocar hubieran sido elegidos democráticamente, o fueran dictaduras, su propósito era situar a sus aliados al frente de cada país de América Latina para imponer el totalitarismo en cada punto del continente.

El asesinato del senador Guzmán no fue el único auspiciado por Cuba  contra un gobierno democrático, como tampoco desembarcos de armas como el de Carrizales estaban exclusivamente orientados a derrocar las dictaduras.

Venezuela, la hoy aliada del castrismo, fue objeto, a pesar de la democracia vigente en ese país, de múltiples agresiones de la dictadura cubana.

Por la playa de Tucacas el general cubano Arnaldo Ochoa desembarcó con armas y hombres. Por Machurucuto hizo otro tanto el general Ulises Rosales del Toro y fue en La Habana en declaraciones al periódico Granma donde Elías Manuit Camero, jefe de la Comandancia FLN-FALN, admitió ser responsables del asesinato del doctor Julio Irarren Borges, hermano del canciller venezolano.

También en Venezuela, 1963, las FALN,  estrechos aliados del castrismo, cometieron el horrendo crimen del Tren del Encanto, un acto terrorista que fue repudiado hasta por los partidarios de los insurgentes.

 
¿A sangre y fuego? PDF Imprimir E-mail
Escrito por Tomado de INFOBAE   
Sábado, 09 de Febrero de 2013 10:40

Por Jorge Castañeda.-
El propósito de la Celac es evidente: crear una estructura regional que incluya a Cuba y excluya a Estados Unidos y a Canadá. No sorprendería que Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua se retiren de la OEA y se refugien en esta institución, aunque carezca de documentos fundacionales, presupuesto, sede y burocracia.


Hace unos días se celebró en Santiago de Chile la primera reunión ordinaria de una organización latinoamericana. Se trata de la Celac, un adefesio institucional ideado por Hugo Chávez y los países del ALBA, e instrumentada, incomprensiblemente, por México y Brasil.

Su propósito es evidente: crear una estructura regional que incluya a Cuba y excluya a Estados Unidos y a Canadá. No sorprendería que Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua se retiren de la OEA y se refugien en esta institución, aunque carezca de documentos fundacionales, presupuesto, sede y burocracia.

Para no confundir el propósito de este engendro regional, la presidencia pro tempore del organismo recayó en Raúl Castro. Si de por sí resultó desconcertante que una organización compuesta por países democráticos fuera presidida por alguien designado por su hermano, lo que dijo el presidente de Cuba dejó atónitos a los presentes.

Según la versión estenográfica, el viejo militar afirmó: “Vamos a combatir la droga [...] a sangre y fuego [...] Nuestras leyes permiten la pena de muerte; está suspendida, pero está de reserva, porque una vez la suspendimos y lo único que hicimos [...] fue estimular las agresiones y los sabotajes contra nuestro país [...] Por eso, en Cuba, no hay drogas”.

Es cierto lo que dice: existe la pena de muerte en Cuba, fue utilizada supuestamente para combatir el narcotráfico, contra Arnaldo Ochoa y Antonio de la Guardia; y después contra jóvenes que secuestraron una balsa para huir de la isla. Y en cuanto a “sangre y fuego”, nadie duda de que el régimen castrista ha combatido toda oposición, delitos reales o imaginarios (la homosexualidad, el sida, la disidencia) con saña y sin cuartel.

El carácter insólito de las palabras de Raúl Castro reside en el desentono con la tendencia general sobre el tema de la droga. Los presidentes latinoamericanos resolvieron en la Cumbre Iberoamericana encomendarle a la OEA que produjera estudios sobre el consumo, el tráfico y la producción de estupefacientes ilícitos, así como de mejores prácticas en el mundo. Presidentes en funciones como Santos, Pérez Molina, Chinchilla, Mújica y Fernández de Kirchner se han manifestado a favor de la legalización de la marihuana o de un debate al respecto. Ex jefes de Estado como Zedillo y Fox de México, Gaviria y Samper de Colombia, Cardoso de Brasil y Lagos de Chile han hecho lo mismo.

En Europa, varios países buscan alternativas a la política punitiva y prohibicionista impuesta por Estados Unidos desde 1971. Incluso en Estados Unidos, la despenalización de la marihuana ha avanzado, primero para fines médicos y, después, para uso recreativo. Hasta la draconiana política carcelaria se esfuma en Estados Unidos ante su obvio fracaso y costo.

En síntesis, América Latina, que ya padeció el camino de “sangre y fuego”, sabe que sólo lleva a la muerte, a la violencia y a la represión, y no al “no habrá droga”. El otro sendero, el de Malasia, Singapur y países semejantes, es una barbaridad en las democracias latinoamericanas. Salvo en el único país que no puede ser catalogado como tal: Cuba.

Entonces a la primera aberración -una dictadura dentro de este universo democrático- se suma una segunda: la propuesta de una radicalización de ”la guerra contra la droga’’, al estilo de Uribe y de Calderón, y ahora de los Castro. Todos los países latinoamericanos han firmado instrumentos como la Convención Americana sobre Derechos Humanos, o la Carta Democrática Interamericana. Cuba no acepta ninguno de dichos documentos. Por tanto, no se entiende la razón del nombramiento de Raúl Castro, ni tampoco por qué gobiernos con simpatía por Cuba o sin ella avalan hechos que rechazan en otros casos.

Pero carece aún más de sentido que Cuba presida el organismo y aproveche su turno para hacer proselitismo a favor de una postura cada vez más rechazada. Sobre todo cuando es evidente que dicha postura únicamente es sostenible gracias a la naturaleza autoritaria del régimen cubano. ¿”A sangre y fuego”? ¿Alguien más se atreve?

 
Cuba en la era de Raúl Castro PDF Imprimir E-mail
Escrito por Tomado de INFOBAE   
Lunes, 04 de Febrero de 2013 12:54

Por Carlos Alberto Montaner.-

Raúl Castro le entregó el pasaporte a Yoani Sánchez. Personalizo la anécdota porque “el gobierno cubano” es una entelequia. Desde hace más de medio siglo ahí se hace lo que desean y deciden los hermanos Castro. Nadie aclaró nada sobre la larga lista de cubanos “regulados” que no pueden salir del país. Le negaron el pasaporte, por ejemplo, a Rosa María Payá, la hija de Oswaldo, el líder democristiano muerto en un accidente de tránsito recientemente. Los Castro son los dueños del rebaño. Pueden hacer lo que les da la gana con sus súbditos.

Sin embargo, es obvio que Raúl Castro desea hacer algunos cambios. ¿Por qué? Porque se da cuenta del horrendo desastre provocado por la revolución. Él no es, como Fidel, un tipo cegado por las fantasías ideológicas. Es más práctico. Tiene los pies en la tierra. Naturalmente, no es mejor que su hermano. Fidel asesinaba u ordenaba asesinatos por cálculos políticos. Raúl mataba como una tarea revolucionaria. Era, creía, su sanguinario deber.

¿Por qué no avanzan las reformas? Lo ha explicado muy objetivamente el economista Carmelo Mesa Lago, decano de los estudios cubanos, en un excelente libro, titulado como este artículo, publicado en España por la Editorial Colibrí: “Las reformas estructurales, que son más complejas y cruciales, mayormente no han logrado un claro éxito hasta ahora, en buena parte debido a trabas y desincentivos (algunos suavizados por ajustes posteriores), pero también por fallas de diseño y profundidad en los cambios. La actualización del modelo económico, con predominio de la planificación centralizada y la empresa estatal, tiene el lastre de 52 años de similares intentos fallidos”.

En Cuba -de acuerdo con la obra de Carmelo- ha habido diez ciclos económicos y numerosas reformas, invariablemente frenadas y revertidas por la obsesión fidelista por el control, el colectivismo y la visión dogmática. Esta vez no es diferente. Es verdad que gobierna Raúl, pero la sombra de Fidel planea sobre los cambios y los impide.

Cuando Raúl les dice a los visitantes que llegan a su despacho que “alguna gente” se opone a los cambios y debe ir muy gradualmente para vencer esos obstáculos, es un penoso eufemismo. “Alguna gente” es Fidel Castro. Allí no hay nadie con autoridad o pantalones para frenar nada o para oponerse, exceptuado el viejo y muy deteriorado Comandante.

Es al revés: entre la clase dirigente prevalece la misma sensación de fracaso y frustración que embarga al propio Raúl. Si mañana el general-presidente, ante la evidencia de que no sirve para nada, se atreviera a admitir que hay que desmontar total y rápidamente ese absurdo disparate, los aplausos lo dejaban sordo.

Pero su subordinación intelectual y emocional a Fidel es absoluta. Gobierna para complacerlo, aunque intuya que se está equivocando. El discurso que Raúl acaba de pronunciar en Chile durante la reunión de la Celac, donde se refiere a Fidel como su “jefe”, es la penosa demostración de esta enfermiza relación. Ahí están, encapsuladas, todas las seculares tonterías antiamericanas y antieconómicas que mantienen a Cuba en la miseria y a los cubanos soñando con huir de esa pesadilla.

Lo curioso es que Raúl Castro tiene entre sus objetivos restablecer y normalizar las relaciones con Estados Unidos, y sabe que eso va a ser imposible si no comienza una apertura política real.

Se lo explicó el presidente Obama al periodista José Díaz-Balart de la cadena Telemundo: para considerar un cambio radical de la política norteamericana hacia Cuba hay que soltar los prisioneros, aceptar la prensa libre y el derecho a la libre asociación. Es lo mínimo.

Está muy bien que le den el pasaporte a Yoani, pero no es suficiente. Desde la perspectiva de Washington, es la dictadura cubana la que debe renunciar a sus peores rasgos. Es muy interesante que en la Isla todavía rueden autos de hace setenta años, pero es trágico que ese pobre país siga gobernado con el espíritu y las reglas de esa época. Obama dixit.

 
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