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Artigos: Cuba
La tiranía y el gobierno español: amor con amor se paga PDF Imprimir E-mail
Escrito por Fuente indicada en la materia   
Viernes, 09 de Septiembre de 2011 10:14

Por HUBER MATOS ARALUCE

Estos cariños que empiezan

Con suave calma, que luego

Respeto y tiempo alimentan,

Y son del cuerpo sostén,…

¿Cómo es posible que mueran

Si uno en el otro se apoyan

Y con dos vidas alientan?

 

Amor con amor se paga”. José Martí 1875

Tres miembros de ETA (la organización terrorista vasca), Elena Barcena Argüelles, Francisco Pérez Lekue y José Ignacio Etxarte Urbieta, vivían en Cuba y huyeron de la isla de sus sueños a Venezuela.  Cuando el primero de septiembre desembarcaron del velero que según ellos los había llevado a la libertad, fueron capturados por las tropas de Hugo Chávez.  Su gobierno prometió entregarlos de regreso a Cuba.  ¿Inexplicable?  No.

 

Por medio siglo el castrismo ha convertido a Cuba en el refugio, centro de entrenamiento y avituallamiento del terrorismo internacional.  Pero los terroristas también son monedas de cambio.  Sirven para negociarlos con otros gobiernos.  Con España, por ejemplo.

 

Un cable de la agencia de noticias EFE fechado el pasado tres de a septiembre en Madrid informó que:

 

“La ministra española de Asuntos Exteriores, Trinidad Jiménez, ha destacado el sábado en Sopot, Polonia, la cooperación entre España y Cuba en el control de los miembros de ETA que se encuentran en la isla, lo que ha permitido, dijo, la detención de los tres etarras.

“Desde hace mucho tiempo tenemos un conocimiento perfecto y exacto de cómo está la situación de miembros de ETA en el exterior”

Según Jiménez, la cooperación con el gobierno cubano en este ámbito “es muy estrecha”, como prueba el hecho de que fue La Habana quien informó de la fuga de Barcena Argüelles, Pérez Lekue y Etxarte Urbieta”.

Según la canciller española, Cuba le sirve a España de una especie de cárcel de los terroristas de la ETA que se refugiaron en la isla sin saber que habían caído en el calabozo.  No sabemos cuánto España le paga a la tiranía castrista por este servicio tan importante; el precio debe ser sustancial.

 

Por esta relación tan íntima es que cuatro días después, cuando la dictadura suspendió las credenciales al reportero del periódico español “El País” en La Habana, Mauricio Vincent, la reacción de la misma funcionaria española fue moderada. Ella declaró:

 

“Es una decisión ‘injusta’ y ‘criticable desde el punto de vista del derecho a la información’, dice la canciller Trinidad Jiménez…
calificó este miércoles de “gran error” la decisión de las autoridades cubanas de retirar la credencial de prensa al corresponsal en la Isla del diario español El País. “…consideró que se trata de una decisión “injusta” con Vincent y, “criticable desde el punto de vista del derecho a la información”, reportó EFE.”

Mauricio Vincent no es el único representante de la prensa internacional sujeto al chantaje del régimen.  En los últimos días de agosto el gobierno castrista rechazó  la designación del periodista Juan Castro Olivera como jefe de redacción de la sede de la Agence France Presse (AFP) en Cuba.

 

En realidad lo que está sucediendo en Cuba es mucho más lamentable que la violación al derecho de la información.  Lo verdaderamente grave es que en los últimos meses la represión en Cuba ha llegado a niveles tan abusivos que la prensa extranjera en La Habana, si los calla, compromete su credibilidad.  La canciller española  no condena con firmeza esos atropellos contra el pueblo cubano porque entre su gobierno y el castrismo  la cooperación “es muy estrecha”, haciendo honor al viejo proverbio, “amor con amor se paga”.

 
Silvio Rodríguez, la doble moral y la libertad afectiva PDF Imprimir E-mail
Escrito por Fuente indicada en la materia   
Miércoles, 07 de Septiembre de 2011 10:51

Por Carlos Alberto Montaner

Silvio Rodríguez acaba de desempolvar en su blog una vieja carta pública que él y Pablo Milanés me enviaron hace más de un cuarto de siglo. Yo los había invitado, también públicamente, a que se quedaran exiliados y denunciaran la dictadura, dadas las dudas y las críticas que ambos tenían del régimen. Pensaba más en Silvio que en Pablo —con quien nunca me había cruzado una palabra—, debido a que, poco antes, en Madrid, había cenado con Silvio en casa de un amigo común.

En la cena, que transcurrió de manera muy agradable, Silvio presentó una imagen de persona dialogante, deseosa de cambios que le pusieran fin a la división de los cubanos, y, aunque sin estridencias, se quejó de los peores aspectos de la dictadura. Esa noche percibí que el cantautor, en realidad, no creía en el gobierno que solía defender, y me pareció que era un prisionero de la doble moral que devasta psicológicamente a tantos cubanos atrapados en una penosa disonancia entre lo que creen, lo que dicen y lo que hacen. Esa lacerante ambivalencia que intuí luego me la confirmaron algunos de sus más íntimos amigos y amigas.

¿Por qué Silvio retoma hoy su vieja carta? Tal vez, no lo sé con certeza, para cerrar el reciente cruce de correspondencia que tuvo conmigo y complacer a la policía política, que no quedó muy satisfecha con este intercambio epistolar con "el enemigo". Pero también sospecho que lo hace como una forma de distanciarse de la postura de Pablo Milanés, a quien indirectamente le reprocha su fugaz, pero amable encuentro conmigo, y como una forma de rechazo al deseo manifestado por el autor de Yolanda de propiciar la reconciliación de los cubanos sin renunciar a sus convicciones revolucionarias, patente durante su concierto en Miami. La estrategia de la dictadura, que es hoy la de Silvio, es mantener la crispación y el odio como una forma de legitimar los peores aspectos de la represión.

En efecto, en el guión escrito por la Seguridad cubana, las Damas de Blanco no son unas señoras dignas que recorren las calles pidiendo el respeto por los derechos humanos en medio de un coro de insultos y empellones orquestado por la policía política, sino asalariadas de Washington que cobran por sembrar la discordia en medio de una sociedad que les da su merecido, ejemplarmente unánime en el respaldo al gobierno. Los exiliados no son demócratas que quisieran una transición pacífica a la española o a la checa, con respeto para todas las partes, sino unos terroristas sedientos de sangre al servicio de la CIA, a los que se les debe negar todo trato y cerrar todas las puertas.

Para el Departamento Ideológico del Partido Comunista, que es la cabeza intelectual de la policía política, la mejor estrategia para mantener el régimen intacto y sin hacer concesiones a la voluntad popular, que claramente desea cambios profundos del sistema tras más de 50 años de desastres, consiste en sostener la inexistente rivalidad y contradicción entre una Cuba heroica que no puede bajar la guardia, asediada por Washington con el auxilio de unos cuantos canallas que quieren modificar el sistema para liquidar a sus enemigos a sangre y fuego y revertir los supuestos logros de la revolución. De donde se deduce que con esos tipos siniestros, tanto los disidentes dentro de la Isla, como los exiliados que se califican como demócratas, no puede haber ningún tipo de relación, salvo el desprecio y la denuncia. Por eso la andanada oficial contra Pablo Milanés, a la que ahora, vergonzosa y oblicuamente, se une Silvio Rodríguez.

Lo curioso es que esta crispación artificialmente alimentada desde el poder no es nueva en la historia de Cuba. En 1878, cuando se firmó la paz tras una década de guerra entre mambises y españoles (y los criollos que los apoyaban), los enemigos de la reconciliación decían que era imposible la convivencia armónica entre adversarios que se habían hecho tanto daño en el campo de batalla, pero no fue así: unos y otros, por lo menos hasta 1895, hasta que la intransigencia colonial hizo imposible una evolución pacífica, se integraron en partidos políticos enfrentados en el terreno cívico sin que se produjeran actos significativos de venganza protagonizados por los cubanos o los españoles.

El mismo fenómeno volvió a ocurrir en 1902, tras la inauguración de la República de Cuba propiciada por Estados Unidos después de su victoria frente a España en la guerra del 98. En efecto, entre 1895 y 1898 había ocurrido otra guerra fulminante y terrible, dirigida a sangre y fuego por Valeriano Weyler al frente del ejército español, pero cuando los cubanos asumieron el mando del país, lejos de vengarse de los españoles residentes en la Isla, dueños de casi todos los circuitos comerciales, lo que hicieron fue darles un abrazo a los enemigos de la víspera, reconciliarse con ellos y propiciar la inmigración de más españoles. Nunca fue más numerosa, positiva e influyente la sociedad española en Cuba que en el primer tercio del siglo XX, cuando el país era independiente.

Lo que quiero decir es que el odio permanente no es un rasgo de la mentalidad social de los cubanos como pretenden los defensores de la última dictadura comunista de Occidente. En 1933, los cubanos derrocaron a un dictador, el general Gerardo Machado,  y ya en 1940 los machadistas formaban parte del juego político nacional y tuvieron una amplia representación entre los representantes del pueblo que redactaron la Constitución de 1940.

Si en la década de los ochenta, sin ningún éxito, insté a Silvio Rodríguez a desertar y denunciar al régimen, hoy le pido que recapacite, como ha hecho Pablo Milanés, y en lugar de dinamitar los puentes, se dedique a construirlos para que la totalidad de los cubanos, y no solo un puñado de comunistas dirigidos por una dinastía militar de carácter familiar, puedan expresar libremente sus preferencias políticas para comenzar sin ira la transición hacia la libertad.

Sería útil que Silvio comprendiera que cuando Pablo habla de reconciliación, en realidad está ejerciendo un derecho poco recordado pero inmensamente importante: el de la libertad afectiva, también conculcado por la dictadura de los Castro. Un régimen que secuestró el corazón de los cubanos y los obligó a cortar todo tipo de lazo con los exiliados o los desafectos, ya fueran hermanos, hijos, padres o amigos, está lleno de odio. Un régimen que convirtió a los homosexuales en detestados enemigos del pueblo y los maltrató y encerró en campos de concentración, como antes habían hecho los nazis, es la representación del horror moral y la barbarie. Un régimen dedicado a disgregar a la población, en lugar de predicar la confraternidad entre la inevitable y bienvenida variedad, que decreta el odio como norma de convivencia y combate el perdón y la reconciliación, es un régimen muy enfermo.

La sociedad cubana, Silvio, necesita urgentemente superar esta etapa, pasar la página y construir una Cuba futura con todos y para el bien de todos, como quería Martí, en la que nunca más el gobierno se apodere de las emociones de los ciudadanos y les dicte a quién deben querer y a quién deben rechazar. Los cubanos, Silvio, tienen que recuperar la coherencia ética y renunciar a esa lacerante doble moral que los tortura. La libertad afectiva no es una figura retórica. Es una necesidad básica del espíritu. Es el componente clave de la felicidad individual.

Tomado del DIARIO DE CUBA

 
Plaza vacante en el cuarto piso del MINFAR en La Habana PDF Imprimir E-mail
Escrito por Fuente indicada en la materia   
Martes, 06 de Septiembre de 2011 17:38

Por Eugenio Yáñez

Con la muerte del general Julio Casas Cuba queda momentáneamente sin Ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. El nuevo nombramiento no será fácil.

Tan importante es el cargo en Cuba, que solamente cuatro personas lo han ocupado en los casi 53 años de la etapa revolucionaria: el Comandante Augusto Martínez Sánchez, durante unos pocos meses de 1959; Raúl Castro Ruz desde 1959 hasta el 2008, con un intervalo de un año cuando cursaba estudios militares y fue ministro por sustitución reglamentaria el Comandante Juan Almeida (entonces Viceministro primero) en 1968-69; y el general de Cuerpo de Ejército Julio Casas desde febrero 24 del 2008 hasta su muerte reciente, producto de la designación de Raúl Castro como Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros en esa fecha, aunque en realidad el general Casas llevaba el peso del MINFAR desde julio del 2006, cuando Fidel Castro renunció “con carácter provisional” a causa de su enfermedad y Raúl Castro tuvo que hacerse cargo del Gobierno.

A diferencia de las naciones donde el Ministro de Defensa es una autoridad civil a la que se subordinan los mandos militares, en la Cuba de los Castro, bajo la lógica soviética, el ministro de las FAR es un jefe militar directamente subordinado a la máxima autoridad del país, que constitucionalmente, por lo general, es Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas.

En esa doctrina militar, el ministro de Defensa de los “países socialistas” siempre fue miembro del Buró Político del Partido y ostentaba el más alto grado militar (normalmente Mariscal, grado que no existe en Cuba). Además, antes de todo eso, había un requisito fundamental: fidelidad y lealtad a toda prueba, no a “la patria” o “al socialismo” en abstracto, sino a algo mucho más concreto: al poder.

Fidelidad y lealtad supone dos premisas inconmovibles: una es el compromiso de no vacilar en caso de que se de la orden de sacar al ejército a las calles para controlar una crisis que escapa al control de las fuerzas del orden interior, y otra la seguridad de que desde las fuerzas armadas no se gestarán conspiraciones contra el poder.

En la actualidad, el poder en Cuba sabe perfectamente que una “invasión yanki” no está al doblar de la esquina ni mucho menos, aunque se haya anunciado por más de medio siglo. El ministro de las FAR, entonces, no tiene que ser tanto un genio militar como una garantía para el poder.

En Cuba existen en estos momentos cinco Generales de Cuerpo de Ejército en activo, cuatro de ellos miembros del Buró Político: Abelardo Colomé Ibarra (“Furry”), ministro del Interior, Leopoldo Cintras Frías, viceministro primero de las FAR, Álvaro López Miera, viceministro jefe del Estado Mayor General, y Ramón Espinosa Martín, viceministro de las FAR. También es general de Cuerpo de Ejército y viceministro Joaquín Quintas Solás, pero miembro del Comité Central, no del Buró Político.

En la lógica mencionada, los cuatro generales de cuerpo miembros del Buró Político parecerían los candidatos con más opciones para el cargo. Pero en Cuba el Ministro de las FAR preside también el Grupo de Administración de Empresas, Sociedad Anónima (GAESA), institución empresarial controlada por los militares que maneja más de mil millones de dólares anuales y participa en infinidad de operaciones comerciales dentro y fuera del país, y requiere determinada formación y experiencia ejecutiva administrativa y financiera, entre otras cosas.

En el 2009 fueron sustituidos los tres Jefes de Ejército del país y “ascendidos” a viceministros (Cintras Frías, Espinosa Martín y Quintas Solás), pero quedaron sin mando directo de tropas. Colomé Ibarra fue viceministro primero de las FAR durante muchos años, pero fue enviado al MININT en 1989, tras la crisis con los generales Ochoa y Abrahantes. De regresar al MINFAR podría quedar como ministro del Interior el actual viceministro primero de ese órgano y Jefe de los Órganos de Seguridad del Estado, general de División Carlos Fernández Gondín. Aunque en la doctrina soviética el Ministro del Interior generalmente era miembro del Buró Político, no lo era José Abrahantes, que ocupó el cargo por ser de absoluta confianza de Fidel Castro, hasta que cayó en crisis. El general Gondín es de absoluta confianza de Raúl Castro.

Visto así, tal vez el General de Cuerpo de Ejército Álvaro López Miera pudiera ser el nuevo ministro de las FAR: veterano de la guerrilla, relativamente “joven” (68 años), de bajo perfil público, leal a toda prueba a Raúl Castro, calificado, burócrata organizado con resultados positivos en la actividad militar, y con expediente “internacionalista”. Con asesoría adecuada pudiera también dirigir GAESA. Y sería un ministro que verían con buena cara los “históricos” para la sucesión post-raulista.

Fuera de ese círculo, otros dos miembros del Buró Político podrían ser designados, aunque sería mucho más sorpresivo que los casos anteriores: el general de división Ulises Rosales del Toro, que fue viceministro primero y jefe del Estado Mayor General, y cuya gestión de casi veinte años en la industria azucarera y la agricultura ha sido desastrosa: es persona de absoluta confianza para Raúl Castro.

El otro eventual candidato sería “un as bajo la manga”: el comandante de la revolución Ramiro Valdés. Sí, ya se lo que van a decir: que si las discrepancias con Raúl Castro, que si esto y lo otro. Pero “Ramirito” reúne todos los requisitos, incluida su experiencia dirigiendo el emporio empresarial “Gran Caimán” cuando supuestamente estaba “tronado”, que movía unos 500 millones de dólares anuales, autofinanciado, sin subsidio estatal. Y excelentes relaciones con China.

Ha sido ascendido por Raúl Castro a Ministro de Informática y Comunicaciones, miembro del Buró Político, Vicepresidente del Consejo de Ministros, y Vicepresidente del Consejo de Estado: los mismos cargos que ostentó simultáneamente en la era de Fidel Castro. Y ningún mando militar se atrevería a retar su liderazgo.

Todos saben que no dudaría en “sacar los tanques” si hiciera falta defender el poder. ¿Los sacaría contra Raúl Castro? Hasta el momento no se le conocen tendencias suicidas, y ha demostrado ser muy pragmático de acuerdo a sus propios objetivos: no tendría que hacer algo que, por razón de la biología, podría lograr con un poco más de paciencia y cuidando su salud como hasta ahora.

Además, no olvidemos que la decisión del nombramiento del nuevo Ministro de las FAR no es exclusiva de Raúl Castro: tendrá que discutirla con Fidel Castro y lograr su visto bueno, a no ser que la salud del hermano mayor estuviera tan deteriorada que no pueda hacerlo. Y de todos los eventuales candidatos, el de más confianza para Fidel Castro es Ramiro Valdés.

Sin embargo, nada asegura que el nuevo Ministro de las FAR en Cuba sea alguien no analizado en este trabajo. Al fin y al cabo, el neocastrismo se aleja cada vez más, en todos los ámbitos, del espíritu soviético, y se aproxima al chino.

Dentro de poco se sabrá quien es. Sabremos nosotros, quiero decir. Porque esta eventualidad ya estaba debidamente analizada desde hace tiempo en Punto Cero y La Rinconada.

En Cuba, para cosas como estas, no se elabora a la carrera un “Plan B”: se prepara con anticipación suficiente.

Tomado de CUBAENCUENTRO

 
Arcos y la memoria PDF Imprimir E-mail
Escrito por Fuente indicada en la materia   
Domingo, 04 de Septiembre de 2011 14:42

Por Raúl Rivero

Madrid – Ahora, cuando la oposición pacífica es una presencia tangible, viva, con temperatura, y en el forcejeo de la extensión bajo violentas acciones represivas de San Antonio a Maisí, aparece con frecuencia –tanto dentro del país como en el exilio– la figura de un hombre alto y callado que desde la mínima y desvencijada sala de su casa habanera tuvo esta realidad como una ilusión. Y como una certidumbre. Se llamaba Gustavo Arcos Bergnes.

En los vapores de este verano, mientras la policía acosaba, golpeaba y arrestaba a las Damas de Blanco, a las mujeres de apoyo, a decenas de opositores en La Habana, Santa Clara, Camagüey, Oriente, una amiga, compañera de muchos años de Arcos Bergnes, me dijo por teléfono desde de Cuba: “Con todo este ajetreo y estas batallas hemos pasado por debajo de la mesa el quinto aniversario de la muerte de Gustavo. O, a lo mejor, esos brotes de rebeldía son el homenaje que quiere recibir allá donde está”.

En efecto, Arcos, fundador del Comité Cubano Pro Derechos Humanos (CCPDH) junto a otros disidentes, había nacido en Caibarién en diciembre de 1926 y murió en La Habana el 8 de agosto de 2006.

Él era un hombre que venía de la lucha, de la cárcel, un señor a salvo de las seducciones del poder, un cubano de la calle que quería vivir en un país con democracia. No tenía ínfulas de profeta, ni se creía infalible. Era un disciplinado lector de historia y un conversador demorado que se negaba a dar lecciones. Prefería reflexionar y escuchar. Tenía coraje para soportar, con la misma entereza (y una estudiada indiferencia) los mítines de repudio que le organizaba el gobierno y los ataque verbales de diversos orígenes.

No era un santurrón, ni un soñador sin base. Quería la unidad en el respeto, pero no la unanimidad y utilizaba un vocabulario escogido para rechazar a quienes consideraba fuera de las fronteras de su ámbito de combate frente al comunismo.

Iban muchos opositores de todas las edades de todas las tendencias a verlo y a conversar con él, pero no recibía a nadie en las pantuflas de un experto. Se visitaba a alguien querido que ni siquiera era un viejo aunque hubiera vivido muchos años.

Yo creo que mucha gente iba a buscar fuerza, confianza, valor para encontrar puntos de contactos en la amplitud y las complejidades del pensamiento. A verlo en su entereza y en su austeridad, a escucharlo decir lo que pensaba no como un viejo maestro encapotado sino como un amigo que canta las cuarenta.

Parece natural una evocación de Gustavo Arcos Bergnes en esta hora de efervescencia y renovación de la oposición y que se le reanime en el recuerdo junto a los iniciadores de esa corriente contestataria que desde los años ochenta sostiene la esperanza de un cambio y manda señales cada día más rotundas desde las bases de la sociedad.

Unos días después de la muerte de Arcos, el periodista Adolfo Rivero Caro (fallecido recientemente en el exilio) escribió una nota en la que recordaba que durante su última conversación telefónica Gustavo le confesó que estaba muy orgulloso de lo que habían hecho. “Cómo ha cambiado el movimiento”, dijo, “ya no somos unos pocos. Ahora estamos en todo el país”.

 
PROPAGANDA Y HEGEMONÍA COMUNICACIONAL PDF Imprimir E-mail
Escrito por Fuente indicada en la materia   
Viernes, 02 de Septiembre de 2011 20:52
Por Raúl Fernández Rivero

Durante muchos años se han usado en política técnicas de propaganda, para
presentar, hacer gratos y conquistar al voto ciudadano para  determinados
candidatos. Estas técnicas han variado con los años. Últimamente la
formación de una imagen agradable y “televisiva” del candidato, como colores
de trajes y corbatas, o el uso de fotos en camisa, cambios de estilo de
peinado, arreglo de la dentadura, y hasta correcciones estéticas de su
físicos, alardes deportivos ya sean caminatas entre los más pobres o
partidos de básquet ball, han competido con la técnica de acusar de actos
-verosímiles o no- al opositor, descreditar a sus colaboradores  y sobre
todo atacar en los puntos débiles y hasta familiares al oponente. Estas
guerras sucias, donde todo vale, que desacreditan la política y sus actores,
son cada vez más usadas en las campañas electorales alrededor del mundo.  Se
basan en el concepto, que no se gana con una buena declaración de
principios, sino cuando se elimina al contendiente. Y cualquier cosa es
válida para lograrlo.

Ante cualquier contienda electoral por muy pequeña que sea, niéguese a ser
parte de está macabra acción, en la que Ud. no puede permitirse participar.
Exija, demande, obligue  que las campañas se basen en principios y valores,
con programas concretos a ser controlados por los ciudadanos votantes y no a
guerras personales de insultos, descalificaciones reales o no, que desvían
el curso del debate sano, limpio y obligatorio, público y de absoluta
difusión.

La propaganda, que es la forma de influir, de manera efectiva, en los
sentimientos, pensamientos y deseos del sector poblacional quien van a
dirigida, fue definida por Richard Alan Nelson en su acepción más precisa
como:

"De forma neutral la propaganda es definida como una forma intencional y
sistemática de persuasión con fines ideológicos, políticos o comerciales,
con el intento de influir en las emociones, actitudes, opiniones y acciones
de los grupos de destinatarios específicos a través de la transmisión
controlada de información parcial (que puede o no basarse en hechos) a
través de los medios de comunicación masiva y directa."

*—Richard Alan Nelson, A Chronology and Glossary of Propaganda in the United
States, 1996*

La propaganda no solo se limita a la etapa electoral, sino que es utilizada
por gobiernos y partidos políticos, con el fin de conseguir la aceptación de
los ciudadanos a sus políticas,  estrategias y acciones comunes, por medio
de un intento capitalizar paso a paso una hegemonía comunicacional. Que solo
puede lograrse cuando la capacidad política e instrucción de la ciudadanía
tiene fallas serias, por falta de experiencia democrática o por rechazo a
los partidos e instituciones políticas mediante un plan bien trazado y
ejecutado, fruto de crisis económicas o debacles de ideas globales,  por
ejemplo la época post primera guerra mundial en Europa, o la crisis del
socialismo real post caída del muro de Berlín.



Los países poco desarrollados políticamente, con una fuerte historia de
caudillismo, gobiernos militares, crisis repetitiva de corrupción de los
entes públicos y con poblaciones susceptibles a la veneración semireligiosa
de líderes carismáticos, son presa más fácil de este intento de someterlos
por la hegemonía comunicacional y la aplicación de reglas escritas y claras,
y muy usadas después de 1914, por tirios y troyanos, comunistas,
protosocialistas a ultranza, nacional socialistas, fascistas modernos y
caudillos militares.



Tanto es así que existe un protocolo de *ONCE PRINCIPIOS* que guía su
propaganda.



1.      *Principio de simplificación y del enemigo único*. Adoptar una única
idea, un único símbolo. Individualizar al adversario en un único enemigo.

2.      *Principio del método de contagio*. Reunir diversos adversarios en
una sola categoría o individuo. Los adversarios han de constituirse en suma
individualizada.

3.      *Principio de la transposición*. Cargar sobre el adversario los
propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque. «*Si no
puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan*».

4.      *Principio de la exageración y desfiguración*. Convertir cualquier
anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave.

5.      *Principio de la vulgarización*. Toda propaganda debe ser popular,
adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va
dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser
el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es
limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para
olvidar.

6.      *Principio de orquestación*. La propaganda debe limitarse a un
número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentarlas una y
otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el
mismo concepto. Sin fisuras ni dudas. De aquí viene también la famosa frase:
«*Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad*
».

7.      *Principio de renovación*. Hay que emitir constantemente
informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que, cuando el adversario
responda, el público esté ya interesado en otra cosa. Las respuestas del
adversario nunca han de poder contrarrestar el nivel creciente de
acusaciones.

8.      *Principio de la verosimilitud*. Construir argumentos a partir de
fuentes diversas, a través de los llamados globos sondas o de informaciones
fragmentarias.

9.      *Principio de la silenciación*. Acallar las cuestiones sobre las que
no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen el
adversario, también contraprogramando con la ayuda de medios de comunicación
afines.

10.  *Principio de la transfusión*. Por regla general, la propaganda opera
siempre a partir de un sustrato preexistente, ya sea una mitología nacional
o un complejo de odios y prejuicios tradicionales. Se trata de difundir
argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas.

11.  *Principio de la unanimidad*. Llegar a convencer a mucha gente de que
piensa «como todo el mundo», creando una falsa impresión de unanimidad.

Si Ud. vive en América latina, analice y verá como distingue sin mucho
esfuerzo,  a varios de estos Gobiernos que están empleando estos principios
al pie de la letra.

Tome uno a uno cada principio y compárelo con lo que pasa en su país. Se va
a sorprender de lo que hace su gobierno. Pero si ve que esto está
sucediendo, empiece a combatirlo;  porque si los deja, Ud. no tendrá
libertad de pensamiento más nunca y será un infeliz por toda su vida.

Si lo sabré yo, ya lo he visto dos veces.

Raúl Fernández Rivero

Última actualización el Viernes, 02 de Septiembre de 2011 20:56
 
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